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El ayuno y el cerebro

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El cerebro es un órgano extraordinario, complejo y resiliente, y no se ve afectado negativamente por el ayuno. Por lo tanto, si te preocupa que el ayuno te vuelva lento a la hora de pensar, te embote el cerebro o te induzca niebla mental, deja de preocuparte.

El ayuno puede incluso ayudar a tu cerebro. Digo «puede» porque, desafortunadamente, no existen estudios fidedignos sobre el impacto del ayuno en este órgano. De todos modos, dos estudios realizados con sujetos humanos, uno que midió la actividad cerebral después de un ayuno de veinticuatro horas y otro que la midió después de dos días de ayuno, establecieron que el tiempo de reacción, la memoria y el funcionamiento general del cerebro no se vieron afectados por el ayuno; tampoco se vio afectado el estado de ánimo. Y en un estudio realizado con ratas que fueron sometidas a ayuno, esos mamíferos mejoraron su puntuación en cuanto a la coordinación motora, la cognición, el aprendizaje y la memoria. Además, mostraron una mayor conectividad cerebral y se observó el crecimiento de neuronas nuevas. Sé que las ratas no son humanos, pero estos resultados son coherentes con lo que dicen muchos de mis clientes: que el ayuno les permite gozar de mayor claridad mental.

La evolución también proporciona algunas pistas sobre la forma en que el ayuno puede ayudar al cerebro. Durante los tiempos de restricción calórica importante, los órganos de muchos mamíferos se encogen para sobrevivir. Pero hay dos excepciones: el cerebro y los testículos. Evidentemente, los testículos conservan el mismo tamaño para que los machos de la especie puedan seguir intentando aparearse, pero ¿qué pasa con el cerebro? Piensa en cómo te sentirías si estuvieras pasando hambre. Querrías gozar de claridad mental y capacidad de concentración para poder buscar comida, ¿verdad? La mayoría de los mamíferos gozan de estas capacidades en estos casos. Por el contrario, cuando comemos demasiado, podemos experimentar confusión mental, o lo que se conoce como coma alimenticio. Piensa en cómo te sientes después de una gran comida de Navidad: letárgico, embotado y capaz de concentrarte solamente en la idea de hacer una siesta.

Las investigaciones más alentadoras que he visto son los estudios realizados con animales que muestran que las ratas que ­fueron sometidas a ayunos mostraron menos síntomas en modelos de las enfermedades de Alzheimer, Huntington y Parkinson. El ayuno induce la autofagia (un proceso celular que ayuda al cuerpo a desprenderse de las partes celulares viejas o dañadas) y, en estos estudios, las ratas que estaban en ayunas mostraron una disminución de la acumulación proteínica que es un sello distintivo del alzhéimer. ¿Te imaginas que el ayuno pudiese prevenir, tratar o incluso revertir estas desgarradoras enfermedades neurológicas degenerativas? Se podrían salvar vidas, se reduciría el sufrimiento y ahorraríamos decenas de miles de millones de dólares en costes de atención ­sanitaria.

El ayuno como estilo de vida

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