Читать книгу Biografía de Azucena Villaflor - Enrique Arrosagaray - Страница 6
ОглавлениеPrólogo
“La memoria apunta hasta matar
a los pueblos que la callan
y no la dejan volar
libre como el viento.”
La Memoria – León Gieco
Al principio dudé sobre la escritura de este prólogo. Leer sobre circunstancias y episodios históricos tan penosos que formaron parte de mi propia historia como los mencionados en este texto, desde la perspectiva de hija, es difícil. Sin embargo, creo que toda la sociedad debe leer este libro para conocer la historia de una mujer común que con su amor de Madre creó un Movimiento.
En mis breves palabras quisiera dejar materializado mi profundo agradecimiento a Enrique Arrosagaray, quien durante los tiempos en que los Derechos Humanos eran temas escondidos o ninguneados habilitó desde el micrófono y la pluma, que la vida de Azucena fuera pública. Con empeño y una investigación profunda permitió que hechos y sucesos en la vida de mi madre alcanzaran entidad para la gran mayoría de la sociedad argentina.
Leer sobre la vida de Azucena es una parte de la historia, porque tendrían que haber compartido con ella una charla, unos mates, un abrazo para comprender su sentir. Por momentos, las palabras se tornan insuficientes para expresar su personalidad, temperamento y profundo amor al prójimo. La cruel historia nos privó de compartir con ella sus gestos, su mirada de cariño, ternura y abrazos. El secuestro de mi hermano Néstor y Raquel, sus vidas tronchadas por las alimañas de esa dictadura cívico-militar, son los que le dan a Azucena un protagonismo histórico.
Siempre recordaré la última charla con Azucena, su mirada de tristeza y dolor cuando supo que se llevaban a sus compañeras de lucha. Su angustia, una angustia asfixiante, por no saber el modo de contarle a mi padre ese momento tan trágico. Sin conocer ella su destino final.
Gracias Azucena por la Plaza del 30 de abril de 1977 y gracias “Madres de la Plaza” por los 35 años de rondas.
“Nuestras madres, incansables luchadoras que dieron la vida por sus hijos, no pudieron vencer a la muerte, pero eran tan obstinadas que sí pudieron vencer al olvido. Y volvieron. Volvieron con el mar, como si hubieran querido dar cuenta, una vez más, de esa tenacidad que las caracterizó en vida. La presencia de sus restos da testimonio de que no se puede hacer desaparecer lo evidente. Volvieron con ese amor incondicional, que sólo las madres tienen por sus hijos, para seguir luchando por ellos, por nosotros”. (Esther Ballestrino de Careaga, Maria Ponce de Bianco, Azucena Villaflor de De Vincenti)
Esto es lo que leímos todos cuando aparecieron los restos.
Cecilia De Vincenti