Читать книгу La vagina mecánica de Dios - Daniel Polunin - Страница 13
ОглавлениеLOS ANARQUISTAS
I
Entierra la noche los tesoros promulgados bajo el cigoto húmedo y la pelvis de cuero. Señoras y señores no se levanten, hemos venido a satisfacerlos. La reunión durará poco. Estoy dentro de la matriz. Hay polillas y mosquitos. ¿Buscas el perdón? ¡Oh, los leprosos se inyectan ampollas de morfina en mi cabeza! La fotografía capta el momento. El dolor es real. Agarra tu revolver S&W S686. Apúntame. No tengas miedo. El disparo proyecta la sentencia. La bala atraviesa fría y limpia la frágil cáscara. Leche de gallina. Resina del tamarisco. ¿Has probado alguna vez la carne de los dioses? Los aztecas la masticaban junto a una seta divina. Ópera sexual.
Lector, ¿considerarías esto un libro? No puede quedar sin respuesta. ¡Dudar! ¡Dudar! ¡¡JODER!! ¿Para qué dudar? No pienso morir de sobredosis en un portal cochambroso en el barrio madrileño de Malasaña. ¿Asesinado? Mi rol es mucho más difícil: represento al príncipe de Dinamarca. El nuevo rey es mi padrastro. Cortarme el dedo meñique. El rey ha muerto, ¡larga vida al rey! Hemos recogido en sí todos los elementos de la naturaleza para convertirlos en una sola y única tragicomedia: el comienzo de la madurez. Trae tu pistola. Estoy en el pozo, de lleno. Mi cabeza es una rave después de una sesión. Entonces, y volveré a preguntártelo por última vez: ¿Consideras esto un libro? ¡Y un cojón! Tienes que estar chiflado. ¡NO! ¡NO! Esto es un plagio, una calumnia, una blasfemia, una deyección para tu exquisito paladar, una patada en tus pelotas, una placentera violación a la literatura. Canto para la vida, el amor y el sexo, para el anís del mono de los hombres y las patas de gallo de las mujeres, para el porvenir chungo de vuestros hijos. Pero ella me encontrará en mi cama, endeudado y desgraciado, ebrio de hadas que muerden mis labios, Vicodina y amantes acróbatas o malabaristas con pechos tan suaves como el culo de un cachorro. Pero ¿quién es ella? La omnipresente.
Antiprosa: perturbadora y sexual | Atonalidad: psicodélico, sinfónico y progresivo.
Boris se ha ido a Tailandia a traficar con metanfetamina. Dice que no aguanta más estar sin blanca. Dinero, estoy de vuelta. Lo más seguro que acabe el resto de sus días en el talego con una polla estratificada metida por el ojete y durmiendo con ratas y salamandras. Instalados en el camastro sin columna vertebral. Aplicaciones mentales para niños enchufados a un respiradero artificial. Entubados. Acetato. Laxante. Chicles Happyddent. Rohypnol. Parto prematuro.
Cristina es lo que podríamos llamar una leishmaniosis picada en contemplativos tatuajes. Innumerables jeroglíficos dibujan su cuerpo de orujo rechoncho en pigmentos de metales. Tinta negra para el calamar. Sujetador de leopardo. Suicidio celular. Amigos reunidos. Bolsita de ketamina volcada en la tapa del retrete o en la pantalla del móvil. Tarjeta sanitaria Junta de Andalucía. Tarjeta de crédito BBVA. Billete de cinco o diez euros. Colostomía mental. Cáncer de mama. Pollos de colores. De nuevo el mismo ritual de la garrapata: tranquilizante para caballos.
Gonzalo es un adicto al gimnasio. El muy imbécil se inyecta Synthol, un aceite compuesto por ácidos grasos, alcohol bencílico y lidocaína. Dice que busca la simetría perfecta y acabada. Lo único que tiene, aparte de unas orejas de remolacha y una nariz de zanahoria, es un pene miniaturizado. Tarde o temprano explotará igual que un cohete artificial lanzado en el Minecraft o en la feria de agosto. Vigorexia. Tacto efímero y quejumbroso. Valla publicitaria. Gas sarín. Olor a vinagre de manzana.
Adrián es un «pokemaníaco» empedernido. Puede pasarse horas y horas frente a las maquinitas litúrgicas como la Nintendo 3DS o la Xbox One sin llegar a cascársela. Rojo y Azul. Amarillo y Verde. Oro y Plata. Rubí y Zafiro. Diamante y Perla. Negro y Blanco. XY. Sol y Luna. Juego de vocales. Engranaje. Epilepsia. Injerto de ratón. Epitelio intestinal. Gestación subrogada. Vientre de alquiler.
Adiós, gran masturbador.
II
Los productos pasan uno a uno por la cinta transportadora: ancas de rana, alas rebozá de vencejo, sebo de alce, saltamontes fritos, menudillos de pato crudo, tartar de gusanos de seda, tiras de culebra, sesos de cerdo, lenguas de flamenco, nuggets de cucarachas, termitas al vapor, brochetas de cebra, abscesos de conejo, fritanga de murciélagos, lampreas a la marinera… Ciempiés humano.
Compramos cuatro cartones de vino blanco Don Simón y nos fuimos de nuevo al parque. Al cruzar la calle vimos cómo un crío le pisaba la cabeza a una paloma blanca que se tambaleaba después de haber sido atropellada por un coche. «Sucias ratas voladoras», le oí decir mientras se iba alejando con su álbum de fútbol bajo el brazo. «¡Papá, una menos!», gritaba hasta perderse entre árboles mellados y lavado excretorio. ¿Cuándo te has olvidado de ser feliz? Belcebú hacía tronar la caracola de tres cuernos. Me acerqué, la paloma aún respiraba, cada vez más rápido, agonizando, con el cerebro medio desparramado y despojado de grasa. Le retorcí el pescuezo para acallar el sufrimiento y le puse un clínex mentolado para taparla. En menos de una hora se convertiría en un rico estofado para las moscas señoriales y sus larvas primogénitas. ¿Cómo se tratan los casos como éstos? ¿Cuál es nuestra condición humana? Los cadáveres se amontonan. ¿Para esto hemos sido arrojados? ¿Para esto hemos sido moldeados? ¿Cuál es la estirpe que desciende de mi sangre verde? Los becerros se divierten con la mantequilla animal untada en sus propias creencias. Es curioso cómo uno de los soldados de Pilato, levantando la mirada y fijándola en Jesús, le atravesó el costado con la punta de su lanza y al instante salió sangre y agua, dos veces crucificado, ofreciendo la muerte; al igual que una madre cuando está a punto de dar a luz a su hijo: sangre y agua, dos veces madre, ofreciendo la vida. El temor y la quietud obliga la necesidad de contemplar. Utopía. Utopía. Utopía. Utopía. Cirugía estética. Cirugía estética. Cirugía estética. Cirugía estética. Vasectomía. Vasectomía. Vasectomía. Vasectomía. Amnesia. Amnesia. Amnesia. Amnesia.
¿Quién necesita razones pudiendo recoger el relámpago?
Adiós, gran masturbador.
III
Eran las 7:30 de la mañana cuando me despertó un hacinamiento de silbidos procedente de la calle. Perplejo y aturdido me puse en pie, miré por la ventana y contemplé, vehemente, pero con cierto asombro, cómo tres gaviotas se aniquilaban unas a otras por un trozo de sardina. «Las gaviotas tienen hambre». Cerré la ventana y bajé las persianas, di vueltas en la cama sin poder concentrarme, la imagen de las gaviotas sacándose mutuamente las tripas por un trozo de pescado resultaba ser una estampa familiar, una estampa a la que todos hemos contribuido de una manera u otra por un puñado de judías de cobre y níquel en conserva. La visión humanitaria de la clase alta manifiesta con elegantes disfraces el antropocentrismo tal cual vivimos. Decidí levantarme y preparar una taza de té. Me lie dos cigarrillos Horizon antes de entrar a la ducha. El impulso imaginativo me obligó a masturbarme. Pornografía milf. Me enjaboné detenidamente y me senté en el plato de ducha, desconcertado, a esperar que el agua arrugara mis dedos como a un viejo enfermo de alzhéimer. ¿Qué clase de hijo abandona a sus padres a morir sin recuerdos? El destino insondable no podrá salvarte. Estás condenado a rodar la piedra de lo absurdo hasta la cima de la montaña, cayendo esta por su propio peso y volviendo a la tarea inútil y sin esperanza todos los días. El papel que interpretas es fácil: tú serás el sucesor de Sísifo. Crearás tu propio mito bailando sobre la barra de los bares, esnifando diazepam o inhalando acetona para uñas, cual niño con síndrome de Down, burlando a la divina muerte con risas pragmáticas y movimientos indefinidos e introspectivos.
He sido un delincuente con un toque de suerte.
Hoy brindaré con brandy de Jerez y apostaré a las peleas de gallos.
Adiós, gran masturbador.
IV
Viernes. 4:06. Insomnio. H. Upmann. Lincoln Continental SS-100-X. Es la cuarta vez que me levanto. No dejo de dar vueltas y vueltas en la cama. Me pongo nervioso cuando no puedo dormir. Así que he ido a la habitación de Emilio y he rebuscado con la ayuda de la linterna del móvil por los cajones de su escritorio hasta dar con la tableta de Trankimazín. Salgo de puntillas haciendo el mínimo ruido posible hasta la sala de estar y una vez allí presiono la hoja fina de aluminio donde están metidas las pastillas. Me como un par entero. Mientras hacen efecto, voy a la cocina de gas y me preparo en un bol de cristal cereales Kellogg’s con dos cucharadas de Cola Cao. Vuelvo a la sala de estar silbando para dentro con el cuenco debajo del brazo. Me siento en la moqueta. Me quito el pantalón del pijama. Me miro las líneas de las manos. Tengo yeso. Canturreo la versión del himno nacional de Marta Sánchez. Compito con Carl Lewis en los 100 metros lisos. Le arrebato el título mundial de pesos pesados a Muhammad Ali. Imito a Calígula montado a caballo por lesbianas.
Soy un cadete espacial. Soy una cabina de teléfono. Soy un feriante. Soy un tiovivo. Soy el Sargento Pimienta. Soy un zeppelin. Soy un prisma. Soy una banda en el backstage. Soy un garaje. Soy un clipper. Soy un quiste en tu sobaquera. Soy la bayeta del fregadero. Soy el arenero del gato. Soy polvo perfecto. Soy ensalada cheddar y un vaso de Codorníu. Soy un quiché de espinacas. Soy Camarón de la Isla. Soy una tetera. Soy un trapo en disolvente. Soy Teresa de Calcuta. Soy un rímel de pestañas. Soy un orzuelo. Soy un pino plantado. Soy un equipo de fútbol. Soy una bombona de butano. Soy un chop suey. Soy un puercoespín. Soy una almorrana. Soy un espía. Soy un autoestopista. Soy una bañera de París. Soy un hotel de Baltimore. Soy el rollo de la Bastilla. Soy exhibicionismo público. Soy un circo ambulante. Soy parafílico. Soy un fonógrafo. Soy un gorrilla. Soy introspectivo. Soy Chapman. Soy un taco de billar. Soy trazas de maquillaje. Soy las agujas del reloj. Soy un provocador. Soy un póker de ases. Soy un instituto público. Soy una lata de Coca-Cola. Soy un mosquetón. Soy ropa interior sin combinar. Soy un puntapié en tus bolas. Soy una gastroscopia en ayunas. Soy un edema pulmonar. Soy Bunhill Fields. Soy un poeta de los bajos fondos. Soy la Venus de las pieles. Yo soy el poema. Yo soy el poema que se atreve. Yo soy el poema que se atreve a ir. Yo soy el poema que se atreve a ir más allá.
Pongo La 2. Están echando una película sobre la enteogénica flagelación y la ansiolítica crucifixión de Barrabás a través de la córnea izquierda de Nicodemo y la mano derecha de José de Arimatea. Me viene a la cabeza los programas mediáticos en los que intentan arreglar los problemas sentimentales, no sin antes insultarse. Los sentidos se embotan y me nublan la mente. La melancolía fustiga mis manos sucias llevadas al verso. Es la anaconda quien regurgita el ciervo que engulle. Aquí es donde el filósofo persigue unos fantasmas que no puedo proteger. Aquí es donde el escritor celebra la desmembrada orgía báquica. Formo parte de tu proceso. La sigilosa máscara de mi refugio. La paradoja de cualquier actor es representar el doble papel.
La muerte fue oficialmente anunciada a la hora de la merienda.
Adiós, gran masturbador.
V
Also Sprach Zarathustra, Op. 30
La primera escena representa la muerte de la Virgen María, interpretada por una prostituta, yace en un lecho provisional vestida de cinabrio con la cabeza ladeada, el pelo enmarañado, los pies hinchados, la mano izquierda posada sobre el vientre abultado y el brazo izquierdo caído inerte.
Alrededor de la figura central se disponen los Apóstoles y María Magdalena. Los discípulos de Cristo, encarnados por mendigos y jornaleros, vestidos con pesados mantos rodean el velatorio con distintas actitudes. A un lado, sentada sobre un taburete, María Magdalena, interpretada por la hija de un omerciante, llora desconsolada hundiendo el rostro sobre sus rodillas. El cortinaje rojo, suspendido en la parte superior, cae sobre la obra deliberadamente. El desarrollo transcurre en penumbra. La tristeza está contenida.
La segunda escena representa a San Jerónimo escribiendo. Jerónimo de Estridón aparece sentado bajo la figura de un anciano demacrado y amarillento, con la barba hirsuta blanca y grisácea, ataviado con el manto bermellón y la orla circunspecta atornillada sobre su cabeza pelada.
El pecho hundido y los pliegues de sus arrugas encuadran el sacramento penitente. El santo se encuentra en actitud meditabunda traduciendo las Sagradas Escrituras al latín. Vulgata. Encima de uno de los tres libros abiertos que enmarcan la obra se halla una calavera, recordatorio de la transitoria fugacidad de la existencia. El fondo vacío desencadena la soledad inexorable.
Hierba sardonia: los músculos se contraen, la risa es imitada.
Adiós, gran masturbador.
VI
Y ahí estaban los anarquistas: Alan (cuarenta y dos años, sobredosis de barbitúricos junto a las vías del tren), Sergio (treinta años, se ahorcó en el hotel donde se hospedaba), Yukio (cuarenta y cinco años, se desentrañó el vientre con un tantō de izquierda a derecha), Federico (treinta y ocho años, acribillado a balazos en el paredón), Elisa (veintinueve años, saltó por la ventana desde un séptimo piso), Alejandra (treinta y seis años, se ahogó tras ingerir grandes cantidades de Seconal), Ernesto (sesenta y dos años, se voló la tapa de los sesos con una escopeta Boss calibre 12), Paulo (cincuenta años, se arrojó al río Sena desde un puente en plena fuga), Silvia (treinta y un años, encendió el gas del horno y metió la cabeza estigmatizada de anhelo griego), Jack (cuarenta y siete años, dejó el camino como un vagabundo del dharma a causa de una cirrosis hepática).
¿Recuerdas cuando éramos jóvenes y no podíamos parar la canción? Un remolino de mosquerío se aglutina por las calles para reivindicar el desvío de la degeneración y consumir ácido debajo de la lengua o en la córnea. El baile seduce al monstruo a inventar faisanes en la garganta. ¿Por qué atasteis un petardo en el cuello de Holden? Proliferan las salamandras indigeribles por el sumidero atorado. ¿Has callado a la mosca de tu pared?
Moscardón: [Moscarda y —ón]. m. Mosca de doce a trece milímetros, de color pardo oscuro, muy vellosa, que deposita sus huevos entre el pelo de los rumiantes y solípedos en los puntos en los que el animal se puede lamer, para que así pasen aquellos al aparato digestivo y produzcan larvas, saliendo con los excrementos y cayendo a tierra cuando van a cambiarse en ninfas, antes de pasar a insectos perfectos.
Mantis religiosa. f. Insecto alargado de color verde o pardo, con grandes ojos compuestos y patas anteriores largas y robustas, que mantienen recogidas ante la cabeza en actitud orante y que están provistas de fuertes espinas para sujetar las presas de las que se alimenta. En la época de apareamiento, las hembras adultas, en ocasiones, acaban por comerse al macho justo después del apareamiento, e incluso durante, empezando por la cabeza y evitando dañar al sistema nervioso encargado de la reproducción.
Te oigo sollozar...
En el camino
el grito de la garza
y en el sendero
las plumas de oca teñidas.
No tengas miedo
de la lluvia
cuando derrita la nieve.
La flor de cerezo ha caído
en la boca abierta
del espantapájaros.
Los animales han abandonado sus cuerpos y nosotros seguimos en el mismo lugar y a la misma hora obedeciendo el mismo pellejo.
Adiós, gran masturbador.
VII
31 de diciembre. Nochevieja. Botines chelsea de poliéster. Traje negro con camisa blanca y corbata estrecha. La Naturaleza profiláctica: la erudición se rinde a la intuición. ¿Quieres escapar de la monotonía? Elige el camino menos recorrido. Siéntete vivo. Sácate la chorra y baila el hula hoop. Sí. Esa es la respuesta para todas las feminazis hijas de puta. Necesitamos hacer un gran falocentrismo en el cual nos saquemos la chorra y bailemos el hula hoop. Hey hey hey! ¿A quién no le gustaría tener un hemipene para cada día de la semana? Uno de lunes a viernes y otro para los fines de semana. ¿Cuál es la epopeya moderna en estos tiempos? Viagra. ¿Cuál es la purga contemporánea? Cerveza y ardores.
Eran las dos de la mañana cuando la luna llena iluminó mil calles zarrapastrosas y un cartel de neón medio fundido. Nos pusimos a la cola. Las puertas rellenas de caucho se abrieron. La cuadra desprendía un pestazo a José Cuervo y aliento mañanero. Mofetas colgadas de las vigas y tortugas descapulladas. Space Oddity, de David Bowie, plagaba de subidones inquietantes los oídos de los imberbes desesperados y las maduritas kilométricas. Bótox. Ácido hialurónico. El lomo de bacalao gusta acompañarlo con alcachofas fritas y virutas de jamón ibérico. ¿Pastel de carne? Echamos una ojeada por encima. La rebelión era evidente. El contacto a poros dilatados canaliza la poliquistosis renal. El roce manosea las varices y las celulitis. Es el fuego que aviva a los inválidos. En la barra preparaban latigazos de próstata con un toque suave a glándulas mamarias. Almorzamos con gusto dióxido de carbono al aire libre y cenamos carburos iónicos en las minas de Salomón.
La disposición de los protagonistas decreta la narración poética.
Venimos de un país donde las estrellas de cine estampan sus carrozas de lujo y se drogan con pentonal sódico. ¿A cuántos negros, ancianos y prostitutas habrá matado un crío de siete años en el Grand Theft Auto antes de experimentar para con su primer beso de amor? ¿Aún crees en los cuentos de hadas? ¿Y en los príncipes que arriesgan sus vidas para salvar a la princesa secuestrada en la torre más alta del castillo y custodiada por un dragón de siete cabezas?
Crisis de fe. Crisis anticristiana. Sapos y culebras bajaban de sus estanques y hojarascas rumbo al centro de la ciudad con una erección de campeonato. Los sapos terminarán con dispepsia saltando desgarbadamente por la barra alimentándose de lombrices o pichones, y las culebras, llamativas por un movimiento narcótico cuando reptan por el suelo pegajoso de las discotecas cazarán insectos y roedores. ¿Cuál es el propósito primordial en fin de año?: follar y golpear. La diarrea adolescente marcha hacia el limbo de la autodestrucción sin ningún salvavidas a bordo.
Test de Rorschach. Anillo de Kayser Fleischer. Dualidad. Cisterna. Polvos de cianuro. Semillas de ruda siria. Queroseno preseminal. Floripondio. Banco Santander. Mercado de Salamanca. Concurrimos la esperanza noctámbula molida con anabolizantes. Antes de que las portadas de la revista Interviú y las tetas de Yola Berrocal me dominaran destapando el flujo omnipotente y el escribir se convirtiera en una tortuosa aflicción, bajaba la cuesta de Fuente Olletas teatralizando el mito de Camus y componiendo el Sysyphus de Wright para así poder alimentar la transición sadomasoquista de mi imaginación. Yo decido quién vive y quién muere. Has entrado en el reino de los mordedores de clítoris y las mamadas poligoneras.
Cuenta regresiva. ¿Hemos de contemplar la calavera que llevamos ensamblada como rostro?
Adiós, gran masturbador.
VIII
Tienda de regalos. Ropa vintage. Maniquíes. Starbucks. Pies de loto. McDonald’s. Clínica dental. Cirugía plástica. Nuez (manzana) de Adán. Piojos de mar. Pececillos de plata. Notaría. Oficina de correos. Estudio Contable Económico. Grafitis. AC Hotel. Prosopagnosia. Parasitismo social. Bajo una fila de naranjos estériles y cabezales indios, dos estatuas gesticuladoras de mármol blanco constituyen la alegoría impronunciable: joven española semidesnuda con trenzas de azúcar (Juventud); viejo ¿venezolano? de serna con toga de pana (Vejez). ¡Que alguien le afeite el mostacho torcido a ese estúpido de N. M! Quiero verlo colgado boca bajo retorciéndose como un parásito. ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡¡Vamos!!! ¡¡¡Vamos!!! ¡Queremos verlo retorciéndose como un parásito, maldita sea! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! ¿Tienes un hueso para mi perro? ¿Y una chuleta? «¡Muu!», muge la vaca; «¡Bee!», bala la oveja; «¡Quiquiriquí!», cacarea el gallo.
Escupió al suelo y se fue a paso lento por donde había venido, como una película descargada en TS-Screener.
Adiós, gran masturbador.