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Simetría, neoliberalismo y masividad de las sintomatologías actuales

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Uno de los efectos menos conocidos de la simetría que tiene gran incidencia en la mayoría de las sintomatologías actuales es la falta de internalización de los padres como figuras protectoras. Los niños simétricos, como hemos dicho, copian a sus padres como si estuvieran frente a un espejo, pero no los pueden internalizar como figuras protectoras, pues los sienten como pares. ¿Cómo podría tranquilizarme alguien que es como yo, que es un igual? ¿Por qué confiar en la palabra de otro más que en la mía propia? Predomina, por el contrario, la autosuficiencia imaginaria y la vivencia de soledad interior, que es un factor interviniente y agravante de la mayoría de las sintomatologías actuales. Por esto, para hacer frente a estas nuevas sintomatologías, la principal estrategia preventiva y terapéutica desde la Terapia Vincular-Familiar es ayudar a niños, jóvenes y adultos a recuperar su lugar de hijos, para que la palabra de los padres vuelva a ser valorada y ellos puedan volver a ser mediatizadores del mundo del afuera.

Otro factor determinante de la masividad de las sintomatologías actuales es la mimetización con las historias paternas. Los niños no solo se mimetizan con los rasgos y conductas, sino también con las historias no elaboradas de sus padres. De qué otra manera podemos entender el fenómeno de la proliferación y aumento sistemático de las nuevas problemáticas psíquicas en la infancia y la adolescencia y, especialmente, su prematurez. Por ejemplo, el New York Times International Weekly, reveló que:

En 2014 se elaboraron casi veinte mil recetas de risperidona, quetiapina y otros medicamentos antipsicóticos para niños de dos años y menores, un aumento casi del 50 % en relación con las trece mil del año anterior, según informa la IMS Health, compañía de datos relacionados con recetas. Las recetas del antidepresivo fluoxetina (Prozac) aumentaron un 23 % en un año para ese grupo de edad, a alrededor de ochenta y tres mil (El Diario de Juárez, 2015).

Más allá de la ostensible tendencia a la patologización y sobremedicación de la infancia –cuyos mayores beneficiarios son los laboratorios internacionales, en especial los productores de metilfenidato (Ritalina)– en todo el mundo se verifican porcentajes crecientes de niños medicados por TDA y TDAH, entre otros.

El metilfenidato cobró especial notoriedad a partir de los años noventa, debido a la difusión del diagnóstico de TDAH en niños y adultos. En esta época, tanto la producción como la prescripción de medicamentos que contenían dicha droga crecieron significativamente, especialmente en Estados Unidos. En particular, la producción de metilfenidato en dicho país pasó de menos de dos toneladas en 1990 a más de treinta toneladas en 2005 y luego a cincuenta y cinco toneladas en 2013 (Plá et al., 2017).

En la Argentina, entre 1994 y 2005 se registró un aumento del consumo de metilfenidato del 900 % y se incrementaron casi cuatro veces el número de kilos importados entre 2003 y el promedio de 2015/2016, que fue de 387 % (Bianchi y Faraone, 2018).

A tal punto se observó el crecimiento de la venta de Ritalina en la región, que en mayo de 2019 el Senado chileno aprobó de manera unánime un proyecto conocido como “Ley Ritalín”, cuyo basamento es prohibir que las escuelas obliguen a tomar el medicamento a los alumnos con TDAH o déficit atencional (Meganoticias, 2019). Otra problemática de la infancia con prevalencia tan creciente como enigmática son los trastornos del espectro autista. En 2007 se diagnosticaba con esa patología a uno cada ciento cincuenta niños. En 2014 la incidencia ascendió a uno de cada sesenta y ocho niños (uno de cada cuarenta y dos varones y una de cada ciento ochenta y nueve niñas).

Consideramos importante destacar que el notable incremento en la producción del metilfenidato se produjo a partir de los años 90, momento de explosión de nuevas sintomatologías y trastornos en niños y jóvenes, que también se expresaron en el plano vocacional-emocional. De ellas dimos especial testimonio en investigaciones anteriores (Messing, 2007). Desde lo político-económico, fue un momento de auge del neoliberalismo –que había comenzado en la década de 1970–, del fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, cuando se acababa la fuerza equilibrante del poderío de los Estados Unidos y se instalaba su hegemonía.

En 1971, Estados Unidos ya había abandonado del patrón oro como respaldo del dólar. El mismo había sido establecido después de la Segunda Guerra Mundial, como regulador del mercado. Esto significó el triunfo del capital financiero, o sea, de un capital especulativo, que acumula riquezas independientemente del nivel de producción. Al mismo tiempo, Estados Unidos se fue imponiendo como potencia hegemónica, respaldada en el uso de la fuerza a través del complejo militar industrial; esto se acentuó al terminar la Guerra Fría con la URSS, que de alguna manera operaba como fuerza limitante. O sea que el triunfo del neoliberalismo como modelo hegemónico coincidió con la consolidación de una nación por encima de las otras, con un poder arbitrario no regido por ninguna otra ley.

Hemos planteado la hipótesis de la sincronicidad (Jung, 2004), entre el abandono del respaldo en el patrón oro como ley que regía a los países por igual, donde uno de ellos (Estados Unidos) queda colocado en el lugar de la ley, y la expulsión del principio de autoridad y comienzo de la instalación de paridad psíquica entre los hijos y sus padres (Messing, 2017). Sabemos por Freud que la expulsión de la ley y la “colocación de un sujeto en el lugar de la ley” generan las bases para una estructura psicótica (Freud, 1986). La personalidad “normal” actual –nacida bajo la expulsión del principio de autoridad y los efectos del predominio del capital financiero como un poder no regulado, que se impone a los demás, entre otros factores macroestructurantes– da lugar a numerosos rasgos de personalidad similares a los descriptos por el psicoanálisis como pertenecientes a una estructura psicótica: expulsión del límite; literalidad o pérdida del carácter metafórico de las palabras, que son tomadas como cosas; predominio de un pensamiento concreto; falta de duda; certeza en las propias convicciones y vuelta a través de lo real, como se observa a través de los ataques de pánico, somatizaciones múltiples, etcétera.

Desde la lectura de la simetría estaríamos en presencia de los nietos de aquellos jóvenes que en los años 70 cuestionaron el modelo patriarcal y transmitieron a nivel inconsciente la expulsión del principio de autoridad y, por lo tanto, la paridad psíquica a sus propios hijos. Si pensamos que los jóvenes de la década de 1970 comenzaron a tener hijos entre 1980 y 1990, estaríamos en presencia de una segunda generación de hijos simétricos, o sea niños y jóvenes simétricos hijos de padres simétricos, cuyos rasgos se perciben y profundizan más aún año tras año.

En este sentido, en lo referido a la simetría y la transmisión generacional, vale mencionar que son muchas las voces que apuntan a lo genético para comprender las nuevas sintomatologías. Sin duda, como lo demuestran los aportes de la epigenética, la mimetización masiva de los hijos con sus padres tiene también su correlato en la expresión genética. Pero eso no explica el crecimiento inusitado de las nuevas sintomatologías en los años 90, época de la primera generación de niños simétricos, ni la progresión constante de las mismas.

La copia masiva de inconsciente a inconsciente también puede pensarse si apelamos a los descubrimientos de las neurociencias como efectos del contagio emocional −ya preanunciado por Freud en 1920 como “contagio mental” (Freud, 1979a)− a través de las neuronas espejo. Estas fueron descritas en 1996 por Giacomo Rizzolatti como las que nos permiten saber lo que el otro siente e incluso percibir lo que el otro piensa a través de la empatía y el contagio emocional. Justamente, para actuar, las neuronas espejo necesitan de vínculos cercanos y afectivos, necesitan de la empatía, del rapport, que es lo que ocurre en los vínculos familiares actuales donde se ha eliminado el miedo y la distancia.

Terapia Vincular-Familiar

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