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18 / 100 ¡¡¡APLASTA ARTECHE!!!

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Se podía ganar o perder, pero cuando Juan Carlos Arteche estaba sobre el terreno de juego sabíamos que, fuera lo que fuera, dejaríamos el campo con orgullo y honor, con coraje y corazón. No había duda. La lucha y el esfuerzo no se negociaban. Aquellos jugadores de los años ochenta, a lo mejor no eran los mejores de la historia, pero lo daban todo. Exagerando un poco: volvían a los vestuarios sin cabeza o con la cabeza del rival en sus manos.

Arteche fue miembro de las plantillas del Atleti en una de las épocas más convulsas de la entidad, la que va desde finales de los setenta, en concreto desde 1978, hasta 1988, ya con Jesús Gil y Gil en la presidencia del club. Vivió el final de la grandeza del último Atlético de Vicente Calderón, la locura de las dos temporadas del doctor Alfonso Cabeza al frente del club y los también caóticos años iniciales del mandato de Gil, con quien acabó muy mal.

Apodado con cariño «el Algarrobo», en alusión a uno de los personajes más duros de la popular serie de televisión Curro Jiménez, o «Artechenbauer», por el mítico central alemán Franz Beckenbauer, el nombre del defensa también está en la historia rojiblanca por aparecer en la letra de la canción «Soy un socio del Atleti» que versionaba el «Soy un novio de la muerte» legionario. En ella, un grupo de los años ochenta, Glutamato Ye-ye, liderado por Iñaki Fernández y Patacho, gritaba en pleno éxtasis: «¡Aplasta Arteche!» o «¡Rompe Arteche!». Este himno es uno de los habituales del Frente Atlético y durante décadas se escuchó en el fondo sur de nuestro añorado Calderón.

Sin duda, el protagonista de este capítulo está entre los jugadores más carismáticos del Atleti. Tan carismático dentro como fuera del campo, de tal forma que sus críticas a Gil y Gil y el hecho de liderar un «levantamiento» contra el dirigente le costaron la salida del equipo en 1988 tras once temporadas.

Nacido en Maliaño (Cantabria), el 11 de abril de 1957, Juan Carlos se formó en las categorías inferiores del Racing de Santander para ser fichado por el club de la ribera del Manzanares en el verano de 1978. El 4 llegó a tiempo para compartir dos temporadas en el eje de la defensa con Luiz Pereira, quizás el mejor central que haya vestido la camiseta rojiblanca del que aprendió todo lo que un futbolista puede enseñar a otro. No ganó la Liga, pero estuvo muy cerca de hacerlo en 1981, cuando el equipo dirigido por José Luis García Traid y presidido por Alfonso Cabeza (ver capítulo 36) sufrió uno de los mayores atracos que el fútbol español recuerda. Bueno, el fútbol español no creo, pero la afición atlética sí.

Aquella Liga perdida al final de la misma fue un mazazo. Sin embargo, Arteche y un equipo plagado de canteranos y jóvenes, entre otros, Roberto Simón Marina, Quique Ramos o Miguel Ángel Ruiz, se impondría en la Copa del Rey de 1985, la Supercopa de España posterior y llegaría hasta la final de la Recopa un año más tarde.

Qué más da… En cualquier caso, Juan Carlos Arteche es mucho más que un jugador en el universo atlético en el que las personas, su pundonor, su actitud y su generosidad no se miden por el número de goles o de títulos que uno gana o pierde. No.

Una buena muestra de cómo era Juan Carlos la hallamos en un partido en el Calderón contra el Betis en noviembre de 1983, en uno de sus mejores encuentros. El jugador cántabro lideró una increíble remontada en una tarde lluviosa con dos tantos de cabeza en los últimos minutos del encuentro para imponerse por 4-3 después de ir perdiendo 1-3. Pero como en nuestro equipo nada puede ser perfecto y sí épico, el bueno de Arteche se rompió el menisco en el remate del cuarto tanto, ya en el tiempo añadido, y tuvo que ser retirado en camilla. Genio y figura. Pura leyenda.

¡¡¡Aplasta Arteche!!!

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