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Prólogo de Marcela Lagarde y de los Ríos a la segunda edición

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La reedición de un libro es formidable y la reedición de un libro feminista lo es más aún. El dinero en la pareja es un libro feminista escrito por Clara Coria. Para mí es un gusto presentarlo porque este libro y, de hecho, toda la obra de Clara Coria, no sólo la escrita, sino la vital, ha contribuido a cambiar la vida de mujeres y hombres y ha coadyuvado a destrabar relaciones de pareja. Su incidencia es notable en diversos países a los que han llegado ediciones de sus libros y sus artículos. Su presencia académica, docente y de asesoría ha permitido un contacto personal enriquecedor con sus planteamientos y con ella misma.

Clara Coria ha contribuido a la formación de especialistas en la materia, tanto de la academia universitaria como de la función pública y de organizaciones civiles. Sus conocimientos, su elaboración teórica y metodológica, sus descubrimientos en el campo de la investigación y su divulgación, son parte fundamental de la cultura feminista y, desde luego, del acervo académico y científico contemporáneo. La de Clara Coria es una trayectoria sostenida por más de cuatro décadas de un compromiso patente

Hace poco más de veinticinco años conocí la primera edición de El dinero en la pareja3 y me pareció deslumbrante por la perspectiva de género con la que Clara Coria aborda el papel del dinero en la institución social que es la pareja, tanto en el plano económico, como en el sexual, el afectivo, el simbólico y, siempre, como hecho político.

Sin embargo, a pesar de que el dinero es una prioridad y marca nuestras vidas, Clara Coria devela que las personas no tenemos conciencia sobre la complejidad y la trascendencia del dinero y el peso que tiene en la problemática económica y, mucho menos, de su impacto en esferas de la vida como la sexualidad, la afectividad, la subjetividad, falsamente experimentadas como inconexas y alejadas del dinero.

Es posible seguir, a través del análisis del manejo del dinero y la economía íntima, la problemática, las crisis de pareja y sus diversos conflictos, así como el lugar de mujeres y hombres en la sociedad y su relación con poderes diversos. Desde esta perspectiva, Clara Coria plantea que la desigualdad estructural de género entre mujeres y hombres marca las relaciones de pareja y otras relaciones con su impronta patriarcal. La exclusión y la marginación de las mujeres de espacios, funciones y poderes definen en gran medida dificultades y conflictos, daños y formas de maltrato, abuso o explotación.

La metodología empleada en la investigación empírica que sustenta la investigación cuyos resultados están contenidos en este libro, conocida como Grupos de Reflexión, es un acierto. Con los años se ha expandido por doquier, y forma parte de diversas modalidades de investigación académica directa de tipo social y humanística. Ha trascendido al ámbito público de intervención civil y gubernamental en el impulso a procesos de organización y participación que buscan impulsar cambios de género en mujeres y hombres en diversos espacios sociales e institucionales.

La metodología de los grupos de reflexión muestra cada día su potencial en la atención de mujeres que han vivido diversas formas de daño y violencia. Hoy se usa como recurso formidable en procesos de empoderamiento de las mujeres y de construcción de ciudadanía y nuevas relaciones sociales basadas en la igualdad y la equidad.

Cimentada por concepciones teóricas, políticas y éticas contenidas en una perspectiva feminista, la metodología de los grupos de reflexión permite el desarrollo de nuevas formas de conciencia a través del conocimiento contrastado y la elaboración y resignificación individual y grupal, de la experiencia propia y de las y los demás.

En la academia, esta metodología da excelentes resultados en procesos de investigación-acción, de investigación participativa y de investigación focal. En cualquiera de sus esferas de aplicación esta metodología es, de hecho, una intervención trastocadora. El descubrimiento de dimensiones desconocidas, el contraste y la comparación, la identificación de lo común previamente invisibilizado, la visibilidad de lo oculto y lo negado, la desidealización y la alternativa interpretativa a experiencias conocidas bajo otros significados permiten que, durante el proceso, cada persona y el grupo modifiquen el conocimiento sobre sí y las y los demás, sobre la pareja como tal o cualquier institución o espacio de relación. Los grupos de reflexión alientan la necesidad de transformación y propician formas de movilización personal, de pareja o de grupo para aproximar anhelos posibles con nuevas prácticas sociales equitativas.

El libro de Clara Coria muestra, de manera ordenada, que el dinero en la vida de las personas y en otros ámbitos sociales, en particular en la pareja, tiene más de un uso y más de una función y devela su carácter polisémico y multifuncional. Permite comprender que más allá de ciertos acuerdos estereotipados sobre el dinero en las parejas, cada cual se mueve en torno al dinero con diversas interpretaciones e intereses incluso contrapuestos y que, en términos generales, no hay acuerdo ni encuentro. Por el contrario, la tesis de este libro consiste en considerar que el dinero es uno de los focos rojos en la pareja como institución patriarcal, marcada por la desigualdad y, en ese sentido, por la opresión de género, lo es en el ciclo vital de cada persona y en su experiencia de pareja y sigue una compleja trayectoria en el ciclo vital de cada una.

En El sexo oculto del dinero4 Clara Coria planteó la sexuación del dinero. Simbólica, económica y socialmente, el dinero está asociado patriarcalmente como un atributo legítimo al sexo masculino, al hombre simbólico y a cada hombre particular como un atributo patriarcal de género. En concordancia, en esas mismas dimensiones, la carencia de dinero es atribuida genéricamente a la mujer simbólica y a las mujeres particulares. A ellos se les asigna la función de proveedores, a ellas la de necesitadas. A ellos el poder con mayúscula, a ellas formas ocultas de poderes menores.

Es evidente que la carencia atribuida y asignada a las mujeres en cada sociedad y cultura y a la mujer simbólica no se limita sólo al dinero. La carencia es vital, está en relación con la condición social de la mujer, históricamente excluida y expropiada. El núcleo de la condición patriarcal de la mujer, de acuerdo con Franca Basaglia5, es el deber ser de las mujeres como la realización del estereotipado ser-para-los-otros, y como ser-de-los-otros. Es decir, como no-sujeto. La que no es, la que no tiene, la que no posee. La que es poseída, la que es apropiada.

En diversas sociedades de tiempos y culturas diferentes la organización social patriarcal de género está marcada por el androcentrismo y el falocentrismo. El sujeto es el hombre. Los hombres concretos son apoyados socialmente para beneficiarse de esa condición y para apropiarse de los bienes y los recursos del mundo; en primer término de las mujeres y sus productos: desde sus hijos, hasta los productos de su trabajo, su dinero, sus pensamientos, su afectividad y sus creaciones intelectuales, espirituales y artísticas.

En la modernidad ha emergido y se ha desarrollado la crítica feminista (filosófica, ideológica y política) a esa forma de vida social que estructura a las sociedades concretas y a sus culturas bajo reglas de dominación. En diversos países y épocas, movimientos civiles y políticos han aportado ideas y mecanismos para eliminar opresiones y construir la igualdad entre mujeres y hombres que han estado presentes en las grandes transformaciones sociales. En la actualidad encontramos sociedades modernas en las que han cambiado algunos aspectos de la dominación de género de los hombres sobre las mujeres, se ha reducido la desigualdad en algunos ámbitos y materias.

Es notorio el progreso que genera el avance de las mujeres que han accedido a la educación y al empleo, a la participación política y al desarrollo. Generaciones de mujeres han sido socializadas en la mixtura, han transformado su condición sexual y se han emancipado de manera parcial. Las mujeres han llegado a ser, incluso, generadoras ya no sólo de productos, sino también de dinero. En el mundo contemporáneo millones de mujeres son proveedoras económicas de parejas y familias tanto en países desarrollados como en países con bajos niveles de desarrollo. Pero, a pesar de serlo, a pesar de generar dinero y riqueza, en su mayoría viven en la pobreza, la desigualdad, la discriminación y la violencia. Muchas son tratadas de forma misógina y como una carga social, como si no fueran generadoras de productos y de dinero.

Las mujeres y los hombres, las parejas investigadas y también las empresarias y otros grupos de mujeres comprendidos en el análisis, corresponden a esta circunstancia social heterogénea. No se trata de personas marginadas del desarrollo. Por el contrario, a pesar de ello, Clara Coria identifica un conjunto de experiencias conflictivas en torno al dinero y al poder vividas por parejas, y por las mujeres en otros espacios, y las interpreta develando conexiones y significados relativos a lo injusto, lo inequitativo, la falta de autonomía, la falta de comprensión de las necesidades de las mujeres por parte de los hombres y de las instituciones, pero también por parte de las mujeres mismas.

La inadecuación de gran cantidad de mujeres respecto al dinero es evidente en la culpa fomentada en ellas y sentida por ellas, al ganar o generar dinero o al ganar más que su pareja, debido a la internalización subjetiva que coloca a las mujeres en situación enajenada respecto del dinero. Al mismo tiempo, aumentan las mujeres modernizadas que generan dinero por vía directa, son activas económicamente y experimentan nuevas necesidades y anhelos subjetivos y objetivos.

Unas y otras, las mujeres en las que predomina lo tradicional y las mujeres más modernas, recurren a algunas prácticas o viven conflictos o crean soluciones a su problemática con un sentido de rebeldía, resistencia o de construcción de autonomía en condiciones adversas.

Conflictos contemporáneos entre mujeres y hombres se refieren tanto a la transición histórica de género de la organización social como a su sincretismo de género6, es decir, a su peculiar amalgama entre lo tradicional y lo moderno. Entre un patriarcalismo omnipresente a la vieja usanza y un patriarcalismo reformado por el impulso de movimientos feministas que han incidido de manera favorable, aunque parcial y fragmentaria, en reformas democráticas que han cambiado el rostro de la organización social de género en una parte importante del mundo.

Los conflictos debidos al sincretismo de género son relativos a contradicciones entre modelos y prácticas sociales de expropiación sexual y erótica, afectiva, económica, intelectual y simbólica a las mujeres, y modelos y prácticas emergentes de cambio con tendencias a la individuación de las mujeres y su desarrollo, así como a la equidad de género. Mecanismos de expropiación y exclusión, de especialización de género en sólo ciertas actividades y ciertos espacios, colocan a las mujeres, simbólica y objetivamente, como seres carenciadas y en dependencia económica. Todo ello se enmarca en la compleja dependencia vital que define la condición de la mujer y está presente en grados y formas diversas en las mujeres concretas. De ahí la relación entre carencia y pobreza genérica, la pobreza como atributo de género, la pobreza simbólica y práctica de todas. En este orden simbólico y político son pobres aún las ricas.

Es evidente que el género está articulado a otras condiciones sociales y culturales y que la carencia y la dependencia adquieren grados graves cuando se aúnan a condiciones de pobreza de las mujeres derivadas de su posición y su situación subalterna de clase, raza, casta, y etnia, de estado civil, de legalidad y condición migrante, de escala social y de pertenencia a grupos y estamentos que contribuyen a la feminización de la pobreza y a la pauperización de las mujeres.

La organización patriarcal tradicional de género asegura el monopolio, el atesoramiento, el control y la distribución del dinero a los hombres que se apropian de todo lo expropiado a las mujeres, a otros hombres y grupos sociales y políticos. En dicha organización patriarcal, hay mecanismos que garantizan, en teoría a todos los hombres, oportunidades y vías para generar dinero, apropiarse de recursos y poseer bienes. Se trata de normas e instrumentos de género tradicionales de signo patriarcal que funcionan de manera normalizada para beneficio de todos los hombres y en otras sólo para algunos grupos de hombres privilegiados y sus élites de poder de género, clase, etnia, nacionalidad, genealogía, grupo y corporación política, financiera, económica, ideológico-política, religiosa y cultural.

Con todo, es creciente la pobreza entre los hombres. A pesar de todo, hay hombres pobres, para quienes no hay acceso a dinero ni a otros recursos, hombres desempleados, marginados o explotados cuya contradicción se cifra en experiencias profundas de injusticia por no acceder a aquello que les pertenece y por no poder realizar su deber ser como propietarios, poseedores, generadores de dinero y riqueza y como beneficiarios del mundo.

Las reformas no han eliminado la connotación patriarcal de la organización social de género pero la han modificado en aspectos importantes para la construcción de una democracia social de género. Desde una perspectiva de género prevalecen sociedades, híbridas, es decir sincréticas y además en transición, con mezclas diversas de pautas, relaciones y prácticas de poder en las instituciones sociales y del Estado y en cultura y se concretan en condiciones de género contradictorias de mujeres y hombres. Los conflictos se dan en torno al poder, la libertad, los derechos y las oportunidades. En ese marco se da una enorme competencia desigual entre mujeres y hombres.

El acceso de las mujeres al dinero, su posesión y su uso en necesidades propias y no en las de los otros, o para su propio beneficio en lugar de destinarlo sólo al de los otros, rompe reglas de dependencia, pobreza y desigualdad estructural de las mujeres en relación a los hombres, atenta contra el supremacismo masculino integrado a la condición patriarcal de los hombres, obliga a cambios en las relaciones y las prácticas sociales de subordinación y dependencia vital, incluso modifica las reglas de poder, al eliminar decisiones exclusivas por parte de los hombres con el avance de las decisiones tomadas por las mujeres.

Esa ruptura se produce en mujeres modernizadas, en transición de género, que pertenecen a generaciones diversas en las que se han producido algunos cambios de género. Tienen nuevas necesidades y anhelos y requieren dinero por vía directa. Han aprendido y viven, de manera ambivalente, tensa y conflictiva su relación con el dinero. Como modernas deberían generar suficiente dinero para satisfacer sus necesidades y las de los otros bajo su responsabilidad. Como tradicionales, deberían estar supeditadas económicamente y mantener el vínculo a través del dinero —sobrevalorado y cargado de poder— con su pareja, con los hombres de su familia, de su barrio, de su ciudad, de su país. Es decir, de manera genérica, con los hombres. El sincretismo de género contiene esa grave contradicción que produce sufrimiento en las mujeres y les genera conflictos en sus relaciones con los hombres, en su autoidentidad y su autoestima.

La desigualdad económica de las mujeres se concreta también, a través de mecanismos de invisibilización de su trabajo y sus actividades de cuidado, crianza y atención de las mujeres a los otros. En diversas circunstancias no son consideradas como actividades económicas y no se les asigna valor económico, sino sólo de intercambio simbólico. Se las ve como actividades inherentes, naturales, no creativas y, por tanto, como obligatorias para las mujeres. Son parte de su deber ser de género y en el intercambio social, son el mínimo aporte para ocupar posiciones sociales patriarcales en relaciones familiares, de pareja, comunitarias y de diverso tipo.

A la invisibilidad de una parte sustantiva del trabajo privado de las mujeres se suma su incorporación al trabajo público y, por ende, la doble jornada de trabajo y las múltiples cargas y responsabilidades en desigualdad. En ese marco también se produce la invisibilización de una parte de su trabajo público, a través de la extensión de la jornada diaria con horas extras no pagadas, la asignación de funciones y tareas no incluidas en los contratos, la falta de contrato y la informalidad laboral o el trabajo sumergido, es decir el trabajo sin derechos.

Las mujeres enfrentan en muchos ámbitos la asignación de los trabajos más bajos en la escala laboral y son objeto de variadas formas de discriminación, como el impedimento de ascenso laboral y las jerarquías laborales; reunidas en el techo de cristal. La desigualdad salarial con los hombres en las mismas funciones y actividades laborales marca también los conflictos y las dificultades personales de las mujeres con el dinero, el trabajo y la ocupación de puestos jerárquicos. Salarios más bajos y menos derechos reales, subempleo a pesar de la alta formación profesional, exclusión de las élites o trato discriminatorio hacia las pocas mujeres que forman parte de élites en la política, la educación, la academia y la investigación científica, la comunicación, el arte, la empresa, los deportes y las actividades de ocio e innovación.

La situación laboral y participativa de las mujeres se caracteriza por la fragilidad y la discriminación que se expresan en el miedo a perder lo que han alcanzado y el temor a protestar o exigir condiciones o derechos que muchas no consideran como propios. La explotación, los abusos y la reproducción de esas condiciones se apoyan tanto en el miedo, como en el aislamiento laboral y la falta de una conciencia de género que les permita enmarcar su situación en sus condicionantes sociales.

Configuraciones de género marcadas por condiciones como las señaladas están presentes en formas y grados diferentes en las relaciones que a través del dinero establecen mujeres y hombres concretos, en la pareja. Anhelos y utopías suponen la igualdad en la pareja o diversas ideologías, por el contrario, suponen una desigualdad natural intocable. Por eso la experiencia creciente de la desigualdad, la dependencia vital y la dominación tensan y crean conflictos a las parejas en función de la particular carga de género de cada persona, del entorno, la trayectoria vital y sus avatares.

El esquema de El dinero en la pareja recoge la experiencia de relaciones de pareja heterosexuales. Sin embargo, las tesis de Clara Coria permiten dar luz también al tratamiento y al lugar del dinero en relaciones homosexuales, lésbicas, transexuales y transgénero. Porque su dialéctica está condicionada por las estructuras de la pareja que recrean disparidades e inequidades. En todo caso, es preciso no suponer que opciones y preferencias sexuales y de género distintas de la heterosexualidad y la heterogenericidad eximen a nadie de reproducir relaciones oprobiosas.

Es preciso reconocer la clave de la eliminación de experiencias opresivas. A mayor avance de las mujeres en educación, empleo, ingreso, participación, prestigio social privado y público, están en mejores condiciones en las relaciones de pareja. En términos generales, estos avances de las mujeres funcionan como freno o barrera al supremacismo de los hombres. Al disminuir causas de sujeción y subordinación de las mujeres y al disminuir la dominación se crean condiciones para que mujeres y hombres puedan establecer relaciones más equitativas y menos enajenadas. Los avances en la independencia, la autonomía, las libertades son precondición de relaciones de pareja más justas. Esta vía funciona también para las parejas homosexuales, lésbicas y transexuales.

Resulta evidente también que, a pesar de avances objetivos de las mujeres, se presentan creencias, normas, valores, prácticas y conductas basadas en modelos y atribuciones tradicionales de género a las mujeres frente al dinero y que muchos hombres no saben convivir con mujeres modernas y reproducen formas de trato y de relación como si estuvieran frente a mujeres dependientes vitales.

Ante la autonomía y la independencia económica de las mujeres, muchos hombres entran en competencia profesional y económica de pareja. Lo hacen desde un supremacismo no reconocido y con altas dosis de misoginia. Otros más, adoptan posiciones subversivas y se colocan en el polo dependiente y falto de autonomía económica y se convierten en una responsabilidad y una carga para mujeres que quedan colocadas en la proveeduría, la gestión de recursos. Otros, abusan al considerar que en esa pareja están en igualdad y exigen de las mujeres todo o parte de lo tradicional de género aunado a lo moderno, sin asumir parte de responsabilidades, funciones, tareas y cargas privadas. Pero hay quienes se van transformando de manera positiva y contribuyen a establecer relaciones de pareja más equitativas.

Clara Coria realiza un verdadero inventario de procesos que conducen a conflictos en el manejo y el lugar que el dinero ocupa en diversas relaciones de pareja.

Identifica el dinero como recurso en tácticas de poder en la pareja, como una vía de control a través de mecanismos y tácticas sutiles que no son interpretadas con claridad como tales. Muestra y analiza mecanismos de no reconocimiento y de ilegitimidad de la autonomía de las mujeres, así como del control de la autonomía lograda. La construcción de género tradicional de las mujeres que coloca el dinero en los lenguajes de un amor desmedido por los otros y sostiene mecanismos de expropiación injusta a las mujeres. Explica comportamientos de género diferenciales en mujeres y hombres tales como la sujeción dependiente de las mujeres a través de la dosificación autoritaria del dinero por parte de los hombres. El ocultamiento y atesoramiento de dinero por parte de mujeres. Los abusos y controles como mecanismos de poder de los hombres en la pareja y como manera de mantener su supremacía.

En cuanto a la dinámica de la pareja, muestra cómo la estafa y el ocultamiento, son parte de la institución. Es reveladora la comprobación del silencio sobre el hecho de que la mayoría de las mujeres esconden dinero, incluso quienes no tienen problemas por gastarlo o que tienen suficiente. Su necesidad de separar dinero es porque sienten que el dinero no les pertenece, aun cuando sean ellas las que lo generen. Lo guardan en la búsqueda de su disponibilidad como paso a la autonomía y la libertad inconscientemente vividas como experiencias transgresoras.

Clara Coria, trae al análisis del dinero guardado por las mujeres, la tradición yiddish del knipale, palabra «…que utilizaban los judíos de la diáspora para referirse a un “atadito” de dinero que tradicionalmente escondían las mujeres». La referencia al nudo del pañuelo de las mujeres en el que guardaban el dinero, está presente en el nombre. Remite también a sissar, guardar bajo la sisa, al ocultamiento del dinero extra que los hombres esconden a las mujeres.

El knipale o guardado puede servir como seguro familiar y en muchos casos los hombres tienen conocimiento y se benefician de el, pero las mujeres no tienen que rendir cuentas del mismo. De todas formas, los maridos tradicionales y los progresistas «…avalan y defienden una distribución económica que relega a la mujer a un lugar de limitación y subordinación». Finalmente, los hombres manejan el dinero grande y el manejo de este pequeño dinero impide que las mujeres se subleven ante esa desigualdad.

El robo del dinero es colocado, siguiendo a Freud, en el ámbito de lo siniestro. Las mujeres son, en muchas ocasiones, acusadas por sus esposos de mal uso del dinero que se convierte directamente en acusación de robo del dinero común, con el implícito de que pertenece más al esposo. Los esposos les exigen cuentas a las mujeres de una forma inquisitorial, las acusan de malgastarlo y consideran que no les pertenece aunque ellas hayan aportado al dinero común. Por eso son acusadas de robarlo. Con ello los esposos buscan culpabilizar a las mujeres y, al hacerlo, castigarlas por la falta cometida que adquiere la connotación de irreparable.

De paso, Clara Coria aprovecha para hacer una crítica epistemológica al análisis de psicoterapeutas que al considerar a las mujeres culpables, instrumentalizan «… conceptos teóricos psicoanalíticos… sin incluir aspectos ideológicos presentes en las prácticas socioculturales y en los conceptos de la propia teoría», ya que interpretan como válidas experiencias fantásticas de robo como si ocultaran efectivamente deseos de robo. Con esa interpretación culpabilizan a sus pacientes, «Omiten que hay una dimensión ideológico-social que condiciona y estructura estas fantasías. Es decir, que si las mujeres sienten como robo el apropiarse del dinero conyugal es porque socialmente existe un consenso tácito (avalado por siglos de prácticas discriminatorias) acerca de que el dinero corresponde legítimamente a los varones». Advierte sobre la iatrogenia implícita en esas interpretaciones y actuaciones de psicoterapeutas desde la autoridad incontestable que les confiere su papel.

Nuestra autora explora también el traslado de la cultura tradicional respecto del dinero a empresas creadas por mujeres emprendedoras. Da luz sobre la «curiosa tendencia» a mezclar lo público y lo privado, la pareja y la empresa y la manera en que maridos favorecidos desplazan a las mujeres de la administración de la economía y las finanzas.

Clara Coria señala las trampas de los presupuestos de pareja de acuerdo con el protagonismo de cada persona al elaborarlos. En primer término, considera dicha práctica como desmitificadora y contribuyente al principio de realidad porque conduce a develar y desmontar mitos, deseos, fantasías e idealizaciones. Su perspectiva es esclarecedora al definir el protagonismo como «…una actitud frente a la vida que se caracteriza por adoptar una participación activa en distintas esferas. Es incompatible con la dependencia e inversamente proporcional a ella».

Caracterizan al protagonismo la responsabilidad, el hacerse cargo de consecuencias y la pérdida del anonimato. Lo más importante, la piedra de toque, la clave última y primera de El dinero en la pareja, es la consideración de Clara Coria sobre la consolidación del sujeto psíquico y social «en la medida en que incluye un deseo de interacción con los otros». Remite a Mabel Burin y sus colegas en su Estudios sobre la subjetividad femenina7, y señala lo «…espinoso que es para las mujeres que, educadas en la dependencia y para la dependencia, han ido conformando su subjetividad en la profunda convicción de constituirse en objeto del deseo del otro y no en sujeto de su propio deseo». Convertirse en sujeto significaría entonces, dejar de ser-para-los-otros, y construir el ser-para-sí que conlleva la mismidad y la experiencia vital de autonomía. Sólo una relación entre sujetos puede albergar una asociación equitativa y potenciadora.

Finalmente, Clara Coria analiza el poder y las mujeres y la necesidad de pensarlo y analizarlo, hacerlo consciente. Identifica «otro poder»: el poder oculto de las mujeres, conformado por capacidades como las de generar culpa y seducir. En su análisis devela un supuesto paradigma femenino de poder y considera que es la respuesta al poder público dentro del sistema. «De la misma manera que la dependencia económica ofrece beneficios secundfrios a quien se instala en ella, el ejercicio de este llamado “poder oculto” […] margina a la mujer de los lugares de decisión, la adhesión consciente o inconsciente a este llamado “poder oculto” excluye a la mujer de los lugares legítimos de poder».

Clara Coria sostiene que el paradigma del poder oculto es uno de los mayores obstáculos que «…desde la subjetividad femenina interviene en las mujeres condicionando su exclusión del poder público, porque este paradigma tradicional del poder llamado “femenino”, junto con el paradigma tradicional del poder ejercido por los hombres, son la expresión cabal de la ideología patriarcal, que jerarquiza las diferencias y las sitúa como antagónicas y complementarias».

Con estos aportes es posible concluir que no se trata sólo de atribuciones que pueden ser eliminadas a voluntad. Para tocar de raíz las causas o las determinaciones que originan los conflictos económicos en las parejas, y los conflictos de las mujeres en otras esferas y ámbitos definidos por el género, es preciso continuar con cambios estructurales tendentes a la igualdad entre mujeres y hombres y a una redistribución equitativa de la riqueza y los recursos económicos integralmente justa. Se requiere la eliminación de la legitimidad del monopolio de recursos por parte de los hombres, la transformación de las instituciones civiles y del Estado que la reproducen, cambios en las normas y en las leyes, y cambios estructurales de género, tanto como el empoderamiento de las mujeres y la eliminación de jerarquías de superioridad e inferioridad y del conjunto de poderes de dominio de género.

Clara Coria sostiene que las mujeres deben abandonar el paradigma del poder oculto y decantarse por ocupar espacios del poder público, para salir de la trampa que las coloca al servicio del patriarcado. Sólo imagina una alternativa con «…las mujeres tan representadas como los hombres, (…) dueñas de la palabra y coautoras de la ley». Para hacerlo, deben vencer diversos conflictos de identidad relativos a modelos y estereotipos de armonizar el altruismo de género, la lucha competitiva y el deber ser la Mujer Maravilla. La participación de las mujeres requiere hacer frente a los conflictos derivados de los esfuerzos por compatibilizar la vida familiar y la vida pública. Un lugar destacado lo ocupan los conflictos con los hombres (amigos, maridos), lo que «…es difícil porque es como estar compitiendo con nosotras mismas».

Desde luego, tienen un lugar predominante los conflictos que se desprenden de contradicciones entre la solidaridad de género y la lealtad partidaria, entre la prioridad de las reivindicaciones feministas y las de clase. Como un conflicto del deber ser, Clara Coria apunta el que se produce por estar demostrando en todo momento que «una es capaz, aunque sea mujer». El malestar frente a la competencia que perturba a muchas mujeres y las liga con un temor al poder ejercido por mujeres.

La lectura de El dinero en la pareja hace visible la necesidad de una reeducación analítica y un aprendizaje afectivo, intelectual y subjetivo, para transformar la experiencia del dinero en la pareja y deje de ser conflictiva, frustrante o incapaz de satisfacer algunas necesidades, y sea una vía de mejoría personal, de pareja y social, base de una asociación económica equitativa.

En ese sentido, es posible eliminar automatismos de género en relaciones hetero, homo o trans, con el establecimiento de normas equitativas y el apoyo sostenido a prácticas sociales solidarias, así como con el cultivo de valores y conductas éticas de respeto y reconocimiento a los cambios de género y la necesaria eliminación de la disparidad de pareja en un nuevo tipo de asociación equitativa y paritaria, basada en el respeto a la equivalencia humana entre las personas.

Precisamos reconocer la necesidad de establecer normas y pactos explícitos consensuados y aprender a entablarlos y respetarlos, a dialogar sobre las diversas interpretaciones, significados y otros aspectos del dinero en la relación de pareja y procurar no alimentar conflictos. Para lograrlo se requiere resignificar el papel del dinero en la vida y en la pareja y revalorarlo en su función de obtener recursos y bienes para satisfacer necesidades, para desarrollar capacidades y oportunidades, enfrentar adversidades y mejorar la calidad de la vida.

Desde esa perspectiva para que la pareja pueda transformarse o fortalecerse, para convertirse, en palabras del poeta, en mucho más que dos, es imprescindible el apoyo y el sostenimiento de la autonomía individual de cada persona, asociada a la corresponsabilidad de pareja; el fomento de la independencia individual, articulada a la cooperación, y la eliminación de prácticas estereotipadas que impidan avanzar (autoritarismo, control, obediencia, trato injusto, ocultamiento, mentira).

En caso de que estas conductas y prácticas democráticas ya formen parte del bagaje cultural de cada quien o de la pareja, es necesario valorarlas como usos y costumbres que contribuyen a reforzar la asociación económica. Si no se las posee, hay que favorecer formas de relación y prácticas de aliento al intercambio, la reciprocidad, el mutuo cuidado y las decisiones justas e incorporarlas como alternativas para la equidad.

Desde luego, es fundamental, el reconocimiento ponderado de los aportes de cada integrante de la pareja al nicho económico y simbólico común, de acuerdo con sus condiciones vitales y con el compromiso establecido y renovable. Superar resentimientos y conflictos, salir del esquema de pérdidas y derrotas y valorar dicha superación como aprendizaje y mejoramiento personal y de la pareja, debería ser parte de una resignificación de lo vivido y del relato de lo vivido y la memoria compartida por la pareja lo que contribuye a fortalecerla y a mejorar las condiciones de vida.

Leer este texto puede significar la apertura de horizontes para enfrentar la desigualdad económica en las parejas, el uso de poderes visibles e invisibles cifrados en el dinero, la conexión integral del manejo del dinero con otros aspectos de las relaciones de pareja, sus ciclos vitales, los modos de vida, los conflictos y los anhelos de justicia, solidaridad, compañerismo y cooperación como formas de relación entre las personas y sus experiencias de pareja. El dinero en la pareja, contiene aportes fundamentales al análisis integral de esta problemática en el marco de la desigualdad en la sociedad y en la política entre mujeres y hombres. Resalto su perspectiva transformadora y el llamado a las mujeres para desmontar fantasías y miedos, para participar, estar y hacer propio cada espacio del mundo.

El dinero en la pareja es imprescindible para la profesionalización de quienes impulsan la perspectiva de género en ámbitos civiles y gubernamentales, para la formación académica universitaria de diversas disciplinas sociales y humanísticas, también para las personas que aspiramos a desarrollar una sociedad igualitaria entre mujeres y hombres equivalentes. Y para nosotras las feministas, que impulsamos una ética y una política cotidiana que nos acerque al complejo arte del buen vivir.

Felicito a Clara Coria por esta reedición y por ser entrañable, y le reitero mi admiración feminista y mi cariño sororal.

Marcela Lagarde y de los Ríos

México, D.F., 2010

El dinero en la pareja

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