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Capítulo 7 Requisitos habilitantes para la obra y la eficiencia
ОглавлениеLos obreros deben estar plenamente habilitados.–Hermanos míos, ni a medias se ha ejercido el cuidado necesario para inculcar, a los que podrían trabajar en la causa, la importancia de una debida preparación para la obra. Con sus facultades indisciplinadas sólo pueden realizar una obra imperfecta; pero si son preparados por maestros sabios y consagrados, y si son guiados por el Espíritu de Dios, no sólo podrán hacer un buen trabajo ellos mismos, sino también proporcionarán el molde correcto a los que podrían estar trabajando con ellos. Por lo tanto, debieran preocuparse constantemente por aprender cómo pueden llegar a ser más inteligentes en la obra a la que se encuentran dedicados. Nadie debiera reposar en la comodidad y el ocio, sino que todos debieran tratar de elevarse y ennoblecerse, no sea que debido a su propio entendimiento deficiente dejen de darse cuenta del carácter sagrado de la obra y lo rebajen para satisfacer su propia norma limitada (TI 5:521).
Dios desea que todos los que se relacionan con sus instituciones demuestren idoneidad, discriminación y previsión. Quisiera que fueran hombres y mujeres de intelecto cultivado, sin que les falte ninguna calificación; y a medida que sientan individualmente la necesidad de esto y trabajen para lograrlo, Jesús los ayudará en sus esfuerzos. Mientras trabajen con el plan de la adición para asegurar las gracias del Espíritu, Dios obrará en su beneficio con el plan de la multiplicación. La vinculación con Dios proporcionará expansión al alma, la exaltará, la transformará y le hará reconocer sus propias facultades; además le proporcionará un sentido más claro de la responsabilidad que descansa sobre cada persona de hacer uso sabio de las facultades que Dios le ha concedido (T 4:449).
Hombres experimentados para cargos de confianza.–Es una manifestación de sabiduría colocar en cargos de responsabilidad y utilidad sólo a quienes den prueba cabal de su habilidad, a los que demuestren que son capaces de cumplir en forma debida sus importantes cargos. Se han dado cargos a hombres jóvenes y sin experiencia, que debieran haberse dado a hombres que poseían una experiencia obtenida en la historia temprana de la obra. Que den los cargos de confianza a hombres experimentados, temerosos de Dios y probados, hombres que presenten el mensaje de reproche enviado por Dios (Carta 35, 1900).
Respeto hacia los obreros de más edad.–En la casa editora de Battle Creek se mantiene un espíritu que es una ofensa para Dios; hay un egoísmo que Dios no puede tolerar, hay dureza de corazón, falta de amor y humildad, y esto se manifiesta en palabras y comportamientos que son totalmente no cristianos. El Señor ha reprochado los pecados; los ha puesto delante de los que yerran, pero siguen siendo acariciados.
Hay obreros de la institución que no participaron en los sacrificios requeridos para establecerla y no han llevado la carga de su edificación, pero demuestran escaso interés o respeto hacia quienes participaron en estos trabajos y sacrificios de los comienzos, y que han envejecido y encanecido en la obra (Manuscrito 16, 1890).
A cada uno una obra designada por Dios.–Hace años vi que nuestro pueblo estaba muy retrasado en la obtención de ese conocimiento que lo calificaría para puestos de responsabilidad en la causa. Cada miembro de iglesia debiera esforzarse para capacitarse con el fin de poder trabajar por el Maestro. A cada uno se le ha asignado una obra de acuerdo con sus habilidades. Aún ahora, a la hora undécima, debiéramos levantarnos para capacitar a hombres hábiles para la obra, con el fin de que, mientras ocupan cargos de confianza ellos mismos, puedan educar por precepto y ejemplo a todos los que se asocien con ellos.
Algunos obreros, a causa de una ambición egoísta, han ocultado de otros el conocimiento que habrían podido impartir. Otros no han sentido necesidad de recargarse con la preparación de otros obreros. Sin embargo, ésta habría sido la mejor clase de obra que hubieran podido hacer por Jesús. Cristo dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” [Mat. 5:14], y por esta razón debemos hacer brillar nuestra luz ante la gente.
Si todo lo que el Señor ha hablado referente a estos asuntos se hubiera puesto en práctica, hoy día nuestras instituciones ocuparían una posición más elevada y santa que la que ahora tienen. Pero los hombres han estado satisfechos con escasas realizaciones. No han procurado con todas sus fuerzas elevar sus capacidades mentales, morales y físicas. No han sentido que Dios requiere esto de ellos, no han comprendido que Cristo murió para capacitarlos para hacer esta obra. Como resultado, se encuentran muy atrás de donde debieran estar en inteligencia y capacidad para pensar y hacer planes. Habrían podido añadir una virtud sobre otra, y conocimiento sobre conocimiento, y así haberse fortalecido en el Señor. Pero dejaron de hacerlo. Que cada uno se empeñe en trabajar ahora con la firme determinación de elevarse. La necesidad actual de la causa no es tanto de más hombres como de mayores destrezas y consagración por parte de los obreros (TI 5:522, 523).
Hombres con dignidad, humildad y eficiencia.–Hermano mío, al hacer la obra de Dios se encontrará en diversas circunstancias que requerirán serenidad y dominio propio, lo cual lo calificará para adaptarse a las circunstancias y las peculiaridades de la situación. Así podrá actuar sin timidez ni desconcierto. No debiera desestimar su habilidad para desempeñar su parte en las diversas situaciones de la vida práctica. Cuando note algunos defectos, póngase de inmediato en acción para remediarlos. No confíe en que otros suplirán sus deficiencias, mientras usted sigue con indiferencia como si fuera normal que su manera de ser peculiar debiera continuar con sus defectos. Dedíquese activamente a remediarlos, para que pueda ser perfecto en Cristo Jesús, sin que nada le falte.
Si forma una opinión demasiado elevada de sí mismo pensará que su trabajo es más importante que lo que realmente es, lo cual lo llevará a manifestar una independencia que se aproxima a la arrogancia. Si va al otro extremo y forma una opinión demasiado baja de sí mismo, se sentirá inferior y causará una impresión de inferioridad que limitará mucho la influencia que podría ejercer en favor del bien. Debiera evitar estos extremos. Los sentimientos no debieran controlarlo ni las circunstancias afectarlo. Puede formar una estima adecuada de sí mismo que sea una salvaguardia contra ambos extremos (T 3:505, 506).
Poder para superar las circunstancias.–Los obstáculos son los que hacen fuertes a los hombres. No son las ayudas, sino las dificultades, los conflictos y los desaires los que dan fuerza moral. La facilidad excesiva y la tendencia a evitar las responsabilidades han convertido en debiluchos y enanos a quienes debieran ser hombres responsables con fuerza moral y poderosos músculos espirituales... Algunos hombres causan la impresión de ser totalmente incapaces de abrirse camino. ¿Tendrán que confiar permanentemente en los demás para que hagan planes, estudien por ellos, y que piensen y juzguen en su lugar? Dios se avergüenza de esos soldados. El Señor no es honrado por lo que hacen en su obra mientras actúan como máquinas.
Se necesitan hombres independientes y empeñosos y no hombres maleables como la masilla. Los que desean que les den las cosas hechas, realizar una cantidad fija de trabajo y tener un salario fijo; los que esperan que todo calce perfectamente sin que ellos se tomen el trabajo de adaptarse o prepararse, no son los obreros que Dios llama para que trabajen en su causa. Un hombre incapaz de adaptar sus habilidades en ninguna parte cuando resulta necesario, no es el hombre para este tiempo. Los obreros que Dios pondría en su causa no son flojos ni pusilánimes, sin fuerza moral. Sólo mediante esfuerzo continuo y perseverante los hombres pueden disciplinarse para llevar una parte en la obra de Dios. Estos hombres no debieran desanimarse si las circunstancias y el ambiente son desfavorables. No debieran abandonar su propósito considerándolo un fracaso total hasta convencerse fuera de toda duda de que no pueden hacer gran cosa para honra de Dios y el bien de la gente.
Hay hombres que se congratulan pensando en que podrían hacer algo grande y bueno si sólo las circunstancias fueran diferentes, mientras no usan las facultades que ya poseen al trabajar en el lugar en el que la Providencia los ha colocado. El hombre puede hacer sus circunstancias, pero éstas nunca debieran hacer al hombre. El hombre debiera aprovechar las circunstancias como instrumentos con los cuales trabajar. Debiera dominarlas, pero nunca debiera permitir que las circunstancias lo dominen a él. La independencia y el poder individuales son las cualidades que ahora se necesitan. No es necesario que se sacrifique el carácter individual, pero debiera modularse, refinarse y elevarse (T 3:495-497).
Eficiente, apto y práctico.–Se pierde mucho por falta de una persona competente, alguien que sea eficiente, apto y práctico para supervisar los diferentes departamentos de la obra. Se necesita un impresor práctico que esté familiarizado con todos los aspectos del trabajo. Hay algunos que conocen bien el trabajo de las prensas, pero fallan rotundamente en el don de mando. Otros hacen lo mejor que pueden, pero son inexpertos y no comprenden la obra de publicaciones. Sus ideas a menudo son estrechas. No saben cómo satisfacer las demandas de la causa; y como resultado, son incapaces de estimar las ventajas y desventajas implicadas en la ampliación de su trabajo. También son propensos a errar en su juicio, a hacer cálculos erróneos y evaluaciones incorrectas. Se han producido pérdidas como resultado de no haberse hecho estimaciones adecuadas y de no haberse aprovechado las oportunidades de promover la obra de publicaciones. En una institución como ésta, pueden perderse miles de dólares por causa de cálculos indebidos efectuados por personas incompetentes. En cierto sentido, el Hno. P tenía habilidades para comprender y estimar debidamente los intereses de la obra de publicaciones, pero su influencia era perjudicial para la institución (TI 5:390, 391).
Hay que exaltar los principios y no la política egoísta.–Los reglamentos adoptados por los hombres de negocios del mundo no debieran ser las adoptadas y puestas en práctica por los obreros de nuestras instituciones. La política egoísta no procede del cielo, es terrenal. El lema principal que impera en el mundo es: “El fin justifica los medios”, y esto se puede notar en todas las empresas comerciales. Posee una influencia controladora en todos los estratos sociales, en los solemnes concilios de las naciones y en cualquier parte donde el Espíritu de Cristo no constituye el principio gobernante. La prudencia, la cautela, el tacto y la destreza son dones que debieran ser cultivados por cada persona relacionada con la casa editora y por los que sirven en nuestro colegio y sanatorio. Sin embargo, las leyes de justicia y equidad no deben ponerse de lado, y no debe imponerse la norma de que cada uno debe colocar en la cima del éxito su departamento de trabajo en la obra en menoscabo de otros departamentos. Debieran protegerse cuidadosamente los intereses de todos para que nadie atropelle los derechos de los demás. En el mundo, demasiado a menudo el dios del comercio suele ser el dios del fraude; pero no debe ser así con los que se dedican a la obra del Señor. La norma del mundo no debe ser la norma de los que se relacionan con las cosas sagradas...
La política mundanal no debe equipararse con la sana discreción, aunque con frecuencia esta se confunde con aquella. Es una especie de egoísmo, no importa la causa en que sea empleada. La discreción y el sano juicio nunca son estrechos en sus alcances. La mente que es protegida por ellos alberga ideas abarcadoras y no se estrecha hasta el punto de concentrarse en un solo objeto. Considera todas las cosas desde todos los puntos de vista. Pero la política, o manera de proceder mundana, tiene una visión de corto alcance, que aprecia nada más que el objeto más cercano pero no logra descubrir los que están a cierta distancia. Siempre busca la oportunidad de sacar ventaja. Los que adoptan este plan de acción mundanal se engrandecen a sí mismos con el material que extraen del fundamento del edificio de otra persona. Cada estructura debe construirse sobre fundamentos adecuados si se desea su permanencia (TI 5:530, 531).
El juicio de Dios es la base de la eficiencia.–El Señor desea que los obreros de la Review and Herald aprendan a someter su juicio personal al juicio divino, y que luego utilicen sus habilidades en su servicio, y que le den sus mejores ideas y esfuerzos. El Señor tiene una viña que debe cultivarse. El cultivo de esta viña requiere de cada creyente que sea tanto un productor como un consumidor de buenas obras...
Envío este mensaje a los obreros de la casa editora... Deseo intensamente que se acerquen más a Dios, para que él pueda acercarse a ellos. Su luz y presencia serán reconocidas y apreciadas por todos los que lo buscan de todo corazón. Les ruego que lean estas palabras a los obreros. Díganles que al identificarse con Cristo entran en posesión de la riqueza de su gracia. Andan en sus pasos. Siguen su ejemplo de amor y simpatía cuando ayudan a los necesitados, levantan las manos caídas, fortalecen las rodillas vacilantes y hacen que eleven la mirada hacia aquel que dio su vida por la vida del mundo (Carta 54, 1902).
Una obra tan perfecta como los seres humanos puedan hacer.–Vi que había gran falta de eficiencia en la contabilidad en muchos departamentos de la causa. La contabilidad es, y siempre será, una parte importante de la obra; y hay una gran necesidad de contadores expertos en nuestras instituciones y en todos los departamentos de la obra misionera. Es un trabajo que requiere estudio cuidadoso para llevarlo a cabo con eficiencia y prontitud, y sin riesgo de preocupación o desgaste; pero se ha descuidado vergonzosamente la preparación de personas competentes para esta obra. Es una desgracia permitir que una obra de la magnitud de la nuestra se haga en forma defectuosa e inexacta. Dios requiere que los seres humanos efectúen una obra tan perfecta como sea posible. Es una deshonra para la verdad sagrada y su Autor llevar a cabo su obra en forma deficiente. Vi que a menos que los obreros de nuestras instituciones se sometan a la voluntad de Dios, habría una falta de armonía y unidad de acción entre ellos. Si todos obedecieran sus instrucciones, el Señor sería su comandante invisible; pero también debe haber una cabeza visible que tema a Dios. El Señor nunca aceptará a un grupo de obreros descuidados y desordenados; tampoco se dedicará a hacer avanzar y ascender hacia una noble altura y victoria segura a quienes son obstinados y desobedientes. El progreso ascendente del alma indica que Jesús gobierna el corazón. Ese corazón, mediante el cual la persona difunde su paz y gozo y los benditos frutos de su amor, se convierte en su templo y trono. Cristo dice: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando” (Juan 15:14; TI 5:521, 522).
Ayudándose unos a otros.–Debiera demostrarse un interés amplio y profundo en ayudarse unos a otros. El Señor no se complace cuando su pueblo se mantiene separado. Este es uno de los defectos que hay en la casa editora...
Si los hombres y mujeres pudieran ver los problemas que se acarrean por mantenerse independientes y tratan de hacer lo que no saben sin preguntar, actuarían en forma diferente. Si Cristo morara en el corazón de los obreros, procurarían introducir una elevada consagración en todos sus deberes, sean éstos grandes o pequeños. De esta manera serán bendecidos al trabajar de todo corazón para el Señor, elevando sus pensamientos por encima del nivel común de la vida de los negocios. Es el deber de los cristianos pensar en las cosas santas.
Los obreros de la casa editora Echo19 tienen escasa percepción de los métodos adecuados para obtener el éxito. Están trabajando en forma contraproducente unos con otros. La casa editora Echo está enferma desde la cima hasta el fundamento. No habrá vitalidad ni progreso definido hasta que los obreros practiquen los principios cristianos. Estos obreros deben estar cabalmente convertidos a la verdad. La devoción a Dios y el trabajo concienzudo hecho con oración para el Maestro traerá unidad. Cada obrero debe estar en guardia, firmemente decidido a reforzar cada departamento de la casa editora. Debe comprender que es su deber poner cerebro, hueso y músculo en el trabajo para que alcance el éxito (Manuscrito 54, 1899).
Llevando y compartiendo responsabilidad.–Usted, Hno. A, ha tenido fuerzas para llevar algunas responsabilidades. Dios ha aceptado su trabajo enérgico y ha bendecido sus esfuerzos. Aunque ha cometido algunos errores, no hay por qué juzgar mal sus capacidades ni desconfiar de la fortaleza que usted puede encontrar en Dios. Usted no ha estado dispuesto y listo para asumir responsabilidades. Usted tiene inclinación natural a rechazarlas y a elegir una posición más fácil, a escribir y ejercitar la mente en asuntos sin interés especial y vital. Usted está cometiendo un error al confiar en _______ para que le diga lo que debe hacer...
Usted mismo debe averiguar lo que se debe hacer y levantar la carga. Dios lo bendecirá cuando usted lo haga. Debe llevar responsabilidades en la obra de Dios siguiendo su mejor juicio. Pero debe tener cuidado, no sea que su juicio reciba la influencia de las opiniones de otros. Si es evidente que ha cometido errores, tiene el privilegio de convertir esos fracasos en victorias al evitar volver a cometerlos en el futuro. Si se le dice lo que debe hacer, nunca obtendrá la experiencia necesaria para ocupar cargos importantes (T 3:495).
Acción decisiva y no vacilación.–Hno. A, usted es excesivamente lento. Debiera cultivar características opuestas. La causa de Dios exige hombres que puedan ver con rapidez y que actúen instantáneamente en el momento debido y con poder. Si usted espera hasta sopesar las dificultades y aclarar cada duda que encuentra, logrará hacer muy poco. Encontrará obstáculos y dificultades a cada paso, y debe decidir conquistarlos con firme propósito, porque en caso contrario usted será vencido por ellos.
Ocurre a veces que diversos métodos y propósitos, diferentes modos de operación concernientes a la obra de Dios, se encuentran en precario equilibrio en la mente; pero en este mismo punto es donde se necesita el discernimiento más fino. Y si se quiere realizar algún progreso en favor del proyecto que se había aprobado, debe hacerse en el momento oportuno. La mínima oscilación del peso en el platillo de la balanza debiera percibirse y decidir el asunto de inmediato. Las largas demoras cansan a los ángeles. Es aun más excusable efectuar una decisión equivocada de vez en cuando, que estar continuamente en una posición inestable y ser vacilante, inclinarse a veces en una dirección y después en otra. Esta vacilación y duda producen más perplejidad y desdicha que el hecho de actuar a veces con excesiva precipitación.
Se me ha mostrado que las victorias más señaladas y las más terribles derrotas se han producido en el lapso de minutos. Dios requiere prontitud de acción. Las demoras, dudas, vacilaciones e indecisiones suelen dar al enemigo toda la ventaja. Hermano mío, usted debe reformarse. El momento oportuno de las cosas puede decir mucho en favor de la verdad. Con frecuencia se pierden victorias a causa de la dilación. Habrá crisis en esta causa. La pronta decisión y la acción decisiva en el momento debido producirán triunfos gloriosos, mientras que la demora y el descuido resultarán en grandes fracasos y deshonra para Dios. Los movimientos rápidos en el momento crítico con frecuencia desarman el enemigo, quien es frustrado y vencido, porque había esperado demasiado para trazar planes y trabajar con sus estratagemas.
Dios desea hombres relacionados con su obra en Battle Creek que posean prontitud de juicio, y mentes que cuando sea necesario puedan actuar con la rapidez del rayo. La mayor prontitud es necesaria en la hora del peligro. Cada plan puede haber sido muy bien concebido para que produzca ciertos resultados, y sin embargo un atraso pequeño puede hacer que las cosas adquieran un cariz muy diferente, y los grandes objetivos que hubieran podido alcanzarse se pierden por falta de rápida previsión y pronta ejecución. Se puede hacer mucho en la preparación de la mente para vencer la indolencia. Hay ocasiones cuando se necesita una gran precaución y deliberación, cuando la irreflexión sería locura. Pero aun en este caso se ha perdido mucho debido a la excesiva vacilación. Se requiere cierto grado de precaución; pero la vacilación y los modos de procedimiento en ciertas ocasiones han sido más desastrosos que lo que hubiera sido un fracaso provocado por la irreflexión.
Hermano, necesita cultivar la prontitud. Deseche su actitud vacilante. Usted es lento y se desconcentra descuidadamente en el trabajo que lleva a cabo. Abandone este estrecho sistema de trabajo porque no sirve (T 3:497, 498).
Cómo convertir el lugar de trabajo en un Betel.–Mantengan siempre una actitud agradable, cortés y bondadosa, y cada lugar de trabajo puede transformarse en un Betel. Los ángeles de Dios complementarán vuestros esfuerzos. Si nuestras casas editoras, nuestras instituciones de salud, nuestros colegios y nuestras misiones se dirigieran con principios correctos, los incrédulos que las visitan quedarían favorablemente impresionados, y se sentirían más dispuestos a aceptar la verdad... Si el corazón se purificara mediante la obediencia a la verdad, no habría preferencias egoístas ni motivos corrompidos; no habría parcialidad ni hipocresía, y no se desarrollaría un sentimiento amoroso enfermizo. Debe ejercerse una vigilancia estricta para que esta maldición no envenene ni corrompa nuestras instituciones (Carta 74, 1896; SpTMWI 8, 9).
Necesidad de reglamentos y disciplina.–Nuestros jóvenes deben adoptar normas más elevadas en la casa editora si desean perfeccionar el carácter cristiano. Debieran asistir a la hora de la oración, a los cultos de oración y estar listos y deseosos de prestar servicio a Dios. Necesitan comprender los elevados derechos de Dios sobre ellos. No se requiere gran erudición, genio ni elocuencia, sino un corazón puro y humilde que anhele la justicia. Si estos jóvenes y señoritas se interesaran en refinar su vida y en elevar y ennoblecer el carácter, con el fin de efectuar un servicio mejor y más santo para Dios; si dedicaran sólo una décima parte de su interés a la complacencia y gratificación del yo, entonces sus nobles esfuerzos producirían un trabajo magnífico. Estos jóvenes deben habituarse a pensar, más que en ellos mismos, en todo lo noble y elevador. No oran, no velan en oración; no están familiarizados con Jesús. Tienen mucho que aprender, pero toman poco tiempo para hacerlo; no hay tiempo para gastar en frivolidades y complacencia del yo. Si comprendieran la necesidad que existe de una verdadera conversión, si oraran y velaran en oración, Dios los haría totalmente suyos, y ellos podrían hacer mucho por su causa. Pero los jóvenes que trabajan en la casa editora deshonran a Dios con sus pensamientos y comportamiento. Los que van a ese lugar con buenos propósitos se echan a perder por la influencia no consagrada de algunos de los empleados. Esto no debe continuar así. En estos casos hay que hablar con claridad y tomar medidas definitivas (SpTWWPP 16, 17).
Las influencias del hogar afectan las instituciones.–Cada hogar cristiano debiera tener reglas; y los padres debieran, por sus palabras y comportamiento mutuo, dar a los hijos un valioso ejemplo viviente de lo que desean que éstos lleguen a ser. Debieran practicar constantemente el lenguaje puro y la verdadera cortesía cristiana. Que no haya nada que induzca al pecado; que no haya conjeturas torcidas ni lengua maligna. Enseñen a los niños y los adolescentes a respetarse ellos mismos, a ser fieles a Dios y leales a los principios; enséñenles a respetar y obedecer la ley de Dios. Entonces estos principios controlarán su vida e intervendrán en su asociación con otras personas. Amarán a su prójimo como a ellos mismos. Crearán una atmósfera pura, que ejercerá influencia para animar a las personas débiles a seguir en el camino que conduce a la santidad y al cielo. Que cada lección tenga un carácter elevador y ennoblecedor, y el registro que aparecerá en los libros del cielo será de tal naturaleza que no se sentirán avergonzados de encontrarlo en el juicio.
Los niños que reciben esta clase de instrucción nunca serán una carga ni una causa de ansiedad en nuestras instituciones; sino que serán una fortaleza, un apoyo para los que llevan responsabilidades. Estarán preparados para trabajar en cargos de responsabilidad, y, por medio del precepto y el ejemplo, ayudarán constantemente a otros a hacer el bien (Carta 74, 1896; SpTMWI 12, 13).
Promesa para los que hacen lo mejor posible.–Cristo está revisando su trabajo en todo sentido. Desea que esté libre del poder de Satanás para que todos reconozcan la pureza de su trabajo. El Señor puede encomiar sólo lo que es digno de encomio. A los que se esfuerzan por hacer su voluntad, les dice con una voz que revela dulzura celestial: “La gracia sea contigo, y la paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” [Efe. 1:2, 3].
La obra que se hace para honra y gloria de Dios llevará el sello de Dios. Cristo aprobará la obra de los que se esfuerzan por hacer lo mejor posible. Y mientras continúan haciendo lo mejor, aumentarán su conocimiento y el carácter de su obra mejorará...
¡Cuán gloriosa es la perspectiva que espera a los que serán aprendices de Cristo, mansos y humildes de corazón, según el Modelo divino! El Señor Jesús será su Ayudador, su Fortaleza, su Liberación, si tan sólo usted quisiera creer y andar humildemente delante de él (Carta 153, 1903).
Poner la causa de Dios sobre todos los demás intereses20.–Ningún vínculo terreno, ninguna consideración terrena, debiera pesar ni por un momento en la balanza contra el deber hacia la causa y la obra de Dios. Jesús cortó su conexión con todo para salvar a un mundo perdido, y requiere de nosotros una consagración completa.
Hay sacrificios que deben realizarse a favor de la causa de Dios. El sacrificio de los sentimientos es el más intenso de los que se requieren de nosotros; sin embargo, después de todo, es un sacrificio pequeño. Usted tiene muchos amigos, y si los sentimientos están santificados, usted no sentirá que está haciendo un sacrificio muy grande. No deja a su esposa entre paganos. No ha sido llamado a recorrer las ardientes arenas del desierto africano, a correr el riesgo de ser encarcelado ni a enfrentar pruebas a cada paso. Tenga cuidado con la forma como actúa con los que simpatizan con usted, y cómo permite que los sentimientos humanos y consideraciones personales se mezclen con sus esfuerzos y trabajos por la causa de Dios. Él exige un servicio abnegado y voluntario. Usted puede prestarlo y al mismo tiempo cumplir con todos sus deberes familiares; pero considere esto como un asunto secundario (T 3:500).
19 Se refiere a la casa editora Echo de Melbourne, Australia.
20 Un estudio de la vida de Jaime White y su esposa Elena en los comienzos de la iglesia proporciona un ejemplo convincente de una dedicación sin reserva al servicio de Dios. Los dos hijos que les sobrevivieron, Edson y William, también fueron objetos de su atención y cuidado, aunque los esposos White algunas veces tuvieron que dejarlos al cuidado de otras personas. Ambos hijos llegaron a ser pastores del evangelio. Cuando Jaime y Elena tenían que separarse por razones de las exigencias de la causa, se reconfortaban mutuamente con expresiones de comunión y cariño cuando volvían a reunirse al final del viaje.