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Día 36: viernes, 14 de diciembre 2012

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No puedo dejar de pensar en la trigueña de esa noche, esa que te tomaba del brazo y dejaba caer su cabello sobre tu hombro. No le vi el rostro porque se me nubló la vista, mis tres dioptrías jugaron en la defensa de mi salud mental. Sin embargo, recuerdo sus rasgos, una chica de piel morena y cabello azabache, lacio y largo como nunca pude tenerlo yo, y es que en cada uno de mis baches mentales iba y me trozaba el cabello, como ahora, que tengo las tijeras frente a mí y mi reflejo implora que las use, que vuelva a cortarlo.

Tal vez ella sea mejor, ¿no? ¿Fue ella el motivo por el que te fuiste? O tal vez solo sea una amiga, también yo estaba saliendo con un amigo. Quizá le platicaste lo mucho que te hago falta o, a lo mejor, solo acompañaba tu triste noche y…

¡Jodida tonta! ¿Cuántas veces más insistiré en ponerme la venda como accesorio? Soy profesional en esto de taparme el rostro para seguir defendiendo lo indefendible.

¿Qué había de malo en mí? Es que solo quiero saber eso, ¿qué me faltó?, ¿qué no te di?, ¿qué hice mal?

No sé, no sé, no sé. Me estoy volviendo loca al no encontrar respuestas. Dime, ¿tenía yo el poder de cambiar algo?

Me siento un fracaso porque a pesar de todos mis trucos, no pude hacer que te quedaras.

Cartas que no llegaron

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