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Primer paradigma del síntoma

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Aquí nuestro camino se allana, dado que la compulsión histérica es pensada como una representación hiperintensa (71) cuyas consecuencias no pueden sofocarse ni comprenderse, o sea que les faltan descarga y sentido, y claramente son contrarias al principio de placer. El defecto de sentido sería condición de su carácter compulsivo, en la medida en que, una vez subsanado, la compulsión cesa.(72) Semejante descripción del síntoma y de su tratamiento, pues, no depende del principio de placer e incluso se simplifica si no lo postulamos; sólo requiere una economía de cantidades que se redistribuyen sin pérdida ni ganancia. La clave de la compulsión y del sinsentido es una asociación simbólica y un desplazamiento cuantitativo que adjudica a uno de los elementos asociados lo sustraído a otro, y esto, compatible con el punto de vista económico (suma constante con redistribución), refuta el principio de placer, pues cuando una cantidad baja, la otra necesariamente sube. Rencontramos la contradicción, indicada al comienzo, entre los dos sentidos de “economía”: conservación y ahorro. Entre ambos, hay que elegir, y conviene descartar el segundo, clave del principio de placer.

Freud procura explicar la génesis de la compulsión histérica en términos de la represión de una representación sexual penosa para el yo y que no suscita la defensa normal (cuya justificación no pudimos aceptar), sino una patológica debida a la asociación simbólica, si bien la naturaleza de esa represión le resulta enigmática. Llegamos así a uno de los pasajes cruciales del “Proyecto…”: la elucidación de la fobia de Emma.(73) Si nos desentendemos del principio de placer, el síntoma conserva tanto su doble causación como la temporalidad retroactiva del trauma que lo determina y su origen significante, pero la represión puede ser descripta como la sustitución de un significante por otro, no en función de la defensa o de la evitación de displacer.

Por el momento, suponer el principio de placer parece, pues, incidir y lastrar de manera negativa casi exclusivamente la caracterización del funcionamiento normal del aparato, no la del síntoma, su causación y su cura. Omitirlo incluso favorece la descripción de estas tres cosas. En consecuencia, podemos dar por terminada nuestra discusión del “Proyecto…”, que en lo sucesivo sólo se ocupa de la normalidad.

51. Nunca lo separará por completo; véase infra, pp. 77-96.

52. Freud atribuye esos caracteres a la neurona, no a la barrera.

53. Freud (1924: 166).

54. Lacan (1974a: 19).

55. Freud (1925b: 89).

56. Sobre su relación con el núcleo del ser, véase Arenas (2012: cap. 1).

57. El gusto no admite prejuicios. Una caricia puede ser insoportable, como bien lo muestra el film Lars and the Real Girl (Gillespie, 2007). No es improbable que esta insondable decisión esté en el origen de ciertas formas autísticas de ser.

58. Spitz (1965: cap. XII).

59. Lacan (1962b: 780).

60. Piénsese en la experiencia del Hombre de las ratas al escuchar la descripción del tormento (Freud, 1909b: 132ss).

61. Lacan (1974b: 101s) llega a sugerir que no hay yo.

62. Lacan (1957: 16; 1960: 40) la acepta sin discusión.

63. Puede sustituirse “descarga” por cualquier proceso que tenga carácter de señal, aun por “carga”, sin alterar la lógica aquí desplegada. Lo mismo ocurre con lo referente al complejo del prójimo. En ambos casos, pues, suponer el principio de placer es innecesario. Véase Arenas (2012: cap. 9), Lacan (1960: 95).

64. Éste es el más claro antecedente del objeto a, “siempre enmascarado detrás de sus atributos”, según Lacan (1961: 438).

65. Al hallar el objeto, la descarga nos volvería títeres inertes con los hilos cortados.

66. Lacan (1959: 159).

67. Cf. Arenas (2013a; 2015b).

68. Véase infra, pp. 102-105.

69. Freud (1895: 381).

70. Esta operación se reitera a lo largo de la obra de Freud: cuando la economía en el sentido del ahorro no funciona, la economía entendida como redistribución aparenta resolver el problema.

71. De esto nace la concepción económica, cuantitativa; véase Freud (1895: 339s).

72. Hay pocos síntomas que respondan así.

73. La hemos comentado con detalle en otro lugar (Arenas, 2020b: 34-43).

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