Читать книгу 7 Compañeras Mortales - George Saoulidis - Страница 16
ОглавлениеCapítulo 10: Horace
―Sabes, tienes una habilidad impresionante para dormirte durante todo el episodio y aun así enterarte de lo que está pasando ―le dijo Horace cuando llegaron a la mitad de la segunda temporada.
Desidia le sonrió.
―Vaya, ¡gracias! Lo intento.
Pasaron la noche, dormitaron en el sofá, se despertaron, vieron el final de la temporada, lo criticaron por terminar en un momento culmen, luego pusieron la segunda temporada, y ahora estaban en el episodio cinco. Era la mañana siguiente y apenas habían movido un músculo, acaso un par de viajes al baño.
Desidia dormía y despertaba a ratos. No era de extrañar que siguiera usando su pijama azul claro.
Horace tenía que admitir que era divertido estar con ella. Discutieron sobre la serie, hablaron sobre los interminables clichés, predijeron el misterio y lo que pasaría después, quién se liaría con quién. Era muy relajante su compañía, y el remordimiento por no hacer nada parecía secundario cuando estaba cerca de ella.
Sabía que esto era lo que solía hacer con Evie, pero no era para tanto, saltarse una noche. Se lo compensaría.
Era mediodía.
―Vamos, será divertido ―dijo él.
Desidia suspiró.
―Suena a mucho trabajo.
―¿Ir al supermercado? En realidad no, la gente lo hace todas las semanas. Algunas semanas dos veces.
Desidia parecía sorprendida, como si alguien le hubiera pedido que cavara el hoyo de una tumba. Dos veces.
―Vale, hazlo por mí esta vez. Si no te gusta, no volveré a mencionarlo.
Ella suspiró audiblemente.
―Bien. ¿Está muy lejos?
―A la vuelta de la esquina, dos calles más abajo.
Ella asintió, reuniendo fuerzas.
―Así que es lejos.
Horace no pudo evitar reírse. Tiraba los comestibles en el carro en el que Desidia se había subido. Era tan flaca que cabía en el asiento del bebé, y se divertía mucho cuando él la empujaba por la tienda. Mientras no tuviera que mudarse, se apuntaba a todas.
―¡Hala! Coge de esos, están precocinados ―dijo, señalando algunas comidas. Podía haberlos agarrado ella misma, pero no, por supuesto, él tuvo que hacerlo por ella.
―Dijimos que íbamos a hacer compra saludable. No caigamos en la comida rápida desde el primer día de estar desempleado. ―Miró el envoltorio para leer las instrucciones.
Ella gimoteó por un segundo pero se olvidó de todo en cuanto llegaron a los cereales.
―Horace, tengo algo que confesar.
―¿Qué?
―Me comí todos tus cereales.
―Lo sé. Yo estaba allí. Te los comes de uno en uno. Es desesperante verlo.
―¿Puedes conseguir más? ¿Por favor? ―Rogó, agarrándose las manos ante el pecho.
Horace se rió a la fuerza. Sin romper el contacto visual, y sin mover un músculo que no fueran los del hombro y el brazo, agarró una caja de copos de maíz y la arrojó al carrito de la compra.
―¡Bien! ―dijo ella, dando una palmada.
―Si todas las chicas fueran tan fáciles de complacer como tú ―dijo Horace, moviendo la cabeza.
El resto de la salida de compras fue bastante normal. Consiguió algunos ingredientes para sándwich y compró para dos. Desidia no comía mucho pero planeaba ofrecérselo. No quería que ella evitara comer para no gastar su comida.
En la pequeña charcutería dentro del supermercado, una mujer enorme acaparó su vista. Llevaba un top naranja brillante y una falda ondulada negra. Y una mochila con dibujitos. Se volvió hacia él, lo miró directamente a los ojos, luego miró su carrito, se mofó de su contenido, y acto seguido vació toda su bolsa dentro del carrito de Horace.
―¡Qué!-¿Quién? ―dijo, estupefacto.
―¿Qué es esto, comida para hormigas? Esto debería darnos para hoy. Volveremos mañana ―dijo la gorda y pidió un par de salchichas. Era muy guapa, una de esas mujeres grandes que podían hacerse un selfi impresionante, siempre y cuando no mostraran el resto del cuerpo. Sus rasgos eran amables y seductores, y su sonrisa preciosa. Llevaba el pelo negro y cortado a mechones.
―Eh, hermana, olvidaste presentarte otra vez ―dijo Desidia, con el tono de quien está siempre recordando lo mismo.
―Cierto. Lo siento. Soy Gula Gastrimargia. Llámame Gula. ―Era agradable y amistosa. Sus varias partes blandas se meneaban cuando ella se movía.
―Soy Horace. ¿Eres su hermana? ―Miró varias veces a una y a otra, pero realmente no se parecían en nada.
―En cierto modo, sí ―se rió Desidia.
―Vamos, Horace, volvamos a casa a comer. Toda esta comida me está dando hambre ―dijo Gula tirando de él, mientras él se agarraba al carrito de la compra como en un tren desquiciado.
Desidia chilló de alegría, con los brazos en alto. Luego se cansó y se quedó ahí, esperando a que la llevaran.