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1.3. Cataluña. Cultura, lengua y enseñanza bajo el franquismo

El 5 de abril de 1938, mientras las tropas franquistas ocupaban Lérida, el Gobierno nacional de Burgos abolió el Estatuto de Autonomía de Cataluña —en mala hora concedido por la República— según la exposición de motivos por una ley dictada por el general Franco. Esta norma borró cualquier indicio de nacionalidad y rastro de autonomía en Cataluña y además obligaba a los ciudadanos de Cataluña a someterse a las normas de las autoridades del orden público y eclesiástico. Veamos algunos ejemplos donde se refuerza esta afirmación. El 10 de agosto de 1938, el delegado de Orden Público de Lérida dispuso, entre otros asuntos:

«Respecto al uso del dialecto catalán, hay que atenerse estrictamente a las órdenes de la superioridad; pero quiero dirigirme a todos los españoles de esta provincia para decirles que los momentos actuales exigen que todos demos pruebas de un ferviente españolismo y entusiasmo por la Causa. Estos sentimientos es necesario evidenciarlos y exteriorizarlos; y, lógicamente, se da una prueba de ello no hablándolo en público (por lo menos).»33

El 27 de enero de 1939 el jefe de Servicios de Ocupación de Barcelona y subsecretario de Orden Público, general Eliseo Álvarez Arenas, la máxima autoridad gubernativa, dictó este bando:

«Persuadido de que Cataluña siente a España y la unidad española pese a la maldad de algunos y a los errores de muchos, el Caudillo Franco formula la promesa solemne de respetar en ella todo lo auténtico e íntimo de su ser y de su autarquía moral que no aliente pretensiones separatistas ni implique ataque a aquella sacrosanta unidad. Estad seguros, catalanes, de que vuestro lenguaje en el uso privado y familiar no será perseguido (...).»34

En el ámbito religioso, siguiendo la misma línea, el vicario general de la Diócesis de Barcelona distribuyó la siguiente orden el día después de la ocupación:

«Accediendo gustosamente a las indicaciones que nos han sido hechas por las dignísimas autoridades de esta provincia, rogamos a los Reverendos Rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego será devotamente atendido, que en los actos de culto público que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vernácula que la lengua española.»35

Un testigo directo de la ocupación de Cataluña, Dionisio Ridruejo, jefe de Propaganda de Falange Española, comentó así la situación:

«La llegada de las tropas nacionales a Barcelona —puedo hablar de ello porque constituyó mi primera decepción, mi primera crisis de esperanza frente a la acción en la que participaba— fue, para empezar, una apoteosis. Pero, inmediatamente después, una brutalidad (…). Durante años fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente públicas en idioma regional. Los institutos de cultura cerrados, la enseñanza del idioma proscrita, los rótulos comerciales traducidos y las ciudades y los pueblos llenos de impertinentes recomendaciones: “Hablad en español”, “Hablad en el idioma del imperio”, etc. El cuadro de las autoridades políticas y de los funcionarios, incluidos los nuestros, fue sistemáticamente forastero (...). En el orden económico se hizo todo lo posible para beneficiar el resto de España, con la extensión de la industrialización, pero se procuró extremar el criterio en sentido negativo, a disfavor de las regiones culpables, para darles a entender que se las castigaba frenando ya su notable desarrollo. He tenido noticias de innumerables expedientes de iniciativa catalana y capital catalán para la instalación de industrias nuevas, resueltas con la fórmula de “autorizadas fuera de Cataluña”. En fin, los periódicos de Barcelona y Bilbao —todos ellos en lengua castellana— se encargaron durante años de españolizar las correspondientes regiones.»36

Esta situación represiva en todo lo referente a las libertades de expresión y libre pensamiento continuó en niveles extremos hasta el año 1945, momento en que los acontecimientos externos, desfavorables al régimen, obligaron a este a cambiar de táctica, suavizando la presión sobre su enemigo interno, sobre todo después de haberse consumado la victoria aliada. No obstante, pese al férreo control efectuado por la dictadura, cabe decir que en el ámbito universitario la lucha antifranquista había comenzado nada más terminar la Guerra Civil aunque con una efectividad casi nula, pues el franquismo aplicaba en la universidad lo mismo que a otros estamentos sociales —los esquemas totalitarios— que consistían en una fuerte depuración de catedráticos y profesores de ideología contraria al régimen, desarbolando los claustros de profesores y sustituyendo, mediante las llamadas «oposiciones patrióticas», personal afecto al nuevo sistema implantado. Otro aspecto en la política represora franquista fue la implantación, mediante la Ley de Ordenación Universitaria de 1945, de un nuevo ideario histórico basado en el pasado imperial de España coartando la independencia y la crítica que siempre se había instalado en los ámbitos universitarios, desapareciendo estos factores de repente y convirtiéndose la Universidad en un mero aparato del Estado politizado bajo la ideología de los vencedores. Incluso los rectores tenían que pertenecer al partido único, la Falange Española de las JONS (FE de las JONS), y los accesos a las cátedras pasaban por la adhesión a los Principios Fundamentales del Estado y la obligatoriedad de pertenecer al Sindicato Universitario Español.

Aun así, y en medio de un ambiente desolador, el Front Universitari de Catalunya (FUC)37 fue creado en la clandestinidad en 1942 en la Universidad de Barcelona (UB) y llegó a publicar la revista Orientacions. Esta organización catalanista y democrática se formó a partir de una estructura celular fuertemente clandestina que se mantuvo hasta el año 1949. En toda su existencia se realizaron dos congresos: el primero en Montserrat en 1943 y el segundo en Poblet en 1945. Entre sus componentes destacó Josep Benet, que fue su presidente, y Josep Mª Ainaud de Lasarte, su secretario contable, aunque también pertenecían al grupo dirigente, Ramon Folch i Camarasa, Enric Gispert, Francesc Sardá y Francesc Casares. Ainaud fue detenido el 11 de febrero de 1946 pero fue puesto en libertad con prontitud, aunque este contratiempo no influyó en su posterior actividad clandestina. También tuvieron su protagonismo los llamados Grupos Nacionales de Resistencia (GNR), una organización radical catalanista que actuó entre 1945 y 1947, siendo su principal acción reivindicativa el despliegue de banderas catalanas en la Sagrada Familia de Barcelona, en el monasterio de Montserrat y en el Palacio de la Música durante las fiestas de entronización. Antoni Boronat y el médico Oriol Domènech formaron parte de su dirección38. Joan Reventós39 describía el clima social que se vivía en 1945 como estudiante universitario en la Universidad de Barcelona cuando tomó contacto con los que él llamaba «los hijos de los perdedores de la Guerra Civil», dentro de una politización embrionaria y clandestina pero real:

«En aquellos primeros años de facultad, los tres grupos que populaban por derecho, descontados los adocenados de siempre, se centraban en cuatro grandes familias: los adictos al régimen, aglutinados alrededor del SEU y capitaneados por Pablo Porta que, en su etapa estudiantil, puso un marchamo de violencia a lo largo de varios meses en las aulas de la Facultad de Derecho, contra todos aquellos estudiantes susceptibles de ser miembros del FUC, o simplemente como catalanistas; los de orientación catalanista, divididos en múltiples familias; los preocupados exclusivamente por la creación artística, que se resumirían en el grupo poético, Carlos Barral, Eduard Castellet, Alfonso Costafreda y el que sería después el grupo del Dau al Set, formado básicamente en torno al escritor Joan Brossa y al pintor Antoni Tàpies; y finalmente, los monárquicos juanistas, envalentonados por el manifiesto de Don Juan de Borbón en Estoril, grupo que en aquellos años era el que podía desarrollar una más amplia actividad anti régimen por cuanto su oposición no pasaba de ser penada con unas noches en la Jefatura Superior de Policía. La clandestinidad de aquellos años se refleja en algo que ahora puede resultar pueril: tomar contacto con la gente tras observar que tipo de libro extraacadémico leían o llevaban solapadamente en los bolsillos.»40

Algunos años después, tras las manifestaciones estudiantiles ocurridas en Madrid entre el 8 y el 9 de febrero de 1956, se produjo en la Universidad una ligera reacción antifranquista acompañada de una cada vez mayor politización universitaria contraria al régimen, apareciendo diversos grupos políticos de diferentes tendencias (ASU, FLP, UED, FUDE, etc.) dentro de las facultades. Dichas protestas surgieron tras la convocatoria del Congreso Democrático de Estudiantes promovido por dirigentes estudiantiles como Víctor Pradera, Ramón Tamames y Enrique Mújica, utilizando eslóganes como: «¡Abajo el SEU!», «¡Abajo la Falange!», «¡Queremos sindicatos libres!». Irremediablemente, la reacción y el enfrentamiento con los estudiantes falangistas fue inevitable, llegando estos últimos incluso a asaltar la Facultad de Derecho de la Complutense41.

Por otro lado, la burguesía y la clase media en Cataluña se balanceaba entre el catalanismo y el nacionalcatolicismo imperante, mientras que la clase obrera e intelectual pasaba desapercibida en su rechazo al régimen franquista, siendo sus acciones reivindicativas de escasa importancia debido al férreo control gubernativo que impedía cualquier tipo de exaltación opositora bajo la represión, la cárcel e incluso la muerte. Los derechos humanos y la libertad de expresión, anulada por la censura, brillaban por su ausencia, pero aun así hubo organismos como la Societat d’Estudis Juridics, Economics i Socials, vinculada al Institut d’Estudis Catalans, que continuaron su labor política en la clandestinidad utilizando domicilios particulares o locales de la Societat Económica Barcelonesa d’Amics del País, sin menoscabo de su actividad académica.

Cabe destacar entre los socios de esta Societat d’Estudis Juridics sus primeros presidentes, Lluís Duran i Ventosa (Lliga Regionalista), Francesc Maspons i Anglasell (independiente nacionalista), y la participación de Maurici Serrahima (UDC), Frederic Rahola (ERC), Edmon Vallés, Antoni Piferrer, Lluís Torres, Alexandre Cirici (MSC), Jaume Carner, Joan Hernández Roig, Agustí Bassols, Francesc Casares, Joan Cornudella, Joaquim Camp i Arboix y Ramon Mª Roca Sastre, Josep Mª Ainaud, Joan Reventós que ingresó en el MSC (fundado el 15 de enero de 1945) en 1949 a través de Edmon Vallés; Ramon Porqueras (alias Ramon de la Gorra), detenido en febrero de 1953 que militó en la UGT y en el PSOE histórico; Miquel Casablancas, Anton Canyellas , Josep Benet y Jordi Pujol —que en aquella época estaba ocupado en problemas de la inmigración—.

Por otra parte, Maurici Serrahima organizó entre 1947 y 1948 otra asociación cultural llamada Miramar, organizando conferencias y mesas redondas sobre temas políticos e históricos, lugar donde participaron asiduamente: Alexandre Galí, Jordi Rubió, Jaume Vicens Vives y Jordi Carbonell42.

33. BENET, Josep, L’intent franquista de genocidi cultural contra Catalunya, Barcelona, Publ. Abadía de Montserrat, 1995, pp. 208-209.

34. MOLINERO, Carmen y Pere YSÀS, Catalunya durant el franquisme, Barcelona, Empuries, 1999, p. 144.

35. MHC, «Campanya per a l’us oficial de la llengua catalana», en ASSEMBLEA, op. cit., pp. 124-125.

36. MHC, «Escrito en España», en ASSEMBLEA, op. cit., pp. 177-178.

37. MARTÍ, José, op. cit., p. 73.

38. FABRÉ, Jaume, HUERTAS, Josep Mª, Vint anys de resistencia catalana 1939-59, Barcelona, La Magrana, 1978. También en COLOMER, Josep Mª, Els Grups polítics a Catalunya, Barcelona, Avance, 1976. Ver MOLAS, Isidro, op. cit., p. 128.

39. Reventós Carner, Joan. Político y dirigente del Moviment Socialista de Catalunya (MSC), fundador de Convergencia Socialista de Catalunya, PSC, y presidente del Parlamento de Cataluña (1995-99).

40. MARTÍ, José, op. cit., p. 72. Nota del autor: Pablo Porta fue en años posteriores presidente de la Federación Española de Fútbol.

41. TUSELL, Javier, Manual de Historia de España. Siglo XX, Madrid, Historia 16, 1994, p. 677. También ver Mundo Obrero, 1-2-1956.

42. MARTÍ, José, op. cit., p. 85.

La  transición española

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