Читать книгу 7 Compañeras Mortales - George Saoulidis - Страница 17
ОглавлениеCapítulo 11: Horace
La cena fue… interesante.
Gula se bajó todo el pollo cocido que había traído del supermercado, luego atacó las papas fritas, luego la ensalada, y lo regó todo con un par de refrescos. Después se inclinó hacia los copos de maíz, que Desidia protegió acercándolos a su pecho.
La mesa de la cocina no se había usado desde que sus padres se fueron. Normalmente comía en el sofá mientras veía alguna serie o delante de su ordenador. El hecho de tener gente en casa hacía necesario el uso de la mesa, y Horace se alegró de hacerlo así porque el desorden parecía mucho más fácil de limpiar después.
Y tenía que admitir que le gustaba cenar con compañía. El hecho de que fueran dos mujeres también ayudaba.
Gula se dio con el puño en el pecho un par de veces, y luego eructó suavemente. Con expresión satisfecha, se recostó en la silla.
—¿Llena? ―preguntó Horace.
―Por ahora. Gracias, Horace. Aquí está mi token. ―Hizo un suave gesto en el aire ante ella, como si soplara un puñado de hojas.
Horace revisó su aplicación. Ciertamente, había una señal. Recogió el token, donde podía leerse la palabra Gula en griego, ΛΑΙΜΑΡΓΙΑ.
No pudo evitar mirar las estadísticas. Era adictivo, como todos los juegos, incluso uno tan extraño como este. ¿Qué haría con todas las tokens?
Necesitaba hacer a las chicas algunas preguntas puntuales.
Tokens de Pensamientos Malignos:
Gula 1
Lascivia 0
Avaricia 0
Soberbia 1
Envidia 0
Ira 1
Desidia 2
―Gula, ¿cuánto tiempo te quedarás? ―preguntó.
Ella se encogió de hombros y le sonrió, limpiándose la boca con una servilleta. Aún tenía su gran pecho lleno de migas.
―Todo el tiempo que nos lleve el éxito. O el fracaso.
―Qué críptico ―asintió, sonriendo. Hizo un cálculo mental de lo que tenía en el banco. La mayoría de lo que habían comprado ya había desaparecido. O estaba repartido por la mesa y el suelo. Gula era una comensal desmesurada. Desidia, por otro lado, podía estar dos horas mordisqueando una miga. Ambas eran exasperantes.
Si esto seguía así, se quedaría sin dinero en una semana.
Necesitaba salir a buscar trabajo al día siguiente. Pasar el rato con Desidia era agradable, pero no podía posponerlo más.
Se levantó y lavó los platos. Desidia todavía masticaba un copo de maíz, que podría ser el mismo que tenía en la mano un rato antes.
―Te ayudaré ―dijo Gula y le hizo a un lado con el culo―. En realidad, déjame a mí.
―De acuerdo ―accedió Horace―. Estoy cansado, no descansé mucho ayer. Y dormí en el sofá, lo que es terrible para mi espalda. ―Entonces se dio cuenta de que tenía invitadas―. Oh, organizarnos para dormir, claro.
―Eh, yo dormiré en el sofá. Es mi sitio ―dijo Desidia lentamente, levantando una mano.
Él abrió la boca para contestar, pero en realidad no tenía fuerzas para discutir.
―Bien. ¿Tú, Gula? El cuarto de invitados está al final del pasillo. Puedes dormir allí. Prácticamente se ha convertido en un estudio, pero la cama es cómoda. ¿Hay algo que puedas necesitar?
Ella volteó su linda cara y asintió hacia su mochila.
―Está todo ahí dentro.
―Excelente. Bueno, señoritas, siéntanse como en casa. No es que no lo hayáis hecho ya, pero ahora formalmente ―se rió―. Buenas noches, traeré sábanas limpias y algunas almohadas extra y me voy a dormir.