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3. El pirquineraje (1700-1850)

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Desde 1700, un sector del pueblo mestizo emigró al norte para buscar, descubrir y trabajar yacimientos mineros (a los primeros mineros se les llamó «buscones»). El Rey de España permitió a «los buscones» trabajar las minas que descubrieran en calidad de «posesión» (no propiedad), de modo que si dejaban de trabajarla, la propiedad volvía, siempre, a la Corona. Así se formó, en los cerros del Norte Chico (Copiapó), un ‘microempresariado minero’, pobre, que trabajaba las minas «al pirquén» (usando recursos locales, de bajo costo), razón por la que se les conoció, también, como «pirquineros». Como la explotación de un yacimiento estaba abierta a su descubridor y protegida por ley, se generó una corriente migratoria de mestizos a la zona minera. Así se pobló, se trabajó y se constituyó, entre 1700 y 1872, el célebre Norte Minero de Chile, que llegó a ser el primer exportador mundial de cobre y el tercero de plata.

Los mercaderes y latifundistas no se interesaron –al principio– por la extracción minera, por su alta volatilidad e inseguridad (derrumbes, inundaciones, vetas verticales, distancia de los puertos, etc.). Para el pueblo mestizo, en cambio, era la rueda de su posible fortuna. Por eso fueron ellos los que descubrieron las minas («cateadores»), los que cavaron piques y persiguieron las vetas («barreteros»), amontonaron y chancaron el mineral («apires») e inventaron –entre todos– la tecnología minera «preindustrial» (barreta, corvo, pólvora, combo, trapiches, malacates, cueros de vaca, fuerza hidráulica, etc.). Gracias a ellos, hacia 1835 ‘Chile’ era ya un exportador de cobre y plata a nivel mundial.

El problema surgió de que los pirquineros, si bien podían extraer gran cantidad de mineral, no podían, en cambio, fundirlo y convertirlo en barras de metal. Tampoco podían transportarlo hasta los puertos de exportación. Su producto se acumulaba en la «cancha», próxima a los piques de la mina. Fue ese problema el que les dio la oportunidad a los mercaderes y banqueros para intervenir en la minería. No como productores, sino como comerciantes que compraban las «pastas» y vendían pólvora, herramientas, charqui, aguardiente, etc. («habilitadores»)... o bien, como «fundidores» (dueños de hornos metalúrgicos) y, al final, como «exportadores» de barras de cobre y plata, sobre todo, a Inglaterra… Se formó de ese modo, encima del estrato pirquinero, una cúpula de capital minero (mercantil) que se fue apoderando progresivamente –por deuda– de las «posesiones» pirquineras. Es que el precio del mineral pirquinero puesto «en cancha» –allí lo compraba el «habilitador»– fue abusivamente bajo, mientras el de los «insumos» que aquél vendía, abusivamente alto. Entre 1798 y 1802, por ejemplo, la deuda acumulada del pirquinero se multiplicó por diez… Por su lado, el precio mundial lo fijaban los ingleses, que compraban la barra de metal en «el puerto de exportación» (Caldera). La triple ganancia mercantil fue triturando la acosada ganancia del productor pirquinero y perpetuando su deuda hasta entregar la mina.

La red del «comercio de habilitación» cubrió todo el Norte Minero. De allí surgieron las fortunas millonarias del siglo XIX (Edwards, Puelma, Cousiño, Ossa, Goyenechea, etc). La deuda comercial de los pirquineros (similar a la deuda por arriendo de los inquilinos) permitió a los «habilitadores»: a) despojar al pirquinero de su posesión minera, convirtiéndose ellos mismos en «grandes mineros»; b) lograda esa condición, pudieron obtener créditos sin interés del Fondo de Minería (banco creado por el Rey de España para socorrer a los pirquineros); c) convertir a los pirquineros en un «peonaje asalariado» que debía endeudarse en la pulpería del patrón para adquirir sus medios de subsistencia; d) sumar como ganancia (superplusvalía) la ficha-salario y el interés usurero de la deuda en pulpería; e) mantener una fuerza de trabajo cautiva en «las oficinas» o «pueblos de compañía» (company-towns), es decir: la masa poblacional conchabada por el «gran minero»; f) manipular el voto de los ciudadanos cautivos en el company-town, y g) negociar con las autoridades la represión militar de las «rebeliones pampinas».

Ante ese semiesclavismo, el peonaje minero, lo mismo que el peonaje agrícola, se rebeló... Y lo hizo de tres maneras: a) fugándose, para engrosar los «bandidos del desierto» («cangalleros»); b) saboteando la faena productiva, y c) mediante huelgas pacíficas de negociación… En el desierto, la rebelión del ‘bandidaje’ no tuvo la misma escala y persistencia que en la región agrícola. Y la rebelión ‘sindical’ tuvo un costo altísimo: ejército en formación de batalla, fusiles, ametralladoras e, incluso, cañones… (masacres mineras: 1906, 1907, 1921, 1925).


Historia del trabajo y la lucha político-sindical en chile

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