Читать книгу Valentia - Cristina Griffo - Страница 13
Оглавление8. Acción y reacción
Aquella tarde del Día de San Valentín algo salió mal. La chica de los masajes del local Revere Park, Irina, encargada de espiar los movimientos de Dimitri Sokolov y de sus hombres, no se había presentado al trabajo.
Ella había recibido la orden de dejar en el alféizar de la ventana del baño una flor en la maceta, en señal de que Dimitri, tras haber cenado, estaba a punto de darse un masaje sexual o acostarse con una prostituta. La flor amarilla en el primer caso y roja en el segundo. La distinción del color era para calcular los tiempos aproximados de la salida del local.
Alex y sus compañeros habían repasado y ensayado el plan una y otra vez en los últimos seis meses. El éxito del plan dependía de que Dimitri Sokolov era un hombre de hábitos, todos los viernes acudía al mismo local, en compañía de los mismos matones.
—Buenas tardes, necesito hablar con Alexander Anzor Ushurna —solicitó Ibragim en la recepción del hotel donde tenía el curso de formación.
—Buenas tardes. ¿Es usted un familiar del estudiante? —le preguntó la recepcionista de turno.
—Sí, soy su primo Ibragim, necesito entregarle la invitación de mi boda —replicó Ibragim.
—Enseguida. Puede sentarse en el hall, gracias.
La recepcionista revisó la agenda de los turnos de los estudiantes para marcar el número interno del departamento de Comidas y Bebidas, área de FB/Bar donde Alex estaba a punto de terminar su turno.
—Buenas tardes, John, el barman, le atiende. ¿En qué puedo ayudarla?
—Buenas tardes, soy Helen, de recepción, aquí en el hall hay una visita de un familiar para el estudiante Alexander Ushurna. Dice que debe entregarle una invitación de matrimonio.
—Alex termina su turno en cinco minutos, puedo darle permiso de salir pues terminamos un poco antes.
—Vale, adiós —se despidió Helen del colega.
Alex empezó a caminar hacia el hall sudando frío. Si alguien había ido hasta el hotel significaba que no eran buenas noticias.
—As-salamu alaikum —saluda Ibragim con el saludo islámico, «que la paz esté contigo».
—Hola, vamos afuera, hablemos en inglés —respondió Alex nervioso.
—Irina no ha ido al trabajo hoy. Me lo dijo Sergei, que fue al Revere Park para un masaje y había otra chica. Preguntó por Irina y la madame le respondió que tenía el día libre —le contó Ibragim con preocupación.
—¡No estaba previsto que Irina tuviese el día libre hoy, caray! No perdamos la calma, tú busca a Sergei y a los demás, nos vemos en dos horas exactas en el Garfield Park, frente al conservatorio. Yo voy a casa de Irina.
—Dika du —asentó Ibragim, como signo de aprobación.
Con las prisas, Alex pensó que no tenía tiempo de avisar a Lara de que no iba a poder llegar a la cita de la Jackson Boulevard. Su única preocupación era resolver el problema.
Tocó insistentemente al timbre del apartamento de Irina sin obtener respuesta.
Se quedó allí, enfrente de la puerta, esperando el momento oportuno para forzar la cerradura.
Abrió la puerta y escuchó unas risas que venían del cuarto principal. Era la voz de Irina. Entendió que estaba en compañía de un hombre y por un momento se sintió aliviado de que no le hubiese pasado nada malo. Decidió salir y esperar en la escalera a que el hombre se fuera.
Al cabo de media hora, un hombre gordo salió del apartamento de Irina y él entró antes de que este cerrara la puerta.
—¡Ira! ¿Qué coño pasa contigo? ¿Te olvidaste de que hoy es el día? —estalló Alex.
—¡Alex! Sí…, sí, lo sé, no te molestes… Solo que este cliente me paga más que un salario mensual…, ya sabes… —le dijo avergonzada Irina.
—¡Estás arruinando los planes! —siguió Alex muy molesto.
—No pasa nada, ahora iré al trabajo y haré lo acordado, ¿vale?
—Más te vale, Ira… ¡Más te vale!
Los cuatro compañeros del grupo New Poets se encontraron en el lugar acordado.
Habían elegido el nombre del grupo inspirados por el gran escritor León Tolstói que, en el 1851, se había alistado para el ejército ruso y luego, tras conocer la historia de los chechenos durante dos años en contacto directo con ellos, se convirtió en un admirador de la resistencia impulsando su cambio personal de militar a literato pacifista.
Estaban todos: Alex, Ibragim, Borz y Sergei.
—Compañeros, Irina está bien, va camino del local. Todo marcha según el plan. ¿Estáis todos listos para esta noche? —preguntó Alex hablando en inglés para no llamar la atención de los transeúntes.
—Todo está listo —confirmó Ibragim.
—Yo no puedo, perdonad, no puedo… —dijo Borz en estado de pánico.
—¿Cómo que no? —le gritó Ibragim.
—Espera, compañero, calma, dime qué pasa, Borz —Alex trató de tranquilizar al grupo.
—Perdóname, Alex, es que no puedo…, he probado mil veces y el temporizador… solo se conecta si estás a pocos metros del artefacto… —tartamudeó Borz.
—¡Espera, compañero, no entiendo! Es que tú ya tienes la ubicación perfecta para el temporizador: es en casa de tu amiga Natasha que vive a pocos metros del lugar donde decidimos dejar la bomba… No entiendo tu problema, ¡por favor, dime qué pasa realmente! —insistió Alex.
—Es… que…
—¡Habla, Borz! —lo intimidó Ibragim.
—Es que Natasha cambió de idea.
—¿Cómo que cambió idea? ¿Y los dos mil dólares que le dimos por adelantado? —preguntó Alex.
—Ella… ella me los devolvió…, me dijo que no está segura de querer colaborar —dijo Borz confundido, asomando los billetes del bolsillo de sus pantalones.
—¡Esto no tenía que pasar! —dijo Ibragim, poniéndose las manos en la cabeza.
—Compañeros, mantengamos la concentración, ¿vale?, todo saldrá según lo planeado. Hay un cambio: apenas Ira dará la señal de la flor, yo mismo pondré el temporizador en otra mochila en algún lugar cerca del contenedor de la basura para que no pierda la conexión.
—¡Muy arriesgado, Anzor! —le dijo Ibragim, llamándolo por su nombre checheno.
—¿Tienes una idea mejor, Ibragim? —le retó Alex, siguiendo—. ¡Tenemos pocas horas para buscar otra solución y no podemos perder esta ocasión! ¡No olvidemos el objetivo: Dimitri es un asesino, ha matado y torturado a muchos compatriotas, debemos seguir con el plan! ¿Todos de acuerdos?
—Dika du —respondieron en coro los tres.
Aquella noche Alex no regresó al hotel. Fue primero al sótano de Borz, buscó una segunda mochila y el temporizador. Revisó que la olla de presión estuviese bien ubicada en la otra mochila y revisó con Borz los detalles en voz alta.
El camión de la recogida de basura no iba a pasar por West Daikin St. hasta dentro de dos días.
Tan pronto como oscureció, Borz se vistió de negro, se puso la mochila en su espalda y un gorro para no ser reconocido. Tenía que recorrer dos millas a pie y pararse en dos bares muy concurridos para tomarse un café y cambiarse de atuendo. También tenía que cambiar la mochila. Deshacerse de la vieja y reemplazarla por una nueva.
Alex improvisó un plan de recorrido parecido para llegar a dejar la segunda mochila con el temporizador en cuanto Sergei le diera la señal.
Sergei se fue al Revere Park nuevamente, él era un cliente habitual y no generó sospechas. Los New Poets se comunicaban por medio de viejos móviles con antena, con pantalla a blanco y negro, sin conexión a internet y con una batería de 500 mAh, más difícil de localizar.
A las 22:00 horas llegó Dimitri con tres matones bajo su mando.
Sergei pagó la cuenta y salió del local sin que le vieran. Afuera, llamó a Ibragim y tiró la batería del móvil a la basura.
Ibragim cogió el coche, buscó a Alex en el escondite de Borz.
Alex había previamente limpiado el lugar, eliminando rastros y huellas dactilares; cargaron en el maletero del coche los restos de los artefactos no usados para lanzarlo todo en un vertedero de residuos. Luego volvieron a la ruta preestablecida.
Ibragim dejó Alex en un bar de copas cerca del local Revere Park.
Alex entró, bebió una cerveza sin alcohol y se fue al aseo para cambiarse y salir andando entre la multitud.
Ibragim contrató a una prostituta, estacionó el coche y se fue caminando con ella por la West Daikin Street, un callejón de sentido único, pasando por delante de la puerta de salida de emergencia del Revere Park para controlar si Borz había dejado la mochila con la bomba al lado del contenedor de la basura frente a la puerta.
Se dirigió con ella al Girl’s Club, un club nocturno muy concurrido, ubicado cerca del Revere Park.
Allí estaban Borz y Sergei tomando cervezas con otros conocidos. Los vio de lejos y asentó con la cabeza que todo iba según los planes.
Alex esperó la flor de Irina: era de color rojo. Esto significaba que, en media hora aproximadamente, Dimitri Sokolov estaría saliendo, como de rutina, por la puerta que da a West Daikin St. donde estaría un coche esperándolo.
Alex abrió la mochila y programó el temporizador para las 3:15 horas en punto. Dejó la mochila en la cancha de tenis, a trescientos metros de distancia de la otra mochila y se alejó. Se deshizo del móvil y entró al Girl’s Club. Se sentó a solas.
Se sentía poderoso. Tenía la adrenalina a tope, el corazón le latía fuerte como el sonido de un tambor. Pidió un whisky en las rocas para tratar de relajarse un poco.
A las 3:14 se abrió la puerta de salida de emergencia del Revere Park y salió Dimitri seguido por uno de sus hombres.
Había un todoterreno encendido con otro hombre al volante que lo estaba esperando. Dimitri abrió la puerta para subir y, al minuto exacto, la bomba estalló.
Voló por los aires por efecto de la onda expansiva, la fuerza de la explosión lo había arrojado contra la pared del edificio del local y la gravedad lo tumbó violentamente al suelo. Quedó inmóvil, aturdido.
El todoterreno prendió fuego enseguida y el hombre al volante se incendió. Sus gritos de dolor se oían más fuerte que el sonido del crujido del fuego que avanzaba enfurecido.
El segundo hombre que había logrado subir al puesto del copiloto resultó herido en todo el cuerpo por la gran cantidad de vidrios reventados y se quemó la mano en el intento de bajarse de la camioneta. Gritando y maldiciendo contra los autores desconocidos, avanzó cojeando hasta llegar al punto donde se hallaba su jefe, Dimitri. Lo arrastró por las piernas lejos del coche que estaba a punto de reventar.
Justo después de haber doblado la esquina de la calle, oyeron el estruendo de la explosión del todoterreno. Sacó la pistola y paró un taxi que estaba pasando justo en aquel momento. Obligó el chófer a cargar a su jefe para llevarlo a un sitio más seguro.
La música a volumen altísimo al interior del Girl’s Club amortiguó el ruido de la explosión de la bomba.
En las afueras del club estaba Ibragim que había salido con el pretexto de fumar un cigarro para disfrutar el ruido de la venganza. El chico de la seguridad en la puerta del club, asustado por el estruendo, llamó enseguida al 911. De inmediato empezó a dar la orden de evacuar el club. Todos salieron de forma ordenada hasta que ocurrió la segunda explosión del todoterreno, la gente empezó a entrar en pánico y a gritar.
En la confusión, los compañeros del grupo New Poets lograron darse a la fuga.
Buscaron el coche estacionado y se fueron de la ciudad. Cada uno de ellos se iba a refugiar en diferentes ciudades, como habían previamente decidido. Cogieron la autopista I-55 para dejar a Alex primero.
Él había planificado ir a casa de los abuelos maternos en Forest City. Los había anteriormente avisado de que iba para el fin de semana. No era la primera vez que Alex los visitaba desde que se había mudado a Chicago para cursar el posgrado y el curso de formación. Los padres vivían en Nueva York: era más fácil para él visitar a sus abuelos en el pequeño pueblo de Forest City, a poco más de tres horas de camino, cuando necesitaba un descanso en familia.
Durante el recorrido, la policía estatal detuvo los coches que pasaban para los debidos controles. Se había transmitido el estado de alarma por el atentado al Revere Park.
Las palpitaciones de los cuatros resonaban dentro del coche. El aire olía a cortisol, la hormona del estrés.
—Mantengamos la calma, compañeros, no pasa nada, inspirar y expirar, ¿vale? —Alex impartió las órdenes e Ibragim paró el coche.
Los cuatro tenían la documentación legal y vigente, avalada por los carnés universitarios. Todos tenían residencia legal o nacionalidad estadounidense. Alex informó al policía que iban a casa de sus abuelos para una reunión familiar, aportando la dirección exacta del lugar.
La policía no encontró nada fuera de lugar y los dejó ir.
Poco más adelante, estacionaron en una gasolinera, Borz tuvo que vomitar por los nervios.
La Policía de Chicago procedió a aislar la zona del atentado y la científica empezó las investigaciones.
La noticia del atentado salió en el noticiero de la noche, que Lara no vio.
Informaba que «el objetivo del atentado era el ruso Dimitri Sokolov, de nacionalidad rusa, exmilitar, antecedentes de tráfico de armas, drogas, mercenario, experto en torturas, falsificación de documentos y, según fuentes externa RAP de la región del Cáucaso, a su cargo tenía crímenes de secuestro, torturas y asesinatos. Solía frecuentar el local Revere Park, donde resultó herido por la explosión de una bomba creada artesanalmente, denominada “bomba de olla a presión”, realizada con artilugios de cocina y explosivos fertilizantes, ubicada al lado del contenedor de la basura frente a la puerta de salida de seguridad del local, según el informe de policía científica. Sokolov resultó herido, logró huir con uno de sus hombres igualmente herido y otro hombre había muerto. El atentado todavía no ha sido reivindicado por grupos terroristas, la Policía de Chicago está a cargo del caso».
Amaneció.
—¡Hola, nieto!, ¿es esta la hora de presentarse? —le dijo su abuela abrazándolo—. ¡Estás hecho un desastre, hijo! ¿De dónde vienes? —preguntó su abuela.
—Buenos días, abuela, estaba en un club cerca del atentado de anoche y decidí venir aquí al salir. ¿Escuchasteis las noticias?
—Hola, nieto, estaba justo ahora escuchando el noticiero de las seis de la mañana —le comentó su abuelo.
—Te veo muy cansado. ¿Quieres un vaso de agua? —insistió la abuela.
—Ha sido una larga noche, ¿puedo ir a descansar?
—¿No quieres desayunar primero?
—Sí, paso al aseo y me siento a la mesa, ¿vale?
—Está bien, hijo, conoces el camino.
—¡Han metido una bomba frente a un restaurante para asesinar a un ruso! —dijo el abuelo sorprendido por la noticia mientras saboreaba el café recién hecho junto a su nieto.
—Las grandes ciudades son peligrosas, Alex, ¡debes tener mucho cuidado en las calles! —le recomendó su abuela.
—Sí, abuela, lo sé, gracias.
—Hoy te he preparado el pavo al horno, a mí siempre me parece Acción de Gracias cada vez que nos visitas —le comentó su abuela con cariño.
—Gracias, abuela, despiértame cuando esté listo. Ah…, casi me olvido, ¿puedes llamar a mamá y decirle que he llegado?
—Sí, claro, más tarde la avisaré. Todavía no comprendo cómo un chico joven y moderno como tú no tenga uno de esos aparatos móviles… ¡Todo el mundo lo tiene!
—No me gusta, abuela, ¡soy de la vieja escuela! —le respondió desde el pasillo de la casa.
Lanza el bolso en la silla y se tumba en la cama.
Piensa en Lara.
«A saber lo que estará pensando de mí, la he dejado plantada en la Jackson Boulevard. ¿Me lo perdonará? ¡Cómo la echo de menos! Quién sabe cuándo podré abrazarla de nuevo… ¡Debo esperarme a que aquel cerdo se muera primero! ¡Esa estuvo así de cerca!».
El fin de semana transcurrió tranquilo entre comida y películas.
El domingo Alex tenía que tomar una decisión: regresar a Chicago o ir a visitar a la familia en Nueva York alegando unos días de descanso. La madre no iba a creérselo, estaba muy pendiente de los estudios de su hijo y se conocía a la perfección el programa del curso.
Esto no lo había planificado.
La misma noche del domingo se despidió de sus abuelos y tomó un autobús para regresar a Chicago.
Le quedaban muchas dudas: ¿había muerto Dimitri o había logrado sobrevivir? ¿Qué le iba a decir a Lara? Contarle la verdad era muy peligroso para los dos.
Su plan no pudo prever este desenlace.
El autobús hizo una parada en el 7-Eleven de la I-55 para un descanso. Eran las 21:00 horas.
Estaba delante del urinario cuando detrás de sí escuchó un grito de un hombre con acento ruso que ordenaba a todos salir del baño. Alguien lo agarró por el cuello tratando de ahogarlo. Él, con una maniobra de defensa, logró liberarse de las garras del atacante y golpearlo duramente en el vientre. Se dio la vuelta para dirigirse a la salida, pero una pistola rusa Makarov PMM se interpuso en su camino.