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A. EL TERRITORIO EN LA COSMOVISIÓN IKU

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La distribución espacial en la Sierra Nevada de Santa Marta se ha venido estableciendo con base en las diferencias entre los cuatro pueblos indígenas asentados en este espacio y entre los indígenas y los no indígenas que han ido llegando a la zona, lo cual ha creado evidentemente una multitud de conflictos socioculturales: por una parte, la intención de los bunachi de controlar el territorio y promover el desarrollo económico y, por otra, la concepción de los pueblos indígenas de su territorio ancestral como base de su existencia, historia y cultura. Actualmente los habitantes originarios de la Sierra se disputan metro a metro con los “hermanitos menores” las tierras y sus recursos. Mientras el Gobierno y los particulares buscan constantemente potenciar la infraestructura, la minería, el agro y el turismo, entre otras, los arhuacos indican:

Necesitamos conservar nuestro territorio enmarcado dentro de la Línea Negra sin contaminación, ni de nuestro paisaje ni de nuestros hombres. Si nuestra Madre Tierra sigue siendo administrada por gente foránea, los ríos, los caños acabarán siendo un desierto. Pero si permanecemos nosotros aquí, quienes la respetamos, el porvenir de los habitantes del mundo entero será mejor. Por lo que necesitamos que el Gobierno colombiano reconozca nuestros límites territoriales. En este momento, lo que queremos es que se nos devuelva nuestro territorio y que se investiguen los proyectos que se están realizando en la Sierra, y a qui[é]n benefician, porque aquí se están llevando a cabo labores como si nosotros estuviéramos de acuerdo, pero no es así. No queremos que entren en la Sierra más cosas que alejen a las nuevas generaciones de su vivir como verdaderos indígenas. Hay máquinas que rompen nuestras sanas tradiciones y nuestra forma de relacionarnos con la naturaleza. Hay personas que contratan a los indígenas como trabajadores y les crean dependencia con los salarios, suplantando las relaciones laborales de autosuficiencia. No necesitamos salarios, sabemos sembrar y cultivar la tierra, cuidar a los animales, tejer nuestras ropas y tenemos nuestro propio pensamiento. El del blanco muchas veces contamina la Sierra, trae robos, maltratos físicos y profundos desacuerdos. Sabemos que no estamos solos y que existen espacios para compartir, pero pensamos que por medio del dinero y todo lo que éste trae consigo se está atacando y extinguiendo nuestra tradición cultural; se obliga y persuade al indígena para que piense y viva como el “civilizado”, pretendiendo borrar nuestra diferencia y volviendo ajena nuestra propia manera de ser. Creemos que la capacitación es necesaria para nuestra raza pero, siempre y cuando est[é] enfocada a fortalecer y valorar las costumbres de los pueblos indígenas170.

Según la tradición cultural arhuaca, su comunidad fue creada con una misión específica, para cuyo cumplimiento les fueron dados unas leyes inmutables y un territorio perfectamente delimitado por la Línea Negra. El territorio allí comprendido es para el pueblo arhuaco un espacio muy delicado porque además de ser sagrado por encontrarse grabada en él la Ley de Origen, es el lugar del mundo que designaron los dioses para proteger y mantener el equilibrio en el resto de la Tierra, y es un resumen vivo de la diversidad del universo171.

Los arhuacos y arhuacas somos una expresión más, un elemento más que interactúa con los seres y energías que conforman un todo armónico y equilibrado. El conocimiento es para nuestra cultura un legado de los primeros padres, que se encuentra además referenciado y codificado en la geografía de la Sierra Nevada; mantenerlo vigente es una norma de la Ley de Origen o Kunsamu; hace parte de la misión de vida y constituye una garantía para la vida de todas las especies y de la Madre Tierra, ya que sabemos que del estado de salud y orden de la Madre Tierra dependen las posibilidades de vida de la cultura arhuaca y de la humanidad en general172.

Es importante reiterar que para el pueblo iku el territorio es un ser vivo con un componente espiritual y otro físico, es allí donde se desarrollan su cultura, su conocimiento ancestral, las relaciones sociales, culturales y espirituales, y todo aquello que constituye la base de su supervivencia; es el elemento sagrado concedido por los Padres Espirituales donde se origina la vida y confluye la existencia de todos los seres; es el escenario donde se desarrolla e interpreta la Ley de Origen con el fin de lograr la armonía y el equilibrio entre los humanos, la naturaleza y el universo en general; el territorio es un código que contiene la normatividad que regula cada elemento de la naturaleza y que garantiza la permanencia de la vida173.

En su cosmovisión, el territorio ancestral está conformado por un sistema de hitos sagrados, tanto terrestres como aéreos y de agua, que están interconectados entre sí y donde surgió y se mantiene la cultura de sus habitantes. Estos hitos conforman un campo magnético, tal como el cuerpo humano, por lo cual cada uno de sus puntos tiene una función energética específica que no debe ser alterada, ya que del funcionamiento de estas energías depende el comportamiento de la naturaleza y de los seres humanos en su totalidad174.

La contaminación energética y espiritual tiene un efecto destructor de la biodiversidad en la Sierra y en el universo, prácticas como la minería, la tala de árboles y en general la explotación de recursos naturales genera un desequilibrio devastador con consecuencias tan graves como el calentamiento global, la deforestación, las enfermedades, los conflictos y las guerras entre los pueblos y las naciones175.

El territorio en la concepción iku es considerado “unidad de vida”, Zaku o Madre, y constituye la base de las correlaciones de las que se habló en el apartado referente a la cosmovisión, ya que éstas se dan a través de él, por y para él: la correlación va del territorio al espíritu y viceversa176.

Para los indígenas arhuacos la humanidad, es decir tanto ellos como los demás indígenas y los no indígenas o “hermanitos menores”, deben convivir y compartir el mundo, pero cada quien debe estar en su territorio, en aquel que le fue asignado por los dioses, viviendo como le fue ordenado. Cada pueblo debe estar en su lugar para poderse correlacionar con los demás y con el universo y no se deben invadir ni profanar ni irrespetar los territorios que le fueron asignados a otro grupo humano: los “hermanitos menores” no pueden saquear la Sierra, porque esto llevará tarde o temprano a la destrucción de los ecosistemas y de la raza humana177.

Los iku, estando en sus territorios sagrados, pueden correlacionarse con los “hermanitos menores”, contribuyéndose mutuamente y abasteciéndose de los elementos para fortalecer la vida en armonía con la naturaleza. Por un lado, los indígenas se sirven de elementos materiales que los no indígenas les proporcionan, y, por el otro, los indígenas les proporcionan a los “hermanitos menores” la fuerza y el trabajo espirituales necesarios para mantener la armonía a través de los pagamentos que indiscutiblemente deben realizarse dentro del territorio ancestral y específicamente en los sitios sagrados. El territorio es la base donde reposan las leyes espirituales que gobiernan la correlación, la contribución y el abastecimiento de las utilidades, es decir, a través del territorio se estructura la lógica de correlaciones entre las diferentes sociedades o grupos humanos, tanto en el ámbito material como en el espiritual178.

Es un mandato que debe regir en el orden que fue establecido, no se debe intuir ni construir porque así se nos ocurra a los humanos o porque así nos impulsen los intereses individuales. La correlación de beneficios es una ley de unidad, de justicia y de igualdad, no debe ser tomada con propósitos de destruir a los demás; es cuestión de garantizar el orden de las cosas para que prevalezca el equilibrio y la armonía, y con ellos, la sostenibilidad de la vida universal179.

En el territorio de la Sierra Nevada están representados los derechos y deberes de cada ser, sus funciones, todos y cada uno de los elementos materiales e inmateriales presentes, los referentes de los Padres Espirituales y todo aquello que ha existido, existe y existirá aunque aún no se haya visto180; por esa razón y por haber sido el punto donde empezó el mundo, la Sierra Nevada de Santa Marta es considerada su corazón y debe ser protegida. La misión fundamental de los iku es conservar su territorio, para ello fueron ubicados por los padres justo allí, para velar por el equilibrio y la sostenibilidad de la vida en el Universo181.

En la Sierra están los padres y las madres de todo lo que existe, y del cuidado que de ellos se tenga depende la permanencia del mundo. Allí se encuentra el espíritu que es vida y pensamiento, se manifiesta el agua de las cimas de la Nevada (padre) y del mar (madre) y la de los ríos que comunican la nieve y el mar. En el aire que respiran todos los seres vivos, la respiración universal. Es la luz y el calor del sol, que es padre, y de la luna que es la madre. Las tribus de la Sierra son las encargadas de cuidarla, de salvarla, conservando el territorio ancestral o Línea Negra libre de la invasión de los civilizados182.

Valga decir que cuando se habla de territorio en la concepción arhuaca no solo se hace referencia al suelo sino a todo lo que lo compone y a lo que habita en él, además del espacio aéreo que le corresponde, el subsuelo y una parte de la plataforma marítima demarcada por la llamada Línea Negra, ya que todos estos componentes contienen otros niveles de vida igualmente importantes. Por todo lo anterior la lucha más ardua de los iku históricamente ha sido la defensa, protección, recuperación y el control del territorio ancestral y de todos los elementos y manifestaciones naturales que en él existen, es decir, la tierra como tal, sus aguas marinas y zonas costeras, el bosque, los animales, los ríos, quebradas, lagunas, ciénagas, humedales, pozos, montañas, colinas, nieves, páramos, cerros, todos los componentes del subsuelo, el aire y demás elementos tradicionales; teniendo en cuenta, además, que el concepto de territorio abarca tanto la dimensión espiritual, que remite a la Ley de Origen y la Madre Tierra, como la dimensión material que evoca el espacio donde se desarrollan las culturas.

Cada pueblo posee su propio territorio, en el que se sustenta la cultura y se teje el mundo de relaciones, conocimientos y valores. Por esta razón, no es posible imaginar la vida y el desarrollo de cualquiera de estos pueblos sin el territorio. En la misma medida en que se restrinja o deteriore el territorio se disminuyen las posibilidades de preservación de la integridad e identidad cultural.

Así como el derecho a la vida es una condición esencial para el goce de los demás derechos de cualquier ser humano, el derecho al territorio es fundamental e indispensable para la pervivencia y el ejercicio de todos los demás derechos en materia de comunidades indígenas.

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