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2 Nace un principio
ОглавлениеEl “Proyecto de psicología”, velozmente escrito en 1895, no es sólo la base de todos los modelos freudianos, como Lacan dijo alguna vez; es también la cuna del principio de placer, que en sus primeros ocho apartados nace, crece y se consolida. Al revisar cómo luce el aparato propuesto por Freud si suprimimos ese principio, mantendremos la concepción cuantitativa, económica en el sentido de cierta ley de conservación compatible con el flujo de cantidades, no en el sentido de que éstas tiendan a reducirse. Por otro lado, si bien poco después (en La interpretación de los sueños) Freud remplazará las neuronas por representaciones y, en alguna medida, intentará separar su aparato de la supuesta anatomía nerviosa,(51) no olvidaremos que la construcción planteada se apoya por completo en la arquitectura del arco reflejo.
Ahora bien, si no suponemos la obligatoriedad de la descarga como función primaria del aparato, no hay por qué admitir que éste prefiera huir de todo estímulo (la observación de cualquier lactante muestra lo contrario), los estímulos endógenos (pulsionales) no quebrantan ley alguna, y es innecesario imaginar que deba ponérseles fin mediante una “acción específica”, ya que sabemos hasta qué punto es posible y habitual realizar acciones que incrementen esa excitación. El apremio de la vida –problema biológico– no es algo que el aparato psíquico esté obligado a resolver. Las representaciones pueden ser investidas con cantidad, pero no tienen por qué procurar descargarla. La noción de unas barreras-contacto que inhiben la descarga no es afectada por esto, sino favorecida; lo mismo ocurre con la distinción entre los caracteres pasadero y no-pasadero de dichas barreras(52) y con la noción de una facilitación de éstas. Y, como las facilitaciones no sólo permiten reducir sino también aumentar la excitación, no hará falta asociarlas a una hipotética función primaria de descargar cantidad.
El punto de vista biológico nos tendrá sin cuidado hasta nuevo aviso, en la medida en que se relaciona con una anatomía que no incumbe al aparato psíquico, y también el problema de la cantidad, que sólo responde al intento de armonizar el supuesto afán de descarga con la arquitectura del sistema nervioso. Debemos, sí, detenernos en la teoría del dolor, que es una de las primeras alteradas por la supresión del principio de placer. Freud equipara la inclinación a huir del dolor con la inclinación a evitar excitaciones, entendiendo que ambas son signos de esa tendencia primaria del aparato que aquí dejamos de hipotetizar. Luego, si no postulamos que deba eliminarse toda excitación, el dolor pierde el carácter de fracaso del aparato y adquiere, más bien, el de una señal de que ha sido superado el límite de la excitación (la soportable o la buscada). En cualquier caso, atravesar esa experiencia abre facilitaciones duraderas.