Читать книгу Estás para más - Daniela De Lucía - Страница 25

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“Aprende a valorarte a ti mismo, lo que significa luchar por tu felicidad”.

AYN RAND

Hoy leí en el diario el caso de una mujer de 70 años que decidió vender todo e irse a cumplir su sueño de recorrer playas del mundo. Me pareció fantástico. Pero los comentarios de la mayoría de la gente, lejos de felicitarla por cumplir su sueño, la acusaban por abandonar a sus nietos. Pero los nietos tenían a su madre y a su padre sanos y vivían con ellos… ¿Por qué nos ensañamos en culpar a la abuela de “abandónica”? ¿Tanto nos cuesta ver a una mujer que pone como prioridad sus sueños? ¿Tenemos que esperar a los 70 para cumplirlos, y aun así nos vamos a sentir juzgados?

Muchos de los mandatos que arrastramos de siglos atrás nos oprimen y limitan la libertad de amarnos. Suena fuerte y puede ser polémico. Todos tenemos responsabilidades afectivas y de todo tipo con nuestros vínculos. Somos hijos, padres, abuelos, hermanos, empleados, jefes, pareja, todo eso y mucho más. Llevamos adelante decenas de roles en nuestra vida y queremos vincularnos de la mejor forma posible. En cada uno de esos casos, nos relacio­namos con personas a las que queremos darles lo mejor de nosotros. Queremos ser queridos, queremos ser suficientes de acuerdo a sus expectativas. El problema es cuando las necesidades de los demás terminan siendo siempre más importantes que las propias. Cuando nos ponemos una y otra vez en segundo, tercer o último lugar, con el riesgo de olvidarnos de que existimos.

Nadie va a velar por tu felicidad y esto no significa que no te quieran o no se preocupen por ti. Simplemente, nadie sabe como tú lo que te hace feliz. Esperar a que los demás te den tiempo o hagan lo que creen que te hace bien es poner tu felicidad en manos de ellos. No pongas la llave de tu dicha en manos de otra persona. Ni de tus familiares, ni de tus amigos, ni de tu jefe.

Tal vez sientas que das, das y das y esperas que en algún momento se te retribuya de alguna manera. Muchas personas se frustran por esperar, esperar y esperar sin que eso suceda y terminan culpando a los demás de su malestar. Si alguna vez te has sentido en ese lugar, es momento de cambiar el foco y dejar de echar culpas a los demás o tildarlos de aprovechadores o egoístas; y poner la atención en ti. Es momento de empezar a retribuirte todo lo bueno que entregas al mundo. Es momento de cuidarte tanto como cuidas a los demás. Es momento de amarte tanto como amas a los demás.

Sentirnos el “último orejón del tarro”, como decían en mi casa, nos amarga la vida. Y el "si no lo hago yo, no lo hace nadie” es una trampa mortal. En el fondo sabemos que, si no lo hacemos, puede reinar el caos por algunos días pero que en algún momento alguien va a hacerlo.

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