Читать книгу La última carta - Daniel Sorín - Страница 8
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Debo reconocer, al fin, que el secreto me desgasta. Quieto en los extramuros de la memoria, me ha corroído en silencio durante cuarenta años.
En eso pensé la última hora.
Ocupado en el burdel de mi entendimiento confirmé, inmediatamente antes de escuchar el estruendo, que mi mirada ha sido inquieta, pero ligera e insustancial. Y mis juicios, tan arduamente construidos con regla y compás, no me parecen ahora más firmes que las arenas movedizas ni más resistentes que una telaraña. En el mejor de los casos, un laberinto a menudo vano e infructuoso.
Después de una larga hora meditando en mi empeño, en la futilidad de todo engaño, llegué a la certeza de no haber entendido mejor que el más obstinado de los ignorantes y, por primera vez, intuyo, sospecho, que ha llegado el momento del exorcismo.
Hasta que me sustrajo lo imprevisto. Lejano, estridente, inesperado, el sonido me sobresaltó. Desalojado con violencia del ensimismamiento o de la modorra, despertado por lo súbito, observo hacia la puerta, agudizo el oído y espero atento. La vida diaria con su sonrisa burlona suspende mis devaneos: abajo se ha roto un plato.