Читать книгу La última carta - Daniel Sorín - Страница 13

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—Abuelo, ¿puedo pasar?

¿Habrá sido Ruth o mi hija?

—Pasá nomás.

Lo mandaron porque saben que no podré negarme.

La puerta se va abriendo con lentitud, yo levanto mi vaso con whisky y lo saludo, tiene, como siempre, los ojos brillantes, intacto su hambre por descubrir. Está grande. Recuerdo cuando nació y recuerdo también la noche feroz en que lo internaron en la clínica. Tan pequeño, tan frágil. Tengo presente cuando tenía un año y se aferraba al volante del auto estacionado, y la primera bicicleta y la primera hazaña. Siempre con la sonrisa subida a sus ojos.

¿Cuando la perderá? Porque vivamos como vivamos la terminamos perdiendo. ¿Cuándo dejarán de brillarle los ojos y la mirada, limitada por el cálculo, el miedo o el pudor, renunciará a ser cristalina?

—Me dijeron que no podía subir —dice.

Se sienta frente a mí y espera. Tiene algo que preguntarme, lo sé, y yo también espero. No tengo apuro.

Además, a la gente hay que darle tiempo.

La última carta

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