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IV. La industria papelera de la provincia de Castellón

Las primeras manufacturas valencianas modernas se originaron en la cuenca del Palancia y mantuvieron su preeminencia en el ámbito valenciano hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando se formaron otros núcleos, especialmente el de Alcoi, que, en poco tiempo, se convirtió en hegemónico. En la provincia de Castellón, además del núcleo del Palancia, adquirieron relevancia las cuencas del Millars y del Sénia, pero también encontramos otros molinos dispersos, en torno a otros pequeños ríos. De norte a sur, se distinguen tres cuencas papeleras, a saber, las de los ríos Sénia, Millars o Mijares y Palancia

4.1. La cuenca del Sénia

El río de la Sénia constituye la frontera entre las tierras catalanas y valencianas. En su curso medio y en territorio valenciano, concretamente, en las Cases del Riu, una pedanía de Rossell, se formó un núcleo papelero, a mediados del XVIII. Un cuarto de siglo más tarde, acabó cruzando el río y expandiéndose por la orilla catalana. Al conformarse el foco catalán de la Sénia, los molinos de Rossell quedaron en manos de fabricantes catalanes y, por tanto, acabaron más relacionados con la dinámica catalana que con la valenciana.

Rossell

En esta localidad, concretamente en Cases del Riu, en el año 1748, Juan Bautista Loustau explotaba un molino de papel blanco, denominado «San José», perteneciente a la Orden del Hospital. Poseemos filigranas de Juan Loustau y Compañía, datadas en los primeros años de la década de 176081. En el año 1771, estando todavía a cargo de Loustau, compartía sus instalaciones con un martinete, un batán y un molino harinero82. En este año, varios testigos de Vinaròs y Rossell confirmaron las premuras de Loustau que, a causa de la sequedad del río de la Sénia, tuvo casi inactivas, durante todo el año, todas sus manufacturas, habiendo perdido incluso sus huertos.

Hacia el año 1785, este molino fue arrendado a Jaime Pertegàs, papelero de Súria (Vic), que explotaba otros tres molinos de papel en el principado de Catalunya83. Fue un fabricante prestigioso, propuesto como perito para determinar la calidad del papel valenciano desechado por la Real Hacienda. Larruga, sin duda, se refiere a este molino, del que afirma que fabricaba papel blanco. En el año 1798, Jaime Pertegàs firmó un contrato de arrendamiento por cuatro años, debiendo satis-facer un arrendamiento anual de 900 libras, teniendo derecho a incrementar el número de tinas, siempre que las costease el mismo. Este fabricante catalán, en el año 1792, construiría su propia manufactura papelera, también en las Cases del Riu (Rossell)84. Quizás, Jaime Pertegàs, en su nuevo molino, comenzó a fabricar papel de estraza, pues Ricord afirma que, en Rossell, se elaboraba tanto papel blanco como de estraza. En 1803, Gertrudis Más, viuda de Jaime Pertegás, renovó el contrato de arrendamiento, por un período de tres años, que acordó con el administrador de la Orden del Hospital.

Unos años más tarde, el molino de «San José» fue adquirido por Luis Nicolás Manso, marqués de Ribas y del río Paraná, un indiano de origen vasco. En el año 1826, este molino papelero estuvo arrendado a Mariano Martorell, cuyo contrato fijaba un pago de 13.500 reales de vellón, por medios años anticipados e incluía, además del molino papelero, dos molinos harineros y todas las tierras contiguas. El contrato se renovó por tres años más, debiendo pagar cada año por tercios vencidos, 5.700 reales de vellón, aunque, en esta ocasión, sólo incluía el molino papelero. Mariano Martorell, posteriormente, construiría otra fábrica de papel, pero en término de la Sénia.

En Rossell, hacia 1830, estaban en activo, al menos, cuatro fabricantes de papel, Mariano Martorell, Josef Garsía, Joaquín Garsía y Juan Garriga. Estos tres últimos –junto con un batanero de paños- entraron en conflicto con Miguel Bonet, quien había prolongado la acequia para poder regar sus campos85. Estas cifras pueden ser compatibles con las de Madoz, quien asegura que Rossell contaba con dos fábricas de papel blanco, dos de estraza y dos batanes.

En El Indicador . . . de Viñas y Campi, fechado en 1864, consta una fábrica de papel blanco, propiedad de José Pertegás, y tres fábricas de papel de estraza, pertenecientes a Nicasio Garriga, Vicente Martorell y Martín Masustegui. Este último estaba a cargo del molino del Hospital, que aún pertenecía a los herederos de Luis Nicolás Manso. Retuvieron su propiedad hasta el año 1871, cuando vendieron el molino papelero del Hospital a Mateu Guardiola Artola y Pascual Guardiola, vecinos de Cinctorres (Castelló). La prensa, ocasionalmente, daba noticias referidas a la actividad papelera de esta localidad del Maestrazgo: “nos dicen de la Cenia de Rosell que con los últimas lluvias ha vuelto la animación á las fábricas de papel, importante industria de aquella población86.

Los “Bailly-Bailliere”de 1883, 1888 y 1900, acusan la crisis del sector y sólo refie-ren dos fábricas, la de Juan Pertegás y la de papel de estraza de Vicente Pertegás. El mismo número se recoge en el “Bailly-Bailliere” del año 1917, en el que se mencionan dos fábricas de papel, una de papel blanco, propiedad de Vicente Vidal y otra de estraza, perteneciente a Daniel Martorell. Según el “Bailly-Bailliere” del año 1936 y el Boletín-revista del Sindicato Nacional del papel (marzo 1944), la fábrica de papel de Benigno Gil confeccionaba cartulinas, mientras que la de Daniel Martorell fabricaba estracilla gris paja. Ambos, a su vez, explotaban sendas fábricas de papel en la Sénia (Tarragona)87. La Estadística del año 1943, menciona las mismas fábricas, la de Benigno Gil, que producía barba y estracillas con una máquina redonda con secado al aire y la de Daniel Martorell, quien elaboraba estracilla gris paja con una máquina redonda, también con secado al aire. La tradición papelera de la población la mantuvo la «Papelera del Maestrazgo S.A.», que producía kraft y estraza y, a pesar de llevar a cabo importantes inversiones, no pudo llegar activa al siglo XXI88.

Zorita

Esta población del Maestrazgo, junto al río Bergantes, también fabricó papel durante gran parte del siglo XIX. Madoz asegura que poseía una fábrica de papel, aunque sin precisar sus características. Esta circunstancia viene confirmada por los “Bailly- Bailliere” de los años 1885, 1888 y 1900, que nombran una fábrica de papel de estracilla, propiedad de Engracia Segura. Según el Anuario Batlles del año 1914, en Zorita, estaba en activo una fábrica de papel, propiedad de Joaquín Temprado.

4.2. La cuenca del Mijares

La manufactura papelera comenzó a mediados del siglo XVIII, situándose toda ella en el curso medio del Mijares. Primero Toga, después, Fanzara y Onda establecieron las primeras manufacturas. Progresivamente, toda la cuenca se fue salpicando de instalaciones papeleras. En el curso medio, se instalaron nuevos molinos en Vallat y Ribesalbes. Al mismo tiempo, otros se emplazaron en el curso alto, siendo este el caso de Puebla de Arenoso. Pero sobre todo, se fueron emplazando en el curso bajo, en localidades como Castelló, Almassora, Vila-real y Borriana.

Toga

El primer molino se erigió a mediados de siglo, mediante escritura de establecimiento otorgada por la viuda del barón de Toga, ante el notario Josef Gargallo, con fecha 23 de abril de 1757. El establecimiento se hizo a título enfitéutico, de forma que el molino debía contribuir con un censo annuo y perpetuo de diez sueldos. Larruga dio cuenta de esta manufactura y asegura que fabricaba papel de estraza. Más tarde, el molino pasó a pertenecer a las Doblas y Aniversarios de la Catedral de Valencia. Ya a principios del siglo XIX, con fecha 9 de marzo de 1811, el molino fue adquirido por Joaquín Barberá (maestro cirujano) y Ramón Campos (labrador), por precio de 400 libras. Posteriormente, en el año 1828, pasó a ser propiedad de José Campos.

El molino, de forma cuadrangular, medía unos cuarenta palmos y contaba con una rueda, una tina y cuatro pilas. Se trata de un molino modesto que producía papel de estraza. Por estas fechas, el molino no estaba en las mejores condiciones, según alegaban sus dueños. En la descripción del mecanismo, se afirma explícitamente que, en parte, estaba inutilizado: “en cuyo recinto cahe una porción de agua en elevación de diez palmos sobre una rueda que da movimiento a un árbol o eje que le continúa en los mazos que muelen el material en dos pilas corrientes, y no en otras tantas que se allan al otro lado a causa de estar descompuesto el predicho eje por aquel lado89. De las limitaciones del molino, incapaz de albergar la tina y la prensa, se deduce su escasa envergadura: “Que el edificio y la máquina son de corto valor y producto y sólo fabrica papel de estraza y que, atendido a la cortedad de la estención, la tina y prensa la tiene colocada en otro edificio, que es la casa propia del solicitante”. No obstante, la propiedad incluía “un huerto de siete quarticas de sembradura”.

El molino papelero se hallaba situado en la margen del río Mijares y lindaba, por un lado, con la plaza y pozo de dicho lugar, por el otro, con el huerto de la señoría y, por las espaldas, con tierras de Antonio Campos. El molino papelero, por lo demás, estaba unido a un molino harinero, que había sido de Joaquín Barberán, aunque su propiedad pasó a Rafael Ibáñez, por venta. La documentación también explicita la regulación que se hacía del uso del agua, procedente de la acequia madre, que compartía con otros artefactos. Así, se especifica que “el agua de que se utiliza este artefacto es desde las doce del día hasta la doce de la noche, desde cuya época o período hasta las doce citadas del día siguiente se utiliza el molino de arina que se le estableció a Joaquín Barberán y, en la actualidad, posehe Rafael Ibáñez”. El molino de papel de estraza “tiene derecho a la metad del agua, que da movimiento al de arina, no pudiéndose ambos utilizar a un mismo tiempo de ella, cuya cantidad será en corta diferencia de dos a tres filas continuas90. La última referencia a este molino procede de Madoz, quien confirma que fabricaba papel de estraza.

Fanzara

Larruga confirma la existencia de un molino que elaboraba, a la vez, papel blanco y papel de estraza. Cavanilles también alude al molino papelero, aunque no aporta ningún dato relevante. Afirma el botánico: “En las últimas avenidas del Milláres desapareciéron los hermosos campos que estaban cerca del molino de papel á ocho y mas pies de altura sobre el nivel ordinario de las aguas91. Gayoso reproduce dos filigranas fabricadas en Fanzara por el doctor Miguel Guinot, datadas en los años 1789 y 1794, que, con seguridad, proceden del único molino existente en esos años.

Durante el período revolucionario abierto por las Cortes de Cádiz, se construyó un segundo molino papelero. Al poco tiempo, su propietario lo vendió a Juan Bernat y Joaquín Mezquita92. Restaurado el absolutismo, el duque de Medinaceli pretendió que los propietarios, Juan Bernat y Manuela Renal (viuda de Joaquín Mezquita), “demuelan el precitado molino”, pues “dicho establecimiento ninguna utilidad reporta y si puede acarrear perjuicios de consideración a los regantes de la acequia de donde se toma el agua93. El pleito se prolongó hasta el año 1833 cuando, por sentencia firme, el duque perdió el pleito y, en consecuencia, el molino continuó con su actividad94.

Unos años más tarde, Madoz asegura que Fanzara contaba con un único molino de papel de estraza, con dos prensas, pero bastante deteriorado. En 1862, también consta una sola fábrica, que contaba con una tina y empleaba 8 operarios. Los Bailly-Bailliere de los años1885 y 1888, igualmente, mencionan una fábrica de papel, propiedad, por aquel entonces, de Antonio Traver.

Onda

El término de Onda está recorrido por diversas corrientes fluviales, entre las que destacan los ríos Sonella y Millars, así como diversos barrancos, que hacían posible la instalación de diversas manufacturas. Cavanilles no alude para nada a la fabricación de papel en Onda, ciudad a la que describe en los siguientes términos: “Los edificios anuncian un pueblo acomodado y numeroso, que pasa de 1000 vecinos, todos labradores, á excepción de los empleados de la fábrica de loza, semejante pero inferior á la de Ribes-albes95. Tampoco lo cita Ricord ni Laborde. Es cierto, sin embargo, que ninguno de estos autores aluden tampoco a otros artefactos, como el molino de yeso, propiedad de Juan Bautista Guinot96. La única referencia que tenemos del molino papelero procede de Castelló, quien afirma: “En ella, en nuestros días, se ha establecido fábrica de loza fina mui parecida a la de la Alcora97, pero de inferior calidad, aunque se asegura que así la tierra de que se hace el barro, como el barniz, llevan ventaja a los de la Alcora y con el tiempo se prometen que la llevará igualmente su loza; igualmente se ha construido una fábrica de papel blanco, con lo que diariamente aumenta su población98.

Vallat

La primera referencia que tenemos a la fabricación de papel procede de Madoz, quien menciona una fábrica de papel de estraza99. Según el Bailly-Bailliere de 1883, en Vallat, funcionaban dos fábricas de papel, pertenecientes la primera, a Bautista Agustina y, la segunda, a Vicente Ortells Cervera. El mismo número recoge el Bailly- Bailliere de 1888, aunque el titular de la propiedad de una de ellas había cambiado, pues si una aún pertenecía a Bautista Agustina, la otra había pasado a ser propiedad de Joaquín Monferrer. En el Bailly-Bailliere de 1900, ya no figura ninguna fábrica pero si en la Geografía de Castellón de Perales, del año 1912, donde se nombra una fábrica de papel de estraza.

Ribesalbes

Con fecha 8 de julio de 1816, Miguel Ribes, labrador y vecino de la villa de Lucena, obtuvo la oportuna escritura de establecimiento para construir un batán de papel de estraza, lindante con el río Millars, en el término de la baronía de Ribesalbes, partida de la Rambleta.

El molino, para dar movimiento a las pilas, tomaba el agua de la acequia antigua, denominada «de los Moros» y, sin variar su curso, devolvía a la misma acequia el agua que, posteriormente, servía para dar riego a las huertas, situadas en la partida del mismo nombre.

No obstante, Miguel Ribes entró en conflicto con la baronesa que, al construir un molino harinero, dejaba sin agua al papelero. De entrada, la baronesa se comprometió a construir un partidor, pero al no cumplir lo prometido, se inició un pleito. La baronesa alegaba, en su defensa, que su molino harinero se construyó con anterioridad al papelero. Ribes, por el contrario, defendía la continuidad de su manufactura respecto a otra instalación preexistente. Sin embargo, la baronesa cuestionaba esa presunta continuidad, porque “haunque se conservaran algunos vestigios de aver avido otro, sus ruinas de nada servían100. Posteriormente, Ribes entró en conflicto con los regantes pues, al construir el partidor, no podían regar sus tierras, “por motivo que desiende al cubo que le da movimiento”. En el proceso, actuaron como testigos del papelero varios fabricantes de loza, en concreto, Ramón Montañés, Rufo Tarazona y Antonio Bonet101.

Acaso, por dificultades financieras, Miguel Ribes cedió el cuarenta por ciento de su propiedad a otro labrador de Lucena, Ramón Nebot Porcar. Aun así, la continuidad del molino resultó inviable, de forma que sus propietarios decidieron ponerlo en venta. El molino fue adquirido por Benito Tarazona, con fecha 13 de setiembre de 1819102. Una de las cláusulas del contrato contemplaba la posibilidad de que el comprador no pudiese satisfacer la cantidad acordada en el plazo fijado, en este caso, se le consideraba como un simple arrendatario y se le podía obligar a dejar el molino. Al darse, precisamente, estas circunstancias, la escritura definitiva de compra está datada el 29 de enero de 1823. En esta fecha, se firmó la escritura de compra-venta del molino de papel y tierras anexas, ante el fiel de hechos de Ribesalbes. Por ella, Miguel Ribes y Ramón Nebot Porcar vendían a Benito Tarazona, fabricante de papel de la baronía de Ribesalbes, el molino y sus dependencias por precio de 650 libras, que se debían satisfacer de la siguiente forma: “las 260 libras á Ramón, en enero de 1824 y las 390 libras á Miguel Ribes, en tres tercios el uno de 130 libras en enero de 1824, el segundo, en el 25 y el tercero, en el de 26103. En el momento de efectuarse la transacción, el molino, situado en la partida de la Rambleta (término de Ribesalbes) lindaba con tierras de los herederos de Lecha, con el río Mijares, con Ramón Tarazona y con la acequia «de los Moros» y fabricaba papel de estraza, con una tina y cuatro pilas. Junto al molino, en la parte de arriba, se emplazaba una taona, propiedad de Josef Vicent y Bonet, que también se beneficiaba del mismo caudal, por lo que ambos se comprometieron a pagar todos los jornales que se emplearan cada año en la composición del azud y acequia.

En el año 1827, Benito Tarazona, papelero de la villa de Onda, presentó una solicitud, ante las autoridades correspondientes, “sobre pretensión de rebaxa de canon en el molino de papel sito en Ribesalbes y loación del mismo”, alegando que “se pagan anualmente 180 reales de vellón; mas como esta pensión sea en tan grado excesivo atendida la estrechez y cortedad del mismo, pues apenas produce para subvenir a los gastos, no puede menos de acudir á V S solicitando rebaja proporcionada á la utilidad de dicho artefacto”.104 Tarazona consideraba excesivo el canon anuo 12 libras, porque “esta finca es de muy corto valor y producto, consistiendo en un edificio pequeño de mediana construcción; posehe una sola tina, y padece el cauce de la acequia mucho en las abenidas del Mijares de modo que por lo menos dos años que está sin uso (año 1828)”. Además, se le exigió el luismo, que no había satisfecho, por la compra del molino. Finalmente, con fecha 7 de setiembre de 1833, Tarazona pago los censos y demás cantidades que adeudaba.

La fábrica de Benito Tarazona tuvo su continuidad, pues Madoz registra la existencia de una fábrica de papel. El Indicador de 1864, dice que pertenecía a Juan Tarazona. Posteriormente, cambió de manos pues, según el Bailly-Balliere de 1888, su propiedad correspondía a Vicente Cardá.

Puebla de Arenoso

La única noticia sobre este molino procede del Bailly-Bailliere de 1883, donde se asegura que, en ese año, estaba en activo una fábrica de papel de estraza, perteneciente a Manuel Romero Moñón.

Sierra Engarcerán

En el Indicador de Viñas Campi de 1864, se menciona una fábrica de papel, propiedad de Joaquín Martí, sita en Masada, quizás, junto a la Rambla de la Carbonera, principal corriente fluvial de esta localidad.

Castellón

Las primeras noticias sobre fabricación de papel en Castellón provienen de Madoz, quien asegura que funcionaba un molino de papel de estraza105. Según los Bailly- Bailliere de los años 1883 y 1888, ya ascendían a dos las fábricas de papel activas, pertenecientes, respectivamente, a Domingo Cervera y Tomás Aen. Además de los molinos papeleros, debemos considerar tres talleres de libritos de papel de fumar, propiedad de la Viuda de Basabes, Manuel Bazares y Viuda de Pascual Soler. El Anuario de Londres de 1891 también menciona las fábricas de Tomás Aen (que, con dos tinas, elaboraba papel de envolver), Domingo Cervera (que producía el mismo tipo de papel, con cuatro tinas), así como las de libritos de Viuda de Basabes, y el taller de Martí y Candela. En el Bailly-Bailliere de 1900, figuran dos fábricas de papel de fumar, propiedad de Plácido Gómez y Compañía, y Francisco Martí. Según el Bailly-Bailliere de 1917, una nueva fábrica se sumó a las anteriores. De las tres fábricas de papel, una se dedicaba a la producción de papel de estraza (la perteneciente a Vicente Renal) y las otras dos, propiedad de José Arbona y Plácido Gómez, producían papel para embalajes. Igualmente, estaban en activo tres talleres de libritos de papel de fumar, propiedad de José Arbona y Plácido Gómez.

Almassora

La primera mención de una fábrica de papel procede de Madoz, quien asegura que fabricaba de papel de estraza. Según El Indicador de Viñas y Campi de 1864, pertenecía a Francisco Moragrega. Esta fábrica se abastecía de la acequia partidor del medio y disponía de un caudal de 200 l/s.106

Villarreal

En 1896, Daniel Abad Torregrosa (abogado de Valencia), Francisco Pérez Puchol (del comercio de Valencia), Delfín Alis Agulló (del comercio de Requena), Manuel Vellón Tarín (de Villarreal), Francisco Coloma Ibáñez (médico-cirujano de Caste- llón de la Plana) y Plácido Gómez Pérez (del comercio de Castellón de la Plana) constituyeron una compañía, con la finalidad de erigir una fábrica de papel. Dicha fábrica debería emplazarse en la partida Pinella (o del molino del Llop), junto al río Millars. Para financiar su construcción, solicitaron y recibieron de José Todo Soler, un préstamo de 16.500 pesetas, a un 8% de interés, en anualidades anticipadas y a devolver en dos años. Como garantía del préstamo, hipotecaron un molino harinero (de dos muelas) que habían adquirido, sobre el que pensaban construir la fábrica de papel, lindante, por el norte, con el azagador, por el sur, con terreno de los otorgantes (antes de la sociedad “Martínez Vellón y Compañía”) y, por el este y oeste, con terrenos de Concepción Fraud.107. El inmueble estaba compuesto de planta baja y dos pisos altos con más 16 metros de terreno por cada uno de los cuatro lados o puntos cardinales del citado edificio. La hipoteca incluía también toda la maquinaria instalada y que en lo sucesivo se instalase para la fabricación de papel y, además, la acequia o canal (que medía, desde el punto de presa hasta la salida del río, 1340 metros y 769 mm) por donde circulaban las aguas para dar movimiento al artefacto y maquinaria.

El proyecto para construir la primera fábrica de papel en término de Villarreal no cuajó y, a principios del año 1900, Delfín Alis Agulló y Francisco Pérez Puchol vendieron a Luis Layana Alcina, el citado molino harinero en Villarreal108. Posteriormente, con fecha 15 de octubre de 1900, también le vendieron algunas tierras, cerca del molino de Barba y del molino harinero de don Francisco Pérez Puchol109. Luis Layana, que tenía un taller de libritos de papel de fumar en Valencia, pretendía plantificar una fábrica de papel en Villarreal. Hubo de desistir de su proyecto de instalarse en dicha localidad de la Plana, pero no de construir una fábrica de papel, que, finalmente, se construyó en Valencia (en el Camino de Penyarroja, detrás de la ermita del Ave María).

El tercer proyecto, sin embargo, concluyó con éxito. Carreras Candi asegura que la primera fábrica de papel de Villarreal, se situó junto al río Mijares y contaba con un caudal de 8 l/s y un salto de 3,73 metros de altura 110.

En la década de los 60, estaba en activo la «Papelera del Palancia», propiedad de Pallarés Girona, Pallarés Picón y Aleixandre, que fabricaba cartón, según el Catálogo de 1966. En este mismo año, se constituyó «La Clariana del Palancia, S.A.», por fusión de «Papelera del Palancia, S.A.» y por «La Clariana, S.A.», de Ontinyent, que aportó su máquina de sedas y manilas. La nueva empresa, en los 70, diversificó los tipos del papel.

A principios de la década de los 80, entre las empresas autóctonas, sólo dos habían sobrevivido a la crisis del sector, «Vicente Aleixandre S.L.» y «La Clariana del Palancia, S.A.», que todavía sigue en activo. «La Clariana del Palancia, S.A.», una de las empresas tradicionalmente exportadoras111, en el año 1991, facturaba por valor de 4.500 millones de pesetas y daba empleo a 215 personas. En la actualidad, fabrica papel para escritura e impresión, y cartón, contando con 170 empleados112. Por el contrario, otros fabricantes se vieron obligados a vender sus empresas, como Pallarés Soldevila (cuya fábrica fue adquirida por la multinacional finlandesa Polacup) y Pascual Aguililla (después Pagui-Anoia). La industria del manipulado está representada por Ramos Garijo y «Caixes» que transforman cartón o hacen envases de papel y cartón.

Burriana

La exportación de naranjas desarrolló una importante demanda de papel. Al igual que ocurrió en Alzira, estas necesidades estimularon el establecimiento de fábricas de papel. En Burriana, se erigieron dos, «Papelera de El Mijares» y «Papelera de El Cid», que se situaron entre las empresas papeleras valencianas tradicionalmente exportadoras.

La «Papelera del Cid», ubicada junto al río Anna y dedicada a la fabricación de papel de seda para envolver naranjas, fue fundada por Francisco Granell Felis, empresario burrianense, que estuvo a su frente hasta su fusilamiento durante la Guerra Civil113. Esta fábrica, activa en 1918, abastecía de papel de seda a los 9 timbrados de la localidad. Sin embargo, los timbrados consideraron excesivo el precio del papel. Por ello, “Los timbrados se constituyeron en una sociedad anónima, denominada Timbrado Burrianense y posteriormente fundaron la Papelera del Mijares, por no convenirles el suministro que les realizaba Papelera del Cid” 114.

Al acabar la guerra, la fábrica fue adquirida por José Ramón Calparsoro Perot, empresario e ingeniero vasco, cuya familia poseía una fábrica de papel en Berástegui (Guipúzcoa). Según la Estadística del año 1943, la fábrica de «J.R. Calparsoro, S.A.» poseía una máquina plana de 2,10 ctms de ancho y una producción de 3 toneladas diarias de sedas y manilas. Calparsoro pertenecía a la Central de papeles seda y manilas y colaboraba con el Boletín-revista del Sindicato Nacional del papel. Según el Catálogo de 1966, la «Papelera del Cid» de Borriana, disponía de 2 máquinas planas que fabrican sedas y manilas, ocupando a 120 trabajadores.

A comienzos de la década de los 70, fue adquirida por el empresario catalán Vicente Piera, también propietario, desde 1968, de la «Papelera de El Mijares». El cierre de ambas empresas se produjo en la década de los 80.

La «Papelera de El Mijares», emplazada en el Camino de la Estación, fue fundada, en 1931, por diversos comerciantes naranjeros que trataron de obtener papel timbrado a precios más bajos. El alma de la empresa fue Manés Vila, quien había fundado el Banco de Burriana (1922) y el Timbrado Burrianense (1927). La «Papelera de El Mijares» se constituyó con un capital fundacional de 1.000.000 de pesetas, bajo la gerencia de Monés Vila. La empresa decidió levantar dos naves, en las que se montaron “dos máquinas que construye Francisco Blanes; se contratan 110 productores que sólo trabajarían nueve meses, iniciando la labor en septiembre. Se fabrican solamente dos calidades de 12 gramos. Será la primera manufactura valenciana en capacidad y segunda en rendimiento unificado115. Tenía una capacidad de producción de 960 toneladas anuales y elaboraba papel de fumar, sedas y manilas. El proceso de constitución de esta empresa fue paralelo y semejante al desarrollado en Alzira, cuando los exportadores de naranjas constituyeron «PAPENSA»116.

Durante la guerra continuó produciendo bajo la dirección de un Consejo de Administración, controlado por la CNT, puesto que el papel timbrado era necesario para seguir vendiendo naranjas al extranjero, de lo que se ocupaba el Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola (CLUEA), intervenido por los sindicatos. En 1938, se empezó a elaborar manilas y papel de seda de color.

Después de la guerra, se amplió la fábrica, pasando de dos a cinco naves, lo que permitió almacenar mayor cantidad de materia prima y dar desahogo al manipulado. En el año 1942, dirigía la empresa Traver (presidente del Consejo de administración), que, a su vez, ostentaba la presidencia de la Central de Sedas y Manilas. En el año 1942, la fábrica fue visitada por el secretario del Sindicato del papel, quien pudo admirar “no solamente la perfecta organización industrial de la misma, sino también las mejoras introducidas, tanto en su funcionamiento como en su producción, desde la terminación de la Cruzada”. Según la Estadística de 1943, contaba con una máquina plana de 2,40 centímetros de ancho, que producía diariamente de 4 a 6 toneladas de sedas y manilas. La empresa se adaptó a las necesidades del mercado, así, cuando decayó la demanda de papel para envolver la naranja, se comenzó a producir papel para las artes gráficas. El cambio de producto exigió una modificación de la maquinaria, pues se trataba de un papel de mayor gramaje. La materia prima siguió siendo, fundamentalmente, paja de arroz, palmito y esparto (que se traía de Murcia y Zaragoza). En 1944, la empresa fue adquirida por un grupo catalán que había obtenido la concesión de las cartillas de racionamiento y, después, de nóminas y que mantuvo su propiedad mientras duró dicha concesión. A finales de los 40, un grupo de fabricantes vascos compró la papelera, cuya dirección entregaron a José Armendáriz, quien procedió a la renovación de la maquinaria.

Según el Catálogo de 1966, fabricaba distintos tipos de papel y empleaba a 255 personas. En el mes de febrero de 1967, se produjo la primera suspensión de pagos de la empresa que finalizó con su compra por parte de un empresario catalán, Vicente Piera Santacana, quien reflotó por completo la empresa y adquirió muy buenos clientes, entre los que se contaban la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, y Loterías y Apuestas del Estado. En estas condiciones, la nueva papelera fue capaz de alcanzar una producción de 60.000 toneladas anuales de papel. A principios de los 70, el grupo empresarial propietario de la «Papelera de El Mijares» compró también la otra papelera burrianense, la de «El Cid». Las dos papeleras, conjuntamente, empleaban a unos 300 trabajadores.

A comienzos de la década de los 80, la empresa, afectada por la crisis del sector papelero, se vio abocada a la suspensión de pagos. Los trabajadores, que adquirieron en pública subasta la factoría, constituyeron una Sociedad Anónima Laboral, con acciones nominativas. La empresa cooperativa pasó a denominarse «Papelera Río Anna, S.A.». Posteriormente, un grupo catalán se interesó por la empresa, pero en lugar de invertir 500 millones de pesetas, como habían prometido, dejaron descapitalizada la empresa, pues, en realidad, sólo les interesaba especular con su solar. En estas condiciones, la viabilidad de la empresa se reveló como imposible, de forma que la papelera cerró definitivamente en 1988. A partir de entonces, se inició con-flicto entre la propietaria de la «Papelera de El Mijares», Promotora de Desarrollos Urbanísticos, y el ayuntamiento por el solar de la misma, que finalizó en mayo de 2010, cuando, por consenso de las partes, se decidió ejecutar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana. En la actualidad, el sector está exclusivamente representado exclusivamente por «Kartogroup España SL», que fabrica cartón.

Betxí

La principal corriente fluvial de la localidad de Betxí es el río Sec o Sonella, que recorre todo su término de noroeste a este y desemboca en el Grau de Burriana; no obstante el aprovechamiento de los recursos hídricos para usos industriales fue tardío. Betxí puede considerarse la más reciente incorporación de una localidad de la Plana al mapa papelero, con la fundación de «Cartonajes de la Plana S.L.», que fabrica cajas y embalajes de cartón. En la actualidad, constituye la empresa de Betxí más importante del sector y una de las principales de la localidad, dando empleo a más de 200 trabajadores117.

4.3. La cuenca del Palancia

El río Palancia nace en la provincia de Castellón (en El Toro), a la que recorre por el sur, a través de un ancho valle delimitado por las sierras Espadán y Calderona, para desembocar en el mar, entre Canet d´En Berenguer y El Port de Sagunt (Valencia). En tiempos modernos, prácticamente, todo su cauce ha estado jalonado de molinos papeleros: en el curso alto, Bejís, Teresa, Caudiel y Jérica; en el curso medio, Navajas, Altura, Segorbe, Castellnovo y Soneja, y, en el curso bajo, Sagunt y Alfara de Algimia (ambas localidades pertenecientes a la provincia de Valencia).

4.3.1. Los molinos papeleros en los siglos XVI-XVII

La demanda de papel para escribir e imprimir por parte de sus principales consumidores, monjes y libreros, impulsó la creación de nuevas manufacturas valencianas, en la cuenca del Palancia, concretamente, en Altura. En efecto, ya en el año 1593, está documentado un molino propiedad de la Cartuja de Vall de Cristo, origen probable de este núcleo papelero118. Con fecha 28 de agosto de 1593, el librero Gabriel Ribes119 reconoce deber 99 libras al prior de la Cartuja, Fray Gerónimo Amigó, por el pago de varias “raimes de paper vos ut priorem dicti conventus michi tradit et per me a vobis hubiti et recepti ad opus imprimendi libros, de cujus bonitate et valore fui et sum contentus et satisfectus120.

Durante el siglo XVII, el núcleo papelero del Palancia se consolidó, al erigirse un molino en la ciudad de Segorbe y otro en la Cartuja. En un cabreve correspondiente a esta ciudad, fechado en el año 1661, se reseña un molino que fabricaba papel, a la vez que molturaba cereal121. Este molino estaba sujeto a la enfiteusis, por lo que la viuda de Joseph Valero, su propietaria, estaba obligada a satisfacer un canon anual de 60 sueldos122. En el año 1683, está documentado un nuevo molino papelero, propiedad de la Cartuja de Vall de Cristo. En este año, parte de las instalaciones pertenecientes a un batán de paños (activo ya en el año 1470), situado en la partida de Abrotón, en el camino de Altura a Segorbe se destinaron a la fabricación de papel de estraza123. En el Manual de Consejos de Segorbe consta un acuerdo tomado el día 22 de agosto de 1685, para exigir a la Cartuja de Vall de Cristo que pagase el derecho de papel de estraza124. Naturalmente, la Cartuja no aceptó la decisión del ayuntamiento de Segorbe y recurrió ante las autoridades reales. La Cartuja reclamaba el derecho de vender papel, libremente, en Segorbe y en todo el reino de Valencia, aferrándose a las exenciones que beneficiaban al estamento eclesiástico. El documento, conservado en el archivo de la Real Cancillería, lo reproducimos a continuación: “Señor. El real Convent de ValdeCrist del orde de la Cartuja a fabricat en lo terme de la vila de Altura un moli ab lo fa paper de estraza, y havent portat a esta ciutat carregues de dit paper per a vendreles los Administradors eo Arrendadors dels drets Reals del Peatge el han obligat a pagarlos ab motiu de que este genero de tracte seria mercaderia, y que per dita rahó no seria exempt per ecclesiastich dit conbent. Y havent considerat que en este in exemplar perjudicial a la inmunitat ecclesiastica perque esta no es mercaderia sino artifici permés y decent al estat ecclesiastich per mudar de especie y mes largament se funda en lo memorial adjunt que remetem a vra Magestat. Y també attenent a que dit Real convent de Valldechrist es una de les vens que componen el estament ecclesiastich deste regne, y que esta a concurregut en tots los servicis que se han fet a vra Magestat ab fidelitat corresponent a les obligacion y estat dels que han servit dita veu, ens a paregut molt propi de nostra obligació esposar en la gran consideracio de V Mag.t el fet referit y suplicarli com ho fem ab tot rendiment es servixca de donar el orde combenient pera que el dit combent de Valldechrist puixa librement introduir en la present ciutat y en qualsevol part del Regne y vendre el paper fabricat en lo dit molí del dit Combent manat que aixi per part dels Arrendadors o administradors com de la Junta Patrimonial no se li posse impediment algu ni se li obligue a pagar cantitat alguna com a exempt y liure y aixi ho esperam de cel catholich de vra Mag.t sent com es protector de la inmunitat ecclesiastica y de totes les comunitats y veus que formen lo present estament. Nostre Señor g.de La Catholica y real persona de vra Mag.t com la christiandat a menester. Valencia y dehembre a 22 de 1685.

Los elets dels estaments ecclesiastich del regne de Valencia. En la parte de atrás: Pásese a la junta patrimonial el miércoles”125.

Por lo tanto, el Alto Palancia contaba al menos con dos molinos papeleros en activo, a finales del seiscientos, cuando devino el principal núcleo papelero del reino de Valencia.

4.3.2. Los molinos papeleros en el siglo XVIII

En el año 1728, los cartujos decidieron establecer un nuevo molino de papel en Altura, dedicado a la fabricación de papel blanco, que se sumó a los dos ya existentes. Desde entonces, el crecimiento de la manufactura papelera fue vertiginoso, pues llegó a contar, a finales de siglo, con 16 (o más) molinos de papel activos, simultáneamente. Sólo Segorbe contaba con ocho en la propia ciudad y otros cinco en sus alrededores (los de Altura, Jérica, Castellnovo, Soneja) y tres más en su entorno, uno en Caudiel y dos en Bejís.

Varios de los apellidos presentes entre los fabricantes de Segorbe y su comarca manifiestan su clara ascendencia catalana, entre ellos, Tort, Frigola y Romaní. Según Gutiérrez i Poch, “Dos factors varen facilicitar aquesta emigració: la pressió a la zona d´origen i el prestigi dels operaris126. Las relaciones con el lugar de procedencia no se interrumpían, facilitando la difusión de las nuevas tecnologías. En una carta, fechada en 1818, conservada en el Archivo Municipal de la Pobla de Claramunt, un papelero de Segorbe, Miguel Tort Leal, pedía a Jeroni Tort que le enviase formas127. A su vez, especialistas de este núcleo se desplazaron a los nuevos focos papeleros. Al poco de comenzar la construcción del primer molino de Buñol, en 1752, su propietario, Gaspar Solernou, constituyó una compañía temporal con Juan de Rojas, vecino de Jérica, profesor de matemáticas y arquitectura128. Entre los principales fabricantes de papel blanco de Buñol sobresalen los Bolumar, una familia de papeleros procedentes de Peñalba (Cárrica). Esta emigración persistió en el tiempo129. Igualmente, en la construcción del primer molino papelero de Alcoi, propiedad de Vicente Albors Gisbert, intervinieron especialistas del molino de la Cartuja de Vall de Cristo130.

La comarca de Segorbe se especializó en la producción de papel blanco, relegando a un segundo plano al papel de estraza. Parte del papel fabricado en Segorbe, Altura, Jérica y Rossell -aunque en menor medida que Alcoi- se destinaba para la exportación a México. En el año 1772, el virrey Bucareli firmó una contrata con los fabricantes que exportaban papel a Nueva España por el puerto de Valencia, la mayoría valencianos aunque no todos131, concretamente, con fray Lamberto Navarrete (en representación de la Cartuja de Vall de Cristo), Juan Bautista Loustau, Gerónimo Silvestre, Juan Carroset, Tomás Tornal, Julián Fuertes (en representación de la marquesa de Cruillas), Francisco Ferreras, Jaime Tort y Francisco Albors. Como puede apreciarse, los fabricantes segorbinos -Jaime Tort, Julián Fuertes, Francisco Ferreras-, así como la Cartuja, están bien representados132. En el año 1782, al menos cinco fabricantes de la comarca de Segorbe enviaron papel de encigarrar con destino a Nueva España: Jayme Tort, Xavier Bolumar, Frigola (manufactura de la marquesa de Cruillas)133, Francisco Ferreras y Cartuja de Vall de Cristo134.

Cavanilles, al referirse al Alto Palancia, subraya su abundancia en aguas y su prosperidad económica, también su importante actividad industrial: “Vénse á muy corta distancia Altura, Segorbe y la Cartuxa, cuyo conjunto de edificios resaltan sobre la verde alfombra de sus dilatadas huertas; luego se pisa un suelo mucho mejor que el antecedente, y más proporcionado para variedad de frutos; hállanse aguas abundantes y claras; y por todas partes industria, actividad y cuidado135. El crecimiento de la industria papelera, en el segundo tercio del siglo XVIII, fue tal que convirtió a la cuenca del Palancia en el más importante núcleo papelero del reino de Valencia136. El núcleo del Alto Palancia, sin embargo, fue perdiendo terreno a medida que prosperaban otros núcleos papeleros valencianos. Por supuesto, Alcoi y su comarca, en primer lugar, Buñol y Ontinyent, inmediatamente detrás. A finales del siglo, el Alto Palancia producía sólo entre el 8% y el 10% del papel elaborado en tierras valencianas137.

Los molinos de la Cartuja de Vall de Cristo en Altura

En Altura, la propia Cartuja estableció un nuevo molino papelero, en el año 1728, que se emplazó en la partida de Abratón, junto al secular molino cartujano conocido como el “batán de los frailes”. En Las Relaciones Geográficas del Reino de Valencia, se describe con detalle su entorno: “Al Mediodía, a la izquierda, a un quarto de legua de Altura, hai una fábrica de papel mui crecida, que es de dichos PP. Cartuxos, y para entrar en ella hai dos puentes, para pasar dos arroyos138.

El papel obtenido de esta manufactura presentaba una calidad comparable, e incluso superior, al catalán, aunque resultaba algo más caro. En una carta del intelectual, impresor y editor Antonio Bordassar d´Artazu a Gregorio Mayans i Siscar, fechada el 4 de septiembre de 1731, aquél afirma: “respecto de papel, el de esta carta i su cubierta es el nuevamente fabricado en el molino de los frailes de Segorbe. Vea Vd. si le gusta, i tomaré unas 16 resmas que tienen, a 10 reales con costeras, si no, lo tomaré de Cataluña que le ai a nueve reales i medio, limpio de costeras i blanco, aunque no tan firme139. Bernardo Espinal confirma la alta estima en que se tenía al papel de la manufactura de la Cartuja: “Tiene esta Cartuja molinos de papel y le fabrican de buena calidad que después de Capellades y otros molinos de Cataluña tiene la preferencia de los demás de España140. Entre sus clientes, contaban incluso con el impresor del capítulo de la Catedral de Valencia, Antoni Bal·le, quien reconoció haber recibido107 resmas; por su parte, Mn Vicente Fraga, procurador de la fábrica del papel de la Real Cartuxa de Valdechristo, confesó haber recibido del s. canónigo D. Theodoro Thomás “cinquenta y tres libras y dos sueldos por cinquenta y nueves resmas de papel ordinario que se ha entregado a Anto. Bal·le de cuenta de dicho sr. canónigo, a razón de nueve reales la resma141.

El papel elaborado en las manufacturas del monasterio resulta inconfundible, pues, por filigrana, se adoptó el escudo heráldico de la Cartuja, cuyas armas estaban tomadas del rey Martín I, fundador del cenobio. El escudo presenta las cuatro barras de Aragón, sobre ellas, la cruz y la leyenda Val de Christo, en letras mayúsculas. Carbonell y Manclús distinguen dos tipos de filigranas, claramente diferenciadas, la primera de dos cuerpos, y la más frecuente, de un solo cuerpo142. Al igual que hacían otras cartujas, los monjes de Altura arrendaban sus molinos a fabricantes. Así, en las últimas décadas del siglo XVIII, Mateo Madalena, vecino de Segorbe y fabricante de papel, se hizo cargo del arrendamiento de los molinos de la Real Cartuja de Vall de Cristo143. El papel procedente del monasterio, aun cuando los monjes no lo fabricaran directamente, conservaba sus filigranas.

A estos molinos, alude el castellonense Ponz, en su libro fechado en año 1789, al señalar que “junto á villa de Altura, situada entre Valdechristo, y Segorbe, perteneciente á dicha Cartuxa, tiene la Comunidad molinos de papel, y se fabrica de buena calidad144. Larruga, del mismo modo, se refiere detalladamente a la fabricación de papel blanco por parte de la Cartuja. Ricord, en 1791, afirma que en Altura se fabricaba tanto papel blanco como papel de estraza. Llama la atención el silencio de Cavanilles, sobre la industria de Altura, puesto que suele incluir una documentación muy detallada. Laborde confirma estos extremos: “sus religiosos han establecido una fábrica de papel en Altura, lugar de 1500 habitantes, que les pertenece y se halla a un quarto de legua del monasterio. En éste se conserva la primera carta hidrográfica plana que se trabajó en el mundo el año 1413, dos años antes que se estableciese en los Algarbes la academia náutica, que se cree la inventora de este descubrimiento. Su autor fue Matías Viladestes, mallorquín145.

La propiedad y aprovechamiento del manantial de la Esperanza, disputados por regantes y molineros, fue objeto de un complicado pleito entre la ciudad de Segorbe y el monasterio146, que ha sido estudiado por Carbonell Boria y Monclús Cuñat147. La fundación del nuevo molino de papel (año 1728), ubicado entre Segorbe y Navajas, desencadenó el contencioso, sobre el cual se pronunció la Junta de Comercio en 20 de diciembre de 1748, “a fin de que desde aora a lo succesivo no se perjudique por ningún motivo a la fábrica de la referida Cartuja de Vall de Christo148. En el año 1758, el Intendente envió una comisión, integrada por Joseph Pedrós (alguacil mayor de la Intendencia) y Gaspar Francisco Ramoy (escribano). La ciudad de Segorbe puso en tela de juicio su imparcialidad, atribuyendo a los comisarios las siguientes palabras: “Más quiere el Rey una fábrica que a sus vasallos149, a las que replicó Felipe Font, labrador segorbino, de la siguiente manera: “Que el Rei ningún quartel cobrava de la fábrica de papel y sí de los vecinos, por lo que más querría el Rei que éstos regassen sus heredades que no que anduviese la fábrica150. Según los de Segorbe, “pretenden la Cartuja de Vall de Christo deberían dársele tres hiladas de agua de la que discurre por la acequia de la fuente nombrada de la Esperanza para beneficiar la fábrica de papel blanco que aquél posehe dentro del término de Altura151. Según la ciudad de Segorbe, el conflicto se inició a consecuencia de la “novedad de tomar el monasterio media hilada de agua continua de la dicha azequia (que) es ocasionada de haver nuevamente fabricado un molino de papel entre los partidores de Dientes y Gerèa”152. El pleito acabó en 1765, pero, sólo seis años más tarde, se reabrió porque el agua del molino se vertía directamente al río, “sin embargo de haver reconvenido al monasterio para que indemnizase esta quiebra, no se ha logrado más que la esperanza de que se les haría cierto conducto que aún no se ha llegado â effectuar, haviendo también provocado ( . . . ) que la falta de dicha media hilada de agua únicamente cede en perjuicio de los vezinos de Segorve, respecto â que los de Altura en los días que se ha de partir procuran todos los arbitrios para quitar â la ciudad de Segorve, poniendo piedras, brozas y otras cosas153.

Los monjes consiguieron suficiente agua para que el molino no sufriese contratiempo alguno por este motivo e incluso, antes de finalizar la centuria, el molino de los cartujos se remodeló, adaptándose, desde 1777, a la elaboración de papel de imprenta, florete, estraza, marca mayor, marquilla y cartones154. Sin embargo, el monasterio hubo de enfrentarse a varios contenciosos, así, por ejemplo, en 1806, fue denunciado por el baile de Sagunt por iniciar las obras de un molino harinero, sin permiso del intendente, aunque ganó la Cartuja155. También hubo pleitos entre este monasterio y los vecinos de Altura por el derecho de establecer tierras y aguas156.

Los molinos de la Cartuja de Vall de Cristo en Jérica

Junto a los molinos de Altura, debemos reseñar los de Jérica, también destinados a la fabricación de papel por los propios monjes157, tal y como señala Ricord. Larruga confirma que, en 1789, la Cartuja contaba con dos fábricas de papel blanco en Jérica. En el inventario realizado en el molino, al reabrirse en el año 1819, se reseñaron dos ruedas con nueve pilas, una tina con su hornillo, una caldera de cola, dos perchadas, etc. Además, del molino descrito, también disponía del “batanico de abajo” que contaba con 3 pilas corrientes, con su perchada, etc.158 Seguramente, ambos molinos quedaron inactivos, temporalmente, a raíz de las convulsiones bélicas y la inestabilidad política de las primeras décadas del siglo XIX.

Los molinos papeleros dieciochescos de Segorbe

Según un cabreve del año 1737, Segorbe contaba con dos molinos papeleros, uno de ellos, emplazado en la partida de El Alvalat, fabricaba papel a la vez que molturaba cereal, siendo propiedad de los herederos de Joseph Ortells159; quizás se trate del mismo que, en 1661, pertenecía a la viuda de Joseph Valero, que primero, había sido harinero, luego, pasó a elaborar papel de estraza y, en las fechas en que se realizó el cabreve, se había especializado en la fabricación de papel blanco de gran calidad, pagando un censo anual de 60 sueldos. El otro había sido establecido por el albañil Juan Martínez, en régimen de enfiteusis, bajo el dominio mayor del duque de Segorbe, en una huerta de 6 hanegadas, pagaba un canon de 33 sueldos y fabricaba papel de estraza160. En el año 1744, estaba activo un tercer molino papelero, propiedad de Matías Lozano que, ubicado en la huerta de Segorbe, en la partida de El Alvalat, fabricaba papel de estraza161. La expansión comenzada por el sector papelero en la década de 1740 continuó, de forma que en el Censo del año 1747, figuraban ya cuatro molinos papeleros162.

Castelló, al referirse a Segorbe, afirma: “En su término hai tres molinos de papel fino y en nuestros días se ha establecido en las inmediaciones de la ciudad una fábrica de loza a semejanza de la de Alcora163. En el año 1773, estos tres fabricantes papeleros –Julián Fuertes, Francisco Ferreras y Jaime Tort- y la Cartuja enviaron papel blanco a América. Larruga reseña cuatro molinos, concretamente, dos de papel fino blanco (propiedad de la marquesa de Cruilles y Francisco Ferreras Huarro, respectivamente), otro que elaboraba tanto estraza como papel fino (propiedad de Jaime Tort Torres) y un cuarto, de estraza (quizás, el perteneciente a Matías Lozano)164. En los envíos de papel blanco hacia América correspondientes al año 1782 figuran la Cartuja y cuatro fabricantes, a saber, Joseph Frigola (arrendatario de la manufactura de la marquesa de Cruillas), Jayme Tort, Francisco Ferreras y Xavier Bolumar.

Aventajaba a todos el molino de papel blanco de la marquesa de Cruilles que disponía de 4 ruedas y 21 pilas, ocupando a 21 operarios. Obtuvo, en el año 1771, privilegios de la Corona, en recompensa por lo avanzado de su tecnología y la calidad de su papel165. Al obtener la real protección, adquirió todas las preeminencias correspondientes, incluido el “uso del escudo de sus reales armas sobre las puertas de ella (manufactura) y demás almazenes que se quisiesen poner en estos reynos, y con el fuero de su Real Junta de Comercio166. Ubicado en la partida del Censal, se vio afectado por sucesivas avenidas, especialmente en los años 1776 y 1782, que lo fueron debilitando, así, en el año 1786 “ha decaído mucho aquella fábrica y se encuentran en el Reyno no pocas que fabrican igual ê incomparablemente mejor papel167. Este molino se arrendó sistemáticamente a fabricantes, entre ellos, Juan Dustou Larrosa168, Jaime Tort Torres y Joseph Frígola (que dio nombre al molino), cuyo arriendo concluyó en el año 1785. Posteriormente, otros fabricantes, como Juan Brugada, se hicieron cargo del molino. En octubre del año 1790, por decreto de Su Majestad y señores de su Real Cámara, se autorizó a Manuel María Monserrat y Acuña, marqués de Cruillas, para que en el término de dos años –luego, se amplió un año más- procediese a la venta de un molino de papel, sito en el término de la ciudad de Segorbe, y dos pedazos de tierra huerta, en el término de la Vega de la ciudad de Valencia, con cuyos fondos se dotarán dos capellanías. La venta de las tierras se hizo efectiva en 1793, siendo adquiridas por Josefa Caro, baronesa viuda de Cheste; sin embargo, no nos consta la venta del molino papelero169. A principios del siglo XIX, estuvo arrendado a Jaime Frígola y Francisco Romaní, este último un fabricante papelero muy conocido por estas fechas170.

En el año 1744, Matías Lozano y Juana Novella figuraban como propietarios de un molino que fabricaba papel de estraza y de un batán de enfurtir paños, además de diversas tierras (estimaron su hacienda en 1300 libras). Ese mismo año, decidieron hacer “gracia y donación pura y perfecta que el derecho llama inter vivos irrevocable al dicho doctor Mathías Lozano subdiácono”, su hijo pequeño, de los citados artefactos171. Gaspar Pastor, administrador de la real renta del 8%, consideró que dicha donación era “notoriamente fraudulenta, y como á tal, nula172, puesto que se había hecho exclusivamente con la finalidad de eludir al fisco. En efecto, el poner el molino a nombre del sacerdote sólo pretendía soslayar la obligación de satisfacer algunos impuestos, como ocurrió cuando quiso entrar el papel en Valencia173. En el año 1786, Matías Lozano y Roque Pérez entraron en conflicto con la testamentaría de la marquesa viuda de Cruillas, cuando ésta pretendió variar el cauce de la acequia que conducía el agua a su molino papelero174. La testamentaría de la marquesa fracasó en su intento de abrir una acequia nueva por terrenos de propiedad particular.

Manuel Rodríguez, propietario de un molino de papel emplazado en la partida de Amara, obtuvo el correspondiente establecimiento “de la muy Ilustre Ciudad para conducir y llevar el agua á dicho molino y usar francamente de la que fuere necesario para el uso y aprovechamiento de la indicada su fábrica, tomándola del río (acequia Fonesca)175. No obstante, en el año 1772, los regantes iniciaron un pleito contra los propietarios del molino. El litigio continuaba en el año 1800, cuando el molino ya había sido adquirido por Jaime Tort Torres176.

El propio Jaime Tort Torres, en el año 1775, solicitó permiso al ayuntamiento de Segorbe para establecer un segundo molino, próximo al anterior, ubicado en la partida de Agustina, para fabricar tanto papel de estraza como blanco177. Las instalaciones manufactureras incluían también un molino harinero de dos piedras y un batán, igualmente, de su propiedad.

En las últimas décadas del siglo, se aceleró el crecimiento de la industria papelera, como lo atestigua el establecimiento de cuatro nuevos molinos, duplicando el número de manufacturas en muy pocos años.

Juan Brugada, vecino de Madrid, con intereses en Murviedro y Navajas, figuraba como propietario de dos molinos “que se construyeron en estos últimos tiempos178. Estos dos molinos, conocidos como «el de Lozano» y «el del Tesorero», estaban emplazados ambos junto a la acequia del Censal179, ahora bien, mientras el primero sólo fabricaba papel de estraza, el segundo hacía también papel blanco180. Según la descripción de las Relaciones: “A un quarto de legua de Segorbe, al Oriente, azia la mano izquierda, aun quarto de legua, se pasa el río, y antes hai un molino de papel mui crecido, que se llama del Tesorero, y se encuentra un lugar llamado Carrica, y a un quarto de Carrica, azia el Oriente, está la villa de Castellnovo181.

Apenas, tenemos datos del séptimo molino papelero, activo en Segorbe a fi-nales del dieciocho. La documentación que poseemos, simplemente nos indica que pertenecía a Francisco Triguella, vecino de la ciudad de Segorbe, pero no nos proporciona más detalles, que permitan hacernos una idea de su tamaño u otras características182.

El octavo molino en activo pertenecía a Francisco Ferreras Huarro, quien establecería, al poco tiempo, un segundo molino papelero en Navajas. El origen de aquel molino se remonta al año 1767, cuando Manuel Martínez Pradal y Francisca Molina obtuvieron permiso del duque de Medinaceli para establecer un molino harinero en el término de la ciudad de Segorbe, partida de Olietes. Por escritura de 3 de julio de 1788, ante el notario Manuel Holano, los propietarios vendieron dicho molino a Francisco Ferreras. Ferreras amplió las instalaciones manufactureras de forma que junto al molino harinero construyó un molino papelero y una almazara. En sus conflictos con el fisco, Ferreras argumentaba que “la fábrica de papel y el molino arinero es todo una misma finca, situada en la propia idéntica partida y término; que el molino arinero es de muy corto valor, porque no tiene molienda continua183. El molino papelero se hallaba en la parte superior, de forma que se advierte que luego que sale el agua de dentro de la fábrica de papel, (…) a mui corta distancia la toma para introducirla en sus canales el dicho molino arinero184.

Tanto Ricord, como el Almanak Mercantil incluyen a Segorbe entre las localidades papeleras, pero aportan pocos datos. Ricord indica que se fabricaba tanto papel blanco como de estraza. En el Almanak, se afirma: “hay fábricas de papel cerca de Segorbe”. Cavanilles cifraba el número de molinos en ocho, que producían 14.000 resmas185; pero al iniciarse el nuevo siglo, todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort186.

Los molinos papeleros de Castellnovo

Bernardo Espinalt asegura que, en el año 1784, en Castellnovo, funcionaba un molino de papel blanco, a cuyo cargo, quizás, estuvo Xavier Bolumar, hasta que, en el año 1785, se instaló definitivamente en Buñol187. Después de Bolumar, otros papeleros tomaron el relevo, entre ellos, Francisco Rodier y Pascual Berinas. Miñano confirma la continuidad de una manufactura de papel blanco, activa en el año 1826.

De todas formas, por estas fechas, las fuentes aluden a un segundo molino, emplazado en la partida de Susierres, que compartía instalaciones con un molino harinero contiguo. Este molino, propiedad de Cristóbal Tort, se dedicó pronto a la elaboración de papel de estraza188. En diversos documentos, se hace referencia a Pascual Bernat, Manuel Bellón y Antonio Ibáñez, los dos primeros fabricantes de papel y, el último, oficial.

Otros molinos papeleros del Alto Palancia (Soneja, Caudiel y Bejís)

En las Relaciones, se afirma que en Soneja, “junto al río Segorbe hay algunos molinos de papel y trigo y algunas casas o masías189. Ricord incluye a Caudiel190 entre los pueblos que elaboraban papel blanco y a Bejís entre los que poseían molinos de papel de estraza. Aunque, Ponz, natural de Bejís, en ningún momento alude a esta industria cuando se refiere a su pueblo natal, tenemos constancia de la actividad de dos molinos papeleros, dedicados a la fabricación de papel de estraza. Ambos, se afirmaba en 1806, de construcción reciente y, junto a ellos, varios batanes (uno de ellos, propiedad de Josef Vicente)191. Uno de los molinos192, se “construyó en el lugar de Bexis, en las riberas del río que le baña y actualmente posee Juan Benedito, vecino y morador del mismo193, mientras que, del otro, se dice pertenecer a Vicente Alcayde194. Aunque los dos molinos fabricaban papel de estraza, posteriormente, en Bejís, también se elaboró papel blanco, como asegura Madoz y confirma Viñas Campi.

4.3.3. El siglo XIX

En el siglo XIX, comenzó un proceso de declive para la industria papelera del Alto Palancia, que culminó con su total desaparición. Aun cuando se abrieran nuevos batanes en Teresa de Viver y Castellnovo, la decadencia se cierne sobre Bejís y Segorbe. Tampoco los molinos papeleros de Altura y Jérica superaron jamás las consecuencias de la desamortización. En pleno declive, la industria papelera del Alto Palancia no contaba con unas circunstancias favorables para sumarse a las innovaciones tecnológicas, necesarias para su supervivencia. A consecuencia de los procesos de mecanización, desapareció, por completo, la industria tradicional, de forma que no hay continuidad entre aquellos molinos y las fábricas del siglo XX, todas de nueva creación.

Los molinos papeleros de Altura

Los molinos cartujanos de Altura (y Jérica) fueron arrendados, en el año 1819, a Francisco Romaní, que había formado compañía con Jaime Perera. Seguramente, el molino permaneció arrendado a este fabricante y a sus herederos hasta la desamortización. Con el desarrollo del movimiento liberal, la Cartuja empezó a tener problemas hasta, finalmente, ser suprimida y, por tanto, su comunidad declarada disuelta el 4 de septiembre de 1835. Sus propiedades pasaron a dominio de la Nación.

Después de la desamortización, el primer arrendatario del molino de Altura fue Mariano Huarro, fabricante de reconocido apellido papelero. No obstante, la insuficiencia de sus recursos financieros, le obligó a pedir un préstamo, con el que reanudar la actividad papelera. Reproducimos un fragmento del acta notarial que nos ha permitido comprobar estas circunstancias: “En la villa de Altura, á los once días de Enero de 1836. Ante mí, el infraescrito Escribano de su Majestad y testigos que se expresan, comparecieron Mariano Vicente, vecino y del comercio de la ciudad de Segorbe de una parte, y de otra Mariano Huarro de oficio papelero con la consorte Vicenta Máñez y Don Joaquín Lozano, presbítero, vecinos de esta villa ( . . . ). Dijeron: Que habiéndose quedado en arriendo dicho Huarro el batán de papel procedente del suprimido Monasterio de Valdecristo, y por consiguiente ahora de la Nación, y necesitando para su manejo de algunos fondos, han tratado y convenidose los comparecientes el que dicho Mariano Vicente les presta la cantidad de 20.000 reales de vellón que le hayan de abonar anualmente el rédito correspondientes ( . . . ) a devolver en dos años. Miguel Murciano de Echevarría195.

Madoz aún consideró que Altura disponía de la más importante concentración papelera de la provincia de Castellón. Sin embargo, la Cartuja fue puesta en venta mediante subasta pública, y adquirida, el 9 de noviembre de 1844, por Sebastián de Araujo y Pedro García Ruiz, que satisfizo 1.300 reales de vellón. Entre ambas fechas, el monasterio fue expoliado. La actividad papelera cesó definitivamente en este molino; así, se desprende de la documentación posterior, pues ni Giménez Guited ni El Indicador de Viñas Campi aluden a ella, lo que nos hace presumir que concluyó en este lapso de tiempo.

Los molinos papeleros de Jérica

En el año 1819, Francisco Romaní, que formó compañía con Jaime Perera (del comercio de Segorbe), arrendó los dos molinos papeleros de Jérica, emplazados en la partida de la Morería, junto al río Palancia. En este año, las dos manufacturas de Jérica estaban inactivas y, por lo tanto, la prioridad fue ponerlas en funcionamiento. Sólo lo consiguió en parte, pues únicamente habilitó una de las dos tinas disponibles. En ambos molinos, se proponían obtener papel blanco de escribir, “siendo el papel que se fabrica de muy buena calidad y por el mucho consumo, como por el ramo de policía se ha surtido en el año próximo pasado, para la impresión de pasaportes y son muchas á más las resmas que se hacen para Madrid196.

Francisco Romaní había obtenido un contrato ventajoso (debía pagar 300 pesos, la mitad por el molino de Altura), ante el temor, por parte del prior, hacia las medidas que estaba tomando el gobierno constitucional (1820-3). De hecho, en el Diario de Valencia de 9 de febrero de 1823, se anunciaba la venta judicial del cuarto diezmo y medio diezmo de dicho molino, ubicado en la partida de la Morería. A la muerte de Romaní, el prior pretendió rescindir el contrato, iniciando un pleito contra Magdalena Tort, viuda de Romaní. No obstante, Tort obtuvo una sentencia favorable, por resolución de 16 de enero de 1833, a menos de tres años de la desamortización de la Cartuja.

Según Madoz, Jérica conservaba una fábrica de papel, mientras que la otra, al parecer, se reconvirtió en fábrica de borras. Esta fábrica no aparece en Giménez Guited del año 1862, pero sabemos que, dos años más tarde –así, se asegura en El Indicador-, seguía activa, se dedicaba a la elaboración de papel de estraza y pertenecía a José Monleón. En los Bailly-Bailliere de 1888 y 1900, se reafirma su continuidad, al tiempo que se asegura que la propiedad de los molinos de papel de estraza recaía en Rita Aliaga Espuch.

Los molinos papeleros de Segorbe

Sin duda, las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras de la centuria siguiente -cuando todavía se establecieron nuevos molinos, como el de Vicente Tort, datado en el año 1816197- fueron las de mayor esplendor de la industria papelera segorbina. Algunos de los molinos, los pertenecientes a fabricantes, eran explotados directamente por sus dueños. Sin embargo, otros molinos, aquellos que pertenecían a compañías comerciales, estaban arrendados a fabricantes papeleros. En esta situación, se encontraban los molinos de «Lozano» y «del Tesorero», ambos propiedad de los hermanos Juan y Antonio Brugada Carbonell, vecinos de Madrid. A principios del siglo XIX, el primero, emplazado en el Realet y dedicado a la elaboración de papel de estraza, estaba arrendado a José Saumell198, mientras que el segundo estaba arrendado a Francisco Gustems199.

Los arrendatarios de los molinos de «Lozano» y del «Tesorero» se vieron perjudicados por los remansos de agua efectuados por Severino Belarte (molinero y botiguero200), quien, recientemente, le había comprado un molino harinero a Antonio Arnau201. Este molino, conocido como de «Capuchinos» que, posteriormente, quedaría sometido a diversos usos202, se ubicaba encima de las fábricas de papel. El embalsamiento de agua del molino harinero dejaba sin fuerza motriz a los molinos papeleros, causando, además, otros perjuicios203. El conflicto entre los arrendatarios de aquellos molinos y el flamante propietario del molino harinero, Severino Belarte, culminó con un pleito por el uso de las aguas de la acequia del Censal, entre éste y Antonio Brugada, propietario de los molinos papeleros204.

Desde la Guerra de la Independencia, la decadencia del núcleo papelero del Alto Palancia parece fuera de dudas. Sabemos, con certeza, que algunas fábricas de papel cambiaron de actividad. Así, por ejemplo, en el año 1818, el heredero de Jaime Tort Torres, José Marqués, reconvirtió uno de los molinos papeleros en harinero205. El mismo proceso sufrieron otros artefactos, también transformados en harineros206. Quizás, la necesidad de recurrir a anuncios en prensa para encontrar compradores sea otro síntoma de estancamiento207. La reconversión del molino de papel de los cartujos a otros usos -en él se había plantificado varias máquinas de tejidos e hilados de algodón, con algunas sierras hidráulicas- denota que la crisis afectó a toda la comarca.

Según Madoz, Segorbe contaba con diversas fábricas de papel aunque no explicita su número. Guiménez Guited asegura que, en 1862, estaban en activo 4 fabricantes que disponían de 4 tinas, empleaban a 32 operarios y su capital se estimaba en 160.000 reales de vellón. Una de las fábricas en funcionamiento, al menos entre 1850 y 1870, fue la papelera de Jarque Frígola. En 1862, Miguel Leal fundó una quinta fábrica, dedicada a la elaboración de papel blanco y de fumar, activa todavía en 1886. Según El Indicador de Viñas Campi, estaban en activo, en 1864, cinco fábricas de papel de estraza, a cuyo cargo estaban Juan García, Francisco Rodríguez, José Tort, Manuel Tort y Vicente Tort. En los Bailly-Bailliere de 1886 a 1900, no encontramos ninguna referencia a la industria papelera segorbina.

El molino papelero de Navajas

El duque de Medinaceli autorizó el establecimiento de un molino de papel blanco, cuyo emplazamiento se fijó con precisión en los documentos: “el molino que se hace mérito se halla situado muy próximo a la Vall de Almonacin, al otro lado de Nabajas, junto al término de Xérica208. Posteriormente, se matiza su ubicación y se le sitúa en la partida de Rascaña, en el término municipal de Navajas. Las primeras noticias sobre este molino están datadas en el año 1806, cuando la construcción de un azud y una acequia, para conducir el agua al molino batán de papel, desencadenó una denuncia del arrendador de la Bailía de Murviedro209. En dicha denuncia, se afirmaba: “Francisco Ferreres vecino de Navajas posehe un molino batán de papel en el lugar de Navajas, cuya finca sin embargo de corresponder al Real Patrimonio en dominio mayor y directo, con todos los derechos del emphiteusis, no le contribuye el canon anuo ni su dueño ha manifestado como enfeudada, no obstante de repetidas circulares, que en 13 de agosto y 25 de noviembre del año próximo pasado se expidieron por la Junta Patrimonial . . .” 210 Josef Casanova, escribano real y público de la villa de Viver, dio fe de haber comunicado dicha denuncia al propietario, dentro del propio molino. Estas denuncias no solían prosperar porque los molinos papeleros sí se habían erigido con licencia del duque de Segorbe y si contribuían con los cánones y cargas enfitéuticas que debían a sus señores feudales. Madoz asegura que, todavía a mediados del siglo XIX, estaba activo este batán de papel211.

Los molinos papeleros de Castellnovo

Según Miñano, en 1826, Castellnovo contaba con un batán de papel blanco, propiedad de Cristóbal Tort, quien también poseía un molino harinero de una muela. A su muerte, sus hijos se repartieron sus propiedades. Luciano Tort obtuvo el molino harinero, mientras que el batán de papel se le adjudicó a dos de sus otros hijos, Fernando y Carlos Tort. El primero poseía una tienda, por lo que recurrió al arrendamiento sistemático de su parte del batán, al no tener interés alguno en la fabricación de papel. En el año 1829, lo arrendó a Carlos Tort, por término de un año y precio de 30 libras anuales, pagaderas en tres plazos iguales212. Un nuevo contrato de arrendamiento, semejante al anterior, se firmó a finales de octubre del año 1830, ahora por 32 libras y seis sueldos213. En el año 1831, Fernando Tort arrendó su parte a su hermano Manuel Tort, por un tiempo de dos años y 63 libras anuales, a satisfacer en dos plazos214. Finalmente, con fecha 29 de diciembre de 1831, se produjo la división definitiva del batán entre ambos hermanos, Fernando y Carlos215. En el año 1833, Fernando Tort arrendó su batán a Miguel Almazán, por un tiempo de dos años y un precio de 65 libras anuales, a pagar por meses216.

En tiempos de Madoz, Castellnovo contaba con tres batanes de papel, probablemente, todos pertenecientes a la familia Tort. Nada sustancial cambió en los siguientes quince años, pues Giménez Guited afirma que estaban en activo tres fabricantes, que disponían de tres tinas, empleaban a 18 operarios y tenían un capital estimado de 60.000 reales de vellón. Sin embargo, en 1864, ya se había abierto un nuevo batán, de forma que se alcanzó su mayor número. Los cuatro molinos, propiedad de Simón Guinot, Carlos Tort, Cristóbal Tort y José Tort, producían papel de estraza.

Los molinos papeleros de Teresa de Viver

Madoz asegura que Teresa de Viver contaba con tres molinos de papel. La actividad papelera continuó en las décadas siguientes. Giménez Guited afirma que, en Teresa de Viver, estaban en activo dos fabricantes, que disponían de dos tinas, empleaban a 12 operarios y su capital se estimaba en 70.000 reales de vellón. En el año 1873, se mantenían en funcionamiento dos fábricas de bastante importancia. En el Bailly- Bailliere de 1900, se menciona la fábrica de papel de estraza de Miguel Sánchez, que ya había cesado su actividad en el año 1918.

Los molinos papeleros de Bejís

Madoz asegura que Bejís contaba con una fábrica de papel de tres tinas, una de blanco y dos de estraza. Según Giménez Guited sólo estaba en activo un fabricante, que disponía de una tina, empleaba a 6 operarios y su capital se estimó en 30.000 reales de vellón. El Indicador de Viñas Campi cifra en dos las fábricas de papel, ambas dedicadas a la elaboración de papel blanco. Las papeleras pertenecían, respectivamente, a Miguel Real (cuyo molino estaba emplazado en Río Arriba) y Fernando Rodríguez.

4.3.4. El siglo XX

En el cambio de siglo, desaparecieron todas las fábricas existentes en la cuenca del Palancia. En el año 1918, la industria papelera se limita a los pueblos de Castellnovo y Soneja217, siendo esta última la más importante. La fábrica de Soneja nació al calor de una pujante actividad económica, la exportación de naranjas, por lo tanto, se centró en la fabricación de papel de seda, destinado a la envoltura de naranjas. La especialización en papel de seda del Alto Palancia respondía a su demanda por parte de los exportadores de naranjas, cultivo en el que se había impuesto en las comarcas de la Plana.

Los molinos papeleros de Jérica

Carreras Candi asegura que, a principios de siglo, funcionaban dos fábricas de papel en Jérica. Una de ellas, de bastante envergadura, disponía de un caudal de 2.000 litros por segundo, un salto de 23, 87 metros y una fuerza de 637 caballos. Muy modesta la segunda, poseía un caudal de 280 litros por segundo, un salto de 8 metros y una fuerza de 29 caballos218.

Parece ser que, en 1917, ya no había actividad papelera, pues no aparece ninguna fábrica en el Bailly-Baillière de este año. Tampoco la hubo durante los 40 años siguientes, así lo confirman las estadísticas de 1934219 y 1943. Sin embargo, a principios de los 50, se retoma la actividad papelera, al abrirse una fábrica que utilizaba el agua de la acequia de la Torre, aprovechando un salto de agua de 13 metros, con el que obtenía 100 caballos de vapor. Esta fábrica estuvo en funcionamiento entre los años 1952 y 1968, por lo que se la menciona en el Catálogo de 1966. En esta fecha, siendo propiedad de Antonio Morelló Peris, fabricaba estracillas, con una única máquina.

Los molinos papeleros de Segorbe

En los Bailly-Bailliere de 1882 a 1890, no aparece relación alguna de fábricas de papel en esta ciudad, por lo tanto, cabe pensar que la fábrica activa en la primera mitad de la centuria era de nueva creación. En efecto, en Segorbe, hasta mediados del siglo XX, estuvo operativa una fábrica de papel de estraza. En 1917, pertenecía a Manuel Ibáñez, únicos datos que figuran en el Anuario de este año220. En 1948, la titularidad de la empresa recayó en Vicente Simón221 y, posteriormente, en Vicente Simón Aznar. En la actualidad, en la misma zona donde estuvo la fábrica de papel, junto al río Palancia, funciona una fábrica de curtidos, propiedad de los “Hernández”.

Los molinos papeleros de Castellnovo

A principios del siglo XX, funcionaba una fábrica de papel, que, aunque no figura en el Bailly-Baillière de 1917, sí la cita Moltó en 1918222. Oliver afirma que fabricaba papel de estraza y estuvo en funcionamiento durante las décadas de los 20 y 30223, aunque ya no se la menciona ni en la Estadística del 34 ni en el Anuario del 1936224.

Los molinos papeleros de Soneja

En Soneja, a principios de siglo, Ramón Patuel Monserrat fundó una fábrica de papel continuo, emplazada en la margen derecha del río Palancia. Utilizaba una turbina, movida por las aguas de aquel río225 y se abastecía de un manantial propio, denominado Las Fuentes226. En el año 1911, Ramón Patuel se vio obligado a tomar medidas para evitar la contaminación del río, pues fue acusado de arrojar directamente a su cauce “los residuos de las alpargatas y trapos viejos, primera materia que emplea en la fabricación, (…), constituyendo un peligro para la salud de todos los pueblos por donde dicho río pasa227. La empresa, por su parte, afirmaba haber concluido, recientemente, las reformas necesarias para evitar la contaminación del río, puesto que las aguas residuales se desviaban, “después de una completa esterilización por su mezcla con lejía de sosa y tres atmósferas de presión de vapor de agua durante nueve horas, á un pozo ciego228. La polémica continuó, pues las medidas tomadas, parece ser, no fueron suficientes, como lo prueba el que las aguas “bajan blancas (…) de las sustancias del cloruro que se emplea en el lavado229.

En el año 1917, ya en manos de la «Viuda e hijos de Ramón Patuel», fabricaba papel de embalaje. Moltó se refiere a ella, en su conferencia sobre la industria papelera del año 1918, cuando era una de las seis fábricas castellonenses en activo230. Posteriormente, los «Hijos de Patuel» figuran como propietarios de una fábrica de papel en Valencia, concretamente en el Camino de Algirós, frente a la estación ferroviaria del Cabañal (que habían adquirido de Rowland Clark, en el año 1921)231.

Según la Estadística del año 1934, la fábrica de Soneja, que pertenecía a Dolores Patuel Enrique, se había especializado en papel de fumar, sedas y manilas y tenía una capacidad de producción de 240 Toneladas anuales. Su papel de seda fue muy apreciado por los timbradores por su gran resistencia y, por tanto, se dirigía básicamente al sector naranjero. La Estadística de 1943 señala que la fábrica de papel continuo de Soneja -así como la de Valencia- pertenecía a José María Canelles Peregrín, esposo de Dolores Patuel. En este año, contaba con una máquina plana de 1,10 metros de ancho útil y una producción de 800 Kgs diarios de sedas y manilas. Los mismos datos figuran en el Directorio del año 1948232, pero en el Catálogo de 1966, se recoge el relevo generacional, siendo propiedad de Enrique Canelles Patuel. A principios de los 80, «La papelera de Soneja S.L.» continuaba produciendo sedas para envolver. En los últimos años, trabajaba con pasta de importación, procedente de Suecia. Cerró a principios de los 90, desapareciendo de esta suerte la industria papelera del Alto Palancia.

Vall d´Uixo

Esta localidad está bañada por el río Belcaire, también llamado de San José. En El Indicador de Viñas Campi de 1864, se menciona dos fábricas de papel de estraza. Una de ellas, propiedad de Bautista Agustina, se ubicaba en la Plaza y, la otra, perteneciente a Juan Albala, en la Peña.

En la segunda mitad del siglo XX, «Silvestre Segarra e Hijos S.A.», propietarios de la gran fábrica de calzado, decidieron construir una fábrica de cartón para hacer frente a sus propias necesidades. En el Catálogo de 1966, se especifica sus características, en concreto, se indica que contaba con una única máquina y pertenecía a la citada empresa de calzado, «Silvestre Segarra e Hijos S.A.».


Historia de la industria papelera valenciana

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