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Acontecimiento y sujeto

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El acontecimiento solo puede ser calificado como tal de manera retrospectiva por una “intervención interpretante”. Dos cosas son importantes de mencionar con respecto a este punto. La primera es que la necesidad de una intervención interpretante le otorga al acontecimiento cierta fragilidad. La fragilidad del acontecimiento radica en la sospecha de que no ha sucedido nada, excepto la ilusión de novedad. Así, el acontecimiento corre el riesgo de ser anulado, ignorado o negado. La segunda es que, como hemos señalado anteriormente, el acontecimiento es indecible en relación con el conocimiento existente, por lo que su reconocimiento es un acto que pertenece más al mundo de la militancia y el activismo que al del conocimiento y la ciencia.

Frente al acontecimiento, nos dice Badiou, existen tres posibles posicionamientos: la fidelidad, el ocultamiento y la negación. Cada uno de ellos da lugar a tres diferentes sujetos intervinientes: el sujeto fiel, el sujeto oscuro y el sujeto reaccionario. El sujeto fiel acepta desplegar las posibilidades abiertas por el acontecimiento. El sujeto oscuro, por el contrario, rechaza esas mismas posibilidades y se adhiere al mundo anterior al acontecimiento, mientras que el sujeto reaccionario lo niega y se comporta como si el acontecimiento nunca hubiese tenido lugar.

El sujeto fiel es aquel que apuesta por la existencia del acontecimiento y, habiendo decidido seguir sus consecuencias, afirma “algo realmente ha sucedido” entonces se pregunta “¿qué debo hacer para permanecer fiel a lo que ha sucedido?4 El sujeto oscuro reconoce que algo ha realmente sucedido, pero coloca su fidelidad en el mundo preexistente al acontecimiento y por tanto se pregunta ¿qué debo hacer para permanecer fiel al mundo anterior al acontecimiento? El sujeto reaccionario niega que algo haya realmente sucedido y por tanto no se plantea pregunta alguna.

El sujeto interviniente no es un simple observador del acontecimiento, pues sin la intervención de quien admite que, “justo aquí en este lugar, algo hasta ahora sin nombre ocurrió real y verdaderamente” el carácter acontecimental del acontecimiento se desvanece. Entonces, tal y como lo señala Žižek, no hay “ninguna mirada cognitiva neutral que pueda discernir el acontecimiento de sus efectos: desde siempre hay una decisión implícita (Žižek, 2001, p. 147, citado en Fernández, 2016, p. 18).

Por otra parte, dado que, como hemos señalado anteriormente, el acontecimiento es indecible en relación con el conocimiento existente, su reconocimiento e interpretación son un acto de militancia más que una actividad intelectual, al punto de que Badiou define al militante como un “centinela del vacío al que instruye el acontecimiento”. Es por ello que “el ser frágil del evento, por lo tanto, se mantiene en una huella que solo un discurso militante, y no un erudito, puede extraer”.

Existe para Badiou un cuarto tipo de sujeto, aquel que surge con el acontecimiento. Se trata en este caso del acontecimiento que produce un ser que hasta entonces era inexistente. Es decir, un ser cuya existencia había sido profundamente negada por la situación.5 Para Badiou el acontecimiento que trae a la existencia aquello inexistente —en el sentido badiouano— en la situación, es el acontecimiento de máxima intensidad, aquel que obliga a reconsiderar retrospectivamente toda la historia de sus predecesores:

Es la resurrección de Cristo, la toma de la Bastilla, la insurrección de Octubre, o también, el outing de los sans papiers que se salen de su condición de víctimas clandestinas para convertirse en actores; el de los desocupados que salen del rango de la estadística para volverse sujetos de resistencia; el de los enfermos que no se resignan a ser simples pacientes sino se proponen pensar y actuar su propia enfermedad (Bensaid, 2004 [s.p.]).

Conviene recordar aquí, junto con Louis Quéré, que el acontecimiento se inscribe tanto en el orden hermenéutico como en el de la experiencia. El acontecimiento da lugar a experiencias que son fuentes de identidad para aquellos a quienes les acontece. “Abriendo un horizonte de sentido y aportando con él posibilidades interpretativas, el acontecimiento permite a quien se encuentra expuesto a él, descubrir algo de sí mismo y de su situación y profundizar en la comprensión de sí mismo y del mundo” (Quéré, 2006, p. 202).

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