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Prefacio

Desde la temprana eliminación de la selección nacional alemana en el Mundial de 1998, un amplio sector de la opinión pública, tanto expertos como aficionados, se queja con expresiones similares de un fenómeno que ya se dejaba entrever hace muchos años, aunque para tranquilidad general había quedado oculto a corto plazo por el brillo de los éxitos conseguidos por los equipos alemanes, tanto clubes como selección: una pérdida creciente de calidad en el fútbol base alemán. El clamor por “organizadores de juego”, “jugadores creativos” y delanteros se escucha por todas partes. Si bien durante largo tiempo se atribuyó la causa a una evolución del juego en la dirección de una mayor velocidad y capacidad física, hoy los equipos y asociaciones, y la Federación Alemana como cabeza rectora visible, discuten las más variadas posibilidades de obtener una formación deportiva más eficaz e intensiva en el fútbol base en Alemania, y ello no sólo con la vista puesta en la pretendida organización del Campeonato Mundial en el propio país. Se exigen concepciones y estrategias nuevas. No obstante, no oímos decir nada sobre el análisis serio de las causas. Los métodos y pasos de eficacia duradera que ataquen el verdadero núcleo de los problemas y puedan efectuar una inversión progresiva de esta tendencia, desagradable no sólo para los actores del deporte, sólo pueden desarrollarse sobre la base de un análisis exhaustivo de los problemas actuales en el fútbol base.

El entrenamiento de niños y jóvenes debería concebirse en todo momento como un objetivo a largo plazo. La ciencia del deporte, y sobre todo la psicología evolutiva, nos han hecho ver desde hace tiempo que las capacidades motoras, mentales, psíquicas y sociales que distinguen en último grado al buen futbolista dependen, en cuanto a su asentamiento y calidad, en gran medida de que las condiciones de aprendizaje en la infancia y la juventud hayan sido favorables y adecuadas a la edad. Las carencias de estas etapas limitan claramente el rendimiento en años posteriores.

El fútbol, y por tanto el jugador individual, debe entenderse como un componente del conjunto de nuestra vida social. Los futbolistas jóvenes y muy jóvenes son niños en nuestra vida cotidiana. Esta sociedad, la vida de los niños y jóvenes y su posición respecto de las cosas de la vida han sufrido cambios en las últimas décadas. El auge de la economía y de la construcción, y el creciente bienestar, han cercenado oportunidades de aprendizaje importantes para la evolución deportiva, pero también para la evolución global de la personalidad; los jóvenes de antaño podían, en efecto, adquirir libre y despreocupadamente numerosas capacidades motoras, mentales y también sociales sin el constante “influjo” de los adultos. Bajo el influjo de una sociedad que gira marcadamente hacia el individualismo y modifica el entramado de valores sociales hasta ahora vigentes, en los niños y jóvenes de nuestros días se despiertan y se instalan nuevos deseos, necesidades e intereses. En nuestra sociedad se ha pasado a valorar el éxito como la única referencia de toda actividad.

Sin embargo, bajo el dictado de las expectativas de éxito de nuestro entorno es casi imposible llevar a cabo un entrenamiento organizado a largo plazo, de forma apropiada para el niño, y orientado hacia la evolución y el nivel de rendimiento de cada uno de los jóvenes jugadores. Dada nuestra compulsión por el éxito rápido, con orientaciones y esquemas tácticos suministrados constantemente por los adultos, se pierden necesariamente algunas condiciones del aprendizaje propias de la edad e importantes para el desarrollo de niños y jóvenes, como p. ej. las oportunidades múltiples y extensas de actuación autónoma, o la tolerancia de los adultos con los deseos de los niños, y también con sus errores y fracasos.

La presión anímica, la necesidad de satisfacer las expectativas de otros no cesan en ningún momento en el mundo de nuestros jóvenes jugadores. La disposición a correr riesgos, la capacidad de decidir y la evolución de la calidad lúdica apenas pueden manifestarse de forma eficaz debido al creciente “miedo” de los niños a cometer un fallo, al temor del supuesto “fracaso” a los ojos de la persona de referencia, el adulto. En la búsqueda de su reconocimiento, el jugador en ciernes “aprende” pronto a orientar su actividad únicamente en torno a las expectativas de los adultos. El niño ya no actúa para conseguir un objetivo propio, para jugar “su propio partido de fútbol”. Sus acciones tienen ante todo que “gustar” al cuidador, al entrenador o a los padres. El niño juega “el juego de los adultos”. En la estacada se quedan obligatoriamente la capacidad de acción y la creatividad, precisamente las capacidades del juego bueno y triunfador, que hoy tan amargamente se echan en falta. El impulso por la actuación autónoma, requisito importante como iniciativa propia para todo proceso de aprendizaje, se inhibe debido a una participación a veces exagerada de los adultos en el juego de los niños y a una bienintencionada “pre-ocupación”, que abarca todos los entresijos del juego, por la pequeña personalidad que crece sobre el campo de fútbol. Los niños elaboran sus impresiones, partiendo de los acontecimientos de su entorno, a través de un juego “determinado por ellos mismos”. Indudablemente, la falta de oportunidades para hacerlo y para desarrollar su autonomía, y –unida a ello– la conciencia de ser responsables de sí mismos y de sus acciones, no modifican favorablemente la actitud de los adolescentes respecto al rendimiento propio, ni mejoran tampoco su capacidad de aprender de forma rápida e intensiva.

El fútbol infantil y juvenil necesita en nuestros días una mejora de las condiciones de desarrollo personal también dentro del entrenamiento. El éxito de una concepción formativa bien planificada y fundamentada no garantiza únicamente un aumento del tiempo entrenamiento, sino “una motivación nueva y más intensa del jugador”, “un impulso propio con la intención de querer producir un rendimiento (deportivo) para sí mismo”. Con dicha concepción se trata de elaborar una aproximación nueva, confiada a la vez que respetuosa, a los niños y jóvenes de nuestra época, de acompañarles en su camino hacia la vida adulta, tan difícil hoy en sus facetas humana y deportiva, de comprenderles y de aconsejarles.

Este libro pretende ser una ayuda para configurar una vez más las condiciones de aprendizaje adecuadas a las edades infantil y juvenil, que desde la edad preescolar ejercen un decisivo influjo sobre el desarrollo de la personalidad de niños y jóvenes, y dentro de estas condiciones, crear, incluso en el fútbol que antes se denominaba “de la calle”, una base amplia para adquirir y asentar todas aquellas capacidades que distinguen a una personalidad triunfadora, creativa y decisiva para el juego (cf. a este respecto Brüggemann / Albrecht: Fußball-Handbuch, tomo 1, “entrenamiento de fútbol moderno”).

Este libro se sirve de los recientes avances de la ciencia del deporte acerca de la evolución de niños y jóvenes. Pone de relieve la importante tarea sociopedagógica que implica el entrenamiento infantil y juvenil, específicamente el del fútbol, y en este sentido describe extensamente las múltiples consecuencias que de los procesos biológicos naturales de crecimiento y maduración de niños y jóvenes se derivan para el entrenamiento, para la elaboración y establecimiento de objetivos y para el cuidado de los jugadores del deporte de base en nuestra sociedad actual.

La extensa parte práctica muestra una serie de procedimientos con los que se configura, de acuerdo con la edad y el desarrollo, el entrenamiento de equipo actual, sobre la base de pequeños juegos y formas de juego menores tomadas del fútbol callejero de antaño, que ofrecen unas excelentes oportunidades para el aprendizaje. Diversas indicaciones sobre la metodología y la organización, acreditadas con la experiencia, deberán ayudar al entrenador y preparador en sus esfuerzos por imprimir una nueva calidad al fútbol base, con respeto y comprensión por las diferentes necesidades que los niños y jóvenes bajo su tutela plantean en las diferentes etapas de su desarrollo.


1: El juego libre sigue siendo el mejor maestro para la personalidad de los futuros jugadores.

DETLEV BRÜGGEMANN

Kamen

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