Читать книгу La vagina mecánica de Dios - Daniel Polunin - Страница 14

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ELVIRA

I

Alzaos, mi señora,

pues la aurora postrimera ha salido,

anegando con luz gitana las calles,

fría, sola, caminando con la muerte.

Todos cerraron los luceros de Elvira,

todos derramaron el calinoso hipocrás a sus pies.

Cantan las frentes pardas por el limonero:

«Fue una tragedia, una «abracadabrantesca» tragedia,

los últimos sonetos de Elvira en la morisqueta noche:

maldita en la piedra burda que golpeaban

con ortigas de galena sus entrañas de esclavina.

No llores, mi Elvira, en la fuente de tus latidos

y camina, fría y sola, por los últimos versos de la muerte».

II

Marchan los zorzales de torre en torre,

picotean los labriegos y se abrigan en las barbas;

reman los grillos por la ribera del río,

ensalzan la vanidad y celebran la biznaga.

III

Otorga el derecho a tu hijo de convertirse

en lo que necesita para ir en busca de sus propios deseos.

Cualquier ser inverso a la existencia o a la creación

es abolida por nuestra tapiada sociedad.

IV

Oigo por las rodillas

y me apareo con las hojas,

mis alas son flores recién cortadas

y a mi alrededor lucen dos guirnaldas.

No soy un animal

ni tampoco soy una mariposa,

mi cárcel es de cristal

y mi espejo una rosa.

La vagina mecánica de Dios

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