Читать книгу Los Mozart, Tal Como Eran (Volumen 1) - Diego Minoia - Страница 22
Оглавлениеsano, en una posición más alta que Mozart pero sujeto a las mismas condiciones de minoría que el Arzobispo) por haber tratado varias veces de aconsejar al joven Mozart que adoptase actitudes más apropiadas a su posición. Incluso se mostró profético cuando, mucho antes de administrar el juego que le transmitió a la historia, intentó desilusionar a Wolfgang, hablandole de los caprichosos vieneses: " ... créeme, aquí (en Viena) te dejas deslumbrar; aquí la fama de una persona dura poco, al principio te cubres de alabanzas, y también ganas mucho, es verdad, pero ¿por cuánto tiempo? Después de unos meses los vieneses ya exigen algo nuevo". Y cuánta razón tenía nuestro amado al experimentarlo tan duramente, que persiguió sus sueños mientras se acercaba al sol de la ciudad imperial, quemando sus alas y su vida.
Algunos autores describen a Wolfgang como ajeno al servilismo e indiferente a los honores y la nobleza. Su carácter y su visión de la música le llevaron a reprochar duramente, y en varias ocasiones, a aquellos que, durante sus actuaciones en los salones vieneses, continuaban charlando y perturbando la actuación. Quería ser escuchado en silencio y con la concentración necesaria, en esto fue precursor de todos los músicos que le siguieron (empezando por Beethoven) hasta el punto de que solía levantarse en medio de una actuación para salir de una habitación llena de oyentes distraídos, cosa que no solía caer muy bien a los nobles, quienes eran groseros, pero no estaban acostumbrados a que alguien se los echase en cara.
Por el contrario, no escatimaba cuando tenía un público atento y competente, entregando todas sus habilidades y dispensando sus preciosas perlas musicales a los conocedores. El servilismo, es decir, en su sentido menos negativo, no podía ser ajeno a una clase de personas, como los músicos, que dependían casi por completo de la aristocracia. Un trabajo fijo y remunerado, comisiones para nuevas composiciones (que a menudo se dedicaban a mecenas o príncipes y gobernantes de los que se esperaba alguna ventaja económica o de carrera), asignaciones para clases particulares, suscripciones para academias y conciertos: todo dependía de la benevolencia de la nobleza. La búsqueda de un empleo permanente con algunos gobernantes le ocupó durante el resto de su vida, primero bajo la presión de su padre (que consideraba que la seguridad de una asignación en una Corte era el objetivo a alcanzar) y luego por su propia elección (después de haber experimentado la volubilidad del público y los ingresos económicos de un "autónomo").
Los intentos de obtener una asignación, aparte de los de la Corte de Salzburgo, fueron de lo más variados. Lo intentó con Karl Theodor von Wittelsbach (príncipe elector del Palatinado y más tarde, con Carlos IV, duque de Baviera), con Karl II Eugen (duque de Wurttenberg), con Luis XV (rey de Francia y Navarra), con el emperador austriaco José II, con Leopoldo II de Habsburgo-Lorena (Gran Duque de Toscana y más tarde Emperador de Austria en sucesión de José II), con los Príncipes de Turn y Taxis, con el Príncipe Ernst Ottingen-Wallerstein, con los Príncipes Furstenberg, etc. En 1787, el único trabajo que obtuvo fue el de compositor de cámara para el emperador José II pero con un salario de sólo 800 florines al año. En cuanto a su indiferencia por los distintivos y los honores, es cierto que Wolfgang raramente presumía de la caballería de la Orden de la Espuela Dorada recibida en Roma (después de sus viajes por Italia firmó algunas de sus composiciones antes de su nombre como Caballero o Chevalier), pero hay que tener en cuenta que este honor era no muy apreciado en la consideración general, dado que era fácilmente concedido (a menudo a cambio de dinero) a aquellos que tenían influencias en el Vaticano. Él mismo, en cambio, firmó en algunas cartas a sus familiares, con una ironía autodestructiva, Ritter von Sauschwanz (Caballero Coladecerdo).
El episodio que llevó a Wolfgang a dejar de portarlo (el hecho de que dos jóvenes aristócratas se burlaran de él cuando, en Augsburgo, se lo pegó en el pecho) confirma, por una parte, lo devaluado que estaba y, por otra, la importancia que el joven músico atribuía (al menos en aquel momento) a la opinión que tenían de él otras personas. El desinterés por todo lo que pudiese servir para presentarse mejor profesionalmente está corroborado por el ejemplo de olvido, en el viaje que le llevaría a Mannheim y luego a París (1777-1779), de los diplomas académicos que recibió durante sus viajes por Italia. Es verdad, las olvidó en Salzburgo... pero luego, evidentemente pensando que le serían útiles, hizo que se las enviaran. Pero seguiremos los eventos en la vida de Wolfgang y su familia en las siguientes secciones del libro, siguiendo el rico epistolario que nos dejaron.
Pasiones, juegos, entretenimiento ...
La pasión de Wolfgang por los juegos de palabras y la mala pronunciación (sin mencionar la malicia) es bien conocida y en las cartas podemos encontrar varios ejemplos. Durante mucho tiempo las partes de las letras que contenían palabras "inconvenientes" referidas al sexo o a las funciones intestinales fueron censuradas con el fin de preservar la imagen "angelical" del divino niño eterno. Más tarde, algunos exégetas bienintencionados justificaron tales pasajes literarios como una pose intelectual, algo esnob y algo rebelde. El hecho es que la coprolalia y un cierto nivel de maldad formaban parte de la personalidad de los Mozart, y no sólo eso, sino de mucha de la cultura alemana si consideramos lo que Wolfgang escribe sobre las veladas en la casa de sus amigos Cannabich durante su estancia en Mannheim, en las que "hablamos de mierda, cagada y besa culos". Wolfgang, sin embargo, como cuando escribió a su madre, no se abstuvo de insertar frases oscuras incluso en sus cartas a su padre: "Esta noche su señor hijo vomitó, se orinó y cagó en la cama". (carta del 13 de diciembre de 1780 de Munich).