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Día 19: martes, 27 de noviembre del 2012.

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Quisiera que nunca leyeras esto, pero una parte de mí quiere que la leas, espero que un día navegando por internet, puedas encontrarme y ver todos estos testamentos y no solo sean una sarta de boberías, así le llamabas tú. Esta vez, todo trata de ti, el personaje principal eres tú y sé que leer no era tu fuerte ni un placer, pero quizás un día el destino te lo ponga enfrente.

Primero, quiero confesarte que cuando te dije que me cambiaste la vida, no lo pronuncié como se pronuncian esas frases cliché en las parejas, en verdad lo hiciste. Hice cosas incorrectas, de las cuales, hoy, aunque no estés, no me arrepiento.

Cuando te conocí observé cada detalle tuyo, investigué sobre ti, supe tu canción favorita para mentirte que también era la mía, que creyeras que yo era lo que buscabas. Leer lo que leías, comer lo que comías, te estudié como si de aprobar la tesis se tratase. Fui a esos conciertos donde te golpean por todos lados, pero le llaman baile. Si esto te parece ridículo, espera a leer el resto; te escuché decir que querías a alguien con quien jugar esa consola extraña, y aquí estaba tu tonta, gastando sus ahorros en un aparato costoso de ocio. ¿Dónde está mi corona a la mujer más estúpida del planeta? Seguro no llega porque me pasé de profesional. No sabía ni cómo agarrar el control, era un artefacto muy futurista para mí. Pero ahí estaba yo, comprando armas ficticias y leyendo tutoriales de cómo parecer experta cuando tengo toda la pinta de novata. Me devoraba las sagas de las cuales te escuchaba hablar, porque quería llegar haciéndome la lista y citar alguna frase que conocieras y entonces quisieras quedarte esa tarde conmigo, que creyeras que era tu otra mitad, esa bobería de almas gemelas.

No, cariño, no había ninguna mujer perfecta, yo luchaba día a día por serlo para ti. Anhelaba escucharte hablar de mí como el ser de tus sueños, me llenaba de ganas de seguir aprendiéndote, convertirme en lo que merecías. Nunca había sido buena para nadie, quería serlo por ti. Soy un fraude, debes saberlo, nada existió nunca, esa mujer la inventé para ti, pero tengo algo que decir en mi defensa: sí, tal vez era un personaje, pero mi única misión era hacerte feliz.

Yo me hice una nueva vida porque en serio te quería.

Cartas que no llegaron

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