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UN PREÁMBULO NECESARIO

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El día que murió Pilar Soler, el 22 de junio del 2006, yo no lo supe hasta las once y media de la noche. A esa hora sonó el teléfono y Rosa Solbes me lo dijo, tan suave y con tanta naturalidad que soy incapaz de encontrar las palabras que empleó para darme la trágica noticia sin que lo pareciera tanto. A pesar de su extraordinaria habilidad para minimizar al máximo todo lo negativo de la existencia humana que la noticia contenía, me alarmé mucho, aunque seguramente menos de lo que hubiera ocurrido de habérmelo comunicado cualquiera otra persona.

Como Rosa aparece en todo tipo de circunstancias penosas tan entera y como inafectada, incluso yo, que me tengo por su mejor amiga desde hace tropecientos años, ante ella siempre tiendo a colocarme a su nivel, y como jamás lo consigo me siento como si hubiera de explicar o excusar mi afectación y la exteriorización del dolor. También en esta ocasión ocurrió que la conmoción por la noticia recibida me hizo, seguramente, decir alguna frase incoherente y sin sentido, y luego, como para hacerme perdonar, le dije que precisamente tenía ya muy avanzada su biografía porque llevaba escribiéndola durante los últimos meses y que un día de estos pensaba presentarme en casa de Pilar con todo lo que ya tenía escrito. En otra ocasión Rosa me sorprendió metiéndome el dedo en la llaga con su contestación:

–Ya lo sé, si fui yo quien te obligó a que la escribieras, ¿no te acuerdas?

Nunca lo hubiera expresado así, pero era rigurosamente cierto. Hacía ya varios años que un buen día, no sé cómo, supongo que estaríamos hablando de las mujeres o que yo le contaría alguna cosa sobre la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas, saldría a colación alguna intervención de Pilar Soler. El caso es que Rosa me dijo que podía aprovechar y escribir la historia de Pilar porque si no se iba a perder.

–Lo tienes que hacer tú –dijo– porque con el carácter tan fuerte que tiene…Seguro que a ti sí que te lo va a contar todo.

Y yo, sin pensarlo, acepté tomándolo al pie de la letra. Entonces no se me ocurrió pensar por qué no lo hizo ella misma, por ejemplo, o por qué no se lo dijo a alguna otra persona. Ahora ya sé la razón: Pilar posiblemente no le hubiera contado a ella su vida y sí me la contó a mí, sin que tuviera que convencerla, quizá porque yo le resultaba más próxima y porque no había coincidido con ella en ningún momento de su vida en el entorno del PCE como Rosa.Quiero decir que no le hubiera confiado su vida a nadie más porque estoy segura de que no se hubiera dejado convencer. Pilar aceptó encantada a narrarme su vida para que la escribiera. Y, en cambio, cuando Gregorio Morán le escribió una carta y vino a verla desde Barcelona para entrevistarla, con vistas a un libro que estaba preparando (ya había publicado Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, y Pilar lo había leído y no le había hecho ni pizca de gracia), se fue sin sacarle ni una sola palabra. Pilar se negó en redondo a contarle nada. Me lo confesó ella misma una mañana en medio de la grabación, subrayando su negativa:

–Lo que quería era averiguar mi relación con Jesús Monzón, así que ni hablar, le dije que no. ¡A él le iba yo a contar algo…!

Y aquella misma mañana, al poco rato de hablarme de Gregorio Morán, me dijo entusiasmada:

–Emília, ahí tienes mi vida, haz con ella lo que quieras, la dejo en tus manos.

Esa sí que era una oferta envenenada. La he recordado muchas veces con relación a lo injusta que es la vida. Yo no tuve que esforzarme nada para conseguir que Pilar me hablara. Y ello a pesar de ser periodista, con la desconfianza innata que ella sentía hacia mis colegas. Ella confiaba en mí desde antes de empezar el trabajo, porque habíamos estado juntas en muchas historias de mujeres, sobre todo en la Asociación de Mujeres Separadas y Divorciadas, y seguramente pensó que yo podría escribir su vida cabalmente. Y, sin embargo, otros lo intentaron poniendo mucho esfuerzo y voluntad y no lo consiguieron.

Así que rápidamente me puse a la tarea de cumplir con esa indicación de Rosa, que para mí era evidentemente mucho más que una indicación. Estuve visitando a Pilar en su casa de la Malvarrosa durante todo aquel año de 1998 y parte del siguiente, muchos días por las mañanas. Empezábamos alrededor de las diez de la mañana, hora en que Pilar y Antonino ya habían desayunado y la comida estaba también medio hecha. La grababa varias horas hasta que se hacía la hora de comer o ella se cansaba o nos interrumpían o tenía algo que hacer, y entonces me despedía hasta el día siguiente. Esas entrevistas, en las que también estaba presente Antonino, aunque sin intervenir, excepto en la jornada que lo grabé a él como pareja de Pilar, las fui transcribiendo durante el verano, y en el otoño e invierno siguientes se las presenté a Pilar para su corrección. Efectivamente, las corrigió, les puso alguna nota a pie de página e incluso hizo alguna indicación al margen, y cuando llegó el momento de concretar algunas fechas, nombres completos y ese tipo de datos, Pilar me pidió que esperara algún tiempo porque se iba a Francia con Antonino a pasar unos días a casa de su hijo Raymond y su familia francesa. No era la primera vez que interrumpía las sesiones de grabación por tener que irse a Francia, siempre a visitar a Raymond y a su familia, o por algún otro motivo. Así que también esta vez, como en otras ocasiones, quedamos que al volver me avisaría para reanudar el trabajo. Pero ya no pudo ser porque en ese viaje Antonino enfermó, y después de volver a Valencia falleció en la Malvarrosa, la misma playa en la que años más tarde moriría ella.

Hasta ahí lo positivo de cumplir con el encargo de Rosa y el compromiso adquirido con Pilar. Pero el parón obligado por las circunstancias ajenas a mi voluntad, el alejamiento de Pilar tanto físico como psicológico, se transformó en la excusa perfecta para mí. Porque al parón protagonizado por Pilar se sumó el mío propio. Entré en una etapa de diletantismo tan estéril como inevitable. Una etapa negativa que no auguraba nada bueno. Todo era cuestionado por mí y tenía la nefasta sensación de estar atrapada. Además, ¿qué era eso de escribir una biografía si yo jamás había pensado en hacer una cosa así? Es más, jamás había leído una biografía porque nunca me había interesado ese género literario. Por tanto, no sabía cómo abordar la historia. Me recriminaba a mí misma que debería haber sido más selectiva o más realista, o más cauta o menos insensata. No sabía bien qué camino tomar ni cómo salir del atolladero. Era una encrucijada que me tenía paralizada.

Lógicamente, durante todo ese tiempo no busqué el contacto con Pilar, aunque la vi en alguna ocasión. Recuerdo que la saludé la noche de la entrega de los premios de Mujeres Progresistas. La habían colocado en primera fila y estaba sentada con su bastón a un lado. Enseguida que me vio me dijo que teníamos que hablar del libro, y añadió que para su edición, si hacía falta, podía contar con algún dinero que ella tenía ahorrado. Yo le dije, un poco avergonzada, que no se preocupara por el dinero, que la historia era lo suficientemente interesante como para que encontráramos a un editor apropiado. Y tuve la impresión de que mis palabras le quitaron de la cabeza una preocupación que le rondaba con persistencia.

Hasta que en la primavera del 2006, concretamente en Fallas, tres meses antes de morir Pilar, salí del impasse al poder decidir libremente que escribiría la historia de Pilar a mi aire, y no por obligación. Entonces fue cuando empecé a pensar en la estructura del libro. No quería que fuera una biografía clásica ni el típico tocho voluminoso, empezando por su nacimiento y acabando con su muerte. De ahí que no haya seguido el clásico orden cronológico y la historia empiece en un momento decisivo de la vida de Pilar: cuando da a luz en la cárcel a su hija en unas condiciones dramáticas e inhumanas. Iba a ser una biografía híbrida o, si se prefiere, una biografía heterodoxa, a mitad camino entre una sencilla historia novelada y unas entrevistas periodísticas complementarias. Incluso se podía recoger una entrevista de radio y otra de televisión que se le hicieron a Pilar en diferentes años y por diversas causas. Distintas miradas caleidoscópicas convergiendo en unos hechos y unos personajes. En ocasiones, esas miradas resultan contradictorias no solo en las opiniones, sino también en las percepciones. E incluso en los hechos, que varían según son contados o recordados por cada una de las personas que los rememoran. Y esas miradas podrían visualizarse mediante distintos colores. Creo que la contradicción es una auténtica mina de riqueza literaria y humana. Y, además, le añade un punto de misterio y zozobra al relato. Otro elemento no muy ortodoxo es la utilización del castellano y el valenciano según la costumbre y la libre elección de los y las hablantes. Considero más verídico mantener el lenguaje utilizado en origen y no traducirlo en un país en donde es tan usual su «barreja», signo de la diglosia crónica que padecemos.

Pilar Soler no es una intelectual ni una teórica del feminismo o la política. Es una activista autodidacta que no pudo completar ni el bachillerato elemental –cuando se declaró la guerra estaba en tercero–, pero que tuvo una voluntad de superación y una capacidad de trabajo admirables. Su historia es, por tanto, fruto de la acción y la pasión. Una vida dedicada a luchar por unas causas justas: la causa de las mujeres y la causa republicana. Persiguiendo estas dos ambiciones siempre estuvo en la vanguardia. Y jamás cedió ni un milímetro en sus convicciones ni se retiró a descansar. El libro debía adecuarse al relato ágil de los hechos dramáticos vividos por ella.

Y creo que a todo ello le corresponde también un gran despliegue fotográfico y abundante material visual. Así que durante las Fallas del 2006 comencé a escribir una biografía definitiva, tomando como base sus notas ya corregidas por ella misma, muy concienzudamente, mientras me preguntaba si sería mejor ir enseñando a Pilar los capítulos que ya iba teniendo escritos o esperar hasta el final y enseñárselo todo de golpe. También pensé que quizá Pilar me discutiera algunas cosas, y de ocurrir así, yo debería tener claro hasta dónde podía llegar a ceder. Porque en tal caso, y dado el carácter fuerte de Pilar, no estaba muy segura de si, finalmente, la biografía sería autorizada por ella o no. Jamás se me ocurrió pensar que con 91 años, y muy tocada tras la rotura del cuello del fémur en el 2000 y la muerte de Antonino en el 2001, Pilar podía morir en cualquier momento. De hecho, estaba pasando unos años muy difíciles con la salud quebrantada, sin vista y sin movilidad alguna. Su hija la cuidaba día tras día y seguía sus instrucciones al pie de la letra, sin permitir que ninguna de nosotras la viera en esas condiciones. Pero yo desconocía esa situación, y todavía recuerdo que por aquellas fechas pensaba que, en la primera visita que le hiciera, le llevaría el chal de seda gris que le traje de Vietnam el anterior verano. ¡Cuánta fantasía y qué poco realismo!

Se comprenderá que el día 24 de junio, a causa también del dolor ante la pérdida de Pilar, acudiera a su funeral con el sentimiento de frustración por haberme retrasado en la escritura, sabiendo como sabía que la hubiera hecho muy feliz el ver publicada su biografía y poder presentar su libro a mi lado. Sin embargo, nos pasamos la vida intentando aprender de nuestros propios errores y, a veces, incluso, lo hacemos a tiempo. La noche en que Rosa me trasmitió la noticia de la muerte de Pilar me hizo otro «encargo» envenenado: que escribiera su necrológica para El País.

–Creo que lo debes hacer tú –me explicó tranquilamente–, porque sabes más cosas de ella que nadie y puedes valorar qué es lo que ahora se puede decir de ella y evitar lo que todavía no es oportuno.

¡Es tan difícil negarle algo a Rosa, cuando además lo plantea con tanta naturalidad! Escribí la necrológica con la libertad de la amiga y de la periodista. Unos meses más tarde, en diciembre, celebramos un acto en su memoria y aquello me reafirmó en la necesidad de seguir adelante con la historia de Pilar y sacarla a la luz. Pero todavía tendrían que pasar cuatro largos años, durante los cuales me dediqué a escribir las entrevistas de la gente próxima a Pilar, ordenar y reunir documentos y fotos, y buscar editor. Al fin parece que lo he conseguido y con ello he cumplido mi compromiso con Pilar. Si le ha gustado o no, jamás podré saberlo. Pero seguro que más de una objeción habría puesto, como si la oyera…

EMÍLIA BOLINCHES

Valencia, 8 de marzo del 2010

P.D. Desde marzo del 2010, en que se firmó el contrato para la publicación del libro, hasta octubre del 2013, en que está prevista su salida a la luz, han pasado más de tres años. Durante ese tiempo se han cruzado, retrasando su publicación, algunos obstáculos imprevistos, como las elecciones de la Universidad con sus cambios de responsable y, ¡cómo no!, la crisis económica. Pero, al fin, parece que han sido superados y que pronto la biografía de Pilar Soler se hará pública, como ella quería.

Valencia, junio del 2013.

Pilar Soler

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