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3. Sobre la atención personal en la pubertad

En el trato entre compañeros, los problemas puberales se explican como síntomas del crecimiento pasajeros.

Conviene apoyar y fomentar las acciones autónomas del joven.

En conversaciones individuales el entrenador se ocupa de forma intensiva de todos los problemas del jugador.

El entrenador debería transmitir a cada jugador la sensación de creer especialmente en él, pese a las dificultades que puedan aparecer.

El reconocimiento de intentos valientes y del esfuerzo intenso pese a la ausencia de éxito refuerza la confianza en uno mismo.

La variación de las tareas del entrenamiento, más allá del marco deportivo del entrenamiento, y el despertar de la responsabilidad colectiva hacia el grupo y sus objetivos mantienen el interés por participar en el equipo de fútbol y por su éxito deportivo.

Los argumentos y explicaciones objetivos crean un ascendiente y una consideración duraderos entre los jóvenes de espíritu crítico.

El paso de la edad escolar a la pubertad tiene su primera expresión en los cambios corporales de la madurez y en el rápido aumento de estatura. El joven crece hacia la etapa crítica de inseguridad psíquica general.

Una de las causas de esta inseguridad se puede explicar por un conocimiento incompleto de las circunstancias que rodean estos procesos de desarrollo corporal. Por ello, se deberían comentar y explicar con calma todos los fenómenos biológicos normales y la importancia que poseen. El joven debe comprender, por ejemplo, que en el caso de las dificultades de coordinación (técnica) se trata de problemas pasajeros, y también que el proceso de maduración sexual con sus signos visibles es algo completamente normal.

Conducta llamativa

En esta época de inseguridad psíquica el jugador experimenta una pulsión más fuerte por obtener el reconocimiento de su grupo de edad, preparador, profesor y entrenador. Si no observa interés por parte de éstos y no se dan experiencias de éxito, busca en seguida otras posibilidades de atraer la atención de su entorno. Adopta un comportamiento llamativo y tonto, o bien termina por representar el papel de “payaso del equipo”. A menudo muestra una arrogancia fingida y espera, con su obstinación en contra de las órdenes del entrenador, procurarse la consideración y el interés de sus compañeros de juego.

Aquí el entrenador tiene que esforzarse aún más para poner ante los ojos del joven sus cualidades especiales y sus méritos, y debe hacerlo de una manera creíble. En esta etapa crítica del desarrollo el jugador debe estar convencido de que el entrenador cree en él. Necesita experimentar la sensación de no estar solo, saber que el entrenador está de su lado y que le apoya.

Actitud egocéntrica, anímicamente inestable

Durante los procesos de maduración de la pubertad el joven tiende a una postura general depresiva y escéptica. Equivocadamente toma los consejos objetivos como crítica e infravaloración de su persona, capta negativamente las palabras, acciones y reacciones del entorno y las relaciona con su propia persona. A menudo, da incluso la impresión de buscar algo que, dirigido contra su persona, la desprecia y critica.

En esta fase de reacciones hipersensitivas, el entrenador debería emitir con prudencia su crítica espontánea. En todas las conversaciones acerca de las posibilidades de mejora hay que destacar primero el rendimiento positivo y mostrar al joven caminos claros que conduzcan al éxito.

Esta crítica “constructiva” despierta nuevas esperanzas y deseos. Favorece la disposición al rendimiento. Las conversaciones individuales constituyen una parte fundamental de la atención personal. Al joven inseguro, con carencias de confianza en sí mismo y de sentimiento de la propia valía, debemos dejarle hablar, libremente y sin presión de tiempo. Recomendamos al entrenador que escuche pacientemente y que muestre a su interlocutor comprensión incluso para sus ideas y posturas equivocadas. Hablando, podemos desembarazarnos de algunos miedos que nos paralizan: el acto de hablar supone una liberación. Cuando el entrenador escucha interesado y se muestra comprensivo, el joven percibe la consideración y la atención que éste le dispensa.

En el fútbol, la independencia, la creatividad y la capacidad decisoria que se le asocian son factores esenciales del buen comportamiento de juego. El apoyo a la actuación autónoma, el esfuerzo del joven por adquirir su personalidad independiente, se inscribe en la dirección de la mejora del rendimiento. El entrenador debería considerar positivamente el intento bienintencionado pero en último término fracasado, aunque la acción no haya deparado ventaja alguna al grupo. Para el entrenador es tarea prioritaria conducir al joven, en su esfuerzo por actuar de forma autónoma y por comunicar así su aspiración al status de adulto, hacia unos objetivos deportivos y sociales (p. ej., inserción en el grupo, servicio al equipo, sentido del compañerismo) beneficiosos para él y para sus compañeros de grupo; también lo es el persuadir al joven del valor de estos objetivos y mostrar posibles caminos para alcanzarlos.

Individuos marginales

Con el desarrollo acelerado del crecimiento aumenta también la capacidad de rendimiento corporal. El que experimenta este impulso del crecimiento en un momento anterior en comparación con sus compañeros de edad, el llamado jugador “precoz”, adquiere pronto un papel dominante entre éstos, que refuerza visiblemente su seguridad en sí mismo. En cambio, los jóvenes cuyo desarrollo puberal se inicia claramente más tarde del promedio pierden pronto la consideración del grupo y su influjo sobre él, pues durante un tiempo no son capaces de mantener el paso en lo que a capacidad de rendimiento corporal se refiere. Las consecuencias son la pérdida de seguridad y confianza en sí mismo y un trastorno del sentimiento de la propia valía. A menudo estos sujetos de desarrollo tardío se ven relegados a papeles marginales, lo que perjudica su posterior desarrollo tanto humano como deportivo.

No obstante, la superioridad corporal basada en un crecimiento y desarrollo adelantado sólo se impone decisivamente dentro de la fase del desarrollo puberal. Cuando termina su crecimiento en anchura el joven tardío compensa su déficit de rendimiento.

A los jugadores que por tales motivos han quedado relegados a puestos marginales dentro de su equipo conviene explicarles tranquilamente que estos procesos del desarrollo son naturales y que pronto conectarán de nuevo con los rendimientos de sus compañeros de equipo. Estos chicos deben recibir dedicación y palabras de ánimo.

Sentimiento del “nosotros”

El hecho de que en la época de la pubertad un gran número de jugadores abandonen la práctica del fútbol y se entregue a los múltiples estímulos de las actividades de tiempo libre se explica principalmente por el rápido e inestable cambio de intereses y preferencias que caracteriza esta etapa del desarrollo. Al entrenador le interesa en gran medida plantear tareas comunes y enfocar su trabajo hacia el gusto por el juego y la variedad.

Los márgenes que el programa de entrenamiento deja para la iniciativa y decisiones propias crean nuevas motivaciones en el grupo. En esta etapa crítica de la juventud el entrenador debe procurar involucrarse con sus jugadores en actividades extradeportivas. La asistencia conjunta a un buen partido de fútbol o a un concierto de música, la invitación a tomar un helado, ir al cine o a un parque de atracciones fomentan y refuerzan el “sentimiento del nosotros” en el equipo.

El entrenador debería plantear preguntas y dejar que los jóvenes hablen, propongan y dialoguen. La conciencia de la responsabilidad común en torno a objetivos y empresas comunes no sólo refuerza el sentimiento de la propia valía del individuo.


Figura 5. La acción común motiva al individuo.

Objetividad

Con la progresiva recuperación del equilibrio corporal y psíquico aumenta el interés y la comprensión del jugador por las cuestiones objetivas. Esta transformación facilita de forma considerable el trato con el adolescente. No obstante, el entrenador debería tener en cuenta que las instrucciones, correcciones y comentarios ya no se aceptan de manera acrítica como en la edad escolar, y prepararse para esta nueva situación. El jugador piensa y disecciona en la práctica las palabras, el comportamiento y las pretensiones del entrenador. La posición de éste no otorga automáticamente la autoridad. En último término, el entrenador sólo encontrará en sus jugadores oídos abiertos y disposición al rendimiento si toma en serio las objeciones y sugerencias de éstos como lo haría con las de un adulto, y si está dispuesto a convencerles objetivamente con argumentos y sabe cómo hacerlo.

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