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1. EL RELOJ CAUSAL

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Es muy cierto que el concepto de causalidad ha sufrido una variedad de modificaciones significativas a lo largo de historia, pero también es verdad que su esencia parece mantenerse firme. El principio de causalidad se adaptó a las necesidades de los nuevos problemas que la ciencia y la sociedad le planteaban y, por eso, sobrevive en muy buenas condiciones, sin haber renunciado a la esencia de su naturaleza. ¿Cuál es?: cada suceso tiene causa.

Esto implica varias cosas: todo ocurre de forma conectada, nada está aislado; cualquier hecho, incidente, gracia o desgracia, se encuentra ligado a otros en un dinámico proceso de interacción; un evento se continúa con otros; la causa precede al efecto. De esta condición última se desprende la necesidad de la línea de tiempo que supone la causalidad y el hecho de que la causa siempre se encuentra en el ayer de lo causado.

El reloj causal es el que habla de las influencias que determinan resultados, consecuencias, secuelas y frutos. Su acción se resume en frases como: Todo efecto tiene una causa; No existe efecto sin causa; Todo accionar tiene causa; Nada se hace sin causa; Todo cuanto comienza a existir debe tener una causa eficiente; Todo cuanto existe de manera contingente tiene causa eficaz.

Sin embargo, la causalidad unívoca se vio obligada, por el peso de su misma insuficiencia, a ampliarse a lo “pluri” o “multi”. Es que una serie causal del tipo “virus X genera patología Z”, es bastante improbable que se respalde en la realidad, tomando en cuenta la cantidad de factores que concurren en las vicisitudes que estallan, en la vida, como síntoma. Si bien esta consideración (multicausalidad) es aplicable en la naturaleza, es una afirmación más rotunda aún en lo humano.

Sin embargo, incluso contando con la noción de sobredeterminación en la apreciación de los procesos humanos, y aceptando la posibilidad de que esta perspectiva permita descifrar la génesis de un síntoma, conducta o cualquier otra manifestación, tal perspectiva sólo alcanzaría a predicar eso (que no es poco), pero no lograría poner en evidencia el significado existencial de tal producción.

Con Sigmund Freud la causa fue, al principio de sus reflexiones, el trauma. Luego el complejo de Edipo, y más luego el de castración; otros investigadores señalan, en el origen de las neurosis, temas como complejo de inferioridad, abandono materno, etc. Incluso, de lo personal se avanzó a lo no personal: anclajes arquetípicos, constelaciones familiares, memorias del alma. Es igual: aunque cambiemos el motivo, nos extendamos en el espacio o retrocedamos en el tiempo, todo se restringe a buscar causas en el pasado. En suma, la causalidad da cuenta de la presencia del pasado en nuestra vida. Eso explica la secuencia de nuestra historia, pero no la trama de nuestra biografía. Indica la cartografía de un organismo, pero no de las intenciones que lo alienta. Para eso, hace falta dar un paso más.

Constelaciones familiares y bipolaridad

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