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INTRODUCCIÓN

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Marcha de la Vida (2015) - Delegación de Panamá, junto a sus nietas Eileen (izquierda) y Lara (derecha).

Un día ordinario se transforma en extraordinario por algún suceso que marca nuestras vidas y nos obliga a tomar decisiones que no estaban en nuestros planes. Al cambiar un camino ya establecido, nos alejamos de lo conocido para entrar en un mundo diferente que nos obliga a plantearnos interrogantes que antes no teníamos y un cierto temor nos invade al entrar en una búsqueda que sabemos será difícil y, quizás también, dolorosa.

El 27 de abril de 2017, mi celular no dejaba de enviar señales anunciando mensajes provenientes de amigos y familia de Israel. Al leerlos, observé que prácticamente todos eran similares, ya que me enviaban un enlace de internet. Cuando lo abrí, mi sorpresa fue inmensa. Ahí estaba mi suegra, Mania Rosman-Hudy, siendo entrevistada por un periodista de «Canal 7» de la televisión israelí.

«Soy una sobreviviente que formó una familia después de la guerra. Hoy tengo seis nietos y ocho bisnietos. Hitler no logró matarme y yo vencí al nazismo a través de las nuevas generaciones de mi familia».

Mania estaba en Polonia, participando del viaje de la «Marcha de la Vida»1 con un grupo de jóvenes estudiantes de las escuelas hebreas panameñas. Había sido invitada especialmente por la comunidad judía de Panamá por ser sobreviviente del Holocausto. Mania había viajado ya en el año 2015, junto con mis hijas y otro grupo de Panamá, así como en otras tres ocasiones anteriores, con sus nietos de Toronto y jóvenes canadienses. Pero en este viaje fue la primera vez que la entrevistaron para la televisión.

En ese breve reportaje, Mania dijo estas conmovedoras palabras: «Soy una sobreviviente que formó una familia después de la guerra. Hoy tengo seis nietos y ocho bisnietos. Hitler no logró matarme y yo vencí al nazismo a través de las nuevas generaciones de mi familia».

Al escuchar a Mania, comprendí que era el momento de concretar un proyecto que había postergado durante mucho tiempo: escribir su historia, aunque esto implicara sumergirme en la tragedia y el horror del Holocausto.

A través de estas páginas, mi meta ha sido entregar a mis nietos un legado que les permita sentir orgullo de sus orígenes. Conocer el sufrimiento de nuestro pueblo durante la Segunda Guerra Mundial y admirar la fortaleza de los sobrevivientes para continuar sus vidas son ambos aprendizajes esenciales que no pueden quedar en el olvido.

Mi temor ha sido siempre la frágil memoria del hombre. La historia de la humanidad demuestra, lamentablemente, la tendencia de los pueblos a no recordar su pasado, para luego repetir los mismos errores una y otra vez. El único camino que tenemos para impedir que eso suceda es a través de la educación. Cuando los jóvenes escuchan la verdad de los hechos y dignifican sus raíces, pueden entonces construir una vida basada en valores acertados y conformar sociedades con bases sólidas de moralidad y respeto hacia el prójimo.

Si bien los primeros destinatarios de este libro son mis nietos, mi ambición me lleva a imaginar que quizás esta historia llegue más lejos. El único propósito es seguir manteniendo viva la llama del recuerdo para evitar el surgimiento de sistemas de opresión y asegurar que todo ser humano mantenga su derecho inalienable a vivir de acuerdo con sus creencias, en un marco de libertad.

Dora Goniadzky de Hudy

A los herederos de mi memoria

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