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5 La sexfluencer

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Como dice el refrán que es de buen nacido ser agradecido, EVdA quiso con estas líneas agradecerle a una de sus primeras seguidoras la difusión de la primera historia publicada en las redes. Para ello, tuvo que hacer un pequeño trabajo de investigación.

Y allí estaba Valeria: con su melena suelta acariciando su rostro, únicamente cubierto por una pequeña máscara de color negro que dejaba entrever su pícara y sensual mirada. Con un vestido del mismo color que su pelo y acompañado de una camisa en tono marrón y botas a juego, se completaba el uniforme de guerra de la mítica sexfluencer de Twitter; al menos, lo que de momento dejaba ver a sus fieles seguidores. El escote era una llamada de atención.

No estaba sola. La acompañaban dos mujeres que parecían tener la misma sonrisa de alegría que la anfitriona.

Entretenida con su móvil y ocupando un segundo plano, dejó espacio a sus compañeras. Una de las invitadas, con un vestido de colores que se presumía muy suave al tacto y con máscara también de color negro, se le acercó y se fundieron en un beso húmedo y carnoso. Desde el otro lado de la pantalla, podía sentirse la jugosidad de sus labios. Su pelo rubio y al viento se entremezclaba con el de ella. La tercera en discordia, porque su minimáscara era de color plateada, se mostró con un sostén de flecos en la parte delantera, realmente provocativo, y con únicamente a juego unas medias hasta por encima de las rodillas.

Estaban cómodas, alegres y desinhibidas.

Eran bellas, eróticas y sensuales.

Era el turno de unos amigos: el Lush, un juguete erótico controlado a distancia por los visitantes de tan exuberante fiesta privada a través de la red.

Las amigas de Valeria se besaban, sin aparcar en ningún momento sus sonrisas. Emanaban tal sensación de alegría y felicidad que, ciertamente, daban ganas de unirse al espectáculo.

Conforme avanzaba la noche, empezaron a sentir los efectos de los participantes al juego cuando el aparato, ya introducido en sus entrañas, comenzó a hacer lo esperado: vibrar. Valeria se arrodilló por el placer de las descargas que recibía de los participantes que desde cualquier parte del mundo le proporcionaban con un clic. Se estremecía, se mordía el labio y volvía a sonreír.

La tercera en discordia, quien menos ropa llevaba en ese momento, fue acariciada con delicadeza por su compañera de velada. Primero las nalgas, blancas y suaves. Los besos entre ellas eran una constante y siempre estaban acompañados de una sonrisa en sus labios perfectamente lubricados.

Valeria acababa de desvelar que lo que cubría su cuerpo no era un vestido, sino una falda que, con el bodi negro que vestía en la parte de arriba, parecía un vestido completamente ajustado a su figura. El vino blanco que las acompañaba presentaba una escena realmente sensual, como un cuadro preparado para ser expuesto en un museo erótico.

Mientras Valeria acariciaba los pechos de una de las invitadas, de manera sensual, el negro de la ropa interior parecía ganar protagonismo a la vez que el Lush, controlado por los visitantes de la web, las hacía estremecerse. Eso provocó que cada una de ellas no pudiera evitar colocar sus manos en sus respectivas entrepiernas sobre la la tela, más que posiblemente húmeda. De manera libidinosa, la anfitriona se quedó únicamente en ropa interior —que, cómo no, era de color negra—, estando con ello en igualdad de condiciones para con sus compañeras de juegos.

Lo que les deparó a las protagonistas de la historia solo lo supieron los miles de seguidores que trasnocharon ese día para verlo.

En ese punto, el Vecino del Ático, un servidor, se retiró, dando por cumplido su objetivo: conocer de primera mano lo que hacía tan popular a la protagonista y hacerle un pequeño homenaje en agradecimiento.

Los hilos y deshilos de El Vecino del Ático

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