Читать книгу Valentia - Cristina Griffo - Страница 11

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6. Amparo, la terapeuta


Se habían conocido hace más de seis años en el consultorio de Amparo en la ciudad de Frankfurt, en Alemania.

Lara acudió a ella porque no podía más de los ataques de pánico y del insomnio que padecía. Cansada de los medicamentos que le estaban masacrando el estómago y le impedían concentrarse en el trabajo, lo único que deseaba era retomar el control de su vida.

Vivía por el trabajo y el trabajo le salvó la vida.

Era tan entregada a su trabajo que, para concertar la primera cita de consulta, modificó la fecha en cuatro ocasiones a causa de encargos de trabajos improrrogables.

Cuando Amparo le preguntó por qué le había elegido a ella, Lara le contestó que en, primer lugar, por su nacionalidad española, pues se sentía más cómoda conversando sobre ciertos asuntos tan íntimos en castellano, habiéndose criado bilingüe; su madre venezolana jamás dejó de hablarle su idioma nativo y su padre, italiano, hizo lo mismo, tanto que entre ellos dos nunca optaron por un solo idioma, conversaban alternando idiomas. Afortunadamente, se entendían.

Con esta respuesta, Amparo entendió que la chica tenía mucho que contar, quizás dominar el idioma le permitiría externalizar las heridas de su corazón de forma inequívoca.

Cuando empezaron las sesiones de terapia, Lara tenía una especie de bloqueo que le impedía hablar de sus emociones. Se limitaba a describir su vida, cómo de feliz había sido su infancia y juventud, con unos padres maravillosos, que la educaron a caballo entre dos culturas tan diferentes, la italiana y la venezolana, de una forma sencilla y amena. Dicha crianza le había abierto la mente, la formó como mujer independiente y segura.

Su padre era muy aferrado a sus origines italianos e insistía en que los nacidos y criados en la ciudad de Roma eran privilegiados, arrastraban la cultura desde la cuna.

La familia vivió paralelamente en dos hogares de un hemisferio a otro.

Su padre, abogado calificado en ambos países, mantuvo un bufete durante muchos años en Roma y viajaba frecuentemente a Caracas en calidad de socio de su cuñada Marisabel. Las vacaciones las pasaban en Venezuela y el resto del año en Italia.

Luego, cuando las hijas ya no eran niñas, sus padres decidieron invertir el esquema: se asentaron en Venezuela, pasando todo el verano en Italia. Su hermana Beatrice heredó la profesión del padre, se casó, tuvo dos niños y se estableció en Caracas. Rosi, la hermana menor, deportista en gimnasia artística, algún día decidirá qué y dónde seguir seriamente su carrera, ella es la única que nació en Venezuela y tiene doble ciudadanía.

Amparo la escuchaba con interés sabiendo que, con el tiempo, Lara acabaría rompiendo su coraza.

Pasaban los meses y no funcionaba.

Anécdotas, familia, viajes, ella siempre le daba vueltas entorno al asunto. Cerrada como una cáscara de nuez.

Un día Amparo le propuso unos ejercicios de relajación profunda. Le costó mucho convencerla, a Lara no le gustaba perder el control.

Amparo le explicó lo fácil y seguro de los ejercicios; a aquellas alturas necesitaba que Lara confiara plenamente en ella. Esta era la base, de lo contrario, la terapia no podría seguir adelante. Lara lo pensó mucho, le sentaba bien ir a terapia, le gustaba hablar con una profesional.

Se convenció y al cabo de un mes Lara desató su dolor, relatándolo todo.

Valentia

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