Читать книгу 7 Compañeras Mortales - George Saoulidis - Страница 10
ОглавлениеCapítulo 4: Soberbia
―¿Qué te ha parecido? ―dijo la mujer rica.
La rubia respondió:
―Aún no estoy segura. Tiene potencial, pero está por verse.
El restaurante en aquella azotea con vistas al Partenón era uno de los mejores de Plaka. Un camarero sirvió más champán en sus copas y brindaron con un leve toque, como las damas.
―Por uno bueno, entonces ―dijo la mujer rica. Se limpió la comisura de los labios con una elegante servilleta de tela, y respiró como si se estuviera preparando para algo―. ¿Hiciste que aceptara los términos?
La rubia sonrió.
―Ni siquiera los leyó, aceptó en el acto.
―Excelente, querida ―dijo la mujer rica con alegría contenida.
―Estoy segura de que nuestras hermanas están de camino a él mientras hablamos.
La mujer rica levantó la vista, pensando. Sus joyas doradas titilaban cuando movía el cuello.
―Me acabo de imaginar a Desidia corriendo hacia él.
―Bueno, podría correr, así tendría más tiempo para sentarse y no hacer nada.
La mujer rica se rió de eso.
―Buena. En realidad, yo no lo descartaría. Realmente tiene motivaciones extrañas. O ausencia de ellas. ―Agarró su bolso ridículamente caro para sacar su tarjeta de crédito. Hizo un ligero gesto y el camarero se acercó para recoger la tarjeta y completar el pago.
―¿Por qué siempre vienes aquí antes de un trabajo?
La mujer rica miró al antiguo templo en la cima de la colina de la Acrópolis. Con una cierta introspección, contestó:
―Me… ayuda a poner los pies en el suelo. A recordar quiénes somos.
La rubia gruñó y asintió, aparentemente satisfecha con la respuesta.
―Sin mencionar que este es el último lujo que podré disfrutar en mucho tiempo ―dijo la rica mujer, deleitándose con el aroma del champán.