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21 / 100 «EL RATÓN» AYALA Y «EL CACHO» HEREDIA

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«El Ratón» también era único. Su melena, su bigote y su apodo llamaron la atención de muchos niños en la década de los setenta. Su calidad, su zurda, sus regates y sus gambeteos un tanto desgarbados enamoraron a los aficionados, de tal forma que aquel delantero que parecía uno de los tres mosqueteros de la novela de Alejandro Dumas acabó convirtiéndose en un símbolo y en una estrella de un histórico once.

Y «el Cacho» no le iba a la zaga.

Rubén Hugo Ayala (Las Colonias, Argentina, 8-1-1950) y Ramón «Cacho» Heredia (Córdoba, Argentina, 26-2-1951) aterrizaron en Madrid en verano de 1973 tras la apertura de las fronteras españolas a jugadores extranjeros. El Atleti, siguiendo una tradición curiosa de fichar americanos, se decantó por dos argentinos.

A su llegada sorprendió la imagen de los dos. El bigote de Ayala, desde luego, no era entonces un signo de rebeldía, pero aquellas cabelleras sí que lo eran. Y eso que desde 1971 la melena de Heraldo Becerra ya había acostumbrado de alguna forma a los espectadores a «aquellos pelos» y aquella imagen un tanto revolucionaria.

Ambos procedían del San Lorenzo de Almagro, entrenado por Juan Carlos Lorenzo, que también se sentaría en el banquillo del Manzanares y llevaría al equipo a la final de la Copa de Europa de 1974. En Argentina, dos años antes, los tres habían liderado al Ciclón, como se conoce al club del barrio de Boedo, a un doblete histórico con uno de los títulos, el Nacional de 1972, logrado sin perder.

La calidad de los fichajes dio resultado inmediatamente prolongando una de las épocas más brillantes de la entidad que se había iniciado ya al comienzo de la década con el título de Liga de 1970 y había continuado con la Copa de 1972 y la Liga de 1973. Así, pues, Ayala y Heredia llegaron a un equipo campeón y contribuyeron a aumentar el palmarés de aquellos años dorados.

El delantero internacional con la albiceleste fue una pieza clave en ir superando eliminatorias en la Copa de Europa; sin embargo, se quedó fuera de la final contra el Bayern porque le expulsaron en la ida del épico encuentro que disputó el Atleti en Glasgow ante el Celtic —quizás el choque más memorable que haya disputado el cuadro rojiblanco en su historia. Rubén no jugó el partido decisivo y quién sabe si la historia habría cambiado con su participación en aquellos dos encuentros de Bruselas…

En menos de un año, Ayala, que debe su mote a la forma de moverse sobre el campo, y el Atleti tendrían una gran oportunidad de resarcirse de la derrota en la capital belga ante los bávaros. Lo harían ante otro club argentino, Independiente de Avellaneda, para dilucidar el campeón de la Copa Intercontinental (hoy Mundial de Clubes). El Bayern debía viajar a Buenos Aires en representación del Viejo Continente, pero renunció por los incidentes y la dureza que habían provocado el Racing y el Estudiantes de La Plata en sus enfrentamientos con clubes europeos en ediciones anteriores del trofeo que jugaban el campeón de la Libertadores y el de Europa.

Rubén y sus compañeros no marcaron en la ida en Buenos Aires y regresaron con un 1-0. Y fue en el Calderón donde, a cuatro minutos del final, un disparo de Ayala, a la salida de una falta botada por Heredia, dio al Atlético su primer y hasta ahora único título mundial.

La larga melena del «Ratón» siguió corriendo por la banda izquierda de la orilla del Manzanares y dando tardes de gloria al club de tal forma que sumó la Copa de 1976 y la Liga de 1977 convirtiéndose en uno de los grandes delanteros de la historia atlética.

Ayala dejó la entidad al finalizar la temporada 1979-80 y viajó a México para, cada vez con menos melena, seguir jugando al fútbol y ser con el tiempo entrenador en el Pachuca, del que sería técnico rojiblanco Javier Aguirre.

Heredia y Ayala unieron sus nombres para siempre en aquel San Lorenzo legendario, jugaron con Argentina el Mundial de Alemania 74 y continuaron juntos en el Atleti. Si el delantero causaba pavor en las defensas contrarias, Heredia lo hacía en la propia o en el centro del campo rojiblanco por su planta y su calidad.

«Cacho» estuvo cuatro temporadas en el club y cerró su paso por el mismo con el título de Liga de 1977. Su vinculación con la entidad se prolongó más que la de Ayala y ocupó el cargo de entrenador en dos ocasiones. La primera en 1993, procedente del Ávila, y la segunda al comienzo de la siguiente temporada como sustituto de Jair Pereira, un curso en el que el equipo sumó seis técnicos.

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