Читать книгу Valentia - Cristina Griffo - Страница 8
Оглавление3. Cena de despedida
—Lara, ¿te sientes bien? —le pregunta Anna entrando en el baño del restaurante—, te estamos esperando para empezar a comer, el pesce crudo se ve delicioso.
Anna se sienta al lado de ella en el banco, aterrizando en los cojines blandos.
—¿Todo bien? —insiste Anna.
—He tomado mucho Prosecco, estoy un poco achispada.
Lara apoya su cabeza delicadamente en el hombro derecho de su amiga.
Anna la conoce, no se trata de alcohol.
—Sabes que puedes contar siempre con mi apoyo, cuando quieras te acompaño a consulta con Gabriella.
Anna se refiere a la terapeuta, amiga de la familia, que la ayudó a mejorar como madre cuando intentaba comprender la compleja labor de educar a sus hijos.
—¿Quieres? —le pregunta Anna con extrema dulzura como solo ella sabe.
—Me lo pienso, ¿vale? Gracias por preocuparte por mí.
Lara no quiere abordar el tema y desvía la atención de su amiga:
—Tengo hambre…, vamos a la mesa.
La noche sigue sin más contratiempos. Diego es el protagonista, narra historias muy divertidas, tiene una manera de entretener que hace pensar que las mujeres caen rendidas ante él.
La comida es excelente, los antipasti, entrantes de pescado crudo en presentación de lonchas finas, son sublimes, en particular, aquellas de gambas.
Lara pide una pasta casera trofie con lubina y calabacines, Anna y Bruno quieren pasta paccheri con pez espada y tomates cherry y Diego escoge gnocchi con gambas rojas.
Todos acompañan la comida con un vino blanco Fiano di Avellino.
—Me dijo Anna que vives en España, ¿en qué ciudad, Lara? —pregunta Diego curioso.
—Vivo y trabajo en Valencia, me encanta. Tiene el aire de una gran ciudad, pero no es caótica como las capitales. Muy bien organizada, a la justa medida de las exigencias del ciudadano, tiene de todo: historia, arquitectura, arte, ciencia y el sol que brilla por más de trescientos días al año. Además, yo adoro las ciudades costeras, la vista y el sonido del mar me regeneran.
Ahora se siente más relajada.
Le gustaría saber más sobre la vida de Diego, pero prefiere no preguntar.
Cuando llega la hora de despedirse, Diego se ofrece para acompañarla al hotel. Lara acepta agradecida.
—¿A qué hora tienes el vuelo mañana? —pregunta Anna que no quiere que se vaya.
—A las nueve, un horario cómodo.
—Te espero el próximo mes para mi fiesta de cumpleaños, no puedes faltar, me lo prometiste.
Anna la abraza fuerte.
—Te quiero mucho. Cuídate y llámame. ¡Buen viaje!
—Yo también te quiero, y muchas gracias por haberme invitado, hasta pronto, Annina.
Lara le da dos besos y suavemente coge su rostro entre las manos diciéndole:
—No te preocupes por mí, todo va bien, ¿vale?
—Sí…, está bien, pero llámame —balbucea Anna con un nudo en la garganta.
—Adiós, Bruno, hasta pronto.
—Adiós, guapa, te debo una.
Bruno siempre se despide de ella de esta manera, se refiere a la ayuda que Lara le dio para llegar al corazón de Anna.
Lara sonríe al recuerdo y comienza a caminar lentamente de puntillas para no empeorar los tacones de los stiletto.
—¡Soy lo bastante fuerte como para llevarte! —le comenta Diego caminando a su lado sonriendo.
—El daño ya está hecho y he comido mucho para pedirte semejante esfuerzo, gracias de todos modos.
Llegan hasta el coche, un Mercedes mal estacionado a pocos metros de la salida del restaurante.
—Salvatore, buenas noches, vamos a acompañar a la señorita al hotel en Via Veneto.
Salvatore, el conductor, asiente.
Entran en el coche, Lara saluda cordialmente a Salvatore y él responde al saludo.
Lara y Diego se sientan en el asiento trasero y siguen conversando sobre la cena y los platos que degustaron. De repente, la falda del vestido de Lara se abre hasta la rodilla, mostrando sus piernas al aire.
Ella actúa natural y vuelve a poner la falda en su sitio. Cuando levanta la mirada, se da cuenta de que Diego la estaba observando en silencio, con una expresión de deseo en sus ojos que ella consigue descifrar.
—Si crees que me voy a acostar contigo a cambio de que me lleves, ¡vos estás muy equivocado! —le dice Lara algo enfadada, imitando el acento argentino.
—Me encantaría que fuera así, pero algo me dice que contigo debo esforzarme mucho más y lo haré porque… ¡jamás he conocido una mujer tan bella y atractiva como tú!
«Otro que va directo al grano, por lo menos es sincero», piensa Lara y le responde:
—La belleza para mí es un hándicap, lo creas o no. Los hombres quieren acostarse con mi cuerpo, pero no les interesa el resto. Y yo, puntualmente, los rechazo. No me importa gozar del sexo, ya he pasado por esto y he salido herida, no lo voy a repetir. No necesito a nadie, así que el trayecto termina aquí. Señor Salvatore, ¿sería tan amable de parar el coche?
Salvatore asiente y ella baja del coche.
—No, espera, perdóname, no quería ofenderte.
Diego baja y la sigue.
—Lara, por favor, no te vaya así. ¡Permíteme acompañarte al hotel!
—No, gracias, cojo un taxi.
—Lara, perdóname, no era mi intención, soy el primo de Bruno, ¿recuerdas? El que te ha hecho reír toda la noche… Por favor, no voy a volver a hablar de tu belleza, ahora que te veo bajo las farolas del río Tevere ¡estás bien feúcha, señorita!
Diego trata de ironizar y arrebatarle una sonrisa.
—Acepto, solo porque tu primo es mi gran amigo y porque es casi la una de la mañana y no he hecho las maletas todavía.
Durante el trayecto, Diego trata de romper el hielo hablando de su nuevo trabajo en la embajada de Argentina en Roma y lo difícil de adaptarse a esta nueva cultura. Ella casi no lo escucha, resuenan en su mente las palabras dichas, se reafirma en la distancia de la decisión que había tomado hacia los hombres después de Alex.
Apenas llegan, ella se despide educadamente de Salvatore y le entrega su mano derecha a Diego en signo de despido.
Él admite que su franqueza había arruinado la noche y que su atractivo le había nublado la razón, hecho que nunca le había pasado en su vida. Responde al gesto.
—Lara, tu belleza es un hándicap para los hombres, los vuelve ciegos y pierden el control de lo que dicen, sobrepasando la línea del respeto, como he hecho yo. Ha sido un placer volverte a ver. Espero que tengas un excelente regreso a Valencia, te dejo mi tarjeta por si necesitas cualquier cosa…, no dudes en llamarme, estoy en deuda contigo, al igual que mi primo, aunque desconozco de qué.
—Disculpas aceptadas, hasta luego y gracias.
Se da la vuelta y se aleja.
Diego no puede apartar la vista de ella, embrujado y sin saber cómo remediar el daño de su hablar sincero y burlón. Piensa que ahora es inútil insistir, que se ingeniará algo para verla pronto.
Lara entra en el hall del hotel, su andar llamativo llama la atención de los clientes y el personal de recepción. El concierge, portero de turno, la mira con admiración y le comenta a su colega que en treinta años de servicio jamás había visto una GM, gerente general, tan guapa.
Ella va directa a los ascensores para subir a la suite en un piso muy alto desde donde disfruta de una maravillosa vista.
Trabajando para la misma cadena de hoteles, tiene derecho a gozar de un buen descuento en tarifa y upgrade, subir de nivel de categoría de habitación, en cada estancia de ocio.
Prepara sus maletas con dedicación y se mete en la bañera para relajarse con un baño. El calor del agua le calienta la piel, es noviembre y los primeros fríos en Roma se hacen sentir.
El aroma de las sales disueltas se propaga en el aire y la espuma perfumada le acaricia la piel.
Le vienen a la mente los recuerdos de Alex, la nostalgia de él, la pasión que quemaron en tan poco tiempo y el dolor de su partida.