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LA IDENTIFICACIÓN IMAGINARIA COMO CAUSA PSÍQUICA

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En el texto “Acerca de la causalidad psíquica” Lacan propone una concepción del aparato psíquico donde la locura es consecuencia del modo de las identificaciones que ha realizado el sujeto. El mismo comienza con una dura crítica a la teoría organicista de la locura que plantea Henry Ey, su órgano-dinamismo. Por muy dinámica que sea su doctrina de la perturbación mental es para Lacan incompleta y falsa, ya que se reduce al juego de los aparatos constituidos en el cuerpo. Ese juego “descansa siempre, en último análisis, en una interacción molecular dentro del modo de la extensión partes extra partes en que se constituye la física clásica… es lo que constituye su determinismo”. (25) Lacan considera que la cuestión de la verdad condiciona al fenómeno de la locura y eludirlo es no tomar en cuenta la significación que refiere, específicamente, al ser mismo del hombre. Por su parte, el órgano-dinamismo de Henry Ey “no tiene los caracteres de la verdadera idea”. (26) La misma debe estar de acuerdo con lo que es ideado por ella. Dicha doctrina presenta una creciente contradicción. Mientras rechaza toda idea de psicogénesis, va recargando sus desarrollos con una descripción estructural referida a la actividad psíquica y pretende explicar los fenómenos del orden del sentido en función de hechos orgánicos.

La concepción de la locura que tiene Henry Ey lo lleva a exponer que las enfermedades mentales “son insultos y trabas a la libertad, no son causadas por la actividad libre, es decir, puramente psicogenética”. (27) Para Ey la locura testimonia de la desaparición de la libertad de la razón. Sin embargo, no puede ubicar un orden de causalidad que no sea el propio del organismo. En cambio, Lacan sitúa un nivel de causalidad en el campo de la subjetividad, el campo de la libertad. El mismo corresponde a la atribución del sentido, que escapa al determinismo y concierne a una decisión del sujeto. Lacan concluye que “el fenómeno de la locura no es separable del problema de la significación para el ser, en general, es decir, del lenguaje para el hombre”. (28) Retoma el “caso Aimée” y recuerda que al golpear con asesina intención a la última de las personas en las que ella había identificado a sus perseguidoras cae su creencia delirante. Tomando a Hegel, Lacan expone que el loco desconoce en el desorden del mundo la manifestación de su ser, él quiere imponer allí la ley de su corazón. El rival se le aparece como su propia imagen en el espejo y “al asestar su golpe contra lo que se le presenta como el desorden, se golpea a sí mismo por vía de rebote social”. (29) En la furia contra el otro el sujeto intenta alcanzar el kakón de su propio ser.

El riesgo de la locura se mide, en esta perspectiva, por el modo de las identificaciones que se han realizado. Lacan explica que “las primeras elecciones identificatorias del niño, elecciones “inocentes”, no determinan otra cosa, en efecto –dejando aparte las patéticas “fijaciones” de la “neurosis”–, que esta locura, gracias a la cual el hombre se cree un hombre”. (30) En este contexto se entiende que “el momento de virar lo da aquí la mediación o la inmediatez de la identificación, y para decirlo de una vez, la infatuación del sujeto”. (31) La locura testimonia el ser del sujeto coagulado en una identificación ideal. Lejos de ser la locura el hecho contingente de las fragilidades del organismo, “es la permanente virtualidad de una grieta abierta en su esencia”. (32) La hiancia propia de la estructura del yo es en el loco recubierta por la coincidencia ilusoria del yo con la imagen. De esta forma, el loco realiza una identificación inmediata, es decir, sin mediación simbólica. Esa grieta, esa falla, que Lacan señala en el ser del hombre, en vez de determinarlo, lo coloca ante la posibilidad de la elección. Por eso, la identificación sin mediación o infatuada demuestra la relación del ser con su libertad. No se vuelve loco quien quiere. Lacan desplaza la causalidad de la locura hacia esa “insondable decisión del ser”. (33)

El amor y los tres registros en la enseñanza de Jacques Lacan

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