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Capítulo 2 Establecida con sacrificio
ОглавлениеConsagración incondicional de los primeros obreros.–Algunos de los hombres experimentados y piadosos que fueron pioneros en esta obra, que se negaron a ellos mismos y no vacilaron en sacrificarse por su éxito, ahora duermen en sus tumbas. Fueron canales designados por Dios, representantes suyos, por medio de quienes los principios de la vida espiritual se comunicaron a la iglesia. Tuvieron una experiencia del más elevado valor. No se los podía comprar ni vender. Su pureza, devoción y abnegación, su conexión viviente con Dios, fueron bendecidas para la edificación de la obra. Nuestras instituciones se caracterizaron por el espíritu de abnegación.
En los días cuando luchábamos contra la pobreza, los que fueron testigos de la forma maravillosa como Dios había obrado por la causa consideraron que no podía concedérseles un honor mayor que vincularlos con los intereses de la obra, los cuales los relacionaba con Dios. ¿Depondrían la carga para discutir términos financieros con el Señor desde el punto de vista del dinero? No, no. Aunque todos los oportunistas olvidaran su puesto, ellos nunca desertarían de su trabajo.
En los primeros años de la causa, los creyentes que se sacrificaron para edificar la obra estaban llenos del mismo espíritu. Sentían que para lograr el éxito en la obra, Dios exigía una consagración sin reservas de todos los que se relacionaban con su causa: de cuerpo, mente y espíritu, y de todas sus energías y capacidades (TI 7:207, 208).
Los pioneros de la obra de publicaciones practicaban la abnegación.–Nosotros como pueblo tenemos que llevar a cabo la obra de Dios. Conocemos sus comienzos. Mi esposo dijo: “Esposa, conformémonos con sólo dieciséis chelines semanales. Viviremos y nos vestiremos con sencillez, y tomaremos los recursos económicos que de otro modo recibiríamos, y los invertiremos en la obra de publicaciones”. La casa editora, en ese tiempo, era un edificio cúbico sencillo de 12 metros de frente por 12 de fondo. [La primera casa editora establecida en Battle Creek, en 1855.] Algunos hombres de mente estrecha que deseaban usufructuar del dinero objetaron: “Este es un edificio demasiado grande”. Luego ejercieron una presión tan grande, que fue necesario convocar a las partes interesadas a una reunión. Me pidieron que explicara por qué, si el Señor estaba por venir, la casa editora necesitaba un edificio tan grande. Les dije: “Ustedes que tienen oídos, deseo que oigan. Precisamente porque el Señor vendrá pronto es que necesitamos un edificio de este tamaño; y más que eso, se agrandará a medida que la obra progrese. El Señor tiene que hacer una obra en el mundo. El mensaje debe proclamarse en toda la tierra. Hemos comenzado esta obra porque creemos en eso. Ejerceremos abnegación en nuestra vida”.
Mi esposo y yo decidimos recibir sueldos más bajos. Otros obreros prometieron hacer igual cosa. El dinero que así se ahorró se dedicó a comenzar la obra. Algunos de nuestros hermanos hicieron donaciones liberales porque creyeron en lo que habíamos dicho. En años posteriores, cuando la obra había prosperado y estos hermanos habían envejecido y eran pobres, consideramos sus casos y les ayudamos todo lo que fue posible. Mi esposo era un hombre lleno de simpatía por los necesitados y los que sufren. “El Hno. B puso sus recursos en la obra cuando se necesitaba ayuda, y ahora tenemos que ayudarle a él”, decía mi esposo (Manuscrito 100, 1899).
“Comenzamos con gran pobreza”.–La obra de publicaciones se ha establecido con sacrificio; se ha mantenido por la providencia especial de Dios. La iniciamos con gran pobreza. Teníamos apenas lo suficiente para comer y para vestirnos. Cuando escaseaban las papas y debíamos pagar un elevado precio por ellas, las reemplazábamos con nabos. Seis dólares por semana fue todo lo que recibimos durante los primeros años de nuestro trabajo. Teníamos una familia numerosa, pero ceñimos nuestros gastos a nuestras entradas. Como no podíamos comprar todo lo que deseábamos, teníamos que soportar nuestras necesidades. Pero estábamos decididos a que el mundo recibiera la luz de la verdad presente, de modo que entretejimos el espíritu, el alma y el cuerpo con el trabajo. Trabajábamos desde la mañana hasta la noche, sin descanso y sin el estímulo del sueldo... y Dios nos acompañaba. Cuando prosperó la obra de publicaciones, aumentaron los sueldos al nivel debido (MS 2:218, 219).
¿No puede acaso él [un dirigente de la iglesia] ver que el mismo proceso [de sacrificio] debe repetirse [en Australia], lo mismo que cuando mi esposo y yo comenzamos la obra en Battle Creek y decidimos recibir como sueldo sólo cuatro dólares semanales por nuestro trabajo, y posteriormente sólo seis, hasta que la causa de Dios se pudo establecer en Battle Creek, y se construyó la casa editora y se puso en ella una prensa manual y otros equipos sencillos para hacer el trabajo? ¿No sabíamos acaso lo que significaba el trabajo duro y la reducción de nuestras necesidades a un mínimo posible, mientras avanzábamos paso a paso sobre una base segura, temiendo a la deuda como si fuera una terrible enfermedad contagiosa? Lo mismo hicimos en California, donde vendimos todos nuestros bienes para comenzar una imprenta en la costa del Pacífico. Sabíamos que cada metro cuadrado de terreno que recorríamos para establecer la obra representaría un gran sacrificio para nuestros propios intereses financieros (Carta 63, 1899).
“Su obra es para mí más preciosa que mi propia vida”.–No considero mía ni la menor parte de la propiedad de la que soy dueña. Debo 20.000 dólares, que he tomado prestados para invertirlos en la obra del Señor. En los últimos años se han vendido comparativamente pocos de mis libros en Estados Unidos. Necesito dinero para los gastos corrientes, y también debo pagar a mis obreros. El dinero que hubiera debido pagar como alquiler, ahora lo pago como intereses por el dinero que he tomado prestado para comprar la casa en la que vivo. Estoy dispuesta a desprenderme de mi casa tan pronto como el Señor me haga saber que esta es su voluntad, y que mi obra aquí ha concluido.
No me preocupa la falta de recursos económicos; porque el Señor es mi testigo de que su obra ha sido siempre para mí más preciosa que mi propia vida (Carta 43, 1903).
Ejemplo y liderazgo de Jaime White.–Se me mostró que Dios había calificado a mi esposo para una obra específica, y en su providencia nos había unido para que hiciéramos avanzar esta obra... El yo a veces se había mezclado con la obra; pero cuando el Espíritu Santo dominó su mente, él fue un instrumento de mayor éxito en las manos de Dios, para la edificación de su obra. Él ha tenido un elevado concepto de lo que el Señor espera de todos los que profesan su nombre, de su deber de defender a la viuda y al huérfano, de ser bondadoso con el pobre y de ayudar al necesitado. Él cuidaba celosamente los intereses de los hermanos, con el fin de que no se tomara injusta ventaja en contra de ellos.
También vi registrados en el Libro mayor del cielo los esfuerzos fervientes de mi esposo para edificar las instalaciones que hay en nuestro medio. La verdad difundida por la prensa era como rayos de luz que emanaban del sol en todas direcciones. Esta obra se comenzó y se desarrolló con gran sacrificio de fuerzas y de recursos económicos (NB 268, 269).
Trabajos abnegados de Urías Smith.–Podemos contar fácilmente a los que llevaron la carga al comienzo y que aún permanecen con vida [1902]. El Pr. [Urías] Smith se relacionó con nosotros al comienzo de nuestras actividades editoriales. Trabajó con mi esposo. Espero ver siempre su nombre en la Review and Herald, a la cabeza de la lista de los redactores, porque así es como debería ser. Los que comenzaron la obra, los que lucharon valientemente en el calor de la batalla, no deben perder su posición ahora. Deben ser honrados por los que entraron en la obra después que otros ya habían soportado las privaciones más duras.
Siento mucha simpatía por el Pr. Smith. Mi interés en la obra de publicaciones está unido con el suyo. Vino a nosotros como un hombre joven, con talentos que lo capacitaban para ocupar el cargo de redactor. ¡Cuánto gozo experimenté al leer sus artículos en la Review, tan excelentes, tan llenos de verdades espirituales! Doy gracias a Dios por ellos. Siento mucha simpatía por el Pr. Smith, y creo que su nombre debería aparecer siempre en la Review como el redactor principal. Dios quiere que así sea. Me sentí herida hace algunos años cuando su nombre fue colocado en segundo lugar. Cuando volvió a ser puesto en primer lugar, lloré y dije: “Gracias sean dadas a Dios”. Que siempre permanezca allí, como Dios lo desea, mientras el Pr. Smith pueda sostener una pluma en la mano. Y cuando sus fuerzas flaqueen, que sus hijos escriban lo que él les dicte (MS 2:257, 258).
No permitamos que nuestro pueblo olvide la historia de los pioneros.–Es necesario volver a publicar el relato de las experiencias por las que el pueblo de Dios pasó en la historia temprana de nuestra obra. Muchos de los que posteriormente han llegado a la verdad ignoran los medios por los cuales Dios ha obrado. El caso de Guillermo Miller y sus asociados, del capitán José Bates y otros pioneros del mensaje adventista debieran mantenerse ante nuestro pueblo. El libro del Pr. Loughborough debiera recibir atención. Nuestros dirigentes debieran ver lo que se puede hacer para hacer circular este libro.9
Debiéramos investigar la mejor forma de historiar nuestras vicisitudes y alternativas desde el comienzo de nuestra obra, cuando nos separamos de las iglesias y avanzamos paso a paso siguiendo la luz provista por Dios. Entonces adoptamos la posición de que la Biblia, y la Biblia sola, debía ser nuestra guía; y jamás debemos apartarnos de esta posición. Recibimos admirables manifestaciones del poder de Dios.
Hubo milagros. En repetidas ocasiones, cuando nos encontrábamos en estrecheces y dificultades, el poder de Dios se manifestó en nuestro beneficio. En esas ocasiones, las personas tomaban conciencia de su culpa, y en medio de la burla y el menosprecio de las iglesias opositoras, dieron testimonio en favor de la verdad (Carta 105, 1903).
Reedición de experiencias de los primeros dirigentes.10–He recibido instrucciones de publicar las primeras experiencias de la causa de la verdad presente para mostrar por qué somos un pueblo separado y distinto del mundo... Mientras Satanás insta a muchos a apartarse de la fe, se me ha pedido que vuelva a publicar las experiencias del pasado y a presentar el mensaje de advertencia enviado por Dios para mostrar los peligros del tiempo actual y lo que ocurrirá en el futuro (Manuscrito 13, 1908).
Los pioneros deben seguir hablando.–He recibido instrucciones según las cuales debiéramos hacer prominente el testimonio de algunos de los antiguos obreros que ya han fallecido. Dejemos que continúen hablando por medio de sus artículos publicados en los primeros números de nuestras revistas. Hay que reimprimir esos artículos, para que permanezca una voz viviente de los testigos de Dios. La historia de las primeras experiencias en el mensaje constituirán una fuente de poder para resistir el ingenio magistral de los engaños de Satanás. La misma instrucción se ha repetido recientemente. Debe presentar ante el pueblo los testimonios de la verdad bíblica, y repetir los mensajes definidos presentados hace años. Deseo que mis sermones dados en los congresos campestres y en las iglesias sigan viviendo y efectuando su obra (Carta 99, 1905).
El sacrificio es indispensable para la continuación de la obra.–Para que el evangelio pueda llegar a todas las naciones, las tribus, las lenguas y los pueblos se debe practicar la abnegación. Los que ocupan posiciones de confianza deben actuar como mayordomos fieles en todas las cosas, protegiendo concienzudamente los fondos creados por el pueblo. Debe ejercerse cuidado para impedir cualquier gasto innecesario. Cuando construyamos edificios y proveamos diversas instalaciones para la obra, debemos tener cuidado de no hacer nuestros proyectos tan complicados que insuman una cantidad innecesaria de dinero; esto significa, en todos los casos, falta de habilidad para proveer los medios necesarios para la extensión de la obra en otros campos, especialmente en los países extranjeros. No hay que extraer fondos de la tesorería para establecer instituciones en el territorio nacional, a riesgo de debilitar el progreso de la verdad en el extranjero.
El dinero de Dios no debe usarse solamente en nuestros territorios, sino también en países lejanos y en las islas de los mares. Si su pueblo no se dedica a esta obra, Dios quitará ciertamente el poder que no se emplee debidamente.
Hay muchos creyentes que apenas tienen alimento suficiente para comer, y sin embargo en su gran pobreza entregan sus diezmos y ofrendas a la tesorería del Señor. Muchos que saben lo que significa sostener la causa de Dios en circunstancias difíciles y angustiosas han invertido recursos en las casas editoras. Soportaron voluntariamente penurias y privaciones, y han velado y orado por el éxito de la obra. Sus dones y sacrificios expresan la ferviente gratitud de su corazón hacia Dios, quien los ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Sus oraciones y donativos se presentan como un recordativo delante de Dios. Ningún incienso más fragante podría ascender al cielo.
Pero en su amplia extensión la obra de Dios es una, y los mismos principios debieran servir de control en todas sus ramas. Debe llevar el sello de la obra misionera. Cada departamento de la causa se relaciona con todos los sectores del campo misionero, y el mismo espíritu que controla un departamento se sentirá en todo el campo. Si una parte de los obreros recibe sueldos elevados, hay otros, en diferentes ramas de la obra, que también pedirán salarios más altos, y así se debilitará el espíritu de abnegación. Otras instituciones se contagiarán del mismo espíritu y el favor del Señor les será quitado; porque él nunca podrá aprobar el egoísmo. Así es como nuestra obra agresiva perderá su impulso. Es imposible llevarla adelante sin un sacrificio constante (TI 7:206, 207).
9 Aquí se hace referencia a la obra Rise and Progress of Seventh-day Adventists [Surgimiento y progreso de los adventistas], publicada en 1892 por J. N. Loughborough (revisada en 1905 y publicada con el título de The Great Second Advent Movement [El gran movimiento de la segunda venida]).
10 En 1915, siete años después que se escribiera el Manuscrito 13 (1908), se publicó Life Sketches of Ellen G. White [Notas biográficas de Elena G. de White]. En sus páginas Elena de White “describe las pruebas, las luchas y los éxitos que acompañaron los trabajos de unas pocas almas fervientes cuyos esfuerzos dieron origen a las iglesias que posteriormente se unieron para constituir la denominación adventista del séptimo día” (Prefacio, pág. 5). A partir del capítulo 42, página 282, la historia de su vida y la de su esposo la continúan C. C. Crisler, W. C. White y Dores Robinson. De modo que las historias de fortaleza, entereza y sacrificios de los pioneros se presentan en forma impresa para que todos obtengan provecho de ellas. Las biografías de Jaime White y John Loughborough se encuentran disponibles en los Centros Adventistas de Publicaciones.