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El Mayo Francés, los movimientos reformistas
en Argentina y Chile: dos Homo Academicus ciertamente distintos

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Para Bourdieu, antes de la explosión de mayo de 1968, el poder universitario se concentraba en las facultades de Medicina y Derecho. Éstas se presentaban en el sistema universitario francés como “científicamente dominadas pero temporalmente dominantes”, mientras las facultades de Ciencias Naturales eran poseedoras de mayor prestigio académico y, por lo tanto, ocupaban un lugar dominado en las estructuras del sistema. Las transformaciones globales del campo social habían afectado al campo universitario, especialmente por medio de cambios morfológicos, de los cuales el más importante había sido el aumento en la afluencia de estudiantes. La expansión de la matrícula determinaba, por una parte, el crecimiento desigual del cuerpo docente y, por otra parte, la transformación de la relación de fuerzas entre las facultades y las disciplinas. El análisis del efecto que esas transformaciones habían ejercido sobre el cuerpo profesoral y sobre las divisiones del mundo universitario, implicaba construir “una historia estructural del campo universitario”, que era necesario delinear con los datos disponibles. Homo Academicus proponía, precisamente, que esas transformaciones morfológicas derivaron en la crisis universitaria conocida como el Mayo Francés. Finalmente, trataba de explicar cómo el Mayo se había convertido en una crisis general y de qué manera esa movilización había sido generadora de una “disposición colectiva a la revuelta” (Bourdieu, 1984).

En la “historia estructural del campo universitario” en el Cono Sur, las transformaciones morfológicas aludidas por Bourdieu también ocurrieron –durante el período de masificación– y también tuvieron un peso relevante en las crisis políticas del sistema universitario. Ahora bien, si nos focalizamos en el papel de nuestros movimientos reformistas en las crisis generales, sería una exageración asignarle a la universidad argentina o chilena el papel de generador de la “disposición colectiva a la revuelta”. En este sentido parece claro que la chispa que encendió la llama en nuestra región fue la Revolución Cubana (1959) y que el descontento social fue canalizado principalmente por el movimiento sindical, los partidos de masas y las guerrillas. A diferencia del “militantismo” que surgió en el sesentismo francés, y que constituye un movimiento de separación del partidismo (Filleule, 2001), en América Latina la organización tipo-partido siguió teniendo vigencia en este período. Lejos de tomar distancia de ese formato, las nuevas organizaciones redoblaron la apuesta “orgánica” de los partidos de izquierda, estimulando la disciplina y el espíritu de sacrificio, reforzadas a su vez por la clandestinidad y la represión militar.

En Argentina, la masificación y la “modernización” de la matrícula tuvieron también efectos importantes en el sistema de educación superior, pero las crisis universitarias durante esta etapa estuvieron marcadas a fuego por los golpes militares. Las intervenciones de la universidad en 1955 y 1966 produjeron recomposiciones que atravesaron las facultades, los capitales heredados y las jerarquías establecidas. En el caso de Chile, las divisiones políticas del mundo universitario no se organizaban en función de los conflictos entre facultades –aunque existieron escaramuzas entre las facultades “tradicionales” (derecho, medicina) y las “modernas” (ciencias sociales y económicas, educación, tecnología)–. Particularmente interesante para observar una de esas pujas es el capítulo 4 de este libro, en el que se exploran las vicisitudes de la implantación de la ciencia política en Chile y la aparición de la administración pública como esfera de conocimiento. En cada universidad chilena había grupos con intereses globales, que aspiraban a conquistar el rectorado para implantar “proyectos de universidad” que tenían adeptos en distintas facultades.

Para tomar distancia de las disputas, hemos abordado aquella “historia estructural del campo universitario” en la línea de lo que Miceli (2001: 19) ha denominado la “construcción institucional”, capturando los determinantes estructurales y las prácticas sociales antes que las características de sus “mentores”. Ha sido particularmente fecundo en este sentido participar de la desmitificación de algunas oposiciones encarnizadas que ocurrieron dentro de algunas disciplinas. Entre éstas, la polémica entre la “sociología de cátedra” y la “sociología científica” es sintomática: nacida en la década de 1950, ha sido reactualizada hasta hoy en la batalla entre la sociología “ensayística” y la sociología “profesional”. En definitiva, todos los agentes que disputaban en este período habían sido “sociólogos de cátedra” y pretendían convertirse en profesores full time o dirigir las nuevas escuelas. Y todos intentaban hacerse eco de las nuevas tendencias científicas para captar los recursos que provenían del sistema de cooperación internacional. En la década siguiente, la “sociología crítica” construyó un enfrentamiento estereotipado sobre la base de la apelación a los consensos que habían dominado el campo durante la década anterior –la “neutralidad valorativa”, el “desarrollismo” o el “empirismo”. Mientras, los antiguos representantes de esas tendencias, los Gino Germani, Eduardo Hamuy, José Medina Echavarría, Florestán Fernandes, de carne y hueso, ya no eran los mismos y se aggiornaban a los nuevos tiempos. José Medina fue el nexo que atrajo a los jóvenes exiliados brasileños que se instalarían en CEPAL y FLACSO. Eduardo Hamuy, que era considerado en Chile el principal referente de la “sociología científica”, fue el principal responsable de reclutar a los “sociólogos críticos” que se instalaron en la Universidad de Chile desde 1966. Prebisch se radicalizó desde 1970 y puede considerarse un “dependentista tardío”, según se muestra en el capítulo 9. En definitiva, el cambio social se instaló también en la agenda del “cientificismo”, pues todos los agentes del campo formaron parte, de una manera u otra, del Zeitgeist de los 60.

Autonomía y dependencia académica

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