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3. Sobre el entrenamiento en las edades preescolar y escolar

3.1. El entrenamiento de los niños en edad preescolar y prebenjamines (4-8 años de edad)

Formas de comportamiento propias de la edad

–Desequilibrio coordinativo

–Carácter poco equilibrado

–Escasa capacidad de concentración

–Carecen de objetivos en lo tocante a sus necesidades y actividades

–Escasa confianza en sí mismos

–Sensibilidad aguda

–Gusto por el movimiento

FORMACIÓN DE BASE

(véase pág. 37)

— Tiempo para la familiarización a través de la actividad —

Contenidos del entrenamiento

–Experiencias de juego

–Familiarización con el manejo del balón

–Tareas motoras generales (juegos de atrapar) y de coordinación

Formas de entrenamiento

–Juegos generales

–Partidillos

–Juegos de patio, carreras

Contenidos del entrenamiento

El concepto de entrenamiento para los niños hasta la edad de 8 años no debería entenderse como medida deportiva para la mejora del rendimiento. Las tareas motoras apuntan sobre todo a una preparación general, de orientación coordinativa, para las posteriores tareas deportivas, y por otra parte al desarrollo y fomento de una capacidad general de juego, de una base mental, social y psíquica para los posteriores rendimientos en juegos deportivos exigentes desde el punto de vista de la creatividad. Las tardes de juegos variados deben ofrecer las condiciones de aprendizaje propias de la edad, que permitan acumular experiencias motoras y de juego con y sin balón. Un margen grande para la configuración propia de la oferta de juego permite al niño utilizar la creatividad y la fantasía haciéndolas realidad. El cuidador deportivo de estas categorías de edad más jóvenes debería adoptar ante todo el papel de un observador, sacando sus conclusiones del comportamiento y las particularidades de los niños para la posterior asistencia en el terreno deportivo.

Como primer aprendizaje, el niño debe acostumbrarse al balón y a sus propiedades de avance y rebote. De hecho, esta habituación contiene ya el germen de las destrezas técnicas. No obstante, el manejo del balón no se mejora aún de forma intencional. Es mejor dar al niño la oportunidad de que encuentre su propio estilo de tratar el balón.

Las tareas motoras generales, fáciles de dominar, con y sin balón, crean estímulos positivos para el crecimiento de la musculatura, aún poco desarrollada, y de los órganos internos (corazón, pulmones). Responden además al deseo de movimiento del niño. Un trabajo multifacético con el balón, que incluya todas las partes del cuerpo y no sólo las piernas, refuerza considerablemente el desarrollo de las capacidades coordinativas.

Las tareas motoras de otras modalidades deportivas no deberían incluir elementos técnicos propios de la modalidad, o bien, de hacerlo, sólo de una forma muy básica. Dada la ausencia de objetivos que caracteriza a esta edad en la búsqueda de actividad y vivencias, los prebenjamines carecen de la concentración y la constancia necesarias para dominar con éxito procesos intencionales de aprendizaje deportivo sin perder a la vez el gusto por el juego.

Formas de entrenamiento

Como forma de entrenamiento idónea –en la medida en que en estos primeros años de fútbol puede hablarse de ejercitar y entrenar– se recomienda el partidillo pequeño, circular (véase sobre este punto Brüggemann/Albrecht, Fußball-Handbuch, tomo 1, Modernes Fußballtraining). Si el juego es abarcable en cuanto al espacio y al número de jugadores, el niño puede entregarse a su pasión por el movimiento sin problemas y de forma intensa. Las situaciones del juego, en constante cambio, no plantean, dado el número limitado de jugadores, exigencias excesivas para la percepción del espacio, aún poco marcada, ni para la visión de juego, de la que carecen aún los niños de edad preescolar y prebenjamines. En cambio, estas condiciones son favorables para que las capacidades mentales y psíquicas se desarrollen y consoliden de forma multifacética. Si las formas de juego se comprenden fácilmente y se dominan con rapidez, la escasa capacidad de concentración, los desequilibrios del carácter y las dificultades de coordinación transitorias apenas plantean inconvenientes. La brevedad de los tiempos y la variedad en las formas del juego son bien acogidas por el niño entre los 4 y 8 años, con su comportamiento inquieto y errático. Hemos de despertar en él el gusto por el juego y concretamente por el fútbol. Las dificultades de movimiento con el balón se pueden aminorar con pequeñas reglas de otras modalidades (p. ej., “fútbol-balonmano”: se permite parar el balón con la mano cuando bota o cuando está en alto). La puesta en práctica de las habilidades técnicas carece aún de importancia. El niño debe aprender primero a jugar y acumular experiencias propias en el manejo del balón. Por ello el entrenador no debería aplicar sus ideas de juego, procedentes del fútbol de rendimiento (1ª división; juego de adultos), a estos primeros juegos del “Abecedario del delantero de fútbol”.

La necesidad infantil de nuevas vivencias y de movimiento intenso y variado provoca rápidamente desinterés por una tarea deportiva (y, como consecuencia, por la modalidad en su conjunto) si ésta es monótona y pobre en movimientos y motivación (ejercicios sencillos).

Las tareas que motivan son también los pequeños “juegos de patio y de carreras” (p. ej., los juegos de atrapar), variados y adaptables a múltiples modalidades deportivas. En ellos, el manejo del balón desempeña aún un papel secundario. En este contexto hablamos también de “juegos de motivación”. Su interés radica a menudo en un comportamiento importante para la práctica del fútbol de calidad, a saber, el engaño (burla, broma) de un “contrario” (encargado de atrapar). Los juegos de motivación aportan también la experiencia de ver con anticipación las acciones de los otros jugadores, y por tanto el desarrollo del juego, y de reaccionar ante ello de forma correcta y feliz.

3.2 El entrenamiento de benjamines y alevines (8-12 años de edad)

Apariencia corporal

–Aspecto corporal equilibrado

–Osificación aún no consolidada

–Musculatura marcada

Formas de comportamiento típicas de la edad

–Capacidad de coordinación buena y habilidad motora

–Carácter equilibrado

–Sensación de fuerza impetuosa y arrogancia

–Elevada confianza en sí mismo

–Comportamiento imitador carente de sentido crítico

–Actitud básica objetiva

–Orientación hacia el rendimiento

–Optimista, fácil de motivar, asertivo

–Marcado impulso por conocer

–Pulsión por el movimiento difícilmente controlable

–Intensa curiosidad

ENTRENAMIENT O DE BASE:

(véase pág. 38)

— Tiempo de estabilización —

Contenidos del entrenamiento Formas de entrenamiento

–Destrezas técnicas – manejo y control del balón, formas de pase

–Fundamentos del comportamiento táctico

–Trabajo del uno contra uno con y sin balón

Formas de entrenamiento

–Partidos de juego

–Los ejercicios técnicos de tipo lúdico suponen una motivación para el carácter

–Juegos de motivación propiosde la modalidad

Contenidos del entrenamiento

Con el final del crecimiento longitudinal acelerado que se da en la época de transición entre las edades preescolar y escolar, el niño entra en una fase de desarrollo más prolongada, la fase de la tranquilidad y la estabilización. Ésta se caracteriza por un equilibrio general, corporal y psíquico. La estatura corporal y el asentamiento de la musculatura se complementan en el ámbito deportivo, estableciendo una relación funcional favorable. El niño adquiere unos excelentes fundamentos coordinativos. Hablamos de los llamados “mejores años del aprendizaje”.

En momentos, las formas de manejo del balón vividas hasta la fecha se pueden entrenar y perfeccionar de forma relativamente rápida y sin problemas en sus posibilidades de aplicación al juego. Para ello, la actitud básica de los niños, optimista, acrítica aún y asertiva, su interés por las cosas y el comportamiento imitador típico de la edad ofrecen unas condiciones ventajosas.

El fundamento del dominio del balón es su conducción. La carrera con el balón contiene ya, en una especie de modelo en miniatura, las formas de movimiento propias de las siguientes habilidades técnicas: recepción, control y pase del balón. La experiencia ha mostrado que los niños aprenden mucho más rápido a llevar el balón y a pasarlo con seguridad una vez que son capaces de moverse con él, sin gran esfuerzo relativo, en trayectorias curvas y alrededor de obstáculos. La conducción buena y segura del balón figura además entre las capacidades más importantes de un comportamiento de juego eficaz, seguro, creativo y difícilmente previsible por el contrario. El regate rápido, abundante en fintas, los engaños derivados de la conducción del balón y la recepción y control seguros del balón jugado, alejándolo del ataque del contrario y llevándolo hacia su ámbito de movimiento, son considerados hoy como las herramientas técnicas y tácticas más eficaces del juego de ataque.

Por ello, los niños deberían aprender primero a correr con el balón en el pie, hasta que el balón, llevado por los movimientos de la carrera, deje de obstaculizar los movimientos naturales de carrera y de giro y de limitar su velocidad.

El conocimiento, la comprensión y la mejora de las herramientas tácticas generales van unidos al entrenamiento sistemático de las habilidades técnicas. El impulso por conocer objetivamente facilita, ya en la edad escolar y si el espacio de juego y el número de jugadores son abarcables, la aplicación de herramientas técnicas y la adquisición de formas de movimiento sencillas en el juego sin balón (p. ej., desmarque, división del espacio, juego de equipo). Sin embargo, el niño debe también conocer y adquirir formas de comportamiento y esquemas de valores del grupo social.

En interés de una formación multilateral y de unas oportunidades de desarrollo óptimas para la personalidad del jugador, se debería conceder al individuo en edad escolar el mayor margen de libertad posible para la iniciativa propia, haciéndole jugar en la medida de lo posible en todas las posiciones del equipo. La formación unilateral, por ejemplo sólo en la posición de portero o de líbero, priva al joven jugador, aún capaz de evolucionar, de una experiencia de juego decisiva y limita su formación atlética y técnico-táctica.

Tan pronto como el jugador domine en su forma básica las distintas habilidades técnicas deberá aprender a aplicarlas con éxito alrededor del balón, en el uno contra uno frente al contrario. Los rendimientos físicos, deportivos, en la etapa escolar (más o menos a partir de los 10 años) proporcionan el máximo reconocimiento y consideración dentro del grupo de edad. El más rápido, el más hábil o el más fuerte se sitúa en el punto central del interés de sus compañeros. Con enfrentamientos “corporales” constantes los niños buscan la consideración y el reconocimiento de sus amigos y compañeros de juego. Les encanta el uno contra uno, quieren ganar al otro, ser mejor que él.

En la lucha por el balón el fútbol ofrece, casi como ninguna otra modalidad deportiva, oportunidades múltiples para engañar al contrario, superarlo en astucia o hacerle correr en el vacío; en una palabra, para vencerlo. El uno contra uno es más que la utilización del cuerpo contra el contrario que lleva el balón. Es también el engaño a partir del regate o en la recepción y control del balón. El uno contra uno es la utilización correcta del cuerpo para proteger y asegurar la posesión del balón. Por su abanico de posibilidades y la constante inseguridad acerca del resultado, del éxito o del fracaso, es el lance más fascinante para el jugador de fútbol.

Los aspectos del entrenamiento de la condición física aún no desempeñan papel alguno en la edad escolar. Es cierto que en esta época el sistema cardiocirculatorio muestra ya una gran capacidad de adaptación y, por tanto, condiciones favorables para mejorar la capacidad de resistencia general. Sin embargo, las líneas de entrenamiento intencionales en este ámbito resultan aún superfluas. Con su pulsión natural por el movimiento, típica de la edad, el niño hace trabajar sus músculos y órganos con frecuencia e intensidad también fuera del entrenamiento del equipo. A través de los pequeños partidillos, el entrenamiento consigue además una mejora multifacética y absolutamente suficiente de la condición física general.

Las carreras prolongadas alrededor de la pista de atletismo u otras medidas de ejercicio atlético unilateral robarían un valioso tiempo al necesario aprendizaje de herramientas técnicas y tácticas, y arruinarían muy pronto el placer de jugar al fútbol y, en consecuencia, también la disposición a entrenar.

Formas de entrenamiento

El partidillo sigue siendo la forma de entrenamiento básica para los niños entre 8 y 12 años, complementada con formas de ejercicio sencillas de carácter competitivo.

El fútbol callejero de años pasados debería servir de modelo para organizar el entrenamiento en la edad escolar. En aquella época los niños acumulaban en un primer momento sus experiencias de juego, para encontrar y desarrollar posteriormente sus propias habilidades técnicas y capacidades tácticas. El entrenamiento de club con formas de ejercicio intencionales no comenzaba para el niño hasta los 12 años de edad, o incluso más tarde. Estas formas de ejercicio del entrenamiento de club mejoraban y profundizaban la habilidad con el balón y la capacidad de juego táctico adquiridas en varios años de juego libre. El entrenamiento infantil y juvenil actual debería seguir este mismo orden de etapas.

El partidillo circular favorece de forma idónea el gusto por el juego y el movimiento. La curiosidad por cosas nuevas, típica de la edad, y la confrontación con situaciones nuevas y estimulantes encuentran en esta forma de entrenamiento un excelente margen de desarrollo. Además, en estos partidillos se desarrollan de una manera especialmente favorable las capacidades mentales y psíquicas propias del buen juego.

El grado y la intensidad en que se adquieren las capacidades mentales y psíquicas, importantes para la práctica del buen fútbol y, en último término, también para el desarrollo de la personalidad del niño en su conjunto, dependen en gran medida de las condiciones del entorno. Cuanto más variadas son las posibilidades de aplicar el caudal de ideas propias y de actuar de forma autónoma, cuanto mayor es la capacidad de anticipar el desarrollo del juego sobre la base de los movimientos del balón, de los compañeros y de los contrarios, tanto más espacio se ofrece en las formas de entrenamiento a la disposición al riesgo y al gusto por la decisión, y más variado e intenso puede ser el desarrollo de estas importantes capacidades.

Las condiciones de aprendizaje favorables para las capacidades mentales y psíquicas se dan siempre que se juega, esto es, siempre que compañeros y rivales se encuentran en lucha incesante en pos del balón y del gol. Aquí, cuanto menor es el número de jugadores, tanto más frecuentemente se ofrecen al individuo situaciones de aprendizaje y perfeccionamiento técnicos, tácticos, psíquicos y físicos. El jugador aprende a tomar decisiones de forma autónoma y a llevarlas a cabo; también, a configurar el juego, una capacidad enormemente importante en el fútbol de alto rendimiento.

Los partidillos plantean a los jugadores unas elevadas exigencias de condición física. Se hacen necesarias pausas de recuperación, en las cuales se pueden realizar tareas técnicas sencillas. Por lo general, los ejercicios hacen trabajar el sistema cardiocirculatorio en escasa medida. Por ello, suponen una variación complementaria para el entrenamiento con partidillos.

A los juegos de motivación, que alivian el enfoque productivo del entrenamiento, se pueden asociar de modo eficaz tareas técnicas adecuadas a los niños, acordes con el carácter de esta etapa de vida, inquieto e incapaz de concentración prolongada.

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