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VII. LA VUELTA A VALENCIA

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En 1969 el Gobierno franquista decreta la prescripción de los delitos cometidos durante la guerra. Es el momento que todos esperaban para volver. Pero dos años antes, en 1967, Franco había ya decretado la prescripción de los delitos no de «sangre» y ya se habían atrevido a volver muchos exiliados. Antonino va al consulado español y solicita su certificado de nacionalidad. Cuando lo recibe desde Madrid, inmediatamente viaja a Valencia. Se aloja de nuevo en Silla, donde siguen viviendo los parientes de Pilar, y se dedica a buscar trabajo durante los quince días que tiene previsto quedarse. Encuentra un taller de tapicería en Valencia donde le aseguran que va a haber mucho trabajo. Con esta promesa inicial, Antonino vuelve a Toulouse muy esperanzado. Pero antes de poder volver definitivamente han de solucionar el problema legal de Pilar, porque si quiere obtener el pasaporte para volver a España, debe hacer una declaración jurada diciendo que Josefina Peña es Pilar Soler. Y claro que quiere, aunque sabe que aquello no va a resultar nada fácil. Lo que tampoco supone es que deshacer el entuerto les va a llevar nada menos que dos años. ¿Pero qué son dos años cuando se han esperado para la vuelta cerca de treinta?

Pilar viaja a París y busca a Julio Just, ministro del Gobierno de la República española en el exilio y muy conocido de Pilar. Consigue dar con él y le cuenta que ha estado viviendo de incógnito y con un nombre falso durante 26 años en Francia. El hombre le dice que es una barbaridad pero le promete ayudarla. Y, efectivamente, a través de sus relaciones con el Ministerio de Interior francés empieza a gestionar su caso en París y consigue solucionarlo. Un día llama por teléfono a Pilar y la avisa de que la prefectura de Toulouse la va a llamar. Y una semana después Pilar es convocada a la prefectura, donde finalmente firma los papeles necesarios para regularizar su situación de forma definitiva. Por fin había llegado el momento. Porque durante años Pilar se ha venido repitiendo de forma machacona e incansable.

–El día que yo tenga mi pasaporte, ese día nos vamos a España.

Y así lo hicieron. En abril de 1971 vuelven del viaje exploratorio a Valencia y se dedican a dejar en Toulouse todo arreglado para dejar el trabajo y los compromisos adquiridos y poder preparar la vuelta definitiva a Valencia.

Finalmente, es en julio de 1971 cuando Pilar y Antonino llegan a Valencia para quedarse. Y de nuevo van a Silla, donde están los parientes de Pilar, que los ayudan a encontrar una casa de pueblo de alquiler muy bonita. Pilar y Antonino se han traído con ellos a Raymond. El chico, con diez años, tiene una ilusión tremenda de ir a Valencia con ellos aprovechando sus vacaciones de verano. Pilar habla con su madre y las dos mujeres llegan a un acuerdo.

–Te lo llevas y dentro de un mes, antes de que nos vayamos nosotros de vacaciones, voy a Valencia y me lo traigo.

Así quedan y así se hace. El padre de Raymond, que era un gran orador, había hecho unas campañas muy importantes en Toulouse en favor de la España republicana. Por tanto, Raymond sabe que Franco es el que se ha levantado contra la República y que es el culpable de que Pilar y Antonino estén en Toulouse y no hayan podido vivir en España hasta ahora. Por eso el chiquillo está tan ilusionado en irse con ellos a España. Raymond habla estupendamente el español porque siempre lo había hablado con Pilar, así que al llegar a Silla enseguida hace amiguitos, porque además tiene mucha facilidad para las relaciones sociales. No obstante, aunque parece que se lo pasa bien, se siente un poco extranjero porque le falta su casa, su país, y porque ya no son los españoles que él conoce de Toulouse. A los pocos días de llegar, un día a Antonino, que es muy aficionado a jugar a los ciegos, le tocan 2.000 pesetas y propone ilusionado:

–Esto hay que celebrarlo.

Y se van a comer a la playa, al restaurante La Marcelina. Allí compran unas tarjetas postales para enviarlas a sus padres. El niño escribe también la suya, y cuando Pilar la coge para ponerle el sello lee lo siguiente: «Queridos papá y mamá, estoy bien pero en cuanto podáis venid a recogerme».

Pilar, que conserva la tarjeta bien guardada, se queda de piedra, pero no comenta nada. Y antes de salir del restaurante Antonino, con mucho cariño, le dice a Raymond.

–Oye, ¿no crees que en casa se van a quedar muy preocupados cuando lean tu tarjeta pensando que te ha pasado algo? Además, piensa que estamos muy lejos…

–Sí…

–¿Quieres que le escribamos a tu mamá y le digamos que venga antes a recogerte?

–Bien…

El niño acaba llorando, y aunque al día siguiente el chaval juega con sus amigos y parece que se ha recuperado, Pilar escribe a Susana contándole lo que ha pasado. Susana llega la semana siguiente y se lo lleva sin más problema.

Al principio, los días se suceden con rapidez, con la instalación y la búsqueda urgente de trabajo. Pero pasan por momentos económicamente muy difíciles, hasta que Antonino entra a trabajar en un taller de sillería. Sin embargo, la situación no mejorará mucho porque, poco después, el taller cierra. Pilar se ocupa de buscar a los suyos y se encuentra con que, treinta años después, muchos se han ido y otros han muerto. Le da un shock cuando se entera de que los Renau, a los cuales consideraba como su familia, no están. Tampoco están los Gaos. Y aunque Muñoz Suay sí está, no sabe dónde y por miedo a comprometerle no fuerza su búsqueda.

Pero a los primeros que busca Pilar nada más volver de Toulouse es a los Azzati y se queda de una pieza cuando se entera de que Magda Azzati, su hermana, vive borracha como una vagabunda por las calles de Valencia. Los taxistas de la Audiencia, que la conocen de verla todos los días, lo saben bien. Pilar se entera, por el quiosco de prensa cercano a la Audiencia, de que Magda ha estado trabajando en los juzgados para el despacho de Vicente Alfaro, el que fuera alcalde de Valencia durante la República, de 1932 a 1933. Alfaro, que había sido condenado a muerte y que se pasó en la cárcel muchos años, al salir monta su despacho de abogados, pero no puede resistir el peso del pasado y también se ha convertido en un alcohólico. Parece que entonces Magda, su secretaria, cae en picado, hasta el punto de que ya no puede trabajar. Vive en un pisito que tiene alquilado al lado del Teatro Principal, en la calle de Las Barcas, y con lo que sus hermanos le envían, Arnaldo, desde Madrid, y Paz, desde Italia, paga el alquiler. También le cuentan que Magda no quiere saber nada de nadie y que se niega a tener documentación porque dice que nunca tendrá la documentación de los franquistas. Al final Pilar se entera de que la única persona que tiene relación con Magda es María Montón, una compañera maestra que es prima de su cuñada Alejandra Soler, la mujer de Arnaldo. Pilar va a ver a Magda a su casa y la encuentra hecha un cadáver. Estando con ella llega María Montón, que va todos los días a verla. María intenta convencerla desde hace mucho tiempo de que se vaya a Italia con su hermana Paz, pero Magda no quiere porque también critica a todos los del exilio. Es una mujer muy inteligente, pero de una mentalidad bastante anarquista, así que Pilar tiene que aceptar que Magda es un caso perdido y que, de momento, no puede hacer nada por ella.

Pilar también busca a Gumbau, aquel pintor que no le gustaba pero que le hizo un retrato, y lo encuentra. Ella le pregunta por el retrato y él le dice que lo tiene en el estudio y que hace muchos años que no va por allí, pero que lo buscará y se lo dará. Así que unas semanas después se vuelven a ver y le da el cuadro.

–Tu cuñada no quiso guardártelo y yo lo he tenido en mi estudio todos estos años, con mis cosas.

Pilar se entera entonces de que Gumbau y su cuñada habían tenido una discusión muy fuerte porque el pintor le pidió que guardara en su casa el retrato y ella se negó en redondo. Ese mismo día cuelga el cuadro en su dormitorio y, salvo un brazo que a ella le parece que no consiguió acertarlo, se ve como era ella durante aquellos tiempos, después de acabada la guerra. Es un retrato muy interesante y hoy en día lo tiene su hija Mari Luz. Poco después de darle el cuadro, Gumbau se trasladó definitivamente a Marsella, donde murió en febrero de 1989. En la exposición retrospectiva que el museo de Bellas Artes de El Carmen montó sobre la obra de José Gumbau, de septiembre a noviembre del 2008, se pudieron ver, junto a los cuadros de diferentes formas expresivas según sus inquietudes y las épocas, los extraordinarios retratos de su esposa y de su hija Esmeraldina. Allí faltaba el espléndido retrato de Pilar, cuya existencia permanece ignorada por voluntad expresa de autor y modelo.

Durante todo este tiempo, Pilar se cartea abundantemente con su hija Mari Luz. En esas cartas le va contando todo lo que pasa y lo que siente por haber vuelto a Valencia. Influida por su madre y con creciente disgusto respecto de su matrimonio, a Mari Luz le entra la picazón y empieza a plantearle a su marido la posibilidad de irse todos a Valencia. Antonio le dice que él no se va porque no se le ha perdido nada en Valencia, que él donde tiene el trabajo, la familia y los amigos es en París. Mari Luz se lo piensa bien y, antes de tomar la decisión, escribe a su padre pidiéndole prestado un piso que tiene alquilado en la calle Aben Al Abar, y que utiliza para verse con su amante, la mujer catalana con la que se llegará a casar. Además, plantea a su madre si la puede ayudar con el trabajo en el caso de que vaya a vivir a Valencia con sus dos hijas. Por supuesto, Pilar le dice que sí, aunque piensa que deberá solucionar antes su propio problema laboral y económico. Sin embargo, no le dice nada para no desanimarla a volver.

Durante todo el primer año de aclimatación, Pilar no ha entrado adrede en contacto con el partido. En parte porque está agobiada por la búsqueda de trabajo y de casa, y en parte por su integración en Valencia. Tampoco el partido hace nada por contactar con ella, así que se toma su tiempo, planifica su vida y, después de los primeros años, tanto ella como Antonino contactan con el partido e ingresan oficialmente. Entonces el secretario general es Antonio Palomares. También en esta ocasión Pilar escoge para trabajar las actividades con las mujeres, así que se tiene que ver las caras con Rosalía Sender, mujer del secretario general, a la que siempre llamará «jefa».

–Porque era jefa de verdad –explica–. Es que no te dejaba hacer nada, lo controlaba todo.

Así, abiertamente contesta cuando se le pregunta; sin preocuparse mucho de quién la escucha y de si podía llegar a oídos de la dirección. Porque Pilar era así de expresiva.

Cuando pueden, Pilar y Antonino se mudan de Silla y se instalan en la casa de la Acequia de la Cadena, en el barrio de la Malvarrosa, pero Pilar no puede evitar estar alerta, pues piensa que en cualquier momento la policía la llamará para que explique por qué, cómo y cuándo había huido a Francia. Aunque tiene en su poder un pasaporte legal con su verdadero nombre, había estado en la cárcel y había pasado dos veces por comisaría, había sido torturada y vigilada…Pero pasan los días, los meses e incluso el primer año y la policía parece no interesarse por ella.

Después del primer año sin que nadie la moleste, Pilar comienza a sentirse un poco más segura, aunque sigue teniendo la duda de qué pasará con ella. Finalmente, se decide a ir a la Diputación Provincial, donde formaliza su petición laboral de reingreso. A los pocos días de haber presentado su solicitud, la policía va a su casa y tienen una corta conversación.

–Tenemos entendido que usted ha solicitado el reingreso en la Diputación. ¿Por qué quiere volver a la Diputación?

–Porque ya he vuelto de Francia definitivamente y quiero trabajar.

–¿Y por qué se fue usted a Francia?

–Porque no quería que me volvieran a detener. Yo siempre estaba vigilada y no podía vivir así…

–Bueno, nosotros únicamente hemos venido a informarnos.

Y fue verdad, la policía nunca más la volverá a molestar. Poco a poco, Pilar, más que tranquilizándose, fue olvidándose de la policía, pues tenía por delante el grave problema de su incorporación al mundo laboral. Conseguir trabajo le estaba resultando mucho más difícil y costoso de lo que creía. Pilar no consigue entrar en la Diputación hasta tres años después, así que en esas condiciones resulta urgente que Antonino encuentre un buen trabajo. Pilar se acuerda de la familia Roso y va a verlos. Él era un arquitecto muy conocido en Valencia que se había casado con una amiga de Pilar durante la guerra. Les cuenta su situación apurada y les pide ayuda. Al poco tiempo le consiguen un trabajo para Antonino en un buen taller que será un salvavidas mientras siga en curso el proceso de la reincorporación de Pilar a la Diputación. De este modo, superan el bache de los tres años en los que Pilar pone su caso en manos del abogado Alberto García Esteve hasta conseguir su reincorporación a la Diputación.

Porque cuando Pilar solicita el reingreso, inmediatamente la Diputación le abre un expediente informativo, y el asunto se estanca. La jueza, Julia Artal, es funcionaria de la Diputación y, en ese momento, el presidente es José Antonio Perelló Morales, un personaje considerado en aquellos tiempos como liberal, es decir, que no es franquista furibundo. En vista de que el caso está encallado, García Esteve sugiere a Pilar la conveniencia de que hable con el presidente de la Diputación.

–Pero antes tienes que hablar con Santiago Ninet, que es el secretario y es quien te dará la cita. No te preocupes porque Ninet es amigo mío y es antifranquista.

Pilar llama a Ninet y el día que le da cita va a hablar con el presidente. Se encuentra con un tipo muy elegante y educado que le dice abiertamente que su expediente está muy atrasado y que no avanza. Aquel caballero le infunde confianza y se lo explica todo. Se toma mucho interés y le dice que no se preocupe. Efectivamente, a Pilar le confirman después que el presidente ha intervenido en su caso.

Así que, hacia finales de junio de 1973, contando con el piso de su padre y con la ayuda de su madre para los primeros momentos hasta que consiga trabajo, Mari Luz llega a Valencia con sus dos hijas, Inés y Silvia, dispuesta a emprender una nueva vida cerca de su madre. Al principio Mari Luz trabaja en lo que puede, de limpiadora, y luego le irán saliendo otras cosas, como una representación de libros, hasta que su madre, que después de entrar en la Diputación, en 1984 ha pasado de comisión de servicios a la Conselleria de Transporta i Benestar Social, como secretaria del conseller comunista José Galán Peláez, consigue que contraten a su hija para unas jornadas que organiza la Conselleria de Transports. La van contratando de unas jornadas a otras, así hasta que, con los años, se queda como funcionaria fija.

Pero en el momento del traslado, seguramente quienes más sufren la ine-vitable adaptación son las dos niñas de Mari Luz. Ambas pasan unos años malos porque, acostumbradas a los colegios franceses, con una educación completamente diferente, su entrada en el Isabel de Villena les supone un shock. Las chicas comienzan a tener amiguetes, hay drogas y es un periodo muy difícil para ellas. Dos años después de la llegada de Mari Luz se inicia la etapa en que Pilar tiene una buena situación económica porque ya lleva tiempo trabajando activamente, primero en la Diputación y luego en la Conselleria, y le entra un buen sueldo en casa. Además, durante esos últimos años, después de llegar su hija, la situación política ha mejorado sensiblemente: Franco ha muerto, la democracia es un hecho tras las primeras elecciones y la preparación de la nueva Constitución y la España de las autonomías están ya en marcha.

Pilar Soler

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