Читать книгу Fuera de mi cabeza - Flavia Carrión - Страница 9

ESTÁS INVITADO A LA FIESTA DEL PARÁSITO Un viejo conocido, un antiguo enemigo

Оглавление

En las culturas ancestrales, la enseñanza de temas espirituales, filosóficos o de conciencia personal, muchas veces se realizaba a través de cuentos como el que acabas de leer. Parábolas, mitos e historias tienen muchos niveles de comunicación y significados alternativos, lo que permite un sinfín de aplicaciones prácticas a la hora de instruir a los jóvenes en los grandes principios de la vida.

Además, son fáciles de recordar, y en las épocas en las que los humanos aun no habíamos desarrollado escritura, constituían una herramienta efectiva de garantizar que el conocimiento se transmitiera de una generación a otra.

En las culturas que aun mantienen sus tradiciones de épocas remotas, estas historias forman parte de los rituales de iniciación, en donde los niños son conducidos, a través de pruebas físicas y desafíos a sus miedos, a atravesar la frontera entre la infancia y el estado adulto. Estos ritos de pasaje consagran a ese nuevo hombre o mujer a su tarea en la tribu, y colocan en sus manos el compromiso con sus semejantes. Es natural que se le brinden también aquellas verdades que los preparen para las situaciones desafiantes de su vida interior.

Aunque hoy imaginemos que en la prehistoria nuestros ancestros sólo tenían que protegerse de los ataques de animales salvajes y de las inclemencias del tiempo, lo cierto es que también descubrieron los peligros que residen de manera natural en la mente humana. Lo que hoy llamamos “ego” fue descubierto mucho antes de que naciera el psicoanálisis y aunque recibiera otro nombre, es evidente que nuestros antepasados conocían los procesos internos humanos lo bastante bien como para ocuparse de su tratamiento.

El ego y sus peligros es un tema muy tenido en cuenta en la sabiduría ancestral. En la filosofía espiritual hawaiana, por ejemplo, se establece la existencia de tres almas en cada ser humano: unihipili –energía vital del cuerpo físico–, aumakua –esencia auténtica de cada ser– y uhane –el yo mental. El entrenamiento espiritual de esta cultura apunta enfáticamente a mantener alineadas a estas tres almas, teniendo muy en cuenta que el yo mental puede distorsionar nuestra percepción de la realidad cuando analiza demasiado o intenta controlar de manera total nuestras circunstancias. Otros grupos humanos –como los pueblos nativo americanos, los tolteca, las milenarias culturas orientales, los sabios del Antiguo Egipto y muchos más– nos proveen numerosos ejemplos y entrenamientos en la misma línea. El mismo fenómeno, con distintos nombres.

El chamanismo es una forma de conectar con lo sagrado que floreció en la antigüedad y cuya función principal consistió en salir de la perspectiva del yo individual para poder alcanzar una percepción más auténtica de la realidad. Habiendo notado ya que los ojos y la mente pueden a veces ser engañosos (las ilusiones ópticas y los fantasmas imaginarios son tan solo dos ejemplos de lo universal que es esto) los chamanes se propusieron “ver lo que realmente está allí”.

Desarrollaron distintos métodos para lograrlo: danzas agotadoras, ayunos, plantas medicinales, escuchar ritmos repetitivos, etc. En todos los casos, a través de esos métodos se busca que el cerebro abandone el modo habitual de considerar la realidad (con el control dominante del hemisferio izquierdo, numérico, clasificatorio, apegado a lo concreto y lineal) y acceda a respuestas alternativas (las que ofrece el hemisferio derecho: intuición, creatividad, interconexiones, captación holística de la realidad).1

Explorando de esa forma, los chamanes descubrieron muchas cosas, entre ellas que el yo con el que nos identificamos es sólo un recorte de la totalidad que somos, y que las personas no podían conocer su capacidad y poder “reales”, hasta que no se liberaran concientemente de aquello que se los impedía: el parásito mental.

Se diseñaron entonces numerosas prácticas: ejercicios corporales, respiraciones especiales, técnicas para despertar en sueños, rituales de creación transformadora, entre otras. El objetivo de estos desarrollos era encontrar formas para que los individuos no sucumbieran ante una mente desbordada de miedos y limitaciones, y pudieran llevar así una vida digna y plena.

En la actualidad, el parásito sigue siendo quien distorsiona nuestra visión de nosotros mismos. Es más, su influencia parece haber aumentado. La vida urbana, con su reemplazo de la sensibilidad por el culto a las apariencias; el abandono de la franqueza en nombre de la cortesía victoriana; la mecanización de la educación, que inhibe el desarrollo de los talentos individuales; el descuido de los aspectos trascendentes de la vida humana; el ensalzamiento de la ambición material; y el aislamiento del individuo respecto a la comunidad (entre otros muchos factores) han hecho crecer y multiplicarse las acechanzas de nuestra propia mente.

Y por ende, los dolores del alma.

Ideas obsesivas, preocupaciones interminables, revisiones del pasado que desgastan, patrones mentales repetitivos, ahogan a los miembros de nuestra sociedad. La conciencia dice “quiero” y la cabeza dice “no puedes, no debes, no saldrá bien”. Un talento comienza a asomar en nosotros y el monstruo interno dice “sin embargo, no eres tan bueno como para tener éxito en esta tarea”. Una bella situación de amor es súbitamente invadida por el miedo: un detalle al pasar dispara nuestros celos, no podemos evitar decir algo desafortunado… y dos personas se separan antes de conocerse.

Los ancianos maestros de la sabiduría ancestral contaban historias como la que te he relatado en el capítulo anterior, como parte de las iniciaciones de los jóvenes, porque eran concientes de que el parásito debe ser identificado para poder desarticular sus juegos y expresar nuestro auténtico ser con plenitud.

Sólo así seremos libres.

Fuera de mi cabeza

Подняться наверх