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El error de mirar acontecimientos de ayer con ojos de hoy

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El reconocimiento cuantitativo y cualitativo de referentes internacionales brinda diversos ejemplos. Uno de ellos es el berlinés Kurt W. Marek, más conocido —por la transcripción de su nombre a la inversa y con c— como C. W. Ceram. Es autor de Dioses, tumbas y sabios, El mundo de la arqueología, El primer americano o En busca del pasado. En este último título asevera que «Hernán Cortés es uno de los fenómenos más extraordinarios de la historia occidental».61

Un gran número de nacidos en Hispanoamérica, al tiempo que defienden su origen español critican también los ataques a la que consideran «madre patria». Para Enrique Serrano, director del Archivo General de la Nación de Colombia, el modelo hispánico fue exitoso y previene del riesgo de la «ideologización de la historia». En Colombia, historia de un olvido, recuerda la «formación silenciosa y discreta» de su país entre el XVI y el XVIII, «los siglos de nuestros padres fundadores. Solo que, a diferencia de los EE.UU., no tienen reconocimiento porque hablaban español y eran católicos». Como estudioso del pasado, lamenta que muchos españoles sigan creyendo las falsedades de la Leyenda Negra:

«España se sintió abrumada durante siglos por la propaganda francesa y británica. En los siglos XIX y XX, hubo un bombardeo poderoso sobre un imperio en retirada. […] Desde la perspectiva marxista, que privilegia la historia económica sobre la social o la cultural, España habría fracasado. Y resulta que no fracasó. Tiene más de 500 millones de hispanohablantes y sociedades con mucho futuro y con mucha fuerza».62

En la misma línea, académicos mexicanos alejados del debate polarizador de buenos y malos exigen un estudio sereno del pasado del país para superar una esquizofrenia pendiente.63 Es el caso de Martín Ríos, historiador, investigador y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En su conferencia64 sobre el contexto histórico de Hernán Cortés, tras considerarse «mexicano de vieja cepa» aboga por asumir el pasado, decidir qué interesa conservar y qué desechar. Solicita no descargar en lo pretérito males que aquejan en el presente a la sociedad mexicana, ya que no es culpa de los españoles, dice, sino «responsabilidad nuestra, que no hemos sabido adecuarnos a los tiempos que corren». Se trata de asumir lo propio sin atribuirlo a otros: «Si se saltan un semáforo en rojo, no están cumpliendo la ley, y eso no es culpa de Hernán Cortés […]. Ha sido muy cómodo para México achacar todos sus males al proceso de conquista».

Su compatriota y autor de Conquistadores, una historia diferente,65 Fernando Cervantes, investiga para combatir acusaciones falsas y declara a la BBC: «Si se visitan Estados Unidos y Canadá, y luego se visitan México y Perú, uno se da cuenta de que los llamados genocidios se dieron en otra parte».66

Octavio Paz, mexicano y Nobel de Literatura (1990), expone como concepciones diferentes de imperio que en países hispanos lo que queda son palacios y catedrales, mientras que en la India británica, oficinas de correos y estaciones ferroviarias. Merece lectura completa su tribuna en Abc, que concluye así:

«El odio a Cortés no es odio a España: es odio a nosotros mismos. El mito nos impide vernos en nuestro pasado y, sobre todo, impide la reconciliación de México con su otra mitad. El mito nació de la ideología, y solo la crítica de la ideología podrá disiparlo. Cortés debe ser restituido al sitio al que pertenece, con toda su grandeza y todos sus defectos: a la historia. Apenas Cortés deje de ser un mito ahistórico y se convierta en lo que es realmente: un personaje histórico, los mexicanos podrán verse a sí mismos con una mirada más clara, generosa y serena. Esta tarea de crítica equivale a una cura moral y debe ser emprendida por aquellos que son los herederos directos de los creadores del mito: los intelectuales y la actual clase gobernante de México. De ahí que la crítica que propongo tenga que comenzar por ser una verdadera autocrítica».67

Oriundo del mismo país norteamericano, el historiador Enrique Krauze aboga por «recobrar a España y a México como los dos ejes de la globalidad. Ahora todo el mundo habla de ella, pero fue España la que la inventó. Cortés fue un personaje central en ella y México un gran eje de esa realidad que, en muchos sentidos, es semejante a la nuestra».68

Quinientos años después de la conquista, la también investigadora mexicana Soledad Loaeza lamenta que prevalezcan las interpretaciones extremas: gesta heroica o devastadora tragedia. «Lo que entiendo menos es por qué traer a este debate a los españoles de hoy, pues creo que el esclarecimiento del destino de nuestro pasado indígena es un asunto entre mexicanos en el que los españoles juegan, si acaso, un papel secundario». Y concluye: «Nadie pone en duda que la Conquista fue un evento cataclísmico para los pueblos indígenas, para su civilización y para su historia; pero si queremos entender la nuestra, no hay peor camino que mirar con los ojos de hoy los acontecimientos de ayer».69

Mentiras creíbles y verdades exageradas

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