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¿Desde cuándo se lo conoce?

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Las corrientes filosóficas y espirituales que se han ocupado de nuestra conciencia hicieron mención de lo que en este libro llamamos “parásito mental”. Como dijimos en la introducción, los pueblos ancestrales se ocuparon de él. Las religiones también, alertando sobre posibles legiones de demonios, monstruos y tiranos que ponen en peligro al alma. El paradigma moderno lo llamó súper yo, identidad construida, diálogo interno, y ha intentado analizarlo a fondo.

Es alentador descubrir que las diversas corrientes espirituales de la Humanidad, en toda su larga historia, coinciden en algunos conceptos fundamentales:

1 Existe una construcción mental con la que nos identificamos pero que no constituye nuestra auténtica identidad y que incluso bloquea su expresión,

2 Esa construcción mental nos hunde en lo ilusorio, apartándonos de la verdad,

3 Para alcanzar la libertad total y la plenitud de la existencia es necesario liberarnos de la influencia de esa construcción mental.

Los distintos enfoques parecen confluir en una misma idea, la de que el ser auténtico permanece a lo largo de su vida atado a una máscara que le impide expresar todo su valor y poder. A lo largo del camino se han hecho esfuerzos para comprender quiénes somos en realidad. El psicoanálisis ha analizado los procesos mentales de los seres humanos, las disciplinas orientales han dejar de identificarnos con la mente, las religiones han decidido rescatar al alma de un destino que parece desastroso.

Lo cierto es que muchas personas reconocen que ese diálogo mental es nefasto para su crecimiento, pero les cuesta mucho encontrar vías para superarlo. La mayoría se ha entregado mansamente a la naturalización de esa voz mental permanente y erosiva, conformándose con seguir adelante a pesar de los límites que les impone.

¿Por qué tenemos que pasar por esto?

La sabiduría ancestral de los pueblos originarios de América, Asia y África nos propone explorar el estudio de los grandes temas de la vida desde una filosofía que considera que “todo es sagrado”. Esta filosofía implica buscar, debajo de las apariencias, cuál es el propósito profundo de nuestras experiencias.

“No es posible que algo en la existencia no sea sagrado”, piensa quien comulga con esta perspectiva, y a partir de entonces se dedica a bucear en los desafíos o problemas hasta dar con la puerta escondida detrás de esa circunstancia. Inexorablemente, esa puerta lo conducirá a una versión más auténtica de sí mismo. Para eso están las crisis. Para ayudarnos a crecer.

El parásito mental no escapa a este modelo.

El sentido último de que tengamos un parásito mental es que podamos descubrir y desarrollar las cualidades únicas que tenemos para compartir con nuestra comunidad. Los nativo americanos llaman a esas cualidades la “medicina personal” de cada individuo. Es ese poder específico que cada hombre o mujer posee y que lo convierte en un ser único e imprescindible para el funcionamiento armónico de la totalidad. Esas cualidades que le permiten concretar su labor trascendente, aquel legado que dejará en el mundo.

El parásito mental es el gran entrenador, al obligarnos a superar todos los desafíos que implica esa tarea.

¿Y por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por qué no podríamos las personas vivir con absoluta claridad acerca de cuan luminosos somos y evitarnos todos los trastornos de este bichito voraz?

La respuesta reside quizás en nuestra comodidad. Si no existiera un parásito llamando nuestra atención hacia la necesidad de cambio, probablemente no haríamos el esfuerzo que implica desarrollar nuestro poder único, y difícilmente nos haríamos cargo de todos los talentos que poseemos. Desde esta mirada, entonces, el parásito es, en el fondo, una herramienta de la conciencia para que podamos encontrar –en el esfuerzo por evitar ser devorados por él– todo lo que necesitamos para consolidar una vida plena.

¿Cómo llevo esto a la práctica?

Comparto absolutamente la filosofía de vida que considera que “todo es sagrado”. No creo que exista en nuestra realidad nada arbitrario. He aprendido que cada obstáculo es un puente a una vida mejor.

En el caso del parásito y los contenidos de este libro, intento brindarte herramientas para cruzar ese puente con firmeza y dirección:

 Identificando a tu parásito mental y sus trucos,

 Descubriendo cuando está intentando influirte negativamente,

 Recuperando el comando de tu energía,

 Accediendo a todos tus recursos internos.

Es claro que el trabajo interno que se requiere para disolver el accionar del parásito es arduo y requiere coraje, pero vale la pena. He sido testigo de demasiados dones que quedan sin florecer, personas que se postergan a sí mismas hasta la desaparición, hombres y mujeres que permanecen adheridos a los círculos engañosos de esa voz en su cabeza, una y otra vez.

Nunca olvides que tú eres el diseñador de tus circunstancias, que posees libre albedrío para tomar el comando de tus recursos internos, y construir una existencia alineada con tus sueños o –por el contrario– totalmente alejada de ellos, según sea tu deseo y voluntad.

¿Cómo hacemos para vivir mejor?

Somos seres sagrados. Tenemos derecho a ser felices por el mero hecho de estar aquí, plantados en la existencia, mirando de frente los desafíos y teniendo que dejar atrás, a cada paso, al pasado que se va esfumando con sus recuerdos dolorosos y sus nostalgias de felicidad.

Atravesamos con infinita fortaleza, cada día, los problemas de la supervivencia, tanto en la obtención de recursos como en las luchas de la jungla social, tratando de no quedarnos solos mientras sostenemos nuestra esencia única, balanceando permanentemente la versión consensuada de la realidad con nuestro propio criterio, haciendo equilibrio entre lo políticamente correcto y la necesidad de la conciencia de “patear el tablero”.

Nos enamoramos y entramos inocentemente en el aprendizaje del amor, preguntándonos ¿cómo abrir el corazón?, ¿cómo confiar?, pero muchas veces nos vemos forzados a aprender a decir adiós antes de poder hacerlo.

Sostenemos con relativa entereza los altibajos caprichosos de lo cotidiano, porque intuimos que debajo de las apariencias de azar existe un Orden que da sentido a todo. Algunos lo entienden como karma, otros como el designio de Dios, algunos como las infinitas probabilidades cuánticas... La cuestión es que todos los seres humanos buscamos respuestas con la misma irreverencia de niños o de locos.

Benditos seamos por hacerlo así, porque es lo que nos salva de caer en la disolución, y constituye la clave de la poesía que brindamos a la eternidad.

En medio de nuestro viaje heroico lleno de trampas y pruebas, la presencia de esa molesta voz en la cabeza parece empecinada en quitarnos energía.

Energía que necesitamos para aventuras más sublimes: concretar nuestros sueños, compartir nuestro arte, servir con plenitud a la comunidad, descubrir nuevas formas de amar, dar soluciones brillantes a los viejos dilemas de la Humanidad.

Todo esto resulta imposible de realizar si esa voz dentro de nuestra cabeza insiste en que no podemos, no debemos, o no nos lo merecemos.

En nombre de nuestra dignidad y de aquello que venimos a compartir con nuestra comunidad, es necesario que superemos los límites impuestos por esa vocecita y seamos libres, para desarrollar con felicidad nuestra tarea sagrada. El trabajo que esto requiere excede las páginas de este libro, pero el camino para lograrlo comienza aquí.

El modelo de ideas y herramientas que aquí presento está pensado para servir de guía tanto a quienes trabajen este tema en sí mismos como para quienes ayudan, asisten y acompañan procesos de crecimiento personal y espiritual de otras personas. Unos y otros encontrarán aquí un espejo donde a veces es duro mirarse, pero que finalmente les abrirá las puertas a una nueva etapa de su vida.

Una etapa que es plena, luminosa y auténtica.

Fuera de mi cabeza

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