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Capítulo 6 Normas espirituales elevadas para los obreros de Dios
ОглавлениеSe necesita mayor espiritualidad en los centros adventistas.–En ciertos centros adventistas existe la constante tentación de llevar a cabo la obra siguiendo métodos mundanos. Se me presentaron los peligros que nos aguardan en el futuro. He tratado de presentar esta luz mediante la pluma y la voz. Que la obra se haga avanzar en forma inteligente por medio de hombres y mujeres de fe sólida y estrictos principios religiosos.
Hay necesidad de mayor fe en nuestras filas. Nuestros hermanos de Wáshington y Mountain View no están en la condición espiritual que Dios requiere de ellos, y tampoco están haciendo la obra necesaria para este tiempo. Algunos comprenden hasta cierto punto los tiempos en que vivimos, pero sólo unos pocos parecen estar plenamente despiertos a la realidad. Hay una obra, además de sus negocios diarios habituales, que debiera efectuarse. No se mantiene la sencillez de la verdadera piedad. Tiene que haber una manifestación de mayor humildad (Carta 164, 1909).
Se necesitan hombres previsores y llenos del Espíritu.–Nuestra gran necesidad hoy es de hombres que estén bautizados por el Espíritu Santo de Dios, de hombres que anden con Dios como lo hizo Enoc. No queremos hombres de pensamiento tan estrecho que limiten la obra en vez de expandirla, o que sigan el lema de que “la religión es religión; el negocio es negocio”. Necesitamos hombres previsores que puedan evaluar una situación razonando de causa a efecto (TI 5:524).
Hombres que piensan y oran.–Los que llevan responsabilidades deben ser hombres preparados para la obra, a quienes Dios pueda instruir y a quienes él pueda honrar con sabiduría y entendimiento, como a Daniel. Han de ser pensadores, hombres que lleven la estampa de Dios y que crezcan constantemente en santidad, en dignidad moral y en la comprensión de su trabajo. Han de ser hombres de oración, hombres que suban al monte y contemplen la gloria de Dios y el esplendor de los seres celestiales, a quienes Dios haya ungido para que asuman el cargo de su obra. Entonces, como Moisés, seguirán el modelo que les fue dado sobre el monte; y estarán despiertos para obtener y vincular con la obra el mejor talento que se pueda conseguir. Si es que son hombres que crecen y poseen una inteligencia santificada; si escuchan la voz de Dios y procuran aprovechar todo rayo de luz que procede del cielo, entonces, cual el sol, seguirán un camino recto, y crecerán en sabiduría y en el favor de Dios.
El departamento de Publicaciones es un sector importante de la obra de Dios, y todos los que están relacionados con él deben sentir que ha sido establecido por Dios y que el cielo entero está interesado en él. Especialmente aquellos que tienen voz en la administración de la obra deben tener una mente amplia y un criterio santificado. No deben malgastar el dinero de su Señor por falta de juicio o tacto en los negocios; ni tampoco deben cometer el error de limitar la obra mediante la adopción de planes estrechos o por encomendarla en manos de hombres de habilidad limitada.
Repetidas veces se me ha manifestado que todas nuestras instituciones deben ser administradas por hombres de carácter espiritual, y que no inmiscuyan sus propias ideas y planes defectuosos en su gestión administrativa. Esta obra no debe dejarse en manos de hombres que mezclen lo sagrado con lo profano y que consideren que la obra de Dios está al mismo nivel que las cosas de la tierra, y que ha de manejarse más o menos en la misma manera común a que están acostumbrados a manejar sus propios negocios temporales. Hasta que no se unan a nuestras instituciones personas de mente amplia y que puedan trazar planes que estén en armonía con el crecimiento de la obra y con su carácter elevado, la tendencia seguirá siendo de achicar todo lo que se emprenda, y luego Dios quedará deshonrado (TI 5:518, 519).
La amplitud de carácter es indispensable.–Debe actuarse con sabiduría al elegir a los jefes de los diferentes departamentos. Es imposible que alguien pueda controlar a otros hasta que aprenda a controlarse a sí mismo. El gerente debiera ser un hombre que ame y tema a Dios. Debiera proteger sagradamente su reputación y no dar ocasión a que nadie reproche la causa de Dios. No debiera ser estrecho de pensamiento, ni de ideas fijas. Un hombre cambiante, que en un momento es complaciente y luego se muestra frío e inaccesible, o bien crítico, exigente y dominador, no está capacitado para ocupar esta posición; como tampoco lo está el que abriga sospechas, celos, pasión o terquedad. Estos rasgos no agradan a Dios, y no deben manifestarse en ninguna persona que tome a Jesús por modelo y consejero. El gerente debe manifestar el espíritu de Cristo, y sin embargo debe restringir el mal con firmeza. Un descuido de este deber pone de manifiesto su incompetencia para ocupar ese cargo. Dios requiere fidelidad de sus mayordomos. Un gerente debe ser una persona en crecimiento, con el fin de hacer frente a las dificultades y también a las oportunidades que surgen constantemente. Debiera poder discernir con rapidez lo que se debe hacer y adoptar medidas dinámicas para llevar a cabo la obra en el tiempo apropiado (Carta 74, 1896; SpTMWI 4, 5).
El primer negocio de la vida.–Debiera elegirse a hombres como jefes de nuestras instituciones que no sólo posean juicio sólido, sino también un elevado tono moral, que mantengan un comportamiento circunspecto y un lenguaje puro, porque están conscientes de su elevada y santa vocación y de la presencia de un Vigilante y Testigo de cada palabra y acto...
Administradores y obreros, ¿está su alma unida con Cristo así como las ramas están unidas a la vid viviente? Si no se han renovado en el espíritu de la mente, por el bien de su alma, no demoren en conseguir que su vida esté oculta con Cristo en Dios.
Este es el primer negocio de la vida de ustedes. Cuando Cristo more en su corazón, no serán livianos y frívolos e inmodestos, sino circunspectos y dignos de confianza en todo lugar, pronunciando palabras puras como una corriente que mana de una fuente pura, que refresca a todas las personas con quienes se ponen en contacto. Si deciden continuar con sus conversaciones insustanciales y comportamiento frívolo, es mejor que vayan a otro lugar donde su ejemplo e influencia no ejerzan una amplia acción contaminadora sobre las personas...
Ya es tiempo de que como cristianos alcancemos una norma más elevada. Dios no quiere que ninguna de las instituciones que ha hecho surgir se convierta en un medio para engañar a las almas, un lugar donde se enseña la iniquidad. Que todos aprendan en la escuela de la mansedumbre, la pureza y la humildad de corazón de Cristo. Que ellos afirmen su alma desvalida en Jesús. Vivan en la luz que brilla de las revelaciones de Dios. Eduquen la mente y el corazón para que conciban pensamientos puros, elevados y santos. “Sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Ped. 1:15).
Para cambiar este orden de cosas, ahora es necesario que hagan importantes decisiones en relación con el carácter. Ningún débil esfuerzo logrará llevar a cabo la obra. No pueden hacerlo por su propia cuenta, sino que deben tener la gracia de Cristo, porque sin eso nunca podrán ser vencedores. Todos sus planes fracasarán a menos que sean movidos por motivos más elevados y sostenidos por una fortaleza mayor que los que pueden tener en ustedes mismos (Carta 74, 1896; SpTMWI 14-16).
Fieles en el culto público.–Los dirigentes que están al frente de la obra de publicaciones debieran recordar que son un ejemplo para muchos; y deben ser fieles en su participación en el culto público de adoración a Dios, así como quisieran que los trabajadores de todos los departamentos fuesen fieles en eso. Si se los ve sólo ocasionalmente en la casa de culto, otros tomarán su descuido como excusa para hacer lo mismo. Estos hombres de negocios pueden hablar con fluidez e inteligencia sobre temas comerciales en cualquier tiempo, con lo que demuestra que no en vano han ejercido sus facultades en esa dirección. Han incorporado tacto, habilidad y conocimiento en su trabajo; pero cuán importante es que su corazón, su mente y todas sus facultades también se preparen para el servicio fiel en la causa y la adoración de Dios; que sean capaces de señalar el camino de la salvación a través de Cristo con un lenguaje elocuentemente sencillo. Deben ser hombres de fervorosa oración y de firme dependencia de Dios; hombres que, como Abrahán, gobiernen bien sus casas y que manifiesten interés especial en el bienestar espiritual de todos los que están vinculados con la casa editora (TI 5:385).
Quiero llamar vuestra atención a la importancia que tiene asistir a nuestras reuniones anuales; no sólo a las reuniones de negocios, sino también a las reuniones que servirán para iluminarlos espiritualmente. No se dan cuenta de la necesidad de mantener una estrecha relación con el cielo. Sin esta conexión, ninguno de ustedes está seguro; ninguno está capacitado para hacer la obra de Dios en forma aceptable (TI 7:179).
Siento una gran preocupación; nuestras casas editoras se encuentran muy cerca de mi corazón. Mi guía señaló algunas cosas que, si no se corrigen, acarrearán ruina a nuestras instituciones. Un espíritu extraño invade a muchos que aceptan cargos de responsabilidad. Algunos dejan de asistir a las reuniones religiosas que son de máxima importancia para ellos.
Sus voces se oyen pocas veces en la congregación de los santos. Actúan como si se encontraran tan adelantados que pueden vivir sin orar fervientemente a Dios. No sienten su necesidad de educación en la escuela de Cristo, para aprender su mansedumbre y humildad de corazón. Manifiestan rasgos de carácter fuertes que deben ser corregidos, porque en caso contrario no están calificados para el cargo que ocupan (Manuscrito 16, 1890).
Se debe comprender el fundamento del éxito verdadero.–Una estrecha relación con el cielo dará el tono adecuado a vuestra fidelidad y será el fundamento del éxito. Los sentimientos de dependencia conducirán a la oración, y vuestro sentido del deber inducirá a la acción. La oración y la acción, la acción y la oración, deben ser el negocio de vuestra vida. Deben orar como si la eficiencia y la alabanza se debieran únicamente a Dios, y como si el trabajo y el deber fueran de ustedes. Si quieren poder, pueden tenerlo, porque está esperando que echen mano de él. Sólo crean en Dios, confíen en su palabra, obren por fe y, como resultado, vendrán las bendiciones.
En este asunto, el genio, la lógica y la elocuencia no servirán de nada. Los que poseen un corazón humilde y contrito son aceptados por Dios, y él escucha su oración, y cuando Dios ayuda desaparecen todos los obstáculos. Cuántos hombres que poseían notables habilidades naturales y esmerada educación, han fallado cuando fueron puestos en cargos de responsabilidad, mientras que otros de intelecto más débil, con un ambiente menos favorable, han alcanzado un éxito admirable. En esto consistía el secreto: los primeros confiaban en ellos mismos, mientras que los últimos se unieron con él, que es un admirable Consejero y poderoso en obras para llevar a cabo lo que él quiere (T 4:538, 539).
Disfrutando de la presencia perpetua de Jesús.–Los que están relacionados con la causa del Señor debieran desempeñar sus responsabilidades en el temor y el amor de Dios, mirando constantemente a Jesús y haciendo todo el tiempo su obra con el único fin de tributarle gloria; y preguntando a cada paso: “¿Es éste el método del Señor?” Entonces su devoción aumentará poco a poco y crecerán constantemente en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo... Contemplando a Cristo somos transformados (Manuscrito 24, 1891).
Los obreros deben estudiar el Libro de los libros.–Necesitan en gran medida una experiencia práctica en la vida cristiana. Tienen que capacitar la mente para la obra de Dios. El carácter de vuestra experiencia religiosa se manifiesta mayormente por medio del carácter de los libros que eligen para leer en sus momentos de ocio. La Biblia es el Libro de los libros, y, si aman las Escrituras, deben leerlas cuando tienen oportunidad para apoderarse de los ricos tesoros de la Palabra de Dios y abundar en buenas obras; entonces tendrán la seguridad de que Jesús los está atrayendo hacia sí mismo. Pero leer las Escrituras en una forma casual, sin tratar de comprender las lecciones de Cristo para satisfacer sus requerimientos, no es suficiente. Hay ricos tesoros en la Palabra de Dios que pueden descubrirse sólo cavando profundamente en la mina de la verdad. Las Escrituras han sido dadas para nuestro beneficio con el fin de que dispongamos de instrucciones en la justicia. Preciosos rayos de luz han sido oscurecidos por las nubes del error, pero Cristo está listo para dispersar la niebla del error y la superstición, y para revelarnos el resplandor de la gloria del Padre, de modo que podamos decir como sus discípulos: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, cuando nos hablaba en el camino?” [Luc. 24:32]...
La Biblia es como el jardín de Dios para los que aman a Cristo, cuyas promesas son tan agradables para el corazón como la fragancia de las flores lo son para los sentidos. Tomen, entonces, sus Biblias, y con renovado interés comiencen a estudiar los registros sagrados del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamentos. Trabajen el campo de la verdad preciosa, hasta que obtengan una comprensión más profunda de la misericordia y el amor de Dios, quien dio a su Hijo unigénito al mundo para que por medio de él pudiéramos tener vida (Carta 31, 1891; SpTWWPP 32-34).
Poniendo la influencia del lado de la verdad.–Habrá períodos de severas pruebas para los que se relacionan con nuestras instituciones; pero si conocen la fuente de su fortaleza, no tienen necesidad de ser derrotados. Cualquier influencia que Dios les haya dado, él requiere que la pongan del lado de la verdad, de la santidad. Al lograr que hombres, mujeres y niños sean mejores por haber dirigido su atención hacia la cruz del Calvario, están haciendo la obra que él les ha encomendado. Los auténticos cristianos bíblicos tendrán una influencia que dirigirá las mentes de otros. Ustedes, como cristianos, tienen una gran responsabilidad que nadie más puede llevar a cabo por ustedes (Carta 74, 1896; SpTMWI 21).
Andar en la luz de Dios.–El Señor ha dado gran luz a los que trabajan en la casa editora de Oakland, y algunos que por un tiempo anduvieron en la luz, después dejaron de hacerlo, porque no mantuvieron el corazón sometido a Dios, y el resultado fue que las tinieblas cayeron sobre ellos. Perdieron su sentido de lo que es el pecado, e hicieron las cosas que el Señor había mostrado claramente que no debían hacer. Dios no fuerza la voluntad de nadie. Todos están libres de elegir a quién servirán. Pueden escuchar las sugerencias de Satanás y llegar a ver las cosas como él las ve, y razonar del mismo modo; pero entonces el resultado será que manifestarán la misma actitud de porfiada resistencia contra la luz que Satanás manifestó en las cortes celestiales. Los que rechazan la luz que Dios les envía andarán alumbrados por las chispas de su propia lumbre, hasta que finalmente yacerán en aflicción...
El Espíritu del Señor me ha instado a que haga sonar la alarma, para que estas personas llenas de mundanidad despierten y comprendan el peligro en que se encuentran a causa del camino de apostasía que han elegido. Por amor a Cristo, que todos los que profesan ser cristianos se aparten de toda iniquidad y falta de honradez. Por amor a Cristo, por amor a ustedes mismos, los insto a reformarse. Consideren seriamente sus privilegios y responsabilidades. Que no se encuentren entre ustedes ambiciones terrenas de cargos o posiciones o por obtener dinero. Este espíritu prevalece en gran medida, y la religión de Cristo se rebaja a un nivel inferior y común. Hay gran necesidad de que el poder de Dios que produce conversión se sienta en toda la institución, para que todos comprendan que las palabras de Cristo deben cumplirse en la vida y el carácter. Jesús está cada día en la casa editora tomando nota de cada obrero en todos los departamentos y especialidades de trabajo. La voz de Dios habla a todos los empleados de esta institución y los exhorta y los reprocha mediante su Palabra y los testimonios de su Espíritu. Pero estas advertencias primero se descuidan, luego se desprecian y finalmente se las resiste y vilipendia porfiadamente (SpTPW 158, 159).
Fuego extraño mezclado con lo sagrado.–Presenté las responsabilidades sagradas relacionadas con la casa editora [a los asistentes a un concilio ministerial en la Iglesia del Tabernáculo de Battle Creek], y les dije que los que aceptan esas responsabilidades debieran ser hombres de fe, piadosos y de profunda experiencia. Los chistes y las bromas no debieran tolerarse en la editorial, y tampoco debiera manifestarse aspereza ni desprecio hacia esos empleados o hacia los que buscan consejo.
Algunos no disciernen el carácter sagrado de la obra, debido a lo cual introducirán principios incorrectos. Trabajarán para asegurarse un salario y luego pensarán que han cumplido su deber. Tendrán un espíritu egoísta y codicioso que inducirá a robar a Dios. Se mezclará fuego extraño con el fuego sagrado. Otros se contagiarán con este espíritu, porque la plaga del egoísmo es tan contagiosa como la lepra (Manuscrito 19, 1891).
Satanás fomenta la adopción de principios no bíblicos.–Se me mostró que Satanás y los ángeles que le obedecen, vestidos con ropa de luz, recorren todas las dependencias de la editorial y contemplan con ansioso interés todas las fases de la obra, e instan a los obreros a presentar principios falsos e introducir vulgaridad en la obra; y a destruir, si es posible, los principios sagrados, elevadores y ennoblecedores de la verdad.
Los corazones de muchos de los obreros están imbuidos por el mismo espíritu que Satanás manifestó antes de su caída y que condujo a la rebelión en el cielo. Y él sabe cómo hacer lo mismo ahora. Por un tiempo su poder engañador ha estado actuando y tomando las riendas del control. Motivos egoístas se han estado introduciendo en forma gradual y casi imperceptible, hasta que métodos objetables y principios no bíblicos se han entretejido con la obra, y una ceguera singular ha sido el resultado (Manuscrito 28, 1896).
Hay que sofocar los principios errados.–Se ha efectuado un esfuerzo por colocar a los siervos de Dios bajo el control de los hombres que carecen del conocimiento y la sabiduría de Dios o de una experiencia bajo la dirección del Espíritu Santo. Han surgido principios que nunca debieran haber visto la luz del día. Hombres finitos han estado luchando contra Dios y la verdad, y los mensajeros escogidos de Dios han estado contrarrestándolos por todos los medios que se atreven a usar. Consideren qué virtud puede haber en la sabiduría y los planes de los que han despreciado los mensajes de Dios, y que, como los escribas y fariseos, han desdeñado a los mismos hombres a quienes Dios ha usado para presentar la luz y la verdad que su pueblo necesitaba... Un acto de maldad cometido contra el más débil o errante de su grey, es aun más ofensivo para Dios que si lo hubieran ejecutado contra cualquiera de los más fuertes entre ustedes (Carta 83, 1896).
Purificación de cada principio egoísta.–Como pueblo, tenemos que ponernos en una plataforma más elevada. En nuestras casas editoras de Wáshington y Nashville hay una obra que debe hacerse para introducir una atmósfera transparente y límpida. Debe producirse una purificación de cada principio egoísta. Las ideas estrechas y mal concebidas no deben imponerse. Hay que eliminarlas. Cuando los obreros sientan hambre por la llegada de principios puros y elevadores, se manifestará la salvación de Dios y él será glorificado.
Que los obreros de las casas editoras se libren de toda clase de egoísmo. Cuando cada uno esté dispuesto a dar a su hermano la preferencia que él desea para sí mismo, entonces Dios podrá ser glorificado en sus instituciones.
Algunos se han estado atando ellos mismos durante años con deseos egoístas que los ciñen como bandas de acero. El yo y el egoísmo se han manifestado patentemente en su obra, pero tal espíritu deshonra a Dios. Se me ha instruido que diga que los que retienen tal espíritu y se aferran a tales principios, no pueden ser aceptados por Cristo como obreros juntamente con él para gloria de Dios.
Algunas personas pueden ocupar importantes posiciones de confianza en la causa de Dios, pero no pueden reclamar nada de parte de él a menos que practiquen su Palabra, actúen con justicia y traten de imitar el ejemplo del manso y humilde Jesús. Tanto el líder de la obra como el miembro laico más humilde dependen de Dios para recibir poder, con el fin de ejercer una influencia pura y elevadora.
El Señor dice a los obreros de Wáshington y Nashville: “Revisen sus operaciones”. Deben elevarse por encima de todo principio vulgar y egoísta y ser imbuidos por el Espíritu de Dios. A menos que los obreros experimenten diariamente el poder transformador de Dios obrando en su corazón y su vida, no sentirán agrado de enfrentarse con el registro de sus obras ante el tribunal de Dios, cuando cada persona sea recompensada de acuerdo con las obras que ha hecho (Carta 372, 1908).
Virtudes morales y pureza de vida.–Debiera presentarse cuidadosa atención a la condición moral y la influencia de cada empleado de nuestras instituciones. Si los obreros son impuros de corazón o de vida en cualquier sentido, eso se manifestará en sus palabras y acciones, a pesar del esfuerzo que hagan para ocultar la verdad. Si no se guían por estrictos principios morales, es peligroso emplearlos, porque estarán en una posición desde la que pueden descarriar a los que desean reformarse, y pueden confirmarlos en prácticas impías y contaminadoras. Tales hombres y mujeres, a menos que se conviertan, no sólo serán una maldición para ellos mismos, sino que además serán una maldición en cualquier parte adonde vayan. Sólo el poder transformador de Dios es suficiente para establecer principios puros en el corazón, con el fin de que el malo no encuentre nada que atacar...
Los que trabajan en nuestras instituciones están ahí con el propósito de promover el bienestar intelectual y espiritual de quienes se encuentran bajo su cuidado. Deben convertir su obra en un asunto de ferviente oración y estudio, para que puedan saber cómo tratar con las mentes humanas y cumplir con el objetivo que se les ha propuesto. Su primer trabajo consiste en escudriñar cuidadosamente sus propios hábitos, porque hay quienes no han descartado cosas infantiles. Necesitan la gracia transformadora, sin la cual no podrán satisfacer la norma del cristianismo bíblico. Entonces, cuando se vean obligados a tratar con los que tienen una baja norma, sabrán qué palabras hablarles, y no serán ásperos, dominadores ni arbitrarios con ellos. Deben ser castos y así estar libres de la mancha de la contaminación, para poder corregir estos males y llevar a esas pobres almas a la altura de la norma bíblica de pureza (Carta 74, 1896; SpTMWI 10, 11).
Influencia de las infatuaciones juveniles.–Los jóvenes y las señoritas que se asocian y tienen principios débiles, y, además, poca fe y escasa devoción, se infatúan fácilmente unos con otros y se imaginan que se aman. La atención constante que se dirigen mutuamente no tarda en ejercer su influencia, y pronto dejan de apreciar las cosas espirituales. Como sucedía en el tiempo anterior al diluvio, existe una influencia que induce a apartar continuamente la mente de Dios, y a fijar los afectos en lo que es humano en vez de lo que es divino. Algunas de las señoritas que trabajan en la casa editora no están preparadas para servir a Dios; sus pensamientos son vanos y no consagrados, son superficiales; no llevan los frutos de la vida cristiana. Deben experimentar una conversión profunda y total, o bien nunca verán el reino de Dios. Estas personas jóvenes que se asocian en la editorial y forman relaciones afectivas con miras al matrimonio, y cultivan esas relaciones, se están descalificando para el trabajo. No pueden hacer su trabajo con la concentración debida, con fidelidad e integridad. Esta infatuación los incapacita, y en toda la institución se siente una influencia desmoralizadora...
Dios aceptará los servicios de hombres y mujeres jóvenes si se consagran a él sin reserva. Pero cuando comienzan a formar estas relaciones imprudentes e inmaduras, la devoción, la consagración y la religión pierden importancia. Es la muerte para el fervor religioso y también para el crecimiento en la gracia. Es un tiempo cuando los pensamientos más serios debieran ocupar la mente, y cuando debiera apreciarse la consagración más completa. Estamos formando nuestro carácter, colocamos ladrillo sobre ladrillo, uno sobre otro, y así la estructura va creciendo hasta formar un hermoso templo para Dios. Estos jóvenes pueden elevarse a casi cualquier altura en el desarrollo intelectual y poder espiritual. Amonesto a estos jóvenes a que no se casen, y a las señoritas que no se den en matrimonio, hasta que hayan obtenido conocimiento, experiencia y éxito en sus esfuerzos por alcanzar la elevada norma que se habían propuesto (SpTWWPP 13-16).
Buscar la perfección del carácter.–Debiera producirse una reforma completa por parte de los hombres que ahora están relacionados con nuestras importantes instituciones. Algunos poseen rasgos valiosos de carácter, mientras que al mismo tiempo manifiestan una lastimosa carencia de otros. Su carácter necesita tener un molde diferente, uno que sea conforme a la semejanza de Cristo. Todos deben recordar que todavía no han alcanzado la perfección, y que la obra de la edificación del carácter todavía no está terminada. Si anduviesen en pos de cada rayo de luz dado por Dios; si se compararan a sí mismos con la vida y el carácter de Cristo, se darían cuenta que fallaron en cumplir los requerimientos de la sagrada Ley de Dios y procurarían hacerse perfectos en su esfera, así como Dios es perfecto en la suya. Si estos hombres se hubiesen dado cuenta de la importancia de estas cosas, hoy estarían mucho más avanzados de lo que están en su estado actual, y mucho mejor calificados para ocupar puestos de confianza. Durante estas horas de prueba deben buscar la perfección de carácter. Deben aprender diariamente de Cristo...
Los hombres a quienes Dios ha vinculado con sus instituciones no deben pensar que, por el mero hecho de ocupar puestos de responsabilidad, ya no tienen que mejorar. Si han de ser hombres representativos, guardianes de la obra más sagrada que se haya encomendado a los mortales, deben adoptar la posición de aprendices. No deben sentirse autosuficientes ni engreídos. Deberían siempre darse cuenta de que están pisando suelo sagrado. Hay ángeles de Dios listos para atenderlos, y deben estar continuamente en condición de recibir luz e influencias celestiales, porque de no ser así, no están más preparados para la obra que los incrédulos (TI 5:525, 526).
El mundo observa las instituciones adventistas.–Recuerden los que están relacionados con las instituciones del Señor que Dios espera hallar frutos en su viña. Pide una cosecha en proporción a las bendiciones que concede. Los ángeles del cielo han visitado cada lugar donde las instituciones de Dios están establecidas, y ministrado en ellas. La infidelidad es en estas instituciones un pecado mayor que en otra parte, porque ejerce mayor influencia que en cualquier otro lugar. La infidelidad, la injusticia, la complicidad con el mal impiden que la luz de Dios resplandezca en los instrumentos del Señor.
El mundo observa, listo para criticar con perspicacia y severidad vuestras palabras, vuestras acciones y vuestros asuntos comerciales. A todos los que desempeñan un papel en relación con la obra del Señor se los vigila y pesa en la balanza del juicio humano. Dejan constantemente impresiones favorables o desfavorables a la religión de la Biblia en el ánimo de todos aquellos con quienes tratan.
El mundo mira para ver qué frutos llevan los que profesan ser cristianos. Tiene derecho a hallar frutos de abnegación y sacrificio en aquellos que aseveran creer la verdad (JT 3:184, 185).
La mundanalidad descalifica para cargos de confianza.–El Hno. P ha sido bendecido con habilidades que, si las hubiera consagrado a Dios, lo habrían capacitado para hacer mucho bien. Tiene una mente despierta. Comprende la teoría de la verdad y los requerimientos de la Ley de Dios; pero no ha aprendido en la escuela de Cristo la humildad y mansedumbre que lo convertirían en un hombre del cual se pueda depender para ocupar un puesto de confianza. Ha sido pesado en las balanzas del santuario y hallado falto. Ha recibido gran luz en forma de advertencias y reprensiones; pero no les ha prestado atención; ni siquiera ha visto la necesidad de cambiar su manera de comportarse...
La cruz de Cristo ha sido presentada al Hno. P, pero él la ha rechazado porque representa vergüenza y oprobio en lugar de honor y alabanza del mundo. Jesús lo ha llamado una y otra vez: “Toma la cruz y sígueme, para que seas mi discípulo”. Pero otras voces lo han estado invitando en la dirección del orgullo y las ambiciones mundanales; y él ha escuchado esas voces porque el espíritu de ellas es más agradable para el corazón natural. Se ha apartado de Jesús, se ha divorciado de Dios para abrazar el mundo...
La unión del Hno. P con el mundo ha resultado en una trampa para él y también para otros. Oh, ¡cuántos tropiezan por causa de vidas como la suya! Tienen la idea equivocada de que después de dar los primeros pasos en la conversión –arrepentimiento, fe y bautismo–, eso es todo lo que se requiere de ellos. Pero este es un error fatal. La dura lucha por conquistar el yo, por la santidad y el cielo, es una lucha que dura toda la vida. No hay tregua en esta guerra; el esfuerzo debe ser continuo y perseverante. La integridad cristiana debe buscarse con incansable energía y mantenerse con propósito firme y decidido.
Una experiencia religiosa genuina se desarrolla e intensifica. El progreso continuo, el conocimiento creciente de la Palabra de Dios y su aplicación con poder, son el resultado natural de una conexión viva con Dios. La luz del santo amor aumentará su resplandor hasta alcanzar el brillo del día perfecto (Prov. 4:18). El Hno. P tuvo el privilegio de tener una experiencia como esta; pero no ha tenido el aceite de la gracia en su lámpara, y su luz se ha estado apagando. Si no efectúa pronto un cambio decidido, llegará al punto en que ninguna advertencia o ruego podrán surtir efecto sobre él. Su luz se apagará y él quedará en tinieblas, y quedará abandonado a la desesperación (TI 5:387-389).
Los que no son consagrados debieran separarse de la obra.–No debiera conservarse en una institución del Señor, cualquiera que sea, a nadie que en un momento difícil no comprenda que estas instituciones son sagradas. Si los empleados no encuentran placer en la verdad, si su relación con la institución no los hace mejores, si no crea en ellos ningún amor por la verdad, entonces, después de un tiempo de prueba suficiente, sepárenlos de la obra, porque su impiedad y su incredulidad ejercen una influencia sobre los demás. Por su medio, los malos ángeles trabajan para desviar a quienes ingresan en la institución como aprendices. Deben tener como aprendices a jóvenes promisorios que amen a Dios. Pero si los ponen con otros que no tienen amor por Dios, están constantemente expuestos al peligro por esta influencia irreligiosa. Los espíritus mundanos, los que se entregan a la maledicencia, los que se deleitan en conversar de las faltas ajenas sin pensar en las propias, deben quedar separados de la obra (JT 3:186).
¿Debiera darse empleo permanente a los incrédulos?–Todos los que trabajan en las instituciones establecidas por el Señor debieran estar consagrados a Dios con alma, cuerpo y espíritu. Nadie que sea un incrédulo debiera permanecer empleado en forma permanente. Todos deben pasar por un período de prueba. A nadie cuya mente no esté controlada por el Espíritu Santo debiera permitírsele manejar la obra sagrada de Dios, porque el enemigo traza planes para inducir a esas personas a hacer cosas que perjudicarán la obra, y que podrían resultar en grandes pérdidas y estorbos. Si tales personas, por causa de una necesidad son empleadas en la obra por un tiempo, y si después de haber tenido oportunidad de conocer la verdad no están más cerca de la conversión que al principio, despídaselas en forma privada...
Pero cuando se las despida, cuídese de que no salgan con un espíritu de irritación, porque podrían herirlas, y hasta podría suceder que los hieran a ustedes y les causen mucho daño. Si se va manifestando un espíritu de venganza, pueden difundir falsedades y representar mal la obra. Tal vez ustedes sientan que algo está perjudicando la obra, pero no sabrán qué es. Es el trabajo secreto y disimulado que se está haciendo. Por eso es peligroso emplear a gente de esta clase, que no siente ninguna obligación de entregarse a Dios. Hay que tener en cuenta todas estas cosas (Carta 27, 1896).