Читать книгу Valentia - Cristina Griffo - Страница 12
Оглавление7. El amor perdido
Alex y ella se habían enamorado locamente. La fuerza de la pasión, los silencios llenos de palabras, las ausencias llenas de impaciencia, el fuerte sentido de pertenecer uno al otro y la inmensa felicidad de haberse reencontrado después de un largo día de espera.
Los paseos por Chicago, la Ciudad del Viento, Windy City, agarrados de los pasamanos colocados en los edificios esquineros del cruce con la Michigan Avenue para no ser tumbados por las fuertes ráfagas, la cena en el restaurante del piso noventa y cinco de la John Hancock Center y la subida al observatorio para gozar de la vista de trescientos sesenta grados de toda la ciudad.
Los largos paseos por el centro, downtown, acompañados por la música de un saxofón que vibraba a flor de piel y los atardeceres en el gran lago Michigan donde todo se vuelve de color plata, la línea del horizonte se desvanece en la parte trasera de los rascacielos dando lugar a un mágico espejismo que muestra la curvatura de la Tierra.
El Día de San Valentín ambos tenían la tarde libre y acordaron encontrarse en la Jackson Boulevard para subir a la terraza Skydeck de la Sears Tower.
Una vez en la azotea, Lara le diría que se iba a quedar a vivir en Chicago, que se habría presentado para la vacante de asistente de reservaciones del mismo hotel, en lugar del puesto más ventajoso de front desk employee en Frankfurt, Alemania.
Se puso su abrigo rojo, bufanda, guantes y gorro de lana cashmere blanca que le había regalado él y llegó a la cita.
Él tendría que haber llegado antes que ella, su turno había terminado antes.
Soplaba un fuerte viento y Lara se ubicó en la fila para entrar. Cuando tocó su turno, regresó a la última plaza de la línea para esperarlo.
Repitió lo mismo una y otra vez.
Pasó una hora, pero Alex no apareció. Él no tenía móvil, decía que no le gustaba ser alcanzado cuando no quería.
«Miss Sheena le habrá seguramente dado algunos recados extra», pensó Lara justificando su ausencia.
Esperó el avance de una fila más y luego regresó al hotel.
Decepcionada, preocupada y congelada se metió bajo la ducha para entrar en calor, la temperatura externa marcaba treinta y cinco grados Fahrenheit, menos de dos grados Celsius, ella no sentía sus pies.
Las lágrimas calientes corrían por su cara, siguiendo el mismo recorrido del agua de la ducha.
Habían pasado más de tres horas. Estaba confundida, sin saber qué pensar ni cómo actuar. En otras ocasiones había ocurrido que, al librar el turno, Alex no pasaba por la habitación de ella, pero siempre avisaba con anterioridad.
Se preguntaba qué hacer.
¿Subir al departamento?
¿Ir a tocar a la puerta de su habitación saltándose el reglamento del horario?
¿Buscar algún compañero de curso en el cafetín?
¿Acudir a la oficina de miss Sheena?
¿Y cómo explicarle el porqué de su pregunta?
Se secó, se puso ropa deportiva y subió al cafetín. Estaba lleno de empleados, estudiantes y profesores.
Desde lejos vio a Peter, un estudiante del siguiente curso, el XVI.
Alex le había contado que una vez tuvo que ver una clase de recuperación en la cocina con el grupo de los más nuevos, le describió a este chico con unas ciertas características físicas, muy alto y flaco, pelirrojo, con pecas, gafas gruesas, que hablaba mucho y fuera de lugar, con un terrible aliento, en fin, no le caía nada bien.
Lara se atrevió a acercarse a sabiendas de que el parlanchín podía sospechar algo, pero estaba tan preocupada por Alex que se decidió por el mal menor.
—Hola, tú debes ser Peter, ¿verdad?
—Hola, sí, soy yo, ¿a qué debo el honor de la asistencia de la mejor del curso XV? —Peter se infló de orgullo frente a los demás estudiantes sentados en la misma mesa.
—Estoy buscando a Alex, ¿sabes quién es? Recuperó la clase de cocina contigo, necesito saber si lo has visto hoy.
Lara estaba muy nerviosa.
—Sí, sé quién es, el chico ruso, aquel que siempre está de mal humor, no le gusta hablar con nadie…, pero ¿a qué viene esto? ¿Por qué lo buscas? ¿Te ha hecho algo? Si quieres informo de ello.
Peter se pavoneaba ante la multitud.
—No, no me ha hecho nada, solo lo estoy buscando para la revisión de unos deberes, ¿lo has visto hoy o no?
—Hoy no, lo vi ayer, saliendo de la oficina de miss Sheena.
Peter tenía ganas de seguir hablando.
—Gracias, perdonad la interrupción, si lo ves dile que lo estoy buscando, adiós.
Se despidió y se fue, dejando a sus espaldas los comentarios del grupo.
Aceleró el paso y salió del comedor distraída por sus pensamientos.
«¿Y ahora qué? Piensa, piensa, por favor…, no te desanimes. ¿Qué puede haber pasado? Nada, no ha pasado nada ¿Dónde estará? Quizás se fue a casa por algo, puede que me haya dejado una nota en el buzón de correo… ¡Sí, el buzón!».
Lara se dirigió rápidamente al piso de su habitación, buscó la llave pequeña y abrió.
La nota tenía fecha de diciembre, ella arrugó la frente pensando que hacía dos meses que no revisaba su buzón, todo lo mandaban por correo electrónico, así que las cartas eran pocas y no necesitaban atención inmediata.
La nota decía:
«Querida Lara, nunca pensé que iba a enamorarme tan locamente de ti hasta que sentí la necesidad de ponerlo por escrito. Te amo desde lo más profundo de mi corazón y este sentimiento me llena la vida. Estoy feliz contigo como nunca y quiero que sepas que yo estoy entregado a un proyecto fuera de nuestros estudios. No puedo contarte más porque pondría en peligro tu vida, te estarías involucrando solo por amor, en lugar de tus creencias.
Nunca podría soportar la idea de perderte. Perdona cualquier falta.
Te amo, Alex.
P. D.: por favor, quema esta nota».
Lara quedó boquiabierta.
Volvía a leer las frases «proyecto fuera de nuestros estudios» y «pondría en peligro tu vida«, «quema esta nota», no lograba entender de qué se trataba.
No paraba de pensar.
«¿Espionaje o algo parecido? No me lo puedo creer, cómo no sospeché nada, qué es esto, me siento tan lejana de este mundo. ¿Será que me está gastando una broma para medir mi confianza? Pero menuda broma de mal gusto, solo espero que no le haya pasado nada malo, ¡Dios mío, te lo ruego!».
Se fue a su habitación y escondió la nota pegándola con cinta al interior del rodapié roto ubicado detrás del cabecero de su cama.
Se quedó despierta toda la noche, pensando, llorando y rezando a Dios que no le hubiera pasado nada.
Transcurrido un mes desde aquella tarde, Alex no apareció.
Lara se había demacrado mucho, el desasosiego se había apoderado de ella, su sistema inmunológico pagó las consecuencias de su estado anímico dándole dolores de cabeza, malestar estomacal y problemas de sueño que la obligaron a perder dos semanas de clase. Sus padres estuvieron a punto de ir a buscarla para traerla de vuelta a casa, pero antes de entorpecer el futuro profesional de su hija, solicitaron una llamada con el director del hotel para corroborar la situación.
Mr. John Smith, en vía excepcional, aprobó la petición, considerando que se trataba de la mejor alumna del curso.
Nadie sospechaba que el malestar de Lara venía a raíz de la desaparición de Alex, así que el director comunicó a los padres que ella era una excelente alumna, incansable, muy aplicada y que el informe del médico decía que se trataba de un estado de estrés que provocó una caída de sus defensas.
Bajo la amenaza de sus padres de hacerla repatriar y hacerle interrumpir el curso de formación, Lara entendió que tenía que reaccionar y recuperarse, de lo contrario, desaparecería la única oportunidad de volver a verlo.
Se armó de fuerza de voluntad, empezó con aceptar el tratamiento sugerido por el médico, se apuntó al curso de meditación y yoga dirigido exclusivamente al personal del hotel, impartido por el gurú Yogi y promovido por miss Mary Bloome, directora de Recursos Humanos.
Miss Bloome era una persona muy amable, con un carisma único que irradiaba una carga emotiva positiva. Ella misma frecuentaba el curso y participaba activamente con humildad de aprender.
Para Lara fue una gran ocasión de aprendizaje, aprendió a controlar los picos emotivos a través de una buena respiración, venció el insomnio y recobró confianza en sí misma, alejando así el desespero.
Se reintegró al curso y recuperó las clases perdidas.
Llegó la primavera y, con ella, las festividades de Pascua.
Su amiga Anna le hizo una sorpresa y se fue a pasar una semana con ella.
Se alojó en el mismo hotel, aceptando la ayuda económica de los padres de Lara, de lo contrario, no hubiese sido posible el viaje.
Su presencia la alegró mucho, era lo que necesitaba.
—Ahora que estoy aquí contigo no esperarás que me crea la historia del estrés y del agotamiento, te conozco lo suficiente como para estar segura de que hay algo más —le comentó Anna mordiendo una manzana, sentada a su lado en el banco frente al lago Michigan.
Tocó el tema, centró el objetivo. Lara no podía seguir escondiéndose y se derrumbó frente a su amiga contándole todo.
—Te contaré la verdad, pero promete no juzgarme.
La nota de Alex se había humedecido detrás del rodapié, pero seguía legible.
Anna entendía poco de inglés, Lara se la leyó traduciéndola al italiano.
—Estás empezando por lo último, amiga, sin contarme cómo empezó todo, aunque ya tengo una idea —acertó Anna con sabiduría.
Le contó todo desde el principio.
—Annina, no te puedes imaginar el dolor que tengo dentro, tengo un nudo en el estómago que me sube todas las noches para nublar mi mente. Y ahora me parece una liberación podérselo contar a alguien, ¡ha salido a la luz! ¡Siento el peso más liviano! —le dijo Lara con lágrimas que le corrían por su cara—. Estoy verdaderamente feliz de que estés aquí, amiga mía.
Se dieron un gran abrazo.
Anna entendió que la experiencia de Lara había sido traumática. El no saber si Alex estaba vivo o no, no poder preguntar a nadie ni investigar para no exponerlo a quién sabe qué peligros, reprimiendo el impulso de buscar a la familia o ir a la Policía, la incertidumbre total, era todo tan angustioso.
Ahora eran dos para compartir el caso y razonaron sobre cómo avanzar.
—¿Hay algún profesor que te inspire confianza como para preguntarle por qué Alex interrumpió el curso? No es necesario que le digas cuáles son tus sentimientos, respira hondo, pon la cara curiosa y pregunta como si fuera cualquier otro alumno del curso. ¡Piensa en el feo de Peter para camuflar tus ojos tristes!
Anna le sacó una sonrisa.
—Sí, Anna, buena idea, había pensado preguntárselo a miss Bloome de Recursos Humanos, tenía miedo de que se dieran cuenta…, ¿me entiendes…? Pero ahora me siento más fuerte. Hay otro aspecto que no he pensado por falta de lucidez, la nota tenía fecha 21 de diciembre y nosotros seguimos viéndonos durante dos meses más. En todo este tiempo, él puede haber pensado que yo había leído la nota y que estuviera de acuerdo en no entrometerme en su proyecto, es decir, que estaba conforme con nuestra relación tal como iba, sin más preguntas.
Lara se levantó de la cama, caminando por la habitación, razonando en voz alta.
—Puede que este silencio tuyo sobre el tema lo haya tranquilizado, ¿no crees? Como dice la nota «no puedo contarte más porque pondría en peligro tu vida y te estaría involucrando solo por amor, en lugar de tus creencias» —intervino Anna con la nota en sus manos leyendo.
—Tus creencias… ¿Qué significa esto para ti, Anna? ¿Qué proyectos son de creencias?
—Me suena como de religión, de política o de los servicios secretos. Definitivamente, no me parece trabajo o estudios —le respondió Anna y siguió—. Bueno, entonces empecemos por lo que te suena más. Si es de los servicios secretos, amiga mía, no podemos hacer nada en absoluto, es un mundo desconocido y peligroso, mejor para nosotras si no preguntamos. En la misma onda está la política, desde siempre los secretos más custodiados están en el círculo de los políticos, inalcanzable. Si fuese así, en ambos casos prepárate que serán ellos los que te busquen para preguntarte sobre vuestra relación. Solo queda la religión… ¿Hablaste con él sobre este tema alguna vez?
—Sí, él es de religión musulmana. Pero no entiendo cómo el «proyecto» pueda ser religioso…
—A menos que no se trate de pertenencia a grupos extremistas… —dice Anna con un hilo de voz.
—No lo quiero ni pensar, no va con él, ¡yo lo conozco bien! —Lara levantó el tono de voz repudiando aquel pensamiento.
Por un momento, los recuerdos de ambas se fueron al atentado de la madrugada del 15 de febrero, la fecha coincidía con la desaparición de Alex.
Ninguna de la dos quiso abordar el tema. Anna rompió el silencio.
—No te enfades, mantén la calma, estamos tratando de razonar. Solo son suposiciones. Estoy segura de que la verdad saldrá a la luz; venga, demos un paseo, ponte un abrigo.
Anna la invitó a salir.