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La hermenéutica del acontecimiento

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El acontecimiento remite a un punto de torsión, de ruptura, de quiebre “sin garantías ontológicas ni sostén alguno en la cadena causal, que excede a sus causas y cuyo espacio separa (o más concretamente anula) la contigüidad entre causa y efecto” (Fernández, 2016, p. 18). Como lo señalara Claude Romano, aunque no están completamente exentos de causación antecedente, sus “causas no los explican, o bien, si los ‘explican’, solo y siempre dan razón del hecho y no del acontecimiento en su sentido acontecial” (Romano citado en Tavera, 2019).

El acontecimiento es un fenómeno de orden hermenéutico en un doble sentido: “no sólo exige ser comprendido (y no explicado por sus causas), sino que es él mismo fuente de sentido (source de sens)” (Quéré, 2006, p. 188). El acontecimiento, nos recuerda el sociólogo Louis Quéré, posee un poder de revelación o de develación que da lugar a un nuevo tipo de comprensión, una comprensión del mundo a partir del acontecimiento, que pone de manifiesto el poder hermenéutico de la ruptura que introduce. De suerte que “el acontecimiento manifiesta algo de su propio pasado y de su propio contexto que sin él habría quedado oculto” (Quéré, 2006, p. 192).

En consecuencia, el análisis acontecial se interesa menos por los antecedentes de los acontecimientos o por sus causas que por su interpretación. “Pasamos así de un esquema de explicación causal en el que el evento se interpreta en su sentido ascendente —por sus causas— a una interpretación descendente de carácter hermenéutico en el que el evento se interpreta por sus huellas” (Tavera, 2019, p. 164).

Ahora bien, no se trata de una “hermenéutica de los símbolos”, ya que los rastros que dejan los acontecimientos no son ni simples efectos, ni simples signos, sino de una “hermenéutica de las huellas” o en términos de Claude Romano de una hermenéutica évenémential, en tanto que el acontecimiento es en sí mismo una huella significante y su realidad es indisoluble de su interpretación (Romano, 1999, p. 198; Greisch, 2014, p. 49; Dosse, 2010, p. 19).

Dos aspectos interesa resaltar aquí. Por un lado, aunque la realidad del acontecimiento es indisoluble de su interpretación, para Romano el acontecimiento “trae consigo el horizonte de posibilidades interpretativas a la luz de las cuales se dibuja y decide su significado” (Romano, 1999, p. 162; Greisch, 2014, p. 48). El acontecimiento es, en ese sentido, “el origen del sentido del mundo tal y como surge después del acontecimiento y con el acontecimiento” (Romano, 1998, p. 83; Greisch, 2014, p. 50). Por otra parte, tal y como lo señala Dosse, el acontecimiento es como el Fénix que nunca desaparece verdaderamente, pues al dejar múltiples huellas “retorna sin detener la interpretación de su presencia espectral con los acontecimientos ulteriores, provocando configuraciones cada vez más inéditas” (Dosse, 2010, p. 20).

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