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2. Piloto automático: «En realidad, no sabes que lo estás haciendo»

En las cosas menudas de la vida sé resuelto y grande

Para mantener tu músculo entrenado: ¿Acaso sabes

[cuándo el Destino

Te tomará la medida o cuándo te dirá:

«Te encuentro digno de hacer esta obra para mí»?

James Russell Lowell

«Epigram»

Las investigaciones de la doctora Artwohl descubrieron que el 74 por ciento de los agentes que se vieron envueltos en un encuentro con fuerza letal actuaron en piloto automático. Es decir, las acciones de tres de cada cuatro agentes durante el combate fueron realizadas sin pensamientos conscientes.

Mi coautor, Loren Christensen, es un agente de policía de carrera y un instructor de artes marciales de talla internacional, con muchos best-sellers y vídeos sobre las artes de la lucha. Afirma que muchos maestros de las artes marciales, individuos altamente motivados que han dedicado treinta o cuarenta años de sus vidas a inculcarse técnicas de lucha a través de cientos o miles de repeticiones, a menudo, tras una situación de defensa personal explosiva, no recuerdan lo que hicieron. A pesar de que el atacante termina reducido a una pila sangrante de sollozos, el maestro en las artes marciales no recuerda lo que hizo porque sus respuestas fueron puramente automáticas.

Un agente de policía me relató su poderosa experiencia de piloto automático:

Déjame que te cuente lo poderoso que es este asunto del piloto automático. Me acerqué a la puerta de la furgoneta de este tipo; iba a decirle que la moviera. Ignoraba que ya había matado a una persona. En realidad, no sabes lo que estás haciendo. De pronto, aparece una pistola en su mano. Entonces aparece un agujero en su pecho y el tipo se desploma. Lo primero que pensé fue: «¡Madre mía, alguien le disparó por mí!». Lo cierto es que me volví para ver quién lo había hecho. Entonces me di cuenta de que tenía una pistola en la mano y que había sido yo el que le había disparado.

¿Es posible ver una pistola que te apunta, desenfundar tu arma y disparar sin ser consciente? No sólo es posible; en este caso, resulta muy deseable. Por supuesto, su adiestramiento tiene que ser máximo para saber de forma instantánea que la amenaza es de hecho un arma y no una cartera o un teléfono móvil.

Sin embargo, si nuestros guerreros continúan utilizando siluetas en blanco de forma humana, están siendo condicionados para disparar a cualquiera que se les ponga por delante. O puede que vacilen cuando un oponente armado real —con ropa, rostro y un arma— aparezca frente a ellos, porque el objetivo con el que entrenaron no tenía estas características. Una herramienta de entrenamiento mucho más avanzada es el objetivo fotorrealista. Cuando uno de estos aparece, con una foto a tamaño real de un hombre sosteniendo una cartera, el alumno no dispara. Cuando el siguiente aparece con la imagen de un hombre empuñando una pistola, el alumno reacciona a la amenaza mortal disparando de inmediato. En el campo de tiro, la cosa va así: ¡Pistola!-Dispara, ¡Pistola!-Dispara, ¡Móvil!-No dispares, ¡Pistola!-Dispara, ¡Pistola!-Dispara, ¡Cartera!-No dispares.

Los guerreros no disparan al blanco de una diana. Los guerreros no disparan a siluetas. Los guerreros disparan con legitimidad y legalidad a las amenazas de fuerza letal. Con este método preferible, los guerreros desarrollan reflejos condicionados empleando un adiestramiento superior, dinámico y realista para inculcarse la respuesta apropiada.

Lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. Ni más ni menos

Lo que convertirías en un hábito, practícalo; y si no convertirías algo en habitual, no lo practiques, antes bien dedícate a otra cosa.

Epicteto

Cómo deben ser combatidas las semblanzas de las cosas

En enero de 2003, fui a Camp Lejeune, en Carolina del Norte, a adiestrar a la segunda división de los marines. Llenamos el teatro de la base el doble de su aforo, impartiendo cada vez un bloque de cuatro horas de adiestramiento a los marines sobre cómo desplegarse en Iraq. Como es costumbre, les enseñé tanto como ellos me enseñaron a mí. Un marine me dijo: «Coronel, mi viejo gunny1 me enseñó que, si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento».

Podemos enseñar a los guerreros a ejecutar una acción específica requerida para la supervivencia sin el pensamiento consciente pero, si no somos cuidadosos, también podemos enseñarles a hacer lo incorrecto. Algunos instructores lo denominan «mala memoria muscular» o «cicatrices del adiestramiento». Se trata de tejido cicatrizado en el cerebro medio que resulta contraproducente para la supervivencia. Un ejemplo de ello es la manera en que los agentes de policía realizaron prácticas de tiro con revólver durante casi un siglo. Como resulta que querían evitar tener que recoger todos los casquillos del suelo al acabar, los agentes disparaban seis balas, paraban, vaciaban los casquillos vacíos de sus armas en las manos, se los metían en los bolsillos, cargaban y continuaban disparando. Todo el mundo daba por hecho que un agente no haría eso en un tiroteo de verdad. ¿Alguien puede imaginarlo en una situación real? «¡Vale, señor X! ¡Tiempo muerto! ¡Deje de disparar para que pueda recoger la chatarra!» Pues bien, ocurría. Cuando el humo se desvanecía tras muchos tiroteos de verdad, los agentes se quedaban de piedra al encontrar los casquillos en sus bolsillos sin recordar cómo habían llegado allí. En varias ocasiones, se encontraron a policías muertos con casquillos en la mano; habían muerto en medio de un procedimiento administrativo que se les había inculcado.

Este tipo de historias serían difíciles de creer si las oyeras en un bar. Sin duda están «más allá de lo razonable», pero tras oír sobre este asunto de forma reiterada en entrevistas personales y leerlo en estudios académicos, sabemos que sucede de verdad. En biomecánica y quinesiología se denomina la «ley de la especificidad». En otras palabras, no puedes conseguir unas piernas más fuertes haciendo flexiones; tienes que entrenar los músculos específicos de las piernas para conseguir unas piernas más fuertes.

Otro agente de policía dio un ejemplo de cómo aprender a hacer lo incorrecto. Se empeñó en practicar cómo desarmar a un agresor. En cualquier momento, hacía que su mujer, un amigo o un compañero le apuntara con una pistola para que pudiera practicar cómo arrebatársela. Arrebataba el arma, la devolvía y volvía a repetirlo varias veces. Un día, él y su compañero acudieron a una tienda de conveniencia porque había un sospechoso. Él caminó por uno de los pasillos mientras su compañero iba por otro. Al final del primer pasillo, el sospechoso lo cogió desprevenido cuando apareció por la esquina apuntándole con un revólver. En un suspiro, el agente le arrebató el arma, sorprendiendo al agresor por su velocidad y sutileza. Pero sin duda el malhechor se quedó todavía más sorprendido y confuso cuando el agente le devolvió el arma tal y como había practicado cientos de veces con anterioridad. Afortunadamente para el agente, su compañero apareció por la esquina y disparó al sujeto.

Lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. En una ciudad de la Costa Oeste, el adiestramiento de los agentes en tácticas defensivas incluía un ejercicio que habría podido ser en algún momento desastroso en una situación real de vida o muerte. El alumno que hacía de agente simulaba una pistola apuntando con el dedo al alumno que hacía de sospechoso y al que iba arrestar; le daba órdenes verbales para que se diera la vuelta, colocara las manos encima de la cabeza, etc. La práctica se abandonó de golpe cuando algunos agentes empezaron a informar a la unidad de adiestramiento que habían apuntado con sus dedos en situaciones de detención reales. Debían de haber hecho una pantomima de sus armas de fuego con una autoridad convincente pues los sospechosos obedecían sus órdenes. Como nadie tenía ganas de tentar a la suerte, la unidad de adiestramiento suspendió de inmediato la práctica de que los agentes simularan armas con sus dedos y pidieron réplicas con la empuñadura roja para ser utilizadas en los entrenamientos.

Consideremos un ejercicio de tiro que introdujo el fbi y que se enseñó durante años en las academias de policía. A los agentes se les adiestraba en el campo de tiro para que desenfundaran, dispararan dos veces y volvieran a enfundar. Si bien era un buen ejercicio, más tarde se descubrió durante tiroteos reales que los agentes disparaban dos veces y luego enfundaban, incluso cuando el malo seguía en pie y todavía representaba una amenaza letal... No debería sorprender que esto provocara que no pocos agentes sintieran pánico y, por lo menos en un caso, se cree que dio como resultado la muerte de un agente.

Hoy en día, en la mayoría de academias de policía se les enseña a los agentes a desenfundar, disparar, escanear y valorar. Lo ideal es que el guerrero se entrene para disparar hasta que la amenaza desaparezca y por eso lo mejor son objetivos que caen después de haber sido alcanzados por un número variable de disparos. Hoy en día, existen objetivos de acero controlados de forma neumática a los que se les puede pegar imágenes fotorrealistas. El tirador puede disparar dos veces y el objetivo cae, o se puede diseñar el ejercicio para que el objetivo supuestamente lleve blindaje corporal y permanezca en pie incluso tras haber recibido múltiples disparos. Para abatirlo, el tirador debe dispararle en la cabeza. Lo que es incluso mejor: en el paintball o en el entrenamiento con paint bullets, a los jugadores se les enseña a no caer hasta que no han sido alcanzados por un número concreto de disparos.

Si en el combate no estás a la altura de la ocasión, te hundirás hasta el nivel de tu adiestramiento. No esperes que el hada del combate te dé un coscorrón con la varita del combate y de pronto consiga que hagas cosas que nunca practicaste. No ocurrirá.

Debe haber un esfuerzo continuado para desarrollar un adiestramiento con simulaciones realistas a fin de que el guerrero adquiera un conjunto de habilidades que transferirá a la realidad. Un veterano de Vietnam que sirvió dos veces lo explicaba así:

En Vietnam, siempre me sorprendía descubrir que en situaciones difíciles había hecho lo correcto. Es como si fuera en automático y no pensara en lo que hacía, y ni siquiera lo recordaba más tarde. Soy un firme defensor del adiestramiento, ese entrenamiento tedioso, aburrido de «si lo tengo que hacer una vez más, empezaré a gritar» que todo soldado odia. Permite que personas como yo rindan en combate cuando el sentido común te está diciendo que salgas corriendo de allí lo antes posible.

Matar en piloto automático: S.L.A. Marshall tenía razón

De esa manera ya puede esperarse que la memoria de un gran hombre le sobreviva, quizás, medio año.

Shakespeare

Hamlet

Reitero: lo que se practica durante el adiestramiento sale por el otro lado en el combate. El instinto de supervivencia puede llegar a ser secundario ante el adiestramiento. Cualquier resistencia natural o aprendida a matar, cualquier sentido de la santidad de la vida humana, cualquier emoción humana, cualquier remordimiento o compasión en el momento de la verdad, todo ello puede ser superado y anulado mediante el adiestramiento.

El tema de entrenar para matar en piloto automático, sin pensamiento consciente alguno, se trata ampliamente en mi libro Matar. En consecuencia, me limitaré a sintetizar y poner al día la información que se recoge allí.

Puedes pensar que matar es fácil, que una persona sólo tiene que entrar en el campo de batalla y simplemente comenzar a matar porque así se lo han ordenado. La verdad es que resulta difícil conseguir que la gente mate. Consideremos la tasa de homicidios, que está en tan sólo seis por cien mil al año. Millones de personas se topan los unos con los otros cada día, muchos están deprimidos, enfadados, son hostiles y están llenos de odio, pero sólo seis de cada cien mil matarán. Sólo una media de cuatro de cien mil siquiera intentarán infligir un daño corporal o algún sufrimiento (agresión con agravantes) en un año. ¿Cómo es posible?

Aprendimos en la segunda guerra mundial que sólo entre el quince y el veinte por ciento de los fusileros dispararon sus armas contra un soldado enemigo expuesto. Si estaba presente un líder que daba la orden de disparar, entonces casi todos los soldados lo hacían. De la misma manera, un arma colectiva, con un artillero y un ayudante de artillero luchando juntos, casi siempre disparaba. Pero cuando los soldados se quedaban solos, la inmensa mayoría, en ambos bandos, no podía matar.

Hubo dudas sobre el rigor de estos descubrimientos hace unas décadas, poco después de la muerte del estudioso clave en este campo, el general de brigada S.L.A. Marshall. Pero sus investigaciones han sido desde entonces ampliamente reproducidas y validadas. Escribí una entrada para el Oxford Companion to American Military History y tres entradas para enciclopedias sobre el asunto, todas revisadas por pares que eran destacados expertos internacionales en la materia.

Al final de la segunda guerra mundial, nuestros líderes militares sabían que los hallazgos de Marshall eran verdaderos y comprendían que eso no era nada bueno.

Después de todo, una tasa del 15 por ciento de disparos entre los artilleros es como una tasa de alfabetización del 15 por ciento entre nuestros bibliotecarios. Estos líderes veteranos entendieron que la baja tasa de disparos era un problema que había que solucionar y eso es exactamente lo que hicieron. Veinte años más tarde, en Vietnam, la tasa de disparos había aumentado al 95 por ciento. Aún se daba mucho el «rociar y rezar», pero entre los individuos que veían a un soldado enemigo expuesto la tasa de fuego había subido al 95 por ciento.

Algunos señalan que este incremento espectacular en la tasa de disparos en Vietnam se debió al fusil M-16 y al entorno de la jungla, pero esta teoría no aguanta una evaluación minuciosa, ya que las carabinas M-1 y los subfusiles Thompson en el Pacífico sur no eran disparados con más frecuencia que otras armas concretas de la época. Uno de los ejemplos más llamativos del valor y poder de esta revolución moderna y psicológica del adiestramiento puede constatarse en las observaciones de Richard Holmes sobre la guerra de las Malvinas de 1982. Las fuerzas británicas, soberbiamente entrenadas, carecían de superioridad en el aire o de artillería y estaban constantemente superadas en número de tres a uno mientras atacaban a los defensores argentinos, mal adiestrados pero bien equipados y atrincherados. Ambos bandos lucharon con armas similares (la mayor parte, fusiles estándar de 7.62 mm de la otan) en terreno abierto. Las tasas superiores de disparos de los británicos (que Holmes estimó en muy por encima del noventa por ciento), resultado de las técnicas de adiestramiento modernas, han sido reconocidas como un factor clave en la serie de victorias británicas en esa breve pero sangrienta guerra.

La fuente definitiva sobre el ejército de Estados Unidos, la monografía histórica de The United States Army Training and Doctrine Command (tradoc) titulada SLAM, the Influence of S.L.A. Marshall on the United States Army, defiende vigorosamente las observaciones de Marshall. Su trabajo fue aceptado ampliamente al final de la segunda guerra mundial, cuando el ejército estadounidense contaba con una alta tasa de líderes veteranos que habían llevado a los Estados Unidos a través de una de las mayores guerras de la historia. En Corea y Vietnam, Marshall fue tratado con el más profundo respeto por el estamento militar y se le requirió con frecuencia para que acudiera, adiestrara y estudiara.

¿Estaban todos estos líderes militares equivocados? ¿Acaso Marshall los engañó a todos y entonces, de alguna forma, unos cuantos descubrieron la «verdad»? Marshall quizás maquilló un poco su currículum en unas pocas parcelas relativas a su experiencia en la primera guerra mundial. Afirmó que fue promocionado al rango de oficial durante la guerra cuando, en realidad, tras la guerra era un graduado de la ocs,2 si bien puede que se le asignara una posición de oficial con anterioridad a su adiestramiento. También afirmó haber estado en una unidad de infantería cuando, en realidad, estaba en una de ingenieros, pero su unidad puede que estuviera adscrita a una unidad de infantería de línea. Sin duda, la metodología de Marshall no aprueba los rigurosos estándares modernos, pero eso no significa que mintiera. Esperemos que nuestro trabajo de toda una vida reciba mejor trato, cuando muramos y nos vayamos, y que no aparezcan unas cuantas personas que cuestionen nuestro trabajo, y que todo el mundo a partir de entonces asuma simplemente que mentimos a sabiendas.

Básicamente, lo que S.L.A. Marshall decía era que algunos de nuestros guerreros no disparan en combate y que dianas más realistas elevarían la tasa de disparos. Marshall fue el pionero cuyas investigaciones y escritos espolearon a los instructores de los guerreros a cambiar los objetivos con dianas por simulaciones de combate realistas, ¿y quién puede decir algo en contra? Podemos estar en desacuerdo en cuanto a la ventaja que nos ofrece, o sobre exactamente cuánto incrementa la tasa de disparos este tipo de adiestramiento realista, pero hoy en día nadie quiere volver a disparar a dianas. Y cada vez que uno dispara a una silueta o a un objetivo fotorrealista o a un blanco en un simulador de adiestramiento en vídeo, debería detenerse un momento para recordar y dar las gracias a S.L.A. Marshall.

Hoy en día, el corpus de datos científicos que apoyan el adiestramiento realista es tan poderoso que hay un dictamen judicial en Estados Unidos que establece que, para que el adiestramiento con armas de fuego sea legalmente válido para los cuerpos de seguridad, tiene que incorporar un adiestramiento realista que incluya estrés, toma de decisiones y entrenamiento «dispara-no dispares». Se trata de la sentencia Oklahoma contra Tuttle de 1984 del circuito federal décimo, y hoy en día muchos instructores de la policía enseñan que un cuerpo policial probablemente no cumple con la normativa del tribunal del circuito federal si todavía se dispara a algo que no sea una representación clara y realista de una amenaza de fuerza letal. Y, de nuevo, tenemos que agradecérselo a S.L.A. Marshall.

Las dianas no devuelven los tiros

Todo hábito y facultad se preserva e incrementa mediante las acciones correspondientes. Así el hábito de andar, andando; el de correr, corriendo.

Epicteto

Cómo deben ser combatidas las semblanzas de las cosas

Los hombres que lucharon en la segunda guerra mundial eran hombres soberbios armados con armas excelentes, pero tenían un adiestramiento de combate pobre. El problema es que la mayor parte del tiempo fueron enseñados a disparar a objetivos con diana, al igual que lo fueron los agentes de policía hace unas pocas décadas. El fallo fundamental en adiestrar para el combate de esta forma estriba en que no hay constancia de que una diana haya alguna vez atacado a uno de nuestros guerreros.

Si esperamos que nuestros guerreros sean capaces de utilizar las armas que se les encomiendan, tienen que practicar con simuladores realistas que recreen lo que se van a encontrar. A los hombres y mujeres que sirvieron en el ejército de Estados Unidos desde la época de Vietnam se les enseñó de forma general a disparar a siluetas con forma de hombre que se levantaban delante de su campo de visión, inculcando así una respuesta condicionada. El estímulo aparecía y disponían de apenas un segundo para responder. Estímulo-respuesta, estímulo-respuesta, estímulo-respuesta. Cientos de repeticiones. Cuando un soldado enemigo aparecía en frente de nuestras tropas en Vietnam, le disparaban y lo mataban, como un reflejo, sin pensamiento consciente alguno. Estímulo-respuesta. Fue una revolución en el campo de batalla, y cualquier cuerpo militar o policial que no adiestre de esta manera hoy en día será desbancado con facilidad por aquellos que sí lo hacen.

Si has servido en un cuerpo militar desde 1990, habrás visto la transición en el adiestramiento. Bastó con la introducción de una simple silueta con forma de hombre del «tipo e» durante la época de Vietnam para mejorar de manera espectacular la tasa de disparos de nuestras tropas. Pero ahora empleamos un objetivo pop-up que es una imagen tridimensional de nuestro enemigo. El objetivo tiene rostro, lleva un casco y está representado sosteniendo un fusil. Es infinitamente más realista que las viejas siluetas verdes, lo cual hace mucho más fácil que los soldados transfieran lo que aprenden a la realidad.

Esto es un ejemplo de un principio denominado «fidelidad del simulador». La fidelidad de un simulador se refiere al grado de realismo que proporciona un simulador de adiestramiento. Cuanto mayor sea la fidelidad, mayor será la transferencia a la realidad. Las imágenes realistas en los nuevos objetivos de tiro representan un rostro, un cuerpo y manos que empuñan un arma, todo ello diseñado para adiestrar a nuestros soldados y agentes de policía para que reaccionen de forma inmediata ante cualquier amenaza letal que aparezca frente a ellos. Se trata del mismo concepto para el adiestramiento que utilizan nuestros pilotos, quienes se adiestran en simuladores de vuelo altamente realistas de última generación.

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