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24 / 100 ROBERTO SIMÓN MARINA NO PARABA NUNCA

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Roberto Simón Marina no paraba. Para un lado, para otro, la toca, la pasa, la recupera, la pierde, pero se vuelve a hacer con el balón. Un coloso. Un jugador de 1,64, ligero, que tiene el don de la ubicuidad. Un jugador de 60 kilos, que da la sensación de que nunca se cansa, de que siempre le queda algo, de lo liviano que es. Me recordaba —con perdón— a esos muñecos a los que nunca se les acaba la cuerda. Ha pasado tiempo. Igual no era para tanto. No lo sé, pero ese es mi recuerdo de aquel gran centrocampista.

Marina es una imagen de un Atleti, el de los años ochenta, plagado de canteranos y que, en una situación en la que no había mucho dinero y el club no tenía la estabilidad necesaria, ganó una Copa del Rey, la de la temporada 1984-85, y fue capaz de llegar a la final de la Recopa en 1986, en la que cayó frente al Dinamo de Kiev, en Lyon. Con Luis Aragonés en el banquillo, también ganó la Supercopa de España en 1985.

De la mano de Marcel Domingo, Marina debutó joven en Primera, en mayo de 1980, con solo 18 años. Cedido al Zaragoza, y tras la vuelta de Vicente Calderón y Luis Aragonés al club, el técnico le subió al primer equipo dos años después para acompañar, entre otros, a canteranos como Juan José Rubio, Quique Ramos, Miguel Ángel Ruiz, Juan Carlos Pedraza o Pedro Pablo. Sirvan estas líneas para homenajear a todos ellos, los que cito y los que se quedan en el tintero. Y también a los que no se habían criado deportivamente con la camiseta roja y blanca, que vinieron de otros clubes o de otros países y defendieron al Atleti en aquellos difíciles tiempos: Chus Landáburu, Quique Setién, «el Negro» Cabrera, «el Pato» Fillol, Juan Carlos Arteche o «Polilla» da Silva.

Unos años en los que casi cada miembro de la plantilla sentía los colores porque muchos de ellos se habían criado en los equipos filiales y, los que no lo hicieran, para eso estaba Luis Aragonés en el banquillo y en cada entrenamiento, para sacar el máximo de todos. Por eso un equipo se llama así, porque, si uno falla, lo harán todos. Un conjunto del que nos sentíamos muy orgullosos los aficionados, tal y como se puso de manifiesto en el desplazamiento masivo a Lyon en la final de la Recopa de 1986. 20.000 aficionados se desplazaron a la ciudad francesa donde caímos ante el Dinamo de Kiev. Treinta y dos años después, en 2018, regresamos a Lyon y entonces sí ganamos. «El Atleti siempre vuelve», se podía leer en las camisetas de algunos seguidores rojiblancos.

Roberto Simón fue fundamental en la consecución de la Copa de 1985. No solo disputó la final ante el Athletic de Bilbao (1-2), sino que en las semifinales había marcado por partida doble en el Santiago Bernabéu en la ida y en la vuelta en el Manzanares para dejar fuera al eterno rival. Marina también es el autor del gol 3000 en la Liga logrado en un encuentro ante el Sporting de Gijón en el curso 1989-90. Suyo fue el segundo de un 3-1 que le hizo entrar en la historia de los números rojiblancos, pero, tantos al margen, su figura trasciende las cifras.

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