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El acontecimiento como apertura

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Una característica importante de la noción de acontecimiento, tal y como es recuperada en la filosofía francesa contemporánea, es la de “apertura” de un mundo nuevo. Los acontecimientos reconfiguran el sentido del mundo que les antecede y en ese sentido, son portadores de un nuevo mundo, que nada permitía predecir. El acontecimiento se caracteriza entonces por la carga de posibilidades que lleva en él mismo. En palabras de Badiou:

Lo importante aquí es subrayar que un acontecimiento no es la realización de una posibilidad interna a la situación o que dependa de leyes transcendentales de un mundo. Un acontecimiento es la creación de nuevas posibilidades. Se sitúa no simplemente al nivel de los posibles objetivos, sino al nivel de la posibilidad de los posibles. Esto podemos también decirlo así: en relación con una situación o un mundo, un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde el estricto punto de vista de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es propiamente imposible (Badiou, 2009, p. 191; Leveque, 2011, p. 87).

A diferencia de los hechos, el acontecimiento no se inscribe en el mundo y lejos de ser explicado por el mundo, el acontecimiento abre nuevos mundos (Romano, 1998, p. 56; Vinolo, 2013, p. 57). Mientras que los hechos son explicados por un contexto que les precede, “todo aquello que podemos saber del mundo, no nos dice nada sobre el acontecimiento pues el acontecimiento no conoce un contexto previo. Por supuesto, ocurre siempre en el mundo y por consiguiente en un contexto, pero este último no nos dice nada sobre él” (Vinolo, 2013, p. 57).

El acontecimiento, en su sentido acontecial, es en efecto aquello que ilumina su propio contexto y no recibe en lo absoluto su sentido de él: no es la consecuencia explicable a partir de los posibles preexistentes. Por el contrario, el acontecimiento reconfigura los posibles que lo preceden y significa para el adveniente, el advenimiento de un mundo nuevo (Romano, 1998, p. 55; Vinolo, 2013, p. 56).

El acontecimiento, queda claro, no es un hecho y, por lo tanto, no es explicable a partir de sus causas ni comprensible a la luz de su contexto explicativo. El acontecimiento es aquello que acaece y que cambia tanto el sentido como la experiencia del mundo que le precede. Por consiguiente, el acontecimiento se entiende mejor a la luz de aquello que hace posible y no en función de aquello que lo hizo posible.

El tiempo modal del acontecimiento no es ni el presente ni el futuro, sino el pasado. El acontecimiento solo existe en el pasado y no podemos más que hacer una lectura retrospectiva de él, pues aquello que hizo posible, los mundos posibles que abrió, únicamente puede comprenderse en retrospectiva.

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