Читать книгу Valentia - Cristina Griffo - Страница 7

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2. Recuerdo de una pasión


Lo había conocido durante un stage formativo en un hotel de la ciudad de Chicago, en Estados Unidos, tras haber conseguido el máster en Técnica de Gestión y Dirección Hotelera.

Alex tenía el cabello rubio y los ojos grandes y verdes como las olivas griegas. A primera vista, daba la impresión de ser una persona fría, introvertida, pero luego se revelaría cálido y cautivante.

Él había empezado como interno el mismo día que ella y se habían visto por primera vez en la cocina del departamento de Food and Beverage, comida y bebida, en lo abreviado FB/Main Kitchen, donde se comienzan las prácticas formativas. Cada estudiante llevaba un badge, una identificación con su nombre sin indicaciones del lugar de procedencia, por respeto a la privacidad.

Los estudiantes, durante las primeras semanas, debían lavar, sacar, limpiar, cargar y vaciar lavavajillas, una carga de trabajo extenuante. El chef decidía cuándo el novato estaba listo para pasar a los alimentos y aprender a pelar y cortar desde los más sencillas julianas y rodajas hasta lo más complicado brunoise y chiffonade. Había que ser rápido y estar concentrado.

Aun teniendo largas horas de trabajo, Alex no podía quitarle los ojos de encima, la belleza de Lara lo tenía encantado, como un hechizo. Él terminaba sus tareas antes que ella, justo a tiempo para pararse a observarla. Conseguía sonrojarla con sus miradas de deseo y a ella eso le gustaba, a pesar de que le habría costado varias semanas admitirlo.

Un día ella le preguntó:

—What are you looking for?

Y él le respondió en el mismo idioma:

—Eres muy guapa, estoy loco por ti desde el primer momento en que te vi.

Si pasaba que, sin querer o queriendo, se cruzaban en el pasillo entre la mesa de mise en place y el fregadero, le daba una sacudida que no era electricidad. Se había desencadenado una fuerte atracción entre ellos que Lara no se podía permitir, ella estaba allí para completar el curso y no había lugar a romances, pero cuanto más luchaba en contra de este sentimiento, más se sentía como un barco a la merced del mar en plena tempestad.

Al día siguiente cambiaban de turno a otro departamento sin saber si les había tocado trabajar juntos. Lara tenía que estar a las 6:30 en FB/breakfast, sala de desayunos, según las indicaciones publicadas en la pizarra del piso donde se alojaba.

Era el último día de la cocina.

Apenas el chef tocó la campana al final de la clase, ella se quitó el guante izquierdo, giró la palma de su mano hacia Alex, asegurándose que nadie más la observaba, y le mostró durante tres segundos lo que había escrito: «141-1».

Había tomado la iniciativa y lo dejó boquiabierto.

Él entendió de inmediato que se trataba del número de su habitación y el piso.

Los pequeños cuartos de los estudiantes se encontraban por debajo del nivel del main lobby, la entrada principal del hotel. Los pisos asignados a ellos se identificaban con el signo «menor» y se entraba a través de un ascensor de servicio, no accesible a los clientes del hotel.

Los pisos con números impares eran para las mujeres y los pares para hombres.

No estaba prohibido el paso al sexo opuesto, sin embargo, había un reglamento que era preciso respetar. Durante las horas nocturnas los hombres no podían permanecer en áreas femeninas y viceversa.

Las habitaciones tenían los elementos indispensables: cama, mesa de noche, armario, una silla y un lavamanos con un pequeño tocador. Los baños y duchas estaban en el baño común del piso.

Lara cerró el puño y pensó que había hecho una estupidez.

Se cambió, cogió su almuerzo y se fue rápidamente.

Mientras se duchaba, preparaba mentalmente un discurso para Alex.

Le iba a decir que le gustaba, pero no quería distracciones hasta terminar el curso, que no quería estropear tantos años de estudio y que lo había invitado a su cuarto solo para dejarlo claro.

Al cabo de cinco minutos de haber llegado a su cuarto, tocaron a la puerta. Alex no había tardado en llegar.

Cuando ella abrió, él entró como una exhalación y la besó con abrumadora pasión. Tanta que a Lara se le había olvidado el discurso.

Se paró el tiempo, no existía el espacio. Estaban flotando en una danza de amor. Se amaron toda la noche arrastrados a una dimensión desconocida.

Lara sentía que había encontrado un alma que estaba esperando desde hacía una eternidad. Dos cuerpos fundidos en uno, sin necesidad de hablar se lo habían dicho todo.

Cuando amaneció, el despertador los devolvió a la realidad.

Valentia

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