Читать книгу RETOQUECITOS - Gerardo Arenas - Страница 7
Intención del lector
ОглавлениеFreud cree que el instinto de muerte se explica por medio del desplazamiento hasta lo más bajo del umbral de tensión tolerado por el cuerpo. [Él lo] llama un más allá del principio de placer [y ése es] un pensamiento más delirante que cualquiera de los que alguna vez yo les haya comunicado.
JACQUES LACAN, “El seminario de Caracas”.
Lacan, el freudiano que no quería sobrepasar a Freud sino apenas prolongarlo, consideró que el principio de placer, con su “más allá” y la pulsión de muerte, era un delirio.(2) Ser freudiano no era, a su entender, aceptar lo que Freud había dicho, sino debatir con él. En cambio, calificar de “error atávico” la formulación freudiana del principio de placer es desacertado.(3) Ese principio tiene el carácter de un verdadero postulado de su doctrina y, en calidad de tal, no cabe considerarlo erróneo, ya que, por definición, ningún postulado lo es. Lo que sí puede resultar razonable es, a lo sumo, compr+arar esa doctrina con la que se obtendría al sustituirlo por algún otro postulado o con la que se desprendería de eliminarlo. El objetivo de estas páginas es ése: explorar las consecuencias de erradicar el principio de placer, en vez de conservarlo modificado mediante el agregado de un “más allá”, como lo hizo Freud.(4)
Los resultados de tal empeño podrán ser leídos en diversas claves. Resumamos las principales.
La más simple y desapasionada es la clave lógica. Eliminar un postulado, ¿qué puede ser sino un neutro e inocente divertimento, una suerte de pasatiempo intelectual carente de riesgos y de implicancias prácticas? Indagar el efecto que, dentro de un sistema articulado de proposiciones, tiene la omisión de uno o más de sus axiomas, es un ejercicio habitual planteado tanto al estudiante de lógica formal como al de matemáticas, sin que importe si las razones para eliminar de la axiomática tal o cual subconjunto son intuibles o no. Es cierto que los planteos freudianos no son reducibles a fórmulas, pero todos ellos han sido presentados con tal transparencia argumental que bien podrían serlo, y en consecuencia no resulta descabellado ponerlos en paralelo con la firme trama de un sistema lógico formalizado.(5)
En las antípodas de la clave lógica se sitúa la clave política. Tocar el principio de placer es aún más imprudente que tocar la hache,(6) roza lo sacrílego y hasta puede ser leído con tono secesionista.(7) ¿Qué bien podría hacerle al psicoanálisis poner en tela de juicio uno de sus pilares? ¿No será ello la avanzada de un movimiento cismático, o incluso un atentado suicida perpetrado contra el psicoanálisis mismo? Lejos de ser un divertimento desapasionado o una mera curiosidad lógica, ¡es un escándalo! Si tocar uno de los postulados de Euclides dio lugar a las geometrías no-euclidianas, ¿qué clase de monstruo podría ser engendrado por la eliminación de un postulado de Freud? ¿Un psicoanálisis no-freudiano? Esto es lisa y llanamente inadmisible. Por más que no se cuente entre los principios rectores del psicoanálisis (8) y que haya sido cuestionado y limitado por su propio impulsor, el principio de placer es inseparable de la doctrina analítica. No en vano nadie consideró seriamente la posibilidad de extirparlo de ella.
Menos ecuánime que la clave lógica pero no tan pasional como la política, la tercera clave de lectura es la que se presenta cuando nuestra atención recae en las posibles consecuencias clínicas de la empresa. Si no olvidamos que en psicoanálisis conviene pasar de los conceptos a los problemas,(9) y tomamos en cuenta que Freud mismo aclaró que absolutamente toda su doctrina había sido edificada como abordaje de un único problema clínico, el de la resistencia,(10) es plausible conjeturar que lo que llevó a proponer y mantener el principio de placer no fue otra cosa que el peculiar sesgo adoptado para afrontar ese problema, y que, por lo tanto, una reformulación de éste debería ser acompañada por una revisión crítica de aquél. Ahora bien, hace tiempo que la resistencia ha dejado de ser considerada como “el indicio más seguro de un conflicto”,(11) es decir, como el signo de un choque entre aspiraciones anímicas contrapuestas, y ha cobrado fuerza la idea de que ella refleja otro choque, el que puede producirse entre las intenciones del analista y las del analizante,(12) o incluso se ha descripto esa resistencia como un efecto carente de toda intencionalidad y proveniente de la estructura general de la relación entre el discurso y lo singular.(13) ¿No sería necesario entonces revisar en su totalidad la doctrina edificada sobre esa base, incluida la postulación del principio de placer, a fin de abordar sin incoherencias el problema clínico real y efectivo que Freud planteó en términos de resistencia? Dado que ese problema existe y debe ser afrontado una y otra vez en la experiencia analítica, ningún apego doctrinario justifica evitar la exploración de otros caminos que puedan resultar más convenientes o eficaces.
Nuestro mayor anhelo es resucitar a un Freud prematuramente embalsamado, pero si algún sentido tiene el matema lacaniano para el sentido, s(A),(14) la clave con que habrá de leerse este libro está, como siempre, en manos del Otro. La intentio lectoris habrá de imponerse.(15)
2. Lacan (1980).
3. Arenas (2017: 21-24).
4. Freud (1920).– Tomamos como base el seminario quincenal online realizado durante 2020 bajo el título Retoquecitos.
5. Cf. Arenas (1998: cap. 3).
6. Cf. Lacan (1972a: 81).
7. Según Freud (1932d), el edificio del psicoanálisis tiene una unidad y no puede tomarse de él un elemento solo, pero él considera que una secesión supone crear un nuevo todo descuidando o ignorando el resto, mientras que lo que aquí se propone es retirar con cuidado un elemento a fin de preservar el conjunto y hacer de éste algo más sólido.
8. Laurent (2004).
9. Cf. Lacan (1965a).
10. Freud (1932b: 63).
11. Freud (1932a: 14).
12. Cf. Lacan (1955: 340ss).
13. Arenas (2012: 86-91).
14. Cf. Lacan (1962b: 767ss).
15. Cf. Eco (1990: cap. 1).